REVISTA DE LIBROS

 

 

CASA DE LA MEMORIA Y LA CULTURA POPULAR; Hacerse cargo. La identidad de los detenidos-desaparecidos y asesinados en Mendoza (1974-1983); Editorial Aguirre; Mendoza; 2010.

 

Este libro es el resultado de un trabajo de años realizado por el Grupo Identidad de la Casa de la Memoria y la Cultura Popular de la provincia de Mendoza. Un colectivo que se compone, mayormente, por militantes de la década del ’70 que luego de la dictadura sumaron sus esfuerzos en la lucha por la memoria y el juicio y castigo a los genocidas.

¿Debería llamarnos la atención que un texto que aborda problemas de la historia reciente tenga como autores y autoras a un grupo de militantes y no a historiadores/as o investigadores/as de las ciencias sociales? Creo que no. Hace ya muchos años que la historiografía provincial no se ocupa de este tipo de problemáticas. La inquietud ha tenido su origen tanto en los actores de aquella historia que necesitan que no caiga en el olvido como en los/as militantes del presente que indagan en el pasado reciente en búsqueda de huellas a retomar. Recién en los últimos años jóvenes investigadores e investigadoras han comenzado a abordar estos temas problematizándolos y “salvándolos” del ridículo al que habían sido arrojados por la historiografía hegemónica mendocina: “Aquí no pasó nada.”

Abrazando ese desafío, Hacerse cargo se propone “revertir el objetivo del genocidio: la supresión de la identidad” (p. 28), tomando entre sus manos una tarea ardua pero evidentemente necesaria. Acaso en Mendoza se llega al límite de desconocer el desarrollo de las organizaciones revolucionarias en suelo provincial.

Los primeros capítulos intentan construir un marco histórico mundial, latinoamericano, nacional y provincial. Tal vez, este sea el espacio de mayor debilidad teórica. Un relato al estilo “manual”, sin contrastación de fuentes que cae a menudo en lugares comunes y en algún que otro error en relación a datos históricos.

Sin embargo, rápidamente se da paso al cuerpo central de la obra que está compuesto casi de forma exclusiva por testimonios. Es indudable que las entrevistas han sido la fuente principal de la que ha echado mano el Grupo Identidad. Éstas apuntaron a dos tipos de entrevistados: por un lado, a las y los militantes setentistas en busca de reconstruir la historia política de sus compañeros/as y, por otro lado, a los familiares de desaparecidos y desaparecidas, testimonios que abren paso a otra dimensión de aquellos/as militantes: su vida cotidiana.

La fortaleza del libro es que a poco de empezar da voz a los y las protagonistas de esta historia, permitiendo a los lectores y lectoras una relación dinámica con las percepciones y recuerdos de los/as militantes y sus familiares. Si bien en los últimos años han ido en aumento las publicaciones testimoniales sobre la década del ’70 y principalmente sobre la dictadura, en Mendoza esa tendencia no ha sido tan generalizada. Esto le imprime a Hacerse cargo un lugar de privilegio al constituirse en el primer libro que recopila testimonios de militantes de diversas organizaciones políticas de izquierda en la provincia. A la vez que nos aproxima a las historias de los/as 300 desaparecidos/as mendocinos/as.

La gran mayoría de las entrevistas fueron direccionadas a integrantes de Montoneros, Juventud Peronista (JP) y Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Luego, siguen en número las entrevistas a militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y en menor medida a miembros de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Por último, cuenta sólo con una entrevista a un militante de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) y a una integrante del Partido Comunista (PC). Es necesario aclarar que dicha distribución no responde a un muestreo elaborado previamente y no refleja la distribución militante entre las distintas organizaciones (existiendo además otros partidos de izquierda con desarrollo provincial). Sin embargo, es un gran aporte a la hora de aproximarnos a las experiencias políticas setentistas en Mendoza.

El capítulo X, titulado La cacería, busca describir cronológicamente las tendencias generales de los objetivos políticos del genocidio en Mendoza. Para ello, este apartado presenta cuatro subdivisiones cuyos nombres remiten a los meses en los que la represión se centró prioritariamente en cada organización: Marzo de 1976-La Estrella Roja (por el PRT-ERP); Junio de 1976-La Estrella Federal (por Montoneros); Diciembre de 1977-Disparen al Maoísmo; Mayo de 1978-Poder Obrero (por OCPO).

En cada uno de estos apartados, el/la lector/a tiene acceso a la historia de vida de varios/as militantes de aquellas organizaciones, pudiendo conocer distintos aspectos: procedencia social, escuelas por las que pasó, trabajos, relaciones afectivas, ámbitos de politización, etc.

Por último, el libro cuenta con dos capítulos destinados a denunciar los distintos edificios donde funcionaron centros clandestinos de detención y lugares de enterramiento. Se pueden observar las fotos de las comisarías, penitenciaría, liceo y otras dependencias policiales y militares en las que se mantuvo secuestrados/as a los/as militantes desaparecidos/as. Además, se ofrecen los nombres de los responsables de cada centro clandestino y los testimonios de algunas de las personas que por allí pasaron antes de comenzar el circuito por las cárceles del país.

Sin duda, Hacerse cargo abre varias puertas. No sólo a la sociedad mendocina que tiene el derecho y el deber de conocer su historia, sino también a los investigadores e investigadoras que podremos apoyarnos en esta obra como disparadora de nuevos interrogantes que permitan ensayar respuestas diferentes a las conocidas hasta el momento.

 

Por Violeta Ayles Tortolini

(INCIHUSA-CONICET. UNCuyo; atvioleta@hotmail.com)

 

 

 

HERNÁNDEZ, Juan Luis, ARMIDA, Marisa Gabriela y BARTOLINI, Augusto Alberto (Coordinadores); Bolivia: Conflicto y Cambio social. (1985-2009), Ed. Newen Mapu, Buenos Aires, 2010, 224 pp.

 

El libro que presentan Hernández, Armida y Bartolini es una compilación de diez artículos escritos por diferentes investigadores, con miradas diversas acerca de las más variadas problemáticas que nos presenta la historia de ese querido país desde el año 1985. Los coordinadores, docentes e investigadores de universidades nacionales, cuentan con la experiencia de promover simposios y mesas acerca de la temática en las Jornadas Interescuelas de Historia y de las Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos –destacados espacios de presentación y debate de las investigaciones en curso. La obra está articulada en torno a tres ejes problemáticos; las grandes movilizaciones desde el 2000 al 2005; el análisis de la conflictividad que acompaña el ascenso del Movimiento al Socialismo (MAS) y finalmente, se analizan algunas políticas particulares del gobierno de Evo Morales. Todos los artículos aportan a discutir la política, los sujetos sociales y la conflictividad y el proceso de cambio en la Bolivia actual.

El primer artículo “Sujeto, poder y transformación social en la historia reciente de Bolivia” de Juan Luis Hernández (UBA), estudia a través del análisis de las grandes movilizaciones populares, la constitución de sujetos autónomos y el cambio en la iniciativa política. En torno a los debates existentes acerca de cómo interpretar el protagonismo de los distintos sujetos sociales, propone una mirada que escape a cualquier simplificación del complejo entramado político que combina saberes y experiencias. La identidad clasista es uno de los ingredientes privilegiados de la memoria, pero no es la única.

Siguiendo con el análisis de las cuestiones identitarias, Marisa Gabriela Armida (UNR) propone observarlas no como entidades fijas e inalterables sino como productos culturales e históricos. De este modo, lo étnico, lo campesino, lo obrero y lo popular se mezclan y se redefinen al calor de la coyuntura. En perspectiva la autora sostiene que las políticas neoliberales tuvieron un resultado paradójico en el país: se propusieron avanzar en el fortalecimiento del sistema capitalista, y sentaron las bases de la rebelión y de la articulación de nuevos actores sociales. La Guerra del agua marcó el paso de una actitud defensiva o de resistencia a una etapa cualitativa diferente, al conjugar experiencias de lucha de distintos tipos, abriendo paso a una ofensiva en la búsqueda de posibilidades políticas nuevas, que dieron lugar al gobierno del MAS a partir del 2005.

Laura María Gutiérrez Escobar (Chapel Hill-USA) centra su análisis en la ciudad de El Alto durante la crisis conocida como la Guerra del Gas en octubre de 2003. Su hipótesis de trabajo sostiene que la avanzada neoliberal fracasó en su intención de imponer su ideología en reemplazo de la “economía moral” de los alteños que se sustenta en valores y lógicas subjetivas opuestas a las impulsadas desde 1985. La idea de gobernamentalidad, de origen foucaultiano, expone uno de los pilares del individualismo neoliberal; al plantear el gobierno de si mismo, significa, en última instancia, que el individuo es una empresa. Los valores morales que encierran las ideas y las practicas de la reciprocidad, la solidaridad, el trabajo y los bienes comunales son puestos aquí como el resultado de la incorporación de conductas que los migrantes desocupados de los campos y las minas, traen a la ciudad de El Alto.

Anabella Barbieri (UBA) en un trabajo sólido y muy bien documentado, estudia desde una perspectiva afín con la mirada que sostiene la persistencia de lo minero como experiencia sindical estructurante de las expresiones populares, incorpora la necesaria perspectiva de género en la constitución de los sindicatos cocaleros del Chapare. Esta visión contradice a quienes postulan el eclipse de la experiencia sindical como fundante de la articulación social que diera lugar a la resistencia antineoliberal y luego al gobierno del MAS. El análisis de las marchas cocaleras del 94 y del 95, muestra cómo fue posible estructurar un momento de resistencia a las políticas neoliberales, para luego emprender una nueva instancia de lucha en la cual las mujeres, en tanto campesinas cocaleras, madres y compañeras se hacen cargo del protagonismo y posibilitan la puesta en marcha de un momento de ascenso de las luchas populares.

Augusto Alberto Bartolini (UNL) y Hugo Ramos (UNL) ponen en consideración una problemática poco estudiada: el caso de las clases medias y su relación conflictiva con el MAS a partir del año 2002. En un trabajo que hace hincapié en la problematización de la estructura social boliviana escapando a cualquier mirada simplificadora de la misma, estudia esta relación compleja, que encierra problemas tan importantes como el de los cuadros políticos, la regionalización de las tendencias políticas, y la diversidad del electorado, eludiendo la tentación de subsumir los resultados electorales en ecuaciones lineales. Así, sostienen que hay un tendencial apoyo de cierta parte de las clases medias al gobierno del MAS en todo el ciclo de movilizaciones que iniciadas en el año 2000.

Viviana Fernández (UNCo), en “Los Muros como espacios de Lucha” muestra los resultados de su trabajo de análisis sobre más de doscientos graffitis en las ciudades de Cochabamba y Santa Cruz. Estas expresiones populares de la conflictividad política, modos del decir popular, imprimen el espacio urbano con señas del apoyo o la resistencia al proyecto del “evismo”. En este sentido también es posible leer la geografía política del país en un momento determinado. En Santa Cruz señalan la lucha por la autonomía, con un fuerte contenido de racismo, pero también marcan la presencia de apoyos al MAS, mientras en Cochabamba tienen un alto contenido político de apoyo al gobierno nacional y contra los referentes de la autonomismo cruceño, algunas de tono violento, aunque proponiendo consignas de igualdad, paz y trabajo, tierra y libertad. Este artículo pone de manifiesto que las fuentes de la historia también están escritas en las paredes.

El trabajo de Alejandra Boschetti (UNCo) emprende el análisis de la construcción del discurso histórico cruceño. Retomando de la teoría de Ernesto Laclau, la idea de lucha entre enemigos con el afán de llenar de sentido un significante vacío, considera que la lucha por la hegemonía entre los seguidores de la agenda de octubre del MAS y los de la agenda de enero cruceña, ha sido hasta el momento ganada por el MAS. En este trabajo puede encontrarse un interesante análisis acerca de la construcción de una identidad “camba” por parte de los ideólogos del autonomismo cruceño, presentada como algo natural del lugar y como objeto de persecución y maltrato permanente por parte del centralismo paceño desde la época de la colonia. Desmitificando estos supuestos la autora desentraña el impulso estigmatizante que encierra esa construcción sobre las identidades originarias de Bolivia, señaladas despectivamente por ese mismo discurso como “collas”.

Verónica Toyos Grinschpun (UBA) escribe sobre la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia. Este trabajo nos informa acerca de los límites y las posibilidades de la ley de hidrocarburos, cuyos alcances quedan a medio camino entre lo declamado en la agenda de octubre - la nacionalización de los recursos naturales y lo realmente concretado con la misma. Con un arduo trabajo de rastreo de leyes y decretos muestra los logros y las debilidades de la política de nacionalización, poniendo en la balanza tanto los poderosos intereses que enfrenta la política del MAS como el proceso de avance del Estado sobre las empresas petroleras y la notable reticencia a movilizar el apoyo popular que fue en definitiva el primer freno a las políticas neoliberales desde el año 2000. Su investigación aporta algunas luces sobre el delicado balance de fuerzas en disputa, y las posibilidades de seguir avanzando en el sentido declarado por el gobierno, es decir en la plena recuperación de los recursos naturales por parte del Estado.

El artículo de Bruno Fornillo (UBA) avanza sobre el análisis de las políticas respecto de otro recurso estratégico: la tierra. Su estudio se concentra en el análisis de la reforma agraria en el primer gobierno de Evo. La disputa por la tierra es para Fornillo un indicador de hasta que punto las cosas están cambiando en Bolivia: la forma predominante de titulación de la tierra es la colectiva. Teniendo presente que lo que está en discusión aquí es por un lado el territorio de los pueblos originarios y por el otro la base de la producción extractiva, el tema tratado es de una relevancia central para la agenda gubernamental. El análisis de los momentos salientes de la reforma agraria en Bolivia, 1953, 1996 y 2006, arroja resultados que para el autor indican la profundidad del cambio operado durante el período estudiado mediante el sentido comunitario impartido a la entrega de tierras. Sin embargo, las últimas novedades relevadas acerca de este asunto parecen contradecir lo hecho hasta ahora, al favorecer a sectores ligados al ala campesina, donde prima una visión distinta a la comunitaria.

El trabajo de Gloria Ruiz Arrieta (UBA) aporta una mirada desde la antropología que rescata la condición “minera” como una de las experiencias fundantes del actual proceso boliviano. Esta mirada polemiza abiertamente contra quienes sostienen que la misma, fue quebrada por las políticas neoliberales en los 80, particularmente con la derrota que dio lugar a la relocalización a partir del 85. El trauma social de la perdida del empleo juega aquí mas como incentivo de la memoria minera que como ruptura y derrota. Este trabajo pone en la mira la relación de los mineros de Huanuni con las demandas al Estado, en una tensión que no se resuelve con la llegada de Evo Morales al poder.

La historia reciente de Bolivia constituye en la actualidad un vasto campo de estudio, complejo, pleno de matices, de temáticas y de actores sociales en pugna y en proceso de cambio. Algo de esa riqueza está presente en este trabajo colectivo que tiene la gracia de su heterogeneidad, sí en temas, perspectivas y autores, no en calidad, seriedad y profundidad de los temas abordados. “Bolivia: Conflicto y cambio social (1985-2009)” es una propuesta altamente recomendable para el acceso al apasionante mundo de la historia contemporánea del país hermano.

 

Por Marcelo Pablo Otero

(Estudiante de Historia. FFyL UBA; mpotero@gmail.com )

 

 

 

CERUSO, Diego; Comisiones internas de fábrica. Desde la huelga de la construcción de 1935 hasta el golpe de estado de 1943; Dialektik - PIMSA; Vicente López, 2010.

 

El libro representa la materialización del largo recorrido realizado por Diego Ceruso en la construcción de su tesis de licenciatura. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. y doctorando de la misma universidad, sus investigaciones siempre han centrado el interés en la comprensión de la dinámica sindical, la organización de los obreros en el lugar de trabajo y su relación con las corrientes políticas de izquierda en la década de 1930 en Argentina. En este sentido debe comprenderse Comisiones internas de fábrica, ya que constituye una mirada novedosa sobre el desenvolvimiento sindical del Partido Comunista y sus relaciones con el movimiento obrero en la década mencionada.

El recorte temporal y espacial establecido por la investigación se remite a la experiencia vivida por los gremios de la construcción, los textiles y los metalúrgicos en Capital Federal y Gran Buenos Aires en el período que se abre con la huelga de la construcción de fines de 1935 y la huelga general de inicios de 1936 y se cierra con el golpe militar del 4 de junio de 1943. Los fundamentos que el autor desarrolla para explicar la delimitación elegida plantean que las huelgas señaladas representaron el punto más álgido del descontento obrero que se venía desarrollando desde principios de los años treinta, como consecuencia del impulso que había cobrado el proceso de sustitución de importaciones, pero sobre todo impactaron significativamente al interior del sindicalismo, ya que produjeron una redefinición de objetivos y estrategias al interior del mismo. Respecto de 1943, después del golpe y con la aparición del peronismo en la escena política nacional, se estructuraron nuevas relaciones entre los trabajadores y el estado. A partir de este hecho concreto, Ceruso propone que el peronismo no irrumpió sobre un movimiento obrero carente de experiencia y no se insertó en la escena sindical como si esta fuese una hoja en blanco. Contrariamente, su investigación tiene por objetivo principal demostrar que en los años treinta los comunistas impulsaron la construcción de organizaciones sindicales de base en los lugares de trabajo, como estrategia central para la construcción de un sindicalismo moderno de nuevo tipo. Esta nueva concepción estaría sustentada en la construcción de sindicatos únicos por rama industrial, en la constitución de instancias organizativas de base y en una actitud más abierta y negociadora con respecto al estado, lo cual debe comprenderse tomando en cuenta la estrategia de frentes populares adoptada por el PC en la III congreso realizada en 1935.

Ceruso, no da por excluida la posibilidad de que otras corrientes políticas hayan organizado a partir de lógicas basistas comisiones al interior de los lugares de trabajo, pero remarca que su investigación se centra exclusivamente en la estrategia desplegada por los comunistas en los gremios de tres grandes ramas productivas: la construcción, los textiles y la metalurgia. Todas ellas, ramas industriales “… en las cuales las condiciones de trabajo obrero eran más duras y la organización sindical era menor que en otros sectores de la economía” (p. 106). El libro desarrolla detalladamente las experiencias vividas por los tres gremios, dedicándole un capítulo a cada una de ellas. Debe advertirse que el autor antes de desplegar su análisis sobre el devenir de las experiencias sindicales ya mencionadas, deja bien en claro cuáles van a ser sus lineamientos metodológicos, cuál es el estado de la bibliografía en el que se inserta la investigación y sobre todo realiza un encuadre contextual del movimiento obrero y el PC en la década del treinta que brindan al lector un conjunto de herramientas que permiten comprender mejor la trama de los procesos desarrollados.

El caso del gremio de la construcción es analizado en primer lugar ya que Ceruso lo considera “…emblemático…” (p. 57), sobre todo porque las huelgas de la construcción de fines de 1935 y la huelga general de principios de 1936 impactaron al interior del mismo, provocando una reformulación en los objetivos y estrategias a seguir. Vale resaltar que la presencia comunista en el gremio era mayoritaria desde 1935 a partir de la creación de la Federación Obrera de los Sindicatos de la Construcción (FOSC) y tenía un alto grado de empatía con los militantes anarquistas de la Alianza Obrera Spartacus, uno de los grupos que componía la corriente minoritaria dentro del gremio. El punto de acuerdo residía en la necesidad de adecuar a la realidad las viejas estructuras sindicales, organizando sindicatos únicos por rama industrial, en reemplazo de los sindicatos por oficio.

El planteo de Ceruso reside en que las huelgas mencionadas impulsaron a los dirigentes y militantes de los sindicatos de la construcción a redefinir la organización gremial. Ello promovió la creación de instancias organizativas de base e impulsó la implantación de una estructura sindical más sólida, que cristalizó hacia fines de 1936 con la constitución de la primera federación nacional de industria en Argentina, la Federación Obrera Nacional de la Construcción (FONC). Respecto de las estructuras organizacionales de base, estas adoptaron los nombres de comités de empresas y comités de obras y su función fue asumir la representatividad de los trabajadores en el lugar de trabajo, ya que “…se constituían como un interlocutor frente a la patronal…” (p. 63), al mismo tiempo que ejercían la vigilancia sobre el cumplimiento de las condiciones de trabajo acordadas y la coordinación de medidas de fuerza frente a los conflictos. A partir de estos planteos, se desarrollan numerosas situaciones conflictivas en las que los comités de empresas y de obras cumplieron una multiplicidad de funciones, lo cual a juicio de Ceruso “…nos muestra la importancia que los mismos tenían…” (p. 66). En ese sentido, se considera que el impulso de la FONC por constituir un Sindicato único de la Construcción (SUC), tuvo como estrategia central consolidar los comités obreros de base para así lograr una mayor inserción en los lugares de trabajo. Más allá del énfasis puesto en el análisis de la constitución y el funcionamiento de las organizaciones sindicales de base, el autor reconoce que “La magnitud de la extensión de estas comisiones internas en los lugares de trabajo o el mal funcionamiento de las mismas también son elementos a tener en cuenta al momento de medir su impacto” (p. 72).

En segundo lugar, se desarrolla la influencia comunista en los gremios de la industria metalúrgica. Esta influencia estaba presente desde los orígenes del Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica (SOIM) en 1922, pero se acrecentó a partir de 1935 cuando el sindicato se adhirió a la CGT, que al poco tiempo sufrió una escisión, quedando enrolado bajo la CGT Independencia, a la que pertenecían los sindicatos de extracción comunista. En este contexto, la huelga de la construcción de 1935 y la de enero de 1936 crearon una coyuntura favorable para los militantes sindicales comunistas, que le permitió avanzar sobre los gremios en los que tenían presencia. En relación a ello, el sindicato metalúrgico comenzó lentamente a impulsar nuevas estrategias y prácticas que fundamentalmente residían en la conformación de organizaciones de base en los lugares de trabajo. Ceruso explica los numerosos intentos por estructurar comisiones internas, y especialmente desarrolla las experiencias organizativas de la empresa CATITA y la metalúrgica Klockner, dos ejemplos relevantes por sus políticas al interior del sector. Debe resaltarse, que fue en 1941 con la asunción de Muzio Girardi como secretario general del SOIM, cuando se produjeron los avances más importantes en materia organizativa, ya que se reconoció que “La presencia sindical en las grandes empresas constituía un punto débil de la organización…” (p. 77). Ello impulsó la organización de los grandes talleres, a través de la sindicalización de sus obreros y de la estructuración de comisiones internas en los lugares de trabajo.

La última experiencia gremial analizada refiere a la estrategia comunista desarrollada en un sindicato caracterizado por tener una fuerte presencia socialista, la Unión Obrera Textil (UOT). En 1936 los comunistas disolvieron la Federación Obrera de la Industria Textil (FOIT) y se unieron a la UOT, en consonancia con la estrategia de crear sindicatos únicos por rama industrial y con la línea frentepopulista que había adoptado el PC. A partir de la fusión, el sindicato comenzó a penetrar en las principales empresas y los comunistas empezaron a cobrar preponderancia dentro del mismo. Ceruso encuentra registros de los primeros intentos de organización de las bases que datan de 1936 y dan cuenta de que el impulso organizativo provenía de sectores contrarios a la conducción del sindicato. Si bien los militantes comunistas se esforzaron por expandir la influencia del sindicato en los lugares de trabajo, fue en 1939 cuando se produjo el cambio de rumbo al asumir la secretaria general de la UOT un dirigente comunista. Ello provocó un gran cambio en la correlación de fuerzas al interior del gremio y fue a partir de la preponderancia comunista dentro del sindicato cuando comenzó a ganar fuerza la estrategia de organizar comisiones internas en los lugares de trabajo, tomando como ejemplo a la experiencia que estaba vivenciando la FONC. Sin embargo, la hegemonía comunista y la aplicación de nuevas prácticas y estrategias organizacionales, llevaron a la ruptura definitiva del sindicato en 1941, lo cual provocó el surgimiento de otro gremio también llamado UOT pero cuya dirección era socialista.

Comisiones internas de fábrica matiza la idea de la debilidad de la organización obrera antes de 1943, tan arraigada en la historiografía argentina. Logra demostrar que en los tres casos analizados, se desarrollaron experiencias organizativas de base que funcionaron como instancias en las cuales se estructuraron mecanismos de representación en los lugares de trabajo, dotando de originalidad a la estructura que hasta el momento había caracterizado al sindicalismo. En este sentido, la investigación representa un aporte al conocimiento de la experiencia obrera previa al surgimiento del peronismo y sobre todo, deja abiertos nuevos caminos para seguir indagando.

 

Por Mariana Ponisio

(UNR; mariana-ponisio@hotmail.com)

 

 

 

PIAZZESI; Susana, Conservadores en provincia. El iriondismo santafesino, 1937-1943, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 2009.

 

El libro de Susana Piazzesi es una versión corregida de su tesis de Maestría y forma parte de una línea de investigación desarrollada en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL, a partir de la cátedra de Historia Institucional Argentina y del Centro de Investigaciones de la misma Facultad.

La pregunta sobre cómo se legitima un gobierno cuando hay ilegitimidad de origen, la lleva a analizar los mecanismos a los que recurrieron José María de Iriondo y su sucesor Joaquín Argonz para construir su legitimidad. Así con el término de iriondismo santafesino caracteriza a la forma política que adquiere en la provincia la Unión Cívica Radical de Santa Fe, partido que controla la provincia a partir de la intervención nacional de 1935, cuando se volvió una pieza clave para las elecciones presidenciales, articulándose fuertemente con la Concordancia a nivel nacional, en un contexto signado en el plano ideológico por la influencia creciente del nacionalismo autoritario y el catolicismo integrista; y en el plano económico-político, por los cambios derivados de la crisis del 29 y la reformulación de la relación Estado-sociedad.

El libro está estructurado en cinco capítulos: el primero, de carácter introductorio, esta destinado a reseñar los rasgos distintivos de la década del 30; el segundo se orienta a describir la relación entre el gobierno de Iriondo y el partido radical antipersonalista provincial (UCR Santa Fe); el tercero procura analizar el escenario electoral, considerando comicios nacionales y provinciales; el cuarto se interna en los modos de producción de legitimidad de los gobiernos antipersonalistas de la provincia a partir de la realización de obras públicas; y el último se propone estudiar el Departamento Provincial del Trabajo y su desenvolvimiento frente a ciertos problemas laborales planteados en el ámbito local.

Para formular sus hipótesis, tanto como para el desarrollo de su investigación, la autora recurre a teóricos como Weber, Sartori, Linz y Panebianco. De tal forma que va enlazando categorías y análisis teórico con el caso que pretende desarrollar, tratando de volcar hipótesis en torno a los partidos, la institucionalización del poder, la gobernabilidad y la legitimidad aplicados al antipersonalismo santafesino y a las construcciones del iriondismo en y desde el poder.

Considera la figura de Iriondo dentro y fuera de Santa Fe, el faccionalismo propio de la política local, sus referentes y alineamientos. En ese marco, destaca la ausencia de espacios institucionalizados para la mediación de conflictos en la Concordancia, de tal modo que una débil organización partidaria a nivel nacional favorece las organizaciones provinciales, condición que va a tratar de aprovechar el iriondismo para consolidar su poder recurriendo al fraude, incluso, para neutralizar a las otras facciones del antipersonalismo santafesino; estableciendo acuerdos y distribuyendo espacios; reformando la legislación electoral; o forzando alineamientos, recurriendo a cesantías y destituciones, desplazamientos y/o cooptación. Incluso se crearon organismos de control (Secretaría Electoral, Registro de empleados públicos) y leyes (Ley de Imprenta y de defensa Social) para garantizar la hegemonía absoluta. A fines de 1937, el encolumnamiento detrás del gobernador parecía exitoso.

Piazzesi sostiene que, en Santa Fe, mientras el gobierno demoprogresista precedente buscó articular liberalismo y democracia, el antipersonalismo liderado por el iriondismo, tendió a alejarse cada vez más del paradigma liberal. Paulatinamente, se fue distanciando de su origen radical, aproximándose al conservadurismo. La fuerte utilización del fraude en Rosario, en 1938, para frenar la oposición; el rechazo del proyecto reformista del presidente Ortiz, propiciando incluso nuevas formas de representación política; la aspiración de Iriondo de compartir fórmula con Patrón Costas; y el aval otorgado al régimen militar de 1943, dan cuenta de ello.

Por otro lado, el uso creciente del fraude lesionaba la legitimidad del gobierno santafesino, a la vez que no lograba neutralizar totalmente a la UCR Comité Nacional, su opositora. A principios de la década, en el marco de la abstención de la UCR, el PDP garantizaba cierta transparencia electoral, percibida en las elecciones de 1936, cuando se reincorporó la UCR. Pero a partir de 1937, el fraude electoral en la provincia se convirtió en un sistema perfeccionado que provocó las denuncias de Lisandro de la Torre y de Marcelo T. Alvear en el ámbito nacional.

El PDP, además, se volvió un “coto de caza” del iriondismo, que procuraba cooptar a muchos de sus cuadros. En este sentido, es mérito de la autora resaltar la tensión en que estaba sumido el PDP: con un proyecto en las antípodas del iriondismo, sufrió su presión cuando intentaba quitarle dirigentes e incorporarlos a sus filas. Finalmente, el PDP también se sumó a la táctica del abstencionismo a fines de 1937, agravando la situación de ilegitimidad para el partido gobernante, que no estuvo libre de disidencias internas. Los próximos años marcarán una crisis profunda para el PDP, un partido que tiende desdibujarse a partir de esos años.

Desde 1938, con la abstención del PDP y la UCR Comité Nacional, el iriondismo resultaba incontestable, no obstante en 1942 crecieron los votos en blanco. En 1940, hubo tensión entre Santa Fe y la Nación ya que el antipersonalismo santafesino, a diferencia de sus pares de otras provincias, no apoyó el proyecto de Ortiz. La violencia ganó las elecciones provinciales y el iriondismo logró controlar el colegio electoral en forma ajustada, designando sucesor. Las protestas contra el fraude tuvieron su epicentro en Rosario y Santa Fe. Ya con Castillo, el antipersonalismo local se impuso en 1942 con amplios márgenes, quedando en óptima posición para influir en la sucesión presidencial. No obstante, los votos en blanco revelan un crecimiento de la ilegitimidad del iriondismo.

De este modo, a través del estudio de las elecciones clave de esos años, la autora va realizando un análisis del impacto de la escalada de fraude sobre la ilegitimidad del gobierno, a la vez que va destacando las fortalezas y debilidades de sus dos grandes contrincantes: el PDP y la UCR Comité Nacional.

En los últimos capítulos se aboca a analizar cómo construyó el iriondismo una legitimidad que denomina “sustitutiva”, para cubrir las deficiencias que ésta tenía en el plano partidista y electoral. Su hipótesis es que el antipersonalismo desplazó todo el peso de la producción de legitimidad a la acción de gobierno. En este marco, Piazzesi acierta en detenerse a observar el imperativo por la obra pública que caracterizó a estos gobiernos. El iriondismo entendió la política como administración y pretendió separar democracia de sufragio universal, proponiendo una “democracia de los mejores”. Cobraba así centralidad el impulso dado a las obras públicas, que requirieron la reformulación de ciertos órganos de gobierno y que se asociaron con un sentido patriótico del que se enorgullecería el gobierno. Así, se crearon una red caminera de importante visibilidad social, obras destinadas a promover la salud y la educación de la población, tanto como tendió a la refuncionalización de espacios urbanos destinados a la recreación y esparcimiento.

El iriondismo se propuso entonces renovar las ciudades con una finalidad higienista y paisajista, que valorizaba parques y paseos. Pero también aparece en las gestiones antipersonalistas una incipiente política social que apuntaba a la prevención de enfermedades, al desarrollo de la vivienda popular y la erradicación del conventillo, y a proveer agua potable.

Por último, la autora estudia la organización del Departamento Provincial de Trabajo, su cercanía a la Iglesia Católica en la problemática laboral y algunos casos que permiten sopesar los avances que aquél organismo tuvo en la mediación de conflictos.

En conjunto, el trabajo se propone pensar el intervencionismo estatal en dos sentidos: uno, vinculado a la modernización del aparato del Estado provincial, a fin de crear los marcos adecuados para responder a las demandas de la sociedad; otro, asociado a la necesidad de control de la población y al ejercicio del clientelismo. Estas lógicas ya han sido señaladas por otros autores para el ámbito nacional.

En reiteradas oportunidades, la autora insiste en que el iriondismo sólo apuntó a desmontar el plan, los objetivos y estilo de gobierno de la gestión demoprogresista que lo precedió. Ciertamente, hay modalidades y diferencias ideológicas decisivas que no han sido suficientemente trabajadas en el texto. Pero también, creemos, en Santa Fe existía desde los años 20, en diversos sectores de la política y la sociedad, la convicción de avanzar en la intervención social del Estado en un sentido amplio y ambicioso. Prueba de ello es la Constitución provincial de 1921, promovida por el PDP y un sector del radicalismo que, en este punto, fue avalada por los mismos católicos que renunciaron a la Convención por la manifiesta tendencia secularizadora que ella expresaba. Quizás estos antecedentes hubieran merecido mayor atención.

No obstante, el trabajo tiene el mérito de haber sistematizado buena parte de los tópicos que distinguieron al antipersonalismo santafesino en el gobierno, señalando diversas cuestiones que, en adelante, deberían profundizarse a partir de un mayor trabajo empírico y considerando las redes de sociabilidad y ámbitos de los cuales el iriondismo construía sus redes de poder, imbricando en una misma trama a católicos, conservadores y nacionalistas.

 

Por María Pía Martín

(UNR, mpiamartin_00@yahoo.com.ar)

 

 

 

SORIA, Claudia; CORTÉS ROCCA, Paola; DIELEKE, Edgardo; Políticas del sentimiento. El peronismo y la construcción de la Argentina Moderna, Prometeo, Buenos Aires, 2010. 288 p.

 

Políticas del sentimiento es una compilación de estudios culturales, resultado de dos encuentros (el congreso “El peronismo. Políticas culturales (1946-2006)” del 2006 y “Peronismo: the Aesthetics of Power in Modern Argentina” en el 2007) que intenta, al cierre de una década sumamente fructífera para los estudios sobre el peronismo, acercar una síntesis provisoria que ordene esta “nueva generación” (definición utilizada por Ricardo Piglia en la reseña de contratapa de la obra) de miradas sobre el más importante movimiento político de la Argentina en el siglo XX. Estas se complementan con formas de abordaje completamente novedosas y subestimadas previamente, desde la arquitectura a las artes visuales, el cine, la prensa gráfica humorista, la propaganda, la literatura, etc.

 La estructura del libro consta de quince artículos que están divididos en cuatro capítulos. El primero, “La nación como espectáculo”, centra su atención en las políticas culturales oficiales y su énfasis en la idea de “modernización” y ruptura con las identidades previas al momento fundacional de la “nueva argentina”, el 17 de octubre de 1945. Sin dudas, todas las entradas nos permiten ver aspectos originales del peronismo: Claudia Soria trabaja en relación a la estética de la propaganda y su impacto; Cristina Pons revisa la importancia moral del deporte y los deportistas como íconos de los nuevos argentinos; Yanina Leonardi explora la “violencia” cultural del circuito teatral oficial invasiva del “gusto” y los espacios tradicionales burgueses; y, finalmente, Marcela Gené verá la construcción de estereotipos paródicos a través de las caricaturas de humor político destinados a recrear una identidad política que a la vez se contraponga a los creados por el antiperonismo.

  El segundo apartado denominado “La razón sentimental: hacia una cosmogonía peronista” continúa y profundiza el estudio de las representaciones, por ejemplo, el momento literario fundacional del antiperonismo en la obra de Beatriz Guido en El incendio y las vísperas analizado por Luis Intersimone, que en una hipérbole melodramática expresa los lugares comunes de esta mirada.

Rosa Aboy ve los cambios en los ámbitos privados de sociabilidad a través de las representaciones cinematográficas de las pensiones en los años ’40, que muestran las modificaciones alrededor de las ideas de igualdad, el género y el mundo del trabajo. En esta “cosmogonía” entra también la centralidad de los rostros de Evita expresada en sus sucesivas y diversas imágenes y los profusos relatos literarios trabajados por Nora Domínguez y, como la otra cara de la misma moneda, la relevancia cultural y política de la infancia en el peronismo, para la que Gabriela Nouzeilles se imagina a Evita como un símbolo maternal hacia “los únicos privilegiados”.

“La alteridad de lo popular”, la tercera sección, problematiza la siempre vigente discusión sobre el concepto de populismo, al considerar continuidades entre la cultura popular previa y posterior al peronismo en el artículo de Horacio Legrás, o al repensar, como hace Paola Cortés Rocca, la entrada de “lo otro” en el peronismo histórico –lo paradojalmente excluido en la pretendida totalidad populista- y la construcción de “lo propio” peronista –una estética, un mundo de representaciones, una cultura-.  Edgardo Dieleke avanza hacia el pasado reciente para interrogarse acerca de la vigencia de la idea de “pueblo” para los contextos del menemismo, la crisis alrededor de diciembre de 2001 y el kirchnerismo, en todo caso intentando actualizar en diálogo con Ernesto Laclau la idea “populista”.

Una cuarta y última parte tiene como eje central las “Estéticas de la memoria”. Anahí Ballent, Ana Amado y Susana Rosano en sus respectivos artículos observan cómo las características que adquieren las expresiones artísticas –cinematográficas, escénicas, artísticas- a partir de los noventa en torno al peronismo –y que se acrecientan en los años 2000- poseen diferentes formas de hacerlo presente que en su contexto inmediato adquieren un significado que desde estas miradas se tensionan: ¿estamos en presencia de la “larga agonía de la Argentina peronista” como señalara Halperín Donghi? Fundamentalmente en torno a la obra de Leonardo Favio y Pino Solanas y la centralidad teórica que adquieren las representaciones de Daniel Santoro se configura una nostalgia por el “paraíso perdido”, que lleva a interrogarnos por la posible elaboración de un duelo, más que una decisión política de hacer una memoria “militante”, dejándonos una reflexión propia de un debate político-cultural que transcurre actualmente.

El corpus de textos, como otros en saga, denotan “madurez” en la mirada sobre el objeto –a esta altura para muchos fetiche- del peronismo, dejando de enjuiciarlo y reemplazando la filosofía histórica antes predominante sobre éste –excepcionalista, moral, dicotómica-, por una nueva mirada constructivista, complejizada y crítica. Hay aquí dos elementos que favorecen esto: el tiempo, que da lugar a actores del ámbito académico que no fueron atravesados por los debates previos a la última dictadura o si lo fueron se han enriquecido con este contexto diferente, y un enfoque que rompe los “diques” disciplinares y la rigidez conceptual, generando intercambios muy interesantes desde perspectivas muy disímiles.

¿Qué es el peronismo? Sigue siendo la pregunta que vertebra y desvela a las ciencias sociales. Frente a ciertas continuidades “estructurales” –económicas, sociales, políticas- entre el “antes” y el “después” del peronismo, es válida la pregunta que sobrevuela el texto: ¿no son las “políticas del sentimiento” las más intensas rupturas del peronismo, construyendo una estructura cultural que disputa de igual a igual con la cultura dominante –aunque en crisis- hasta entonces? La potencia representacional de este movimiento político da un lugar diferente a lo que era considerado peyorativamente “forma” y no “fondo”.

Es posible “pensar” el “sentimiento”, propone el filósofo Alberto Buela (http://www.elortiba.org/notapas196.html). Aquello que supuestamente impedía por “irracional” su comprensión, ahora nos acerca y a la vez nos reposiciona en otro lugar, precisamente allí donde podemos ver cómo juegan las producciones de sentido, el lugar de la cultura popular, lo mítico, el lugar de “los otros” y las identidades –entre ellas “lo nacional”-, aspectos que usualmente atraviesan las políticas de las ciencias sociales y ensombrecen los abordajes académicos. En esta compilación, cuyo subtítulo alude a la modernidad, subyace la idea de comprender desde la particularidad de nuestra sociedad las vías de acceso a las transformaciones que la modernidad produce, conjugando viejas tensiones, nuevos contextos y actores quizá excepcionales en su momento y en su lugar.

 

Por Martín Müller

(UNR; martinmuller08@hotmail.com)

 

 

 

GUARDIA, Sara Beatriz (editora); Las mujeres de la independencia de America Latina, Centro de Estudios de la Mujer en la Historia de América Latina, CEMHAL; Universidad San Martín de Porres, Oficina UNESCO Guatemala. Lima, 2010, 468 p.

 

Las Mujeres en la Independencia de América Latina es el resultado de la convocatoria que CEMHAL realizara en el año 2009; en este libro se reunieron numerosos trabajos que, lejos de hacer una exaltación heroica de las mujeres, se interesaron por analizar la repercusión que los acontecimientos de la guerra tuvieron en la Historia de Latinoamérica después de doscientos años.

La presentación del libro está realizada por Sara Beatriz Guardia, Daniel Loarte, Marieta Cantos Casanave, Beatriz Sánchez Hita, Edda Samudio, Renata Bastos da Silva, Berta Wexler, Jaqueline Vasallo y Ana García Chichester; todos representantes de las más diversas universidades e instituciones académicas latinoamericanas que participaron del Simposio Internacional Las Mujeres en la Independencia de América Latina en el 2009 y aportaron sus trabajos a esta publicación.

Cuando en América Latina comenzaban a festejarse los Bicentenarios de la emancipación se publica este libro “para estudiar el proceso independentista latinoamericano desde una perspectiva de género”. La presentación manifiesta que el anhelo de libertad por la emancipación fue una constante en la historia de la humanidad y que en América Latina las mujeres participaron de manera “decidida incluso en acciones militares y de liderazgo”. Sin embargo a la hora de la formación de las naciones, ellas estuvieron ausentes; recién será en el S. XX cuando su registro comience a tener presencia.

Este libro permite hacer un balance de la historiografía oficial que idealizó próceres masculinos, sin contar con la presencia femenina y, en general, todos los trabajas plantean cambiar esas interpretaciones del pasado que no hicieron más que justificar posiciones políticas e ideológicas con rasgos de inferioridad en el papel que cumplieron las mujeres latinoamericanas en la independencia.

En el libro también se abordan las representaciones culturales e imaginarios de las mujeres en la guerra, las creencias populares creadas por los hombres, la ideología y el poder. Así, Edgar Montiel, Jefe de la sección de Políticas Culturales de la UNESCO, París, en la Conferencia Magistral convoca a “Repensar la Independencia de las Américas desde nuevas perspectivas: invitación a una relectura”, planteando que una mirada desde otra perspectiva sobre una época proporciona una impronta particular que, sin pretender “rectificar” el pasado, nos permite entender que es un proceso “abierto” en el tiempo. Y en este sentido, propone incluir estudios de los excluidos como los pobres, indígenas, negros y mujeres.

El libro esta dividido en secciones, en la primera trata sobre las heroínas y las luchadoras por la libertad, allí Sara Beatriz Guardia, de la Universidad de San Martín de Porres y CEMHAL de Lima, Perú, escribe sobre Micaela Bastidas reconociendo las huellas marcadas por la célebre insurrección de Tupac Amaru en Perú, que repercutieron a nivel continental. Daniel Loarte Ruiz, del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica y Miembro del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, describe a Manuela Cañizares, la heroína callada, que participa del primer grito libertario del 9 de agosto de 1809 en la Audiencia de Quito, Ecuador. Moisés Guzmán Pérez, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, presenta un trabajo en el que explica cómo se construyó la figura de la heroína de México, tomando como modelo el estudio de Gertrudis Bocanegra de la Bega y Lazo, una mujer que por participar en la contienda fue fusilada por órdenes del gobierno. Nanda Leonardini, de la Universidad de Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú, toma como eje rector el retrato pictórico femenino y el poder político a partir del análisis de los rostros de la chilena Javiera Carrera. Esther Aillón Soria, de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz Bolivia, a través de la figura de Gregoria Batallanos, La Goytia, centra su atención en el desempeño de las mujeres en los campos de batalla de la independencia de Bolivia. Ana García Chichester, de la University of Mary Washington, Estados Unidos, a través de su artículo de las Poetas mambisas, hace referencia a la nación, el activismo y la solidaridad durante las guerras de la Independencia en Cuba. Miriam Santos, de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, Brasil en su artículo aborda el tema de las mujeres en las luchas por la independencia de Brasil y en el cual polemiza con la historia oficial, finalmente, Emilia Recéndez Guerrero, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México escribe sobre las mujeres zacatecanas y la revolución de la Independencia en su país.

La segunda sección se refiere a Género e Independencia en la Historiografía de América Latina y en él Fanny Arango-Keeth, de la Universidad Mansfield de Pennsylvania, Estados Unidos, se refiere a la inscripción de la matria: discurso de género, memoria histórica e identidad de la heroína como alegoría de la construcción de la nación. Edda Samudio, de la Universidad de Los Andes de Mérida, Venezuela estudia las mujeres de los sectores subalternos en la mentalidad de la elite merideña en los albores de la independencia. Berta Wexler, del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres de la Universidad Nacional de Rosario Argentina, y María Edit Oviedo, del Colectivo Cabildeo de La Paz Bolivia, escriben sobre Juana Azurduy y su participación en el ejército del Alto Perú; cierra Dunia Galindo, del Centro de Investigaciones Teatrales de Caracas Venezuela, que rescata la intervención de Luisa Cáceres de Arizmendi y Pola -Policarpa Salavarrieta- en la guerra de la independencia.

La tercera sección aborda la problemática de las mujeres en el discurso político independentista. Teresa María Mestre y Adriana Ureta, de la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, ponen el énfasis de su trabajo en la lectura de la condición femenina en la Argentina del S. XIX y la emergencia de posibilidades para su transformación. El trabajo de Carlos Fregoso Gennis, de la Universidad de Guadalajara, constituye una contribución al conocimiento de la lucha por los Derechos Humanos de las mujeres y a su inclusión en las esferas ilustradas de la sociedad novogalaica (occidente de México, S. XIX). Olga Marta Peña Doria, de la misma Universidad, habla sobre el discurso independentista para las señoritas mexicanas del S. XIX. En cambio, Rosa María Gutiérrez García, de la Universidad Autónoma de Nuevo León, toma el discurso político de la mujer. Por otra parte, Cándida Elizabeth Vivero Marín, de la Universidad de Guadalajara se ocupa de los gestos, conductas y ademanes, de la corporeidad femenina en la independencia mexicana. Finaliza este apartado con el pensamiento de las griegas y romanas ofrecido por la oligarquía masculina criolla como ideal para las ciudadanas de la primera república de Colombia (1810-1816) escrito por Ricardo del Molino García de la Universidad Externado de Colombia.

La sección IV se ocupa de vida cotidiana, espacios de sociabilidad, mentalidades y opinión pública durante el proceso de emancipación y quien investiga sobre estos aspectos en el Río de la Plata es Silvia Tchordonkian de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Argentina. De la Universidad de Cádiz, España escriben María Román López, Beatriz Sánchez Hita y Marieta Cantos Casenave buscando paralelismos entre la actitud de la mujer por la conquista de la opinión pública en España y América. Dos investigadoras brasileras, Renata Bastos da Silva y Lia Faria, de la Universidad de San Pablo y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, escriben sobre dos generaciones de damas en la independencia de su país. Por último, Ana T. Fanchín de la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, estudia la violencia familiar en un escenario de lucha por la libertad.

La sección V es sobre las representaciones culturales e imaginarios de las mujeres durante la guerra de la independencia, allí Sofía Pachas Maceda de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú, describe la Batalla de Ayacucho de Teófila Aguirre, una pintora peruana tras las huellas de la historia americana. Por su parte, Julia Tuñón del DEH-INAH (México), se pregunta si pueden existir las heroínas en celuloide y su trabajo se refiere a la representación de las mujeres insurgentes en el cine mexicano, entre 1934- 1991. Jaime de Almeida de la Universidad de Brasilia, Brasil, investiga sobre la memoria y el olvido de Santa Librada en su representación femenina de la libertad entre 1813 y 1960. Sobre Joana Angélica y María Quitéira y la imagen de la mujer bahiana y brasileña en la lucha por la independencia de Brasil, escribe Suely Reis Pinheiro de la Universidad Fluminense.

La sección VI se refiere también al reconocimiento y la invisibilidad de la mujer en el mismo proceso; allí Patricia Sánchez, de la Universidad Nacional de San Juan, Argentina, presenta un trabajo sobre los roles y la participación femenina en tiempos de guerra en la frontera de San Juan. Jaqueline Vasallo de la Universidad Nacional de Córdoba realiza algunas notas sobre las mujeres y los primeros años de la revolución en el Río de la Plata. Por último, sobre la Güera Rodríguez, escribe María Guadalupe Sánchez Robles, de la Universidad de Guadalajara, México.

La séptima sección se titula: La mujer vista por sí misma: diarios, cartas y otros escritos. En esta, Claudia Luna, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, presenta un trabajo sobre la autobiografía y la representación de Manuela Sáenz. Continúa una investigación sobre la correspondencia íntima que mantuvo esta heroína con Simón Bolívar sobre el amor y la guerra, de Manuel Espinosa Apolo del INEPE de Ecuador. Finalmente, Ximena Azúa de la Universidad de Chile, se pregunta sobre Javiera Carrera y la posibilidad de ser ¿Madre de la Patria?

En la última sección dedicada a la visión de la mujer en la literatura; dos norteamericanas trabajan el tema, una sobre como fue presentada Francisca Zubiaga de Gamarra, Mary Berg, del Women’s Studies Research Center, Brandies University, y la otra Camila Bari, del Westminster Collage, Juan de la Rosa, la novela histórica fundacional de la nación boliviana. Una reflexión entre la historia y la literatura y las heroínas mexicanas en el S. XIX está a cargo de Elsa Leticia García Argüelles, de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Luísa Cristina dos Santos Fontes, de la Universidad Federal de Santa Catarina, destaca una escritora brasilera del S. XIX, Anita Philipovsky. Concluye el libro con un trabajo sobre la romántica centroamericana, Lola Montenegro, de Guillermina Herrera Peña de la Universidad Rafael Landívar de Colombia.

Esta obra en su conjunto constituye una fructífera colaboración de investigadores de numerosos países del continente. Los autores intentan encontrar nuevas fuentes y nuevas maneras de interpretarlas. Así, la literatura, la iconografía, el cine y las creaciones artísticas proporcionan información que permite visualizar el pasado femenino con otra mirada, otros lenguajes y otros significados ya que su representación en imágenes nos acerca a nuevas interpretaciones ineludibles de descifrar.

Los diferentes capítulos abren espacios para que la reflexión y las nuevas investigaciones aporten claves para interpretar plenamente la presencia de las mujeres y los motivos por los cuáles quedaron aisladas del poder político después de la independencia de los nacientes Estados.

 

 

Berta Wexler

(CEIM-UNR; berjorgi@hotmail.com)

 

 

 

AZCUY AMEGHINO, Eduardo. Nuestra gloriosa insurrección. La revolución anticolonial de Mayo de 1810. Trama política y documentos fundamentales. Imago Mundi, Buenos Aires, 2010. 358 p.

 

El libro de Eduardo Azcuy Ameghino surge en momentos de la celebración del Bicentenario de la Revolución de Mayo en el Río de la Plata y se ocupa del proceso histórico que a partir de las invasiones inglesas y la destitución del Virrey Cisneros, marcará la culminación del dominio colonial en Buenos Aires.

La revisión histórica propuesta por el autor resalta que las ideas de independencia ya circulaban entre los conspirados antes de la invasión napoleónica de 1808 a España y que se expresaron en sucesos como los de la rebelión de Alzaga y la insurrección altoperuana de 1809 conducida por Murillo, entre otros. La “construcción revolucionaria” para terminar con el gobierno de la metrópoli la expresaron hombres más independentistas como Moreno, Castelli, Belgrano, Vieytes, Rodríguez Peña, hasta españoles que encontraron razonable sostener un gobierno autónomo.

La obra se compone de seis capítulos con la exposición de relatos históricos si bien al final lo particular del texto es que presenta una parte documental con la incorporación de fuentes donde el lector se acerca a los discursos, proclamas, opiniones que muestran el pensamiento y la acción de los principales protagonistas de la “gloriosa insurrección”. Y como lo expresara el autor, mientras bullía la coyuntura revolucionaria y los ejércitos se aprestaban al combate, los términos del conflicto podían ser explicitados “casi con candidez” por el comandante de las fuerzas españolas en Montevideo que decía que no podían persuadir a los habitantes de esta zona que no serían felices “bajo la dulce dominación española”, ya que en ellos existía el ánimo de independencia.

El primer capítulo sobre las invasiones inglesas y el inicio de la crisis virreinal muestran que el desembarco de 1560 hombres en 1806 en las costas de Quilmes, al mando del general inglés Guillermo Beresford pusieron al descubierto que las autoridades coloniales fueron incapaces de responder, apenas con intentos de salvar los caudales reales que se lleva con un pequeño contingente militar el Virrey Sobremonte al abandonar la ciudad. Que esta ocupación de Buenos Aires induce a algunos criollos a comenzar reuniones para tomar el compromiso de la conspiración, y comienza la formación de tropas voluntarias militares. Las fuerzas organizadas desde Montevideo marcharon para ganar Buenos Aires al mando del francés Liniers y junto a tropas locales de españoles y americanos, todos se movilizaron y lograron la reconquista de la ciudad tomada.

Numerosos son los relatos sobre este episodio y todo el proceso que llevará a una segunda invasión, donde se destacan todas las fuerzas en la defensa de Buenos Aires, ocupando un lugar importante entre las tropas, la población y los esclavos que tal como señala Juan Manuel Berutien número de más de 2000 con un valor no esperado, atropellaron entre el fuego enemigo, únicamente con picas, espadas y cuchillos, hasta llegar con ellos a las manos, en términos que mucha parte de la victoria se debe a su valor y esfuerzo” (p. 14).

Entre los relatos del contundente éxito de la movilización general en 1807 se muestran testimonios de oficiales ingleses que reconocieron la “retirada de la fuerza invasora” cuando el país estaba con ansias de revolución.

Este apartado cuenta con numerosos extractos de cartas que prueban el decidido pensamiento y ejercicio político de muchos hombres que esperan el “momento favorable a la concreción de independencia”. Mientras Saavedra asegura que “Es verdad que Peña, Vieytes y otros querían de antemano hacer la revolución, esto es desde el 1º de enero de 1809” (p. 39). A las innumerables influencias externas de franceses, ingleses, portugueses, españoles se sumaban la de los criollos deseosos de formar un gobierno autónomo.

La información sobre el año 1809 la trae el segundo capítulo, cuando desde el 1º de enero se sumaban las manifestaciones de reprobación contra Liniers, luego el Motín de Alzaga, una revuelta contra la institución virreinal apoyada por la fuerza de las armas.

El rechazo a las intenciones de las autoridades portuguesas en Brasil con la Regencia de Carlota dirigiendo los mensajes para que esta región quede bajo sus auspicios, la destitución de Liniers y la llegada del Virrey Cisneros, enviada por la Junta de Sevilla. La actuación, durante un tiempo, de la nueva autoridad, y llegada de la noticia de la caída de la Junta Suprema marcaban un nuevo rumbo para el Río de la Plata. Un mundo colonial que no estaba adormecido, y que despertaba con un clima de ebullición política.

Los ánimos generales estaban al rojo vivo y hombres como Pueyrredón, French, Vieytes, Beruti, Castelli, los comandantes de los cuerpos, frailes y clérigos pedían junta y nuevos cambios. A la par que se conmovía El Alto Perú con los alzamientos de Chuquisaca el 25 de mayo, la formación de un gobierno que destituyó el poder español y gobernó por tres meses, luego la rebelión del 16 de julio en La Paz con la conformación de un Junta Tuitiva y autoridades locales marcó un nuevo escenario americano de luchas. Para sofocar estos estallidos el gobierno de Lima envío al General español Goyeneche y Virrey Cisneros envió a Nieto con precisas instrucciones de represión. Se inicia lo que serían los últimos días de dominación colonial con el tercer apartado. En un marco de acontecimientos muy tumultuosos se fueron dividiendo los sectores de españoles y americanos que pasan a jugar diferentes roles en el quehacer político.

Con una enriquecedora mirada, Azcuy Ameghino plantea que “nada volvería ya a ser igual”...desde marzo de 1810 cuando se conoció la noticia de la “feroz represión que había acabado con el asesinato de Murillo y otros ocho líderes de la rebelión de la Paz”…

Para el autor esta represión puso al descubierto cuáles serían los riesgos de intentar destituir a los representantes del poder metropolitano e instalar un nuevo gobierno independiente a nombre del rey cautivo.

El capítulo de la insurrección de Mayo contrasta las diferencias y similitudes en las estrategias de Cisneros y la de la Primera Junta ya que a los jóvenes no le quedaban dudas y comenzaron a movilizarse a favor de la revolución. Domingo French y Antonio Luis Beruti, Mariano Moreno, Castelli, Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Agrelo, Bernardo Monteagudo, Agustín Donado, Manuel Alberti, Vieytes, Darragueira, Chiclana, Irigoyen, Viamonte, Guido entre tantos otros, fueron los actores políticos más involucrados y cansados de las tensiones crecientes.

El diario de un testigo pone en evidencia que el lunes 21 de mayo en la plaza mayor estaban 600 hombres de la llamada legión infernal, armados al mando de Franch y Beruti. Ante numerosas sugerencias se llamo a cabildo abierto para deliberar y leer documentos, y entre las intervenciones algunas pedían la continuidad del virrey y otras su alejamiento. La votación del día 22 de mayo dispuso que Cisneros debiera cesar en el mando el que recaería en el ayuntamiento hasta la formación de una junta, que se conformó el día 24. Mientras el pueblo no permitía que figure en ella el virrey Cisneros el día 25 y exigiendo se conformase otra Junta designando como presidente, vocal y comandante general de las armas al Sr. Don Cornelio Saavedra, para vocales a los S. S. Doctor Juan José Castelli, Licenciado Don Manuel Belgrano, Don Miguel de Azcuénaga, Doctor don Manuel Alberti, Don Domingo Matheu y Don Juan Larrea; y para secretarios a los doctores Juan José Paso y Don Mariano Moreno. Sin embargo continuaron los deseos expansionistas de anexión territorial al Brasil, por parte de Carlota. Aparecen en el sector más radical de la insurrección Castelli, Belgrano y Moreno a quien le negaron autenticidad de su Plan de Operaciones.

Finalmente el último capítulo el autor lo dedica a la contrarrevolución española y la guerra anticolonial y en él trata sobre los primeros pasos de la Junta enfrentada con los españoles que le declararon la guerra en Córdoba, Salta, Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental, quienes reconocieron las autoridades del Consejo de Regencia.

Para Azcuy Ameghino son interesantes las expresiones que hace Moreno a Chiclana en una carta cuando considera “la guerra sin cuartel que se desplegaba a lo largo y ancho del territorio porque los godos se habían armado hasta los dientes…y son los enemigos irreconciliables.” (p. 160).

El proceso general está claramente abordado y el lector para quien está dirigido el libro puede visualizar que la derrota del morenismo hizo que el ansiado congreso no se llevara a cabo hasta 1813, donde se resolviera el tema de la independencia. El autor nos hace reflexionar sobre la problemática de los representantes de los pueblos libres con Artigas que no pueden participar y finalmente deberán esperar seis años para que se declare la independencia en 1816.

El libro cierra con un apéndice de 65 documentos que enriquecen la obra con proclamas, oficios, cartas, fragmentos, informes y memorias que el autor incorpora para que el lector pueda “tomar contacto directo con el discurso de protagonistas y observadores de los sucesos que jalonando la crisis orgánica del dominio colonial, condujeron al pronunciamiento de Mayo”.

Con el nombre revolución anticolonial de 1810, Azcuy Ameghino ha dado un tratamiento minucioso al tema, donde se resaltan una serie de testimonios de la vida cotidiana en el virreinato del Río de la Plata con indicios, signos y señales que muestran cómo se iban construyendo las ideas y la situación revolucionaria. Este aporte del libro, justamente cuando se instalaron los debates de los bicentenarios latinoamericanos, representa un gran desafío.

 

 

Alejandra Leporini

(ISP Nº 3; aleporini@hotmail.es)

 

 

 

DICÓSIMO, Daniel y SIMONASSI, Silvia (compiladores); Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social; Prohistoria. Rosario. 2011. 194 p.

 

Este libro es el fruto de los trabajos presentados al I Workshop “Conflictividad y consentimiento en las relaciones laborales. Las prácticas obreras y empresarias en la Argentina del siglo XX” realizado en Tandil en abril de 2010, en el cual miembros del Instituto de Estudios Históricos Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNCPBA y el Nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del Instituto de Investigaciones Socio-Históricos Regionales (ISHIR) de CONICET, presentaron sus trabajos para ser sometidos a discusión por sus pares en una jornada de productivo intercambio.

Los autores compilados abordan temas como la subjetividad, la experiencia y la cultura obrera dentro de las fábricas, recuperando temas y enfoques considerados clásicos y marginados por “tradicionales”, como la historia político institucional de los sindicatos, las ideas gramscianas sobre la hegemonía en las relaciones laborales, el control obrero, entre otras (p. 12). Esta compilación se propone volver a poner como tema central el estudio del trabajo y las distintas dimensiones constitutivas de éste.

El libro comienza con una introducción de los compiladores, que también son autores, en la que exponen las características generales que se podrán encontrar en el trabajo y destacan la riqueza de la producción historiográfica de las últimas décadas que articula dimensiones locales con regionales y nacionales. Está organizado en tres secciones, cada una de ellas prologada por un reconocido investigador del área.

La primera parte, Organización sindical, poder y representación, recoge los aportes de investigadores que se centran en la problemática de la representación sindical, sus límites y condicionantes, y en la relación entablada con el Estado en diferentes períodos históricos. Luego de un artículo de presentación realizado por Mónica Gordillo en el que se exponen los ejes del apartado, comienzan los trabajos de los autores seleccionados. Laura Gabriela Caruso trabaja la Federación Obrera Marítima entre 1916-1921 y la lucha entablada por lograr el control en la contratación de los obreros. El sector de obreros marítimos constituía un engranaje clave de la economía argentina en el modelo agroexportador. La autora revisa las consecuencias de las huelgas llevadas adelante por el gremio entre 1916 y 1920, incluyendo la huelga de 1920 una de las más largas de la historia con un año de duración, con el objeto de lograr el reconocimiento oficial del sindicato, el control de las condiciones y la contratación del trabajo a bordo. Los vaivenes en la relación con la empresa y con el Estado es otro de los tópicos abordados en el artículo. María Julia Soul analiza el proceso de estructuración de la estrategia sindical en SOMISA entre 1960 y 1976. El colectivo “somisero” se caracterizó por una intensa vida gremial y persistentes formas de conflictividad, lo cual implicó una disputa frente a las direcciones sindicales de la UOM pero sin llegar a romper con éstas. Su estudio se enfoca en analizar las fracciones de la clase obrera sobre la que las conducciones sindicales asentaban su poder (p. 35), para lo cual precisa los conceptos teóricos que guiarán su análisis, inspirado en los planteos de Gramsci. Se detiene en la caracterización de tres momentos recortados por la autora en la dinámica sindical de los “somiseros” que se articulan con la dimensión institucional y la escala nacional del movimiento obrero, pero que daban cuenta también de los procesos internos, moleculares del ámbito propiamente fabril. Daniel Dicósimo explora la lucha por el control del poder sindical en la década del 70 en Tandil, analizando los rasgos del sindicalismo disidente sin explicarlos como una imitación de los sucesos ocurridos en Córdoba, sino que las experiencias se adaptaron a las tradiciones sindicales y estructuras productivas de cada localidad y sector industrial. Analiza asimismo la trayectoria de dirigentes que han signado la historia del sindicalismo en Tandil, cómo éstos se han enfrentado y cómo han construido representatividad entre los trabajadores de su sector.

En la segunda parte, Conflictividad y consentimiento en sectores industriales y de servicios, se presentan trabajos de autores que abordan la problemática del paternalismo como una forma de estrategia empresaria en la creación de consenso entre los trabajadores. Otro de los tópicos abordados será la conflictividad ya sea entre sindicatos que se disputan la representación de un mismo sector o los conflictos surgidos en plena dictadura militar del 76. Luego de una presentación realizada por Juan Suriano se presentan los artículos seleccionados. Daniel Cabral Marques indaga las identidades sociolaborales constituidas en torno a las empresas estatales extractivas en la Patagonia, comparando las situaciones de los petroleros de la Cuenca del Golfo San Jorge en YPF y los mineros de la Cuenca de Río Turbio en YCF. Considera el autor que desde la creación de dichas empresas se pusieron en funcionamiento acciones que excedieron el marco estrictamente productivo avanzando sobre aspectos relacionados con la reproducción y la regulación de la fuerza de trabajo. El autor analiza cuáles fueron estos dispositivos y cómo afectaron la vida cotidiana de los trabajadores. Griselda Lemiez analiza los conflictos laborales surgidos entre trabajadores de la industria del cemento en Olavarría entre 1940 y 1970 a través de los expedientes judiciales. Estas fuentes le permiten adentrase en la vida cotidiana y relativizar la imagen de la comunidad de fábrica reconstruida por los testimonios de los vecinos en la que predominaba la armonía y la paz social (p. 103), poniendo de relieve que los conflictos también eran cotidianos. Gustavo Nicolás Contreras examina la relación conflictiva entablada entre los sindicatos que nucleaban al personal de la administración pública en el primer gobierno peronista 1946-1955. El autor presenta la disputa entre dos sindicatos (ATE-UPCN) por lograr la representación de los trabajadores públicos, en sintonía con la estrategia peronista del sindicato único por rama de actividad que si bien era compartida en términos generales por los diferentes sindicatos, no podía negarse las ambiciones de cada uno por dirigir dicho proceso (p. 110), más teniendo en cuenta que de lograr un sindicato único éste sería el más poderoso en términos de cantidad de afiliados y lograría condicionar a la CGT en su conjunto lo cual concitó la oposición de sindicatos de otros sectores. Andrés Carminati pone de relieve los conflictos que se suscitaron durante junio de 1977 en el cordón industrial del Gran Rosario, intentando analizar los alcances, las causas que los originaron y las diferencias/semejanzas entre éstos. El autor discute la difundida tesis en la historiografía acerca de la inmovilidad de la clase obrera en dicho período, centrándose en estudios de caso que muestran la existencia de una ola de conflictos en uno de los núcleos industriales más importantes del país, basándose en fuentes tales como publicaciones de organizaciones políticas, la prensa local y los partes policiales.

Las relaciones laborales desde la mirada empresaria se titula la última parte del libro y se introduce en las ideas y prácticas de los empresarios sobre la formación técnica de los trabajadores, la disciplina laboral y la conformación de comunidades laborales obreras (p. 139). Aquí la introducción es realizada por Mirta Zaida Lobato que preludia los artículos de la sección. Laura Badaloni estudia las estrategias de gestión de mano de obra adoptada por la empresa ferroviaria Central Argentino en Rosario a principios del siglo XX. La empresa implementó un sistema de premios y castigos que regían la conducta de la fuerza de trabajo, conjuntamente con otras estrategias que apuntaban a lograr el involucramiento de los trabajadores con la empresa, intentando lograr la constitución de una “familia ferroviaria”. La autora analiza dichas estrategias a través de los tres dispositivos fundamentales: la incidencia en el tiempo de no-trabajo a través de la provisión de servicios sociales como vivienda, recreación, educación, etc. La adopción de un mercado interno de trabajo, mecanismo mediante el cual se abría para los empleados fieles la posibilidad de hacer carrera cubriendo las vacantes internas. Por último, la reafirmación de lazos de reciprocidad entre empresa y trabajadores con tinte paternalista, donde la empresa garantizaba seguridad y lealtad (p. 145). Asimismo examina el efecto que dichas estrategias tuvieron a la hora de evitar conflictos. Silvia Simonassi indaga los discursos y las prácticas de industriales rosarinos en relación a la educación técnica de los trabajadores en las décadas de 1930 y 1940, si bien como muestra la autora, ésta es una preocupación de larga data entre los industriales. El trabajo explora los debates acerca de quién debía ser el encargado de proveer dicha educación y cuál era el ámbito más apropiado para cumplir tal objetivo. El eje del debate giraba en torno de si la formación útil para el trabajo la proporcionaría la fábrica o la institución escolar representado en la figura que la autora retoma de “pensar con las manos o educar el cerebro” (p. 164) y el rol que debía cumplir el Estado en este proceso. La autora pone de relieve la disputa interna entre dirigentes empresarios con una mirada más de largo plazo y ciertas bases “díscolas” que en general subestimaban el problema. Repasa la conformación del sistema de formación técnica previo al peronismo y cómo con éste régimen se pone en marcha una nueva política de educación técnica por la cual la educación para el trabajo pasaba a ser una política de Estado. Sin embargo pese a ser una demanda de empresarios, dicha política se encontró con resistencias patronales que veían en general con desconfianza al peronismo, particularmente a la política laboral que éste adoptó. Marcos Schiavi explora la conflictiva relación entre industriales metalúrgicos y trabajadores del sector que se dieron en el primer gobierno peronista, poniendo de relieve que “la idea de la armonía de clases durante el peronismo no era más que un discurso” (p. 181). Los conflictos que el autor analiza y que hacen eclosión con la huelga metalúrgica de 1954, están suscitados en la disminución de la productividad del trabajo, preocupación presente desde los primeros días del gobierno peronista, debido al incremento del poder obrero dentro de las fábricas, encarnado en el peso que tenían en las mismas, las comisiones internas y los cuerpos de delegados que avanzaban sobre potestades que antes eran exclusividad de los industriales. El reclamo patronal de mayor productividad equivalía al restablecimiento de prerrogativas patronales perdidas. Este poder que lograron los trabajadores dentro de las fábricas era uno de los puntos claves de sustentación del “ser peronista”.

En suma, se trata de una compilación de trabajos que recuperan el tema del trabajo, sindicatos y empresarios como uno de los temas claves a abordar por las ciencias sociales constituyendo un aporte significativo para reflexionar acerca de estos aspectos, con estudios de casos regionales que complejizan y enriquecen nuestro conocimiento.

 

María Alejandra Martínez Fernández

(ISHIR-CONICET; mamfale@hotmail.com)

 

 

 

SUAREZ, Teresa y TEDESCHI, Sonia (Compiladoras) Historiografía y sociedad. Discurso, instituciones, identidades, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2009, 244 p.

 

La publicación de este interesante volumen de historiografía de la provincia de Santa Fe, constituye un avance más en la comprensión cabal del campo historiográfico regional en su doble dimensión local y global, así como representa la concreción de un objetivo largamente acariciado, el de resignificar la historia regional sacándola de los estrechos límites en los que estaba circunscripta para ubicarla en el contexto nacional al que legítimamente pertenece: “Hacer la nación desde la provincia” (Hernán Gómez, 1934, 123).

Resultado de un profundo trabajo de investigación del que derivó el análisis de la producción historiográfica de finales del siglo XIX y las seis primeras décadas del siguiente en el ámbito particularmente fecundo de la provincia de Santa Fe, sus autoras, Mariela Coudannes Aguirre, Inés Laura Scarafía, Carina Giletta, Silvina Vecari y las compiladoras, asumieron el desafío de interrogar a la sociedad de aquel tiempo a través de las obras y acciones de sus principales protagonistas, entendiendo a la perfección la importancia de rescatar esas representaciones del pasado común, integrándolas a las ya publicadas en las provincias hermanas de Tucumán, La Rioja, Corrientes y Entre Ríos, con las que reconocen numerosos puntos en común, especialmente con las dos últimas, con las cuales compartió momentos de epopeya y sacrificio que se suman a la ya iniciada historia de la historiografía regional argentina enriqueciendo su campo de estudio al que, sin embargo, todavía le falta sistematización (Armando Bazán, 1983, 123).

La obra se inicia con un sustancioso prólogo titulado Hacia una historia de la historiografía regional en la Argentina cuya autora, María Gabriela Quiñones, desarrolla con claridad y detalladamente, los pasos que este enfoque ha ido transitando de la mano de autores en su mayoría “vocacionales” (A. Bazán), o “cronistas” (R. Carbia), según las definiciones de los estudiosos de la temática, hasta llegar a la conclusión de que, a pesar de la gran cantidad de obras, jornadas específicas y congresos donde ha quedado instalada, la historia regional no es considerada desde los grandes centros, y las últimas obras referidas a la historiografía argentina casi no mencionan a los autores que la trabajan ni a sus iniciadores, (F. Devoto, 2009).

Dos secciones conforman la obra, en la primera, Disciplinas e instituciones, Mariela Coudannes Aguirre brinda un singular aporte bajo la denominación ¿Profesionales o políticos de la Historia? La historiografía santafesina entre 1935 y 1955, donde analiza concienzudamente la trayectoria de los profesionales más destacados en esas décadas, el campo ideológico en el cual se ubicaron, los cambios institucionales y políticos que propiciaron, los circuitos académicos por los que transitaron y la proyección de sus obras. Hay una interesante y nutrida compulsa de archivos institucionales y privados, periódicos, discursos varios así como una correcta ubicación del contexto socio político en el cual van apareciendo los Centros de Estudios Históricos luego transformados en Juntas Provinciales, integrados a un fecundo movimiento intelectual ligado a las universidades de Buenos Aires y La Plata. Paralelamente, la autora destaca la lucha que todas las instituciones mantuvieron por obtener recursos estatales, siempre escasos o inexistentes, y las tensiones y vaivenes que los estudios históricos tuvieran en la Universidad del Litoral, pasando por la etapa netamente revisionista hasta llegar a la coyuntura nacionalista de la Revolución del ’43 y sus derivaciones ideológicas. El recorrido efectuado marca con claridad las características de la época y sus cambiantes etapas.

El segundo capítulo es Historia y Arqueología: convergencias desde instituciones académico-científicas del litoral argentino- Primera mitad del siglo XX, perteneciente a Teresa Suárez. La autora entiende que son necesarias observaciones macro y micro que posibiliten la interpretación del enfoque, y su justificación entre el período argentino y el americano. En la introducción se destaca que la Nación, o el Estado Nacional fueron las vedettes de la historiografía argentina en las primeras décadas del Siglo XX, que, en cualquiera de sus contextos: nacional- provincial- regional- local, tenían características legitimadoras del orden constituido, basadas en profusa compulsa documental. Un relativo interés por la ciencia propiciaba estudios varios propios de la ebullición reformista que se vivía en la Universidad argentina, la que alcanzó a las flamantes facultades que tanto en Paraná como en Santa Fe tenía la UNL. Si bien en ninguna de ellas Arqueología era una cátedra, ello no impidió que se iniciaran con entusiasmo estudios de esa naturaleza, que aparecen muy bien descriptos en los Anales de la Sociedad Científica de Santa Fe, los de las facultades intervinientes y la Revista de la UNL. El trabajo describe pormenorizadamente las tareas concretadas, los equipos formados, las expediciones realizadas y las discontinuidades entre éstas y aquellas hasta concluir con la disolución de las facultades paranaenses, un duro golpe, y la expulsión de los profesores que llevó a cabo la intervención de Jordán Bruno Genta; en las conclusiones finales, rescata el rol formador que tuvieran esas experiencias pioneras, su importancia en la vida institucional y la inclusión de la historia de la ciencia dentro de los tópicos a historiar.

El tercer trabajo corresponde a Sonia Tedeschi, Representaciones del pasado argentino en la historiografía santafesina. (1936-1970) y se basa principalmente en la obra y trayectoria de Salvador Dana Montaño, relacionando a través de ellas a la historia con la ciencia política, mediante el análisis de su producción y el impacto que la misma tuvo en la época en que fue publicada. Hay una interesante hilación entre la evolución de los estudios políticos, los momentos claves en la trayectoria de Montaño y los cambios epocales en los cuales éstos se producen, así como las conexiones latinoamericanas que este autor mantenía y su nutrida participación en eventos ligados no solo a la historia sino también a la política y a su proyección educativa.

La segunda sección, Historiadores, reúne seis trabajos donde Inés Sacarafia y Carina Giletta se internan en las personalidades de Estanislao S. Zeballos y Gabriel Carrasco para darnos a conocer sus trayectorias provincianas y nacionales, sus conexiones, los circuitos de producción en los que se movían, y las redes familiares e intelectuales que los sustentaban. Teresa Suárez, por su parte, en artículo Félix Barreto y la construcción de un mito: Gregoria Pérez de Denis. (1764-1823) nos introduce en el ámbito de la memoria y los homenajes que el programa nacional dedicara a la glorificación del pasado, basado en la indagación de datos empíricos conjuntamente con compulsa documental y bibliográfica. Esta misma autora completa sus aportes con otro trabajo El historiador y sus testimonios, Manuel Cervera y la tematización de la historia colonial de Santa Fe, en el cual mediante el análisis del orden temático de la obra La historia de la ciudad y de la provincia de Santa Fe de Cervera, y uno de los documentos que ésta aporta a través del conocimiento indirecto del mismo, revaloriza la figura del historiador detallando las características de la estructura elegida además de la formación académica, las influencias recibidas y su trayectoria pública dentro del contexto nacional, con los consabidos vaivenes ideológicos propios de una prolongada actuación.

Inés Scarafia, Carina Giletta y Silvina Vecari indagan en la personalidad y producción de tres historiadores santafesinos miembros de la Junta de Estudios Históricos, cuyos estudios sobre los tiempos coloniales revelan una singular continuidad en la temática y el discurso, carente de renovación, en una visión idealizada, dicen las autoras, que no muestra diferencias ni conflictos.

El destacado volumen concluye con los trabajos de Mariela Coudannes Aguirre y Sonia Tedeschi, la primera indagando acerca de la construcción de representaciones sobre la identidad santafesina, centrada en la clásica obra de Leoncio Gianello, Historia de Santa Fe, y la relación historia-memoria a través de las vivencias de autor y la influencia de éstas sobre su labor historiográfica. Finalmente la segunda se detiene en el discurso historiográfico y las problemáticas históricas santafesinas tomando a la obra de Juan Alvarez para desarrollar sus interpretaciones.

En toda la obra se observa el rigor científico con que ha sido concretada, el afiatado trabajo en equipo, la interesante vertiente trabajada proveniente de otras investigaciones que dieron lugar a ésta y trabajadas concienzudamente durante seis años y la necesidad, que surge de la lectura de ella, de que la historiografía regional, finalmente, encuentre el lugar que merece integrando el campo más amplio pero común, de la historiografía argentina.

 

 Javier Patricio Borche

(FCG/UADER; javepo@yahoo.com.ar)