Cabalgando la historia con el diario Río Negro. Cambios y desplazamientos discursivos en torno al desarrollo y la relación con Chile (1960-1996)

 

 

Alfredo Azcoitia(*)

 

 

Resumen

 

El presente artículo propone un recorrido por las páginas del diario más influente de la norpatagonia argentina para identificar los desplazamientos de sentido que operaron en su línea editorial en torno a la concepción de desarrollo e integración y a la forma en que estos cambios se proyectaron sobre el significante “Chile”. El periodo analizado comienza con la conformación del ALALC en 1960 y se cierra en 1996 con la inclusión de Chile como país asociado al Mercosur. Fueron años signados por el paso del predominio del pensamiento desarrollista, en todas sus variantes, al de la hegemonía de la globalización neoliberal, lo que lo vuelve una etapa por demás significativa para analizar los cambios discursivos de un diario que tuvo como uno de sus rasgos distintivos dar cuenta de los debates centrales de su época.

 

Palabras clave: Integración; Desarrollo; Norpatagonia; Chile.

 

 

 

Riding the History with the Río Negro newspaper. Changes and discursive displacements around the development and the relationship with Chile (1960-1996)

 

 

Abstract

 

This article proposes an overview of the pages of the most influential newspaper in the Argentine north-Patagonia to identify meaning displacements that operated in its editorial line around the conception of development and integration and the way in which these changes were projected onto the signifier "Chile". The period analyzed begins with the creation of the ALALC in 1960 and ends in 1996 with the inclusion of Chile as a country associated with Mercosur. They were years marked by the passage from the predominance of developmental thought, in all its variants, to the hegemony of neoliberal globalization, which makes it an extremely significant period to analyze the discursive changes of a newspaper that gives an account of the central debates of its time as one of its distinctive features.

 

Keywords: Integration; Development; North Patagonia; Chile.

 


 

 

Cabalgando la historia con el diario Río Negro. Cambios y desplazamientos discursivos en torno al desarrollo y la relación con Chile (1960-1996)

 

"El mundo viene evolucionando y los hombres creen que son ellos los que lo hacen evolucionar; son unos angelitos. Los hombres son el producto de la evolución, no la causa. El mundo evoluciona por factores de determinismo y fatalismo histórico. Hay muchos factores que no los controla el hombre; lo único que éste hace, cuando lo puede hacer, es que cuando se presenta esa evolución fabrica una montura para poder cabalgar en ella y seguirla"

Carlos Menem en el mensaje a la Asamblea

 Legislativas del 1 de marzo de 1999[1]

 

Introducción

 

Durante los siglos XIX y XX, la territorialización de la Patagonia argentina fue moldeándose al calor de una multiplicidad de procesos que la vinculan estrechamente con Chile. Los tempranos intercambios comerciales junto con los continuos desplazamientos de trabajadores y capitales a uno y otro lado de la cordillera, fueron conformando un denso entramado de relaciones económicas, sociales y culturales que constituyen un rasgo distintivo de la región. Otro factor clave en dicho proceso fue la prensa, la cual se asumió como parte de un “avanzada civilizatoria”, buscando erigirse en organizadora de la trama cultural y en generadora de modos de imaginar la pertenencia a un colectivo regional y nacional (Prislei, 2001, p.13).

Sin dudas, de las experiencias periodísticas iniciadas en esos años, la de Río Negro fue la más exitosa, tanto por su perdurabilidad como por la influencia que logró ejercer a lo largo de más de un siglo de historia. Este periódico fundado en la ciudad de General Roca por Fernando Emilio Rajneri el 1° de mayo de 1912, comenzó siendo una publicación quincenal que al año logró convertirse en semanal. Rápidamente evidenció su pretensión de erigirse en un actor político regional con capacidad de mediar entre los habitantes y los poderes políticos territorianos, vehiculizando las demandas de los primeros y ejerciendo un permanente control sobre estos últimos (Ruffini, 2001). En 1958 se produjeron importantes cambios, el Territorio Nacional de Río Negro se transformó en Provincia mientras que el periódico que lleva su nombre comenzó a publicarse diariamente. Como sostiene Pablo Schleifer, el Río Negro logró convertirse en un medio de alcance regional con gran influencia en las provincias de Neuquén y Río Negro, constituyéndose en una referencia ineludible tanto para los actores de los campo político y económico como para los diversos públicos de la zona, lo cual acrecienta su poder simbólico en las disputas por la construcción de una mirada sobre el espacio local y regional (2019, p.157).

Sin embargo, un rasgo distintivo del diario fue el de no circunscribir su agenda informativa solo a la Norpatagonia. En 1997, al cumplirse 85 años de su creación, Julio Rajneri, director emblemático del diario e hijo de su fundador, afirmaba con orgullo que “…el Río Negro nunca se limitó a reflejar la vida cotidiana” (AAVV, 1997, p. VII). Así explicitaba la voluntad histórica de este medio de erigirse en una suerte de agente “civilizador” de sus lectores al introducirlos en los grandes debates que marcaron la época en cada momento, tanto a nivel nacional como internacional. Asimismo, lejos de limitarse al rol de mero transmisor de las ideas en disputa, el Río Negro se asumió como actor en ese escenario sentando posición a través de su espacio editorial en un amplio abanico de temas que recorrían desde las iniciativas de desarme nuclear hasta el mantenimiento y ampliación de las rutas provinciales.

En este sentido, uno de los debates centrales que desde mediados del siglo XX recorrió con intensidad el escenario latinoamericano fue que se dio en torno a la modernización y el desarrollo económico. El proceso de industrialización impulsado tras la crisis del modelo de “crecimiento hacia afuera” comenzaba a evidenciar problemas estructurales que demandaban transformaciones más profundas y complejas. Uno de los postulados del pensamiento económico predominante durante la posguerra establecía que el atraso no era consecuencia de las características propias de la población, o de deficiencias del medio natural, sino que respondía a condiciones históricas las cuales podían superarse mediante la aplicación de políticas económicas apropiadas.[2] En este marco el concepto de desarrollo fue permeando en diversas experiencias políticas de la región,[3] muchas de las cuales planteaban que en América Latina existían condiciones para impulsar proyectos tendientes a profundizar la industrialización.

Sin embargo, esta fase expansiva del capitalismo mundial de posguerra comenzó a dar señales de agotamiento hacia fines de la década del sesenta. La devaluación de la libra 1967 y del dólar en 1971 generaron condiciones para establecer un nuevo régimen monetario que puso fin al ancla del oro lo que fue acompañado por la progresiva flexibilización de los controles estatales sobre los flujos de capitales. En simultaneo, los aumentos del precio del petróleo impulsados por la Organización de Países Exportadores de Petróleo a partir de 1973 profundizaron la crisis que atravesaban las principales economías industriales del mundo (Arceo, 2011). En este contexto fue adquiriendo mayor visibilidad el discurso neoliberal, el cual explicaba la crisis como resultado necesario del excesivo poder alcanzado por los sindicatos y del aumento constante del gasto público generado por el Estado de bienestar. Desde esta perspectiva, los incrementos salariales obtenidos por los primeros sumados a la presión impositiva demandada por el segundo eran los responsables de socavar las bases del proceso de acumulación capitalista. La solución demandaba una reducción del Estado a través de la disciplina presupuestaria, la contracción del gasto social, la privatización de empresas públicas, el fin de la regulación a empresas privadas y de los acuerdos entre capital y trabajo, junto con la reducción de impuestos sobre la renta, lo que permitiría restituir una “saludable” desigualdad. (Arceo, 2011, p. 68).

Para fines de la década del setenta, el neoliberalismo había dejado de ser una aventura de dictaduras latinoamericanas para comenzar a plasmar un cambio de época.

En este sentido, David Harvey señala que en 1978 Den Xiaoping comenzó el camino hacia la liberalización económica de China, en mayo de 1979 Margaret Tatcher fue elegida como primera ministra de Gran Bretaña, en julio de ese mismo año Paul Volker asumió al frente de la Reserva Federal, y en 1980 Ronald Reagan fue elegido presidente de los EEUU. Todos adoptaron discursos que circulaban marginalmente en la esfera pública y progresivamente fueron volviéndose mayoritarios (Harvey, 2007).

En función de lo expuesto hasta aquí, el artículo se propone analizar el discurso del diario Río Negro entre los años 1960 y 1996 para identificar los desplazamientos de sentido que operaron en su línea editorial en torno a la concepción de desarrollo e integración y a la forma en que dichos cambios se proyectaron sobre el significante “Chile”.

 

La doble integración como vía al desarrollo

 

Uno de las limitaciones que presentaba el proceso de industrialización a mediados del siglo XX fue el de la escala de producción. En su influyente libro El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas[4] de 1949, Raúl Prebisch[5]advertía que la falta de coordinación entre las economías latinoamericanas había generado un parcelamiento del mercado que impedía a las industrias alcanzar la escala necesaria para maximizar su productividad. En función de ello, desde la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) se realizaron diversos estudios sobre la estructura productiva de las economías de la Región[6] y la factibilidad de conformar un mercado común, los cuales se compilaron en el Informe de la Secretaría Ejecutiva de 1959.[7] La Reunión Interamericana de 1957, celebrada en la ciudad de Buenos Aires, constituyó un hito en los procesos de integración subcontinental ya que en dicho encuentro la Organización de Estados Americanos encomendó a la CEPAL que trabajara en propuestas concretas para su implementación (Medina Valverde, 2002). Como corolario de este proceso, en febrero de 1960 se celebró el Tratado de Montevideo que dio origen a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio[8] (ALALC), sin lugar a dudas uno de los proyectos más ambiciosos de nuestra historia en materia de integración regional.

En la Norpatagonia, las noticias sobre la creación del ALALC alcanzaron gran repercusión. Para Río Negro constituyó un tema por demás relevante, lo cual se plasmó tanto en los numerosos artículos publicados como en la dimensión de sus titulares y el espacio asignado dentro de su superficie redaccional (Azcoitia, 2013). En sus páginas predominaron claramente los discursos que se inscribían en las ideas de desarrollo que marcaron la década del sesenta (Devés 2003). Quizá donde se explicitó de forma más clara esta posición fue a través de una serie de notas de opinión publicadas por Julio Raúl Rajneri, una reconocida figura de la política provincial rionegrina y miembro de la familia propietaria del diario, que por ese entonces se encontraba bajo la dirección su hermano Fernando (Azcoitia, 2013).

Las tres notas publicadas bajo el título “El impacto de los acontecimientos internacionales en América Latina”, condensaba las impresiones y testimonios recogidos por Rajneri tras su paso por los cursos de verano de la Universidad de Santiago de Chile. Sus crónicas comenzaban destacando la presencia de candidatos a la presidencia chilena, un ex premier francés, un senador de los EEUU y numerosos intelectuales y políticos latinoamericanos, lo que le imprimía al espacio “…una especial tónica internacional”.[9] Los lectores de Río Negro podían acceder así a las palabras del diplomático peruano Manuel Seoane sosteniendo que “América Latina, individualista y balcanizada ha errado el camino de su superación”; o del brasileño Josué de Castro[10] identificando la dependencia del sector primario y la desigual distribución de la riqueza, a nivel mundial y en las mismas sociedades latinoamericanas, como los principales problemas que afrontaba la Región.[11] Afirmaba Rajneri que este “Diálogo Internacional” había coincidencia en que “Los pueblos han advertido que sus desarrollos económicos no podrán hacerse por compartimentos estancos y que el curso de los acontecimientos lleva inevitablemente a la cooperación internacional”. Citaba luego al candidato presidencial Eduardo Frei Montalva, una de las figuras políticas más relevantes en favor de la integración, preguntándose: “¿Qué presidente latinoamericano hubiese podido decir como el presidente de Ghana “estoy dispuestos a renunciar a la soberanía de mi país en beneficio de la comunidad africana” De haberlo dicho aquí sus adversario lo tildaría de traidor…”.[12] En la misma línea, la nota incorporaba a Radomiro Tomic[13] afirmando que la región se encontraba frente a un dilema: “O los países latinoamericanos se unen en una sola comunidad de naciones y encuentran la respuesta adecuada mediante la cooperación democrática o la otra alternativa […] será viable, por la vía de la dictadura”. Rajneri concluía sus crónicas destacando la postura “…americanista…” de Brasil y Chile, la cual contraponía a la de la Argentina, advirtiendo que debía “…acentuar su interés latinoamericano y contribuir a estas aspiraciones o aislada y absorta en su exclusivo problema nacional, renunciará a obtener por la vía más factible la concreción de las aspiraciones de progreso de su pueblo…”.[14]

La preocupación que manifestaba el diario por los procesos de integración y desarrollo a nivel latinoamericano tuvo su correlato en el plano nacional. A comienzos de la década del sesenta se produjeron encendidos debates en torno al tipo de actividades que debían impulsarse en la Norpatagonia y a la forma en que la región tenía que insertarse en el proceso de desarrollo nacional. Varias de estas discusiones[15] tuvieron como telón de fondo los estudios de factibilidad de proyectos considerados estratégicos como la construcción de la represa hidroeléctrica de El Chocón[16] o la explotación minera de Sierra Grande, los cuales se presentaban como oportunidades históricas para el “despegue” de la región (Azcoitia y Núñez, 2013; 2014; Bandieri y Blanco, 2012).

En el caso del proyecto de El Chocón, las notas publicadas en Río Negro parecieron cristalizar la confrontación entre dos maneras de concebir la integración productiva. Por un lado, se encontraba la impulsada por el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), el cual concebía la construcción de la represa en función de priorizar el abastecimiento de la creciente demanda energética generada por las industrias del gran Buenos Aires. Frente a este proyecto emergía lo que el diario definía como “posiciones regionalistas”, las cuales planteaban que la obra debía propiciar la radicación de nuevas industrias y centros poblacionales en la Norpatagonia, además de permitir la extensión de tierras bajo riego (Azcoitia y Núñez, 2014). En esta trama de sentidos desplegada por el diario, la potencialidad de la región parecía no tener límites, tal como lo demuestran las representaciones a las que apelaban los “entendidos”:

 

El descubrimiento de carbón, completado con la existencia de yacimientos de minerales de hierro y la existencia en la zona de agua abundante, conformarían para la zona en cuestión los factores que, según la opinión de los entendidos, transformará a la región en una zona minera con características similares a la del Ruhr…[17]

 

Como sostiene Alejandro Raiter (2001), las creencias previas juegan un papel fundamental en la construcción de las representaciones sociales. En este caso la referencia al Ruhr buscaba anclar la potencialidad de la Norpatagonia en las imágenes construidas por los lectores sobre una economía desarrollada como Alemania y la región que se constituyó en el motor de su industria, lo cual adquiría mayor espesor aún en boca de los “entendido”. El diario apelará sistemáticamente a este recurso en las notas referidas a la capacidad productiva de la región.

Para Río Negro el ejecutivo nacional, pese a su retórica basada en la “integración” y “desarrollo”,[18] solo buscaba consolidar el centralismo económico perdiendo la oportunidad de transformar la represa en punta de lanza de un proceso de industrialización que permitiera revertir las históricas desigualdades regionales (Azcoitia y Núñez, 2013). En la misma línea, el diario cuestionaba lo que entendía como la transformación de Sierra Grande en un “…nuevo apéndice del Plan Siderúrgico Nacional”.[19] En la sección “El rumor de la calle” afirmaba con ironía que “…tan distante ha sido la actitud del gobernador de las discusiones tendientes a fijar el destino de los yacimientos ubicados en su provincia, que compensatoriamente se le permitirá decir laudatorio discurso para el presidente…”,[20] en referencia al encuentro entre Frondizi y el gobernador Edgardo Castello (1958-1962) que se produciría en el marco de la visita del primer mandatario a las minas rionegrinas. En este punto cabe recordar la cercanía que por esos años existía entre la familia Rajneri y la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP),[21] lo cual explica en parte la crítica sistemática del diario hacia el gobierno nacional y provincial, ambos pertenecientes a la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI).

En sus editoriales, el diario también cuestionaba al gobierno nacional por el déficit presupuestario de las empresas estatales, cuya causa atribuía al “…crecimiento constante y desproporcionado de la burocracia en todas las esferas de la administración pública…”, lo que definía como un “…cáncer social…” tanto por el costo como porque contribuía a abandonar “…el espíritu de iniciativa y de empresa anestesiado por la facilidad de lograr un empleo público…”.[22] Sin embargo, también fue crítico de “…las estrecheces económicas agudas soportadas por el pueblo…” durante el período de “estabilización” implementado por Álvaro Alsogaray, denunciando tanto la falta de una “…política de desarrollo…” como el impacto que el ajuste tendría sobre las prestaciones estatales.[23] Durante su gestión como ministro de economía y de trabajo, Alsogaray implementó un plan de ajuste consensuado con los organismos financieros internacionales que dejó de lado la expansión económica, postergando la concreción de proyectos como El Chocón y Sierra Grande. (Nosiglia, 1983; Fiszbein, 2014). Si bien eran frecuentes los editoriales y notas de opinión criticando al Estado, tanto provincial como nacional, por la ineficiencia de su burocracia, por lo que entendía como la partidización y politización de su funcionamiento y por el incremento del empleo público, e incluso por “…las trabas legales que asfixian la producción…”[24] esto no suponía desconocerlo como actor relevante en el proceso de desarrollo.

Luego del breve interregno de José María Guido, senador rionegrino por la UCRI al que el diario acusará de pretender “…consumar […] la entrega total del patrimonio nacional”,[25] asumió la presidencia Arturo Illia (1963-1966), gestión con la que Río Negro se mostraría muy cercana al comienzo. Convencido del rol del Estado en el impulso del desarrollo y de la necesidad de superar los desequilibrios regionales, el nuevo presidente encomendó al equipo de trabajo del Consejo Nacional de Desarrollo, dirigido por Roque Carranza, la elaboración de un Plan Nacional de Desarrollo (1965-1969) (Healey, 2003; Fiszbein, 2014). El Río Negro celebró la nueva gestión afirmando en uno de sus editoriales que estaba produciéndose un cambio histórico en relación al “federalismo falaz” que había existido hasta el momento. Para el diario:

 

…tal orden de cosas se ha trastrocado a nuestro favor, puesto que últimamente han sido varios los funcionarios de alta jerarquía del Poder Ejecutivo Nacional que han llegado hasta estas regiones para conocer nuestras realizaciones, nuestras posibilidades y nuestros problemas para darle solución a estos últimos.[26]

 

En las páginas de Río Negro se construía un “nosotros”, el cual finalmente podría comenzar a desarrollar todo su potencial gracias a un ejecutivo nacional que, a diferencia de ese “otro” distante con el que se había asociado la gestión de Frondizi, estaba dispuesto a acercarse para escuchar y dar respuestas a las demandas de la región. Ese “nosotros” norpatagónico que emergía en numerosas editoriales y notas publicadas por el diario parecía cristalizar en la conformación del Comahue[27] todo su potencial transformador. En un suplemento especial dedicado al tema, la región atravesada por las cuencas de los ríos Limay, Neuquén y Negro era asimilada a la del valle de Tennessee, el Ródano y a la cuenca del Ruhr. El Comahue se definía como “…una unidad geoeconómica de 440.000 km2 con una población aproximada de setecientos cincuenta mil habitantes” cuya riqueza hídrica se constituiría en “…la base fundamental del desarrollo de la región”, teniendo las obras de El Chocón-Cerros Colorados como “pilar fundamental”. La ecuación sobre la que descansaba ese futuro promisorio conjugaba la energía generada en la zona con las grandes riquezas minerales, las cuales “…darán las bases de una poderosa industria pesada que encontrará en la misma zona las condiciones para su radicación”.[28]

Los años en que coincidieron las presidencias de Arturo Illia y Eduardo Frei (1964-1970), fueron propicios para estrechar los vínculos entre estas naciones. Ambos gobiernos se proponían implementar un programa económico de base industrialista, en el marco de políticas reformistas en materia social, con fuerte sentido latinoamericanista que se cristalizó en las demandas por la profundización de la integración regional (Mires, 1989; Aroskind, 2003; Medina Valverde, 2002; Simonoff, 2007). En 1965 el diario cubrió extensamente la entrevista entre estos mandatarios realizada en la ciudad argentina de Mendoza. El titular elegido por Río Negro para su primera plana condensaba las expectativas de este medio en torno al encuentro: “Frei e Illia: Ideario común para una reunión de trascendencia histórica”.[29] En sus páginas, los discursos presidenciales inscribían la entrevista en una genealogía que comenzaba con las “…gestas independentistas…” proyectándose luego hacia un futuro signado por la integración, como parte del mismo proceso histórico.[30] El diario se limitaba a reproducir estos discursos y a describir la amistosa gestualidad entre ambos presidentes, plegándose así a la estrategia de escenificación de la política tendiente a cristalizar en el vínculo personal la relación entre ambos Estados (Azcoitia, 2016). Como señala Jonathan Potter, una descripción formula los sucesos como algo, los constituye como cosas con cualidades específicas estableciendo un ámbito de entidades al tiempo que evita otros (1998, p. 235). En suma, las descripciones nunca son neutrales.

El golpe de Estado de junio de 1966 generó profundos cambios en materia de política exterior. Enmarcada en la Doctrina de Seguridad Nacional,[31] la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) comenzó a acercarse a su par brasileña, con la cual compartían el alineamiento con los Estados Unidos, la voluntad de conformar una alianza militar en base a la tesis de la “frontera ideológica”, junto con la idea de relanzar el ALALC bajo un esquema flexible (Rapoport, 2006; Zapata y Zurita, 2005). En este nuevo contexto comenzaron a circular por las páginas de Río Negro dos concepciones sobre la integración Regional que se diferenciaban con claridad, tanto por sus alcances como por su naturaleza. En este sentido, la cobertura informativa sobre la cumbre del ALALC de 1966 expuso abiertamente la confrontación entre la posición de la delegación chilena y la sostenida por Argentina y Brasil.[32] Para el presidente Frei era necesario acelerar el proceso de integración, enfatizando su dimensión política al establecer el respeto a la autodeterminación de los pueblos, el desarme y la vigencia plena de la democracia representativa como condición necesaria para alcanzar el desarrollo. Por su parte, la dictadura argentina propugnaba por una integración “lenta”, centrada exclusivamente en los aspectos económicos, resolviendo sólo con el Brasil la dimensión política de su inserción regional. En suma, para los lectores del Río Negro se planteaba con claridad que los principios de autodeterminación y democracia sobre los que se articulaban el discurso del gobierno reformista chileno confrontaban abiertamente con la noción de “seguridad colectiva” inspirada en la Doctrina de Seguridad Nacional, que impulsaban las dictaduras de Argentina y Brasil. Cabe destacar que frente a estos dos paradigmas que parecían disputarse los alineamientos regionales, el diario rionegrino mantuvo la línea editorial sostenida en los años previos ubicándose más cerca de la postura encarnada por el gobierno trasandino que la sostenida por el gobierno de facto de su país (Azcoitia, a2017).

Los cambios introducidos por la dictadura no se limitaron a la política exterior. En 1966 se anunció la decisión de priorizar la construcción de la represa de Salto Grande por sobre la de El Chocón, lo cual generó una movilización que tuvo a la zona del Alto Valle como epicentro y al Río Negro como uno de sus principales promotores[33] (Azcoitia y Núñez, 2017). En este marco el diario no sólo cuestionó la decisión sino también la orientación general del plan económico y el tipo de integración regional que suponía. En una nota titulada “Reflexiones sobre el Comahue”, que luego la editorial Río Negro publicó en forma de folletín evidenciando su interés por instalar el tema en la opinión pública, Julio Rajneri planteaba que la disputa entre la construcción de El Chocón o Sierra Grande no se limitaba a definir la prioridad de una u otra sino que constituía “…una alternativa de geopolítica, cuyos alcances deben vincularse con toda una programación del desarrollo nacional”.[34] Sostenía Rajneri que el complejo El Chocón-Cerros Colorados:

 

…constituye la única posibilidad concreta nacional de una región cuyo desarrollo presenta condiciones capaces de crear un centro competitivo con el Gran Buenos Aires sobre la base de una expansión económica complementaria, en cuya realización tiene el país la mejor oportunidad de frenar las tendencias absorbentes y centralizadoras de su estructura actual.[35]

 

En este sentido, la construcción de la represa norpatagónica generaría condiciones para comenzar a superar “…una estructura en descomposición que ahoga sus potencialidades, desarrollo armónico e integración económica…”.[36]

En 1967 Julio Raúl Rajneri reemplazó a su hermano Fernando en la dirección del diario, cargo que ejercería en forma ininterrumpida durante los siguientes veinte años. En diciembre el Río Negro publicó un editorial cuestionando el paternalismo y centralismo que subyacía en quienes, desde el gobierno nacional, planteaban la “…artificialidad de las autonomías provinciales patagónicas…”. Para refutarlo apelaba a la existencia de un pueblo cuya unión no radicaba en la tradición sino en “… un robusto y fundamental concepto sobre su destino y la certeza de que en esta vasta extensión argentina, existen las más concretas posibilidades de expansión de un país para su trasformaciones en una potencia industrializada y próspera”.[37] La identidad patagónica se fundaba así no en el pasado sino en un futuro signado por la grandeza del desarrollo.

El diario fue crítico de la política económica general de la dictadura. Luego de prácticamente un año de gestión de Krieger Vasena, el Río Negro afirmaba en su espacio editorial que:

 

…la mayoría del pueblo argentino, incluidos no solamente la clase media y los sectores del trabajo, sino también importantes grupos de la producción, la industria y el empresariado, opinan que la continuidad de una política de este tipo, llevará a corto plazo a un colapso de las fuerzas productoras, incapaces ya de absorber el agobio impositivo y los crecientes índices de costo de vida, en medio de un sostenido programa de recesión.[38]

 

Para el Río Negro era:

 

…por demás evidente que lo que se necesita es desatar una gran política de expansión y de inversión, dirigida no solamente a promover el desarrollo económico y el progreso tecnológico, sino también a plantear una perspectiva de mejoras sociales, que le devuelva al pueblo el bienestar y la prosperidad que ha venido perdiendo a través de sucesivas etapas de una política equivocada.[39]

 

En cuanto al tipo de inversiones externas que propiciaba la gestión de Vasena, el diario cuestionaba que no fueran “…para expandir nuestra economía en los sectores que el interés nacional determine, sino créditos limitadas para vendernos materiales destinados a ciertas industrias…”.[40]

En relación al proyecto de El Chocón y la dilación del Banco Mundial sobre el financiamiento de la obra, los editoriales de Río Negro atribuían la demora a “…ciertos lineamientos doctrinarios de la llamada “integración continental” que postula el relegamiento de los planes de industrialización argentina, reemplazándolos por una política de mantenimiento de nuestra condición tradicional de país proveedor de alimentos”. Concluyendo que como “…país soberano e independiente, somos nosotros quienes trazamos nuestra propia política y programamos los objetivos del desarrollo nacional, mal que les pese a quienes, desde Washington, pretenden fijar las metas de nuestro destino”.[41] En esta misma línea, sobre las minas de Sierra Grande dirá que “Si la voluntad nacional quiere manifestar inequívocamente su decisión de promover el gran salto adelante de esta región, ninguna alternativa conjuga con más claridad el desarrollo patagónico con el interés nacional, que estos yacimientos que guardan su riqueza inexplotada…”. El editorial remarcaba la importancia de dicho yacimiento tanto por el ahorro de divisas que podría significar como por el impulso que permitiría completar el desarrollo siderúrgico “…eliminando la dependencia nacional de la importación y contribuyendo a la afirmación de la siderurgia básica para la defensa del interés argentino…”, razones que debían “…constituir un imperativo patriótico para encarar definitivamente su explotación…”.[42] En el mismo sentido, establecía entre las causas[43] de la demora de la producción de soda Solvay en la región la presión de los “monopolios, interesados en mantener la situación de dependencia argentina de este fundamental insumo […] para el desarrollo argentino”.[44]

Asimismo, el diario advertía que el camino al desarrollo debía ser “integral” también desde el punto de vista de las actividades productivas que comprendía. En sus editoriales señalaba que la “…creciente industrialización no puede lograrse a expensas del abandono de la producción agropecuaria”. En este sentido afirmaba que “…no existe antinomia alguna entre campo e industria, y que solo la adecuada complementación de ambos rubros, posibilitará el verdadero y efectivo desarrollo económico que el país necesita”.[45]

Pese a las críticas a la “Revolución Argentina”, tanto en materia económica como en la gestión política, en el mensaje de fin de año para sus lectores, el diario establecía un estado de situación a diciembre de 1971 evaluando que:

 

Los principales rubros de exportación en el país tienen buenas posibilidades de colocación y precios en suba y favorables; sus principales industrias están manteniendo un ritmo de producción satisfactorio. Existe una conciencia nacional respecto de lo que queremos, y tenemos un pueblo que sigue ubicado entre los más aptos del mundo por sus índices de cultura, de asistencia médica, de capacidad técnica.[46]

 

Luego de señalar a los distintos gobiernos como responsables de demorar este camino, el diario apelaba a sus lectores afirmando que “…debemos ratificar nuestra confianza en el futuro de la Nación y expresar en nuestro mensaje nuestras vocación por que la Argentina reanude su destino de grandeza…porque sepa crear riqueza y tenga sentido de justicia para distribuirla…”. Cerraba el saludo de fin de año evocando un compromiso con sus lectores, el cual se proponía ratificar, que consistía en “…servir con integridad y patriotismo a este destino del país”.[47]

 

Chile, de laboratorio de los Chicago boys a “instructivo campo de observación”

 

El año 1973 evidenció un profundo cambio en el discurso del Río Negro en torno a los sentidos asociados con Chile, el cual también se fue plasmando progresivamente en las propias transformaciones que atravesó la línea editorial del diario patagónico. Ese año constituyó un quiebre en la historia latinoamericana, no sólo por el derrocamiento del gobierno constitucional de Salvador Allende, terminando así con la “excepcionalidad chilena”, sino también porque se produjo la primer crisis del petróleo, la cual acabaría profundizando las tensiones que a nivel mundial venía acumulando la expansión capitalista de posguerra. Precisamente será la dictadura encabezada por Augusto Pinochet la que asuma la tarea de imponer a sangre y fuego el nuevo patrón de acumulación que pretendía clausurar la etapa de industrialización sustitutiva en la Región, en línea con lo que años más tarde se popularizaría como neoliberalismo.[48]

En este sentido, cabe destacar que Chile constituyó un caso paradigmático en cuanto al enfrentamiento ideológico-político. Desde su creación en 1948, la CEPAL había establecido su sede central en Santiago de Chile. Como hemos visto, esta institución ejerció una gran influencia en la Región durante las décadas del sesenta y parte de los setenta. En el caso de Chile, pese a sus diferencias, tanto el gobierno demócrata-cristiano de Eduardo Frei Montalva como el socialista de Salvador Allende compartieron una perspectiva cepalina en cuanto a la función del Estado, la orientación industrialista y la necesidad de impulsar una reforma agraria (Mirés, 1989; Salazar y Pinto, 2010). Sin embargo, estas no fueron las únicas ideas que circularon por la capital trasandina. A mediados de la década del cincuenta, las autoridades de la Facultad de Economía de la Universidad Católica aceptaron una invitación de la Agencia de Ayuda Internacional de los Estados Unidos para establecer un convenio de colaboración e intercambio académico con la influyente Universidad de Chicago. Este convenio no solo propició que un grupo de estudiantes chilenos, que luego serían conocidos como los Chicago boys, continuaran su formación en esa universidad norteamericana sino también la llegada de académicos que acabarían participando en el debate público (Correa Sutil, 2005). De esta forma, Santiago de Chile anticipaba la disputa entre las perspectivas industrialistas de corte cepalino y las referenciadas en la teoría monetarista, la cual finalmente acabaría imponiéndose de la mano de la dictadura militar.

Desde un primer momento, el Río Negro condenó el golpe de Estado en Chile enfatizando en los titulares el carácter “popular” del gobierno derrocado. En su espacio editorial se identificaba con la compleja situación existente allende la cordillera afirmando que los lazos históricos y la larga frontera que unía a ambos países hacían del “drama chileno” un “…problema nacional…”.[49] Las noticias publicadas en las primeras semanas (re)presentaban un escenario económico singado por el “caos”; la “ruina” y en “descomposición” (Azcoitia, b2017). Tempranamente se advirtió que la “reconstrucción” que decía encarnar la dictadura no distribuiría el “…sacrificio de todos los chilenos…”[50] en forma equitativa. En las páginas de Río Negro quien mejor sintetizó la verdadera naturaleza del programa económico fue el general Jorge Gustavo Leigh al afirmar que el momento que atravesaba la economía de su país demandaba “apretar el cinturón” y “libertad de precios”.[51] Entre los economistas e historiadores chilenos es materia de debate si al iniciarse la dictadura existían o no consensos mínimos en torno al programa económico a implementar ya que hacia 1973 el golpe contenía tendencias nacionalistas, desarrollistas, corporativistas y neoliberales. En lo que existe un acuerdo unánime es que para 1975 la economía trasandina ya estaba en manos de los Chicago boys (Salazar y Pinto, 2010).

Con el golpe de Estado de 1976 comienza a desplegarse un proyecto de características similares en la Argentina. Sostiene Eduardo Basualdo que la dictadura interrumpió la industrialización sustitutiva e impuso un nuevo comportamiento económico y social basado en la valorización financiera (2011, p. 40). En este sentido, las modificaciones en las condiciones del sistema financiero local[52] y la apertura acelerada de la economía impactaron negativamente en el sector industrial[53], el cual padeció el aumento de las tasas de interés; la creciente competencia externa, en un contexto de sobrevaluación del peso; y la contracción de la demanda interna debido a la caída de los salarios a punta de bayoneta.[54] Paralelamente se registró un incremento en la oferta agrícola pampeana y una mejora en la extracción de petróleo, en un contexto de altos precios de las materias primas, lo que animó a los cultores de la vuelta a la Argentina agro-pastoril (Schvrazer, 1998).

A fines del mes de marzo de 1976, al día siguiente que se diera la noticia de la asunción de Alfredo Martínez de Hoz como ministro de economía, el diario rionegrino reprodujo un extenso artículo publicada en el New York Times donde analizaba la aplicación en Chile de las teorías económicas de Milton Friedman. El diario neoyorquino afirmaba que la economía trasandina se encontraba atravesando la “…peor crisis de su historia…” y que las políticas de Friedman no sólo eran responsables de esta situación sino también de haber “…transferido el peso del sacrificio mayor a los chilenos más humildes…”. El panorama que presentaba era desolador, con caída de la producción industrial (12%), aumento del desempleo (16%), de la inflación (340%) y la generalización de la desnutrición en los suburbios de las grandes ciudades. Entre las causas de la pervivencia del problema inflacionario, tema central para el programa económico de la dictadura, el artículo señalaba que cada rama de la actividad estaba controlada por una o dos compañías, por este motivo “…el precio de los productos no responde a la demanda…”. La nota concluía que Friedman se había “…equivocado de país…” a la hora de aplicar sus teorías, además de que su implantación requería como condición “…la continuación de un sistema político excepcionalmente represivo…”.[55] Sostiene Atilio Borón que en el marco de la dictadura chilena la mano invisible que regulaba el mercado se convertía en puño de hierro a través de la violencia disciplinadora del Estado hobbsiano (2003, p. 86).

En este sentido, la Iglesia chilena emergía de las páginas del diario rionegrino como una voz crítica al “…modelo económico…”, cuyos efectos definía como “…cuestionables desde el punto de vista ético…”, al evidenciar la “paradoja” de que en un gobierno que creía en el mercado libre fuera el Estado quien fijara el precio al trabajo, además de cuestionar la estrategia de intentar bajar la inflación a través del aumento del desempleo. En la misma línea, referentes de la oposición demócrata-cristiana señalaban los cambios culturales que estaba generando el programa económico al convertir “…el lucro y la competencia…” en “…valores esenciales del comportamiento social…”.[56] Pocos días después, una nota presentada por diversos sectores productivos, manifestaban su “…preocupación creciente…” por la forma en que “…el indiscriminado aumento de las importaciones está causando un daño irreparable a la industria nacional y con ella a la masa laboral…”, la cual “…unida a la contracción provocada para controlar la inflación…” había incrementado el desempleo y las quiebras.[57]

En síntesis, las noticias publicadas en Río Negro presentaban un escenario de “intenso debate” en materia económica debido a que las políticas implementadas por la dictadura chilena agravaban la mayoría de los problemas que manifestaba querer resolver, con funcionarios que parecían no apartarse de aquello que repetían como credo. Tal es el caso del ministro de economía Pablo Barrona, que frente a los cuestionamientos sobre las altas tasas de interés respondía que “El mercado, reflejo de decisiones individuales, ha demostrado ser el mecanismo más eficiente de asignación de recursos”.[58]

Sin embargo, a comienzos de los ochenta empieza a percibirse un cambio en Río Negro en torno a las políticas económicas implementadas allende la cordillera, el cual se manifiesta en forma más temprana en lo referido a la fruticultura. En relación a esta actividad clave para la región, recordemos que en la década del setenta se había incrementado la competencia proveniente de áreas productivas con menores costos, lo que complicó seriamente la situación de la producción altovalletana en los mercados del hemisferio norte, destino tradicional de sus exportaciones[59] (de Jong, 2008). En un editorial escrito en mayo de 1980, Julio Rajneri advertía sobre las “…las características catastróficas…” que había adquirido la economía regional, la cual había ingresado en lo que definía como la “…más grave crisis de toda su historia…”. El director de Río Negro sindicaba como máximos responsables al gabinete económico nacional, el cual por “soberbia” e “incomprensión” estableció un tipo de cambio que asfixia la actividad a pesar de los altos precios internacionales.[60] Hasta 1977 la relación entre devaluación e inflación había generado un proceso de subvaluación del peso, sin embargo esta relación se revirtió en 1978 a partir del enfoque monetario de la balanza de pagos, la implementación de la “tablita”[61] y la no convergencia de los precios internos con los internacionales en un contexto de aumento de la tasa real de interés (Azpiazu y Schorr, 2010).

En este contexto crítico para la producción de la región, el diario publicó una serie de artículos en la sección dominical “Río Negro en la Economía y el Mundo” donde advertía sobre el “éxito” de las políticas económicas para la fruticultura implementadas por la dictadura chilena. Destinado a un lector especializado, las notas desplegaban un pormenorizado análisis sobre la evolución experimentada por la producción trasandina de frutas frescas, peras y manzanas entre los años 1973 y 1979, para concluir que era necesario convertir el “…floreciente proceso frutícola chileno…” en un “…instructivo campo de observación…”.[62] La serie de artículos señalaba entre las causas del “éxito” trasandino la rápida incorporación de moderna tecnología, las políticas de promoción de las exportaciones impulsadas por el “sector oficial” y la “…profusa, correcta y oportuna…” información de la que disponían los productores. La saga de artículos concluía que a pesar que en los últimos años ambos países habían aplicado políticas económicas similares la situación de la actividad frutícola se presenta muy distinta a uno y otro lado de la cordillera. La explicación la encontraba en la conformación de consorcios entre empresas del sector, estrategia más efectiva que la integración vertical seguida en el Alto Valle, y en una mayor “apertura” económica. En relación a esto último, sostenía que en la Argentina había una mayor resistencia de los proveedores industriales locales que la existente en Chile, sin explorar la forma en que se había quebrado dicha resistencia. Esta construcción ambivalente de Chile lo mostraba como una amenaza para la producción regional pero a la vez comenzaba a (re)presentarlo como un camino a seguir. De esta forma, el diario rionegrino empezaba a evidenciar un cambio en la caracterización del “modelo” chileno, pero sin consolidar aún el giro en su línea editorial.

Hacia 1980 el programa de Martínez de Hoz, basado en la sobrevaluación de la moneda local y el creciente endeudamiento privado, comenzó a dar claras señales de agotamiento. En marzo se produjo la primera crisis con “corrida” cambiaria que las autoridades intentaron contener aumentando las tasas de interés y el endeudamiento público externo. En 1981, ante el rumor del ascenso del dictador Roberto Edgardo Viola junto a un gabinete que alertaba sobre la sobrevaluación del peso se generó una nueva corrida, la cual acabó de evidenciar la vulnerabilidad del esquema económico implantado por la dictadura (Schvarzer, 1998).

En mayo de ese año, el diario publicó una extensa nota a Milton Friedman en su suplemento “Río Negro en la economía y el mundo”. Sin metáforas o ambigüedades, el título condensaba en forma sintética la esencia del planteo del padre del monetarismo: “El Estado es la ruina”.[63] En el marco de una entrevista realizada por Le Nouvel Observateur, el economista norteamericano afirmaba que si bien no había tenido vínculo con la dictadura chilena, más que ser profesor de algunos de los economistas que integraban su gabinete, de haber intervenido tendría motivos de orgullo por el descenso de la inflación y de la desocupación, concluyendo que lo sucedido en Chile era comparable al denominado “milagro económico” alemán. Cabe aclarar que la nota del semanario reproducida por el diario rionegrino no tenía un tono concesivo con el entrevistado. A fin con su línea socialdemócrata, este medio francés definía a Friedman como “…el gran profeta antisocial del capitalismo puro…” a la vez que lo interpelaba, tanto por las consecuencias sociales de sus políticas como por las características autoritarias de los regímenes o políticos que lo implementaban.

Unos meses después, James Neilson,[64] un destacado colaborador de Río Negro que en 1986 llegaría a ser el primer director del diario fuera de la familia Rajneri, explicaba los motivos por los que estas políticas habían fracasado en la Argentina. En su columna de opinión, afirmaba que el “sensato” programa económico aplicado por Martínez de Hoz, el cual perseguía objetivos “razonables” y cuyo “…modelo para materializarlo [era] bueno en general…”, había fracasado por su mala instrumentación, la cual atribuía fundamentalmente a las resistencias que surgieron dentro de las propias FFAA. De esta forma se quebraba la relación de causalidad entre las políticas elaboradas desde el ministerio y sus resultados, lo cual permitía preservarlas de sus consecuencias negativas ya que el fracaso no anidaba en la concepción misma de dichas políticas sino en las condiciones de su ejecución. La nota cuestionaba lo que definía como la “…resistencias al cambio…” en la Argentina, planteando que “…no existe ningún interés por el cruel realismo económico...”, en un escenario que presentaba como carente de alternativas.[65] Sin otorgar las mismas concesiones que al neoliberalismo, el autor definía al “populismo” y al “marxismo” como experiencias fracasadas, sin matices ni atenuantes. Cabe recordar que por eso años, Neilson se desempeñaba como director del Buenos Aires Herald, diario que abiertamente apoyó el programa económico de Martínez de Hoz al entenderlo como un retorno al liberalismo económico, el cual identificaba con el “éxito” de la Argentina de principios del siglo XX (Borrelli y Porta, 2019).

La diversidad de discursos que recorrían la geografía del diario permitía a sus lectores acceder también a una extensa nota en la sección de economía, la cual extractaba un artículo de Raúl Prebisch publicado en la revista de la CEPAL, en el que cuestionaba duramente al monetarismo.[66] A lo largo de tres páginas, el economista argentino realizaba un extenso análisis donde reconocía, no sin ironía, que el impacto del libro Free to Choose[67] de Milton Friedman se explicaba fundamentalmente por su “…diafanidad y fuerza persuasiva…”, su “…frecuente incursión anecdótica…” y por sus “…soluciones claras y simples…”.[68] Para Prebisch esto evidenciaba un “…estancamiento intelectual…” de la disciplina económica ya que no eran más que una “…divulgación inteligente…” del pensamiento neoclásico de la segunda mitad del XIX. Detrás del impulso de estas ideas no solo veía la “…obstinación dogmática de algunos de sus seguidores…” sino también los intereses de los grandes centros y de los “...estratos superiores de las periferias latinoamericanas...”. Prebisch definía el auge creciente de estas ideas como un retroceso para la Región ya que desconocía tanto los cuestionamientos de la CEPAL a la división internacional del trabajo como las particularidades de la “…realidad de las periferias…”,[69] de las cuales el propio diario había dado cuenta años atrás.

Las páginas de Río Negro expresaban así los debates que se suscitaban al calor de los profundos cambios por los que atravesaba el capitalismo mundial entre fines de los setenta y principios de los ochenta.

 

Entre el decadentismo “populista” y la modernización neoliberal

 

Con el triunfo de Raúl Ricardo Alfonsín (1983-1989), la Argentina comenzó a transitar su proceso de recuperación democrática. En materia de política exterior, el nuevo gobierno implementó una estrategia tendiente a recomponer la imagen del país, fuertemente deteriorada por las denuncias sobre la violación de derechos humanos, el incumplimiento del laudo arbitral de 1977 y la ocupación militar de las islas Malvinas en 1982 (Russell y Hirst, 1987). En relación a Sudamérica, la gestión radical vislumbraba la emergencia de una nueva fase histórica en la Región, caracterizada por dos desafíos claves: la consolidación de la democracia y del proceso de integración (Rodríguez, 2011). En este marco se propuso resolver los temas pendientes en la agenda bilateral con Chile, comenzando por la cuestión del canal Beagle.

El primer paso hacia el acercamiento con Chile se concretó en enero de 1984, con la firma de una Declaración Conjunta de Paz y Amistad en la que ambos países manifestaban su intención de alcanzar una solución “justa y honorable” para los diferendos limítrofes. En este marco, el 25 de julio de 1984, el presidente Alfonsín anunció que el acuerdo sería sometido a una consulta popular, en un claro intento por legitimar una negociación cuyo principal objetivo era clausurar definitivamente el conflicto en torno al Beagle (Cisneros y Escudé, 2000).

En el marco de las noticias sobre el plebiscito, la línea editorial del diario explicitó su apoyo al acuerdo alcanzado por el gobierno radical con argumentos que transitaron desde la histórica apelación a la fraternidad argentino-chilena hasta los planteos de naturaleza económica, señalando la necesidad de mantener el flujo migratorio junto con las ventajas de la integración y el comercio con el Pacífico (Azcoitia, 2018). Esta fue la posición que el diario sostuvo entre 1977 y 1978, en momentos que las dictaduras de uno y otro lado de la cordillera amenazaban con arrastrar a sus países a la guerra (Azcoitia, 2014). Regresando al plebiscito de 1984, luego del abrumador triunfo del “SI”, los editoriales del diario rionegrino se cuidaron en señalar que el resultado debía leerse como una victoria de la paz y la mediación vaticana y no del gobierno alfonsinista. A pesar de los históricos vínculos entre la familia Rajneri y el radicalismo, la dirección del diario explicitaba en sus editoriales el temor de que el triunfo de la posición sostenida por el gobierno estimulara a los sectores que dentro del partido impulsaban la conformación del Tercer Movimiento Histórico (Azcoitia, 2018).

En los albores de la presidencia alfonsinista, el Río Negro asumió una postura crítica frente a lo que definía como “...pretensiones populistas...”[70] del mandatario radical. Evidenciando un claro desplazamiento desde posiciones más afines a los postulados desarrollistas hacia otras cercanas al monetarismo en boga, Julio Rajneri cuestionaba desde la dirección del diario lo que definía como “…tabúes ideológicos…”[71] del gobierno que le impedían adoptar con convicción y “pragmáticamente las medidas excepcionales…”[72] que debía tomar en materia de deuda externa, inflación, explotación de recursos naturales y privatizaciones. Cabe recordar que en los primeros meses de gestión radical, el ministro Bernardo Grinspun[73] intentó implementar un programa tendiente a reconstruir el tejido industrial a través del estímulo de la demanda interna y la disminución del desempleo, junto con una estrategia de renegociación de los compromisos externos a través de la conformación de un frente común con el resto de los países deudores de la región (Ortiz y Schorr, 2006; Rapoport, 2006). Sin embargo, ante el incremento de la presión de los acreedores externos y el aumento de la inflación, en septiembre de 1984 el gobierno reorientó su política económica generando una caída del salario real, un aumento de las tarifas de servicios públicos y de las tasas de interés, además de corregir el tipo de cambio y firmar un acuerdo Stand By con el FMI (Rapoport, 2006). En su espacio editorial, el diario celebró que el gobierno “finalmente” aplicara “…las medidas de austeridad recomendadas por el Fondo…” ante lo que definía como el “fracaso” de “…su principio keinesiano (sic) de que el consumismo podría reactivar la producción…”[74]. Para Río Negro el radicalismo debía “modernizarse”,  superar su “…crisis de identidad…” y “...rehabilitar el gusto por la empresa y la función de crear...”,[75] la cual era potestad exclusiva del sector privado.

En marzo de 1985 asumió como ministro Juan Vital Sourrouille en reemplazo de Grinspun, implementando un programa tendiente a lograr el crecimiento a través del incentivo de las exportaciones y la inversión, junto con un plan antiinflacionario con características de shock. En junio de ese año Raúl Alfonsín declaró que la Argentina se encontraba en “economía de guerra”, lo que implicaba la reducción del gasto público en un 12%, el congelamiento de vacantes en el Estado, el aumento de las tarifas de los servicios públicos y del combustible, junto a la paralización de las inversiones estatal y el anuncio de la privatización de empresas estatales que finalmente no se concretaría (Rapoport, 2006, p. 742). Frente a este escenario escribía Julio Rajneri:

 

Nunca como ahora las condiciones económicas se presentan tan difíciles, pero también, como contrapartida, nunca como ahora el grueso de la población parece tan dispuesto a aceptar los mayores sacrificios con la resignación que supone la necesidad de terminar con el flagelo inflacionario. Pero el dato mas importante de la realidad de este momento, es que un gobierno de base constitucional esta dispuesto a pagar el costo en popularidad que significa este tipo de programas y la comprensión de que, dadas las circunstancias, este constituye el único camino para la supervivencia de la democracia.[76]

 

Resulta comprensible que en esta nueva etapa del gobierno de Alfonsín, que el diario celebraba construyendo una épica del sacrifico y el control de la inflación en detrimento de las gestas desarrollistas del pasado, Julio Rajneri fuera nombrado Ministro de Educación y Justicia de la Nación[77], asumiendo como director del diario el periodista James Neilson. Lejos quedaron las aspiraciones de construir la “tercer etapa del movimiento nacional”, la cual había sido desplazadas definitivamente por las de conformar una “Segunda República”[78] (Aboy Carlés, 2010).

En 1988, ya bajo la dirección de Nélida Rajneri, el diario celebraría lo que definía como la “evolución” del alfonsinismo, al señalar que había demostrado su capacidad de adaptarse al cambio mundial, abandonando las posiciones adoptadas al comienzo de la gestión para plantear la necesidad de avanzar en el camino de la “desestatización”; la “desregulación” y la “descentralización”, los cuales se tornan precondiciones para la “modernización”.[79] En defensa de las políticas más aperturistas, el diario afirmará que:

 

…las económicas sobrepotegidas no pueden conservarse estancadas. Si ello fuera factible sería una opción atractiva porque, a fin de cuentas, la perpetuación de la economía […] de la Argentina de algunos decenios atrás, no hubiera sido tan mala. Pero, desafortunadamente, las economías excesivamente protegidas tienden a degenerarse.[80]

 

En este marco las demandas en favor de instrumentos que protegieran la producción local quedaban reducidas a reclamos sectoriales en defensa de “privilegios” y los costos sociales de la apertura eran presentados como un camino sin “alternativa”, ya que lo que quedaba era la “…decadencia en términos absolutos…”.[81]

En septiembre de 1988 se produjo también el plebiscito que marcaría el futuro de Chile al definir por la vía de la consulta popular si la dictadura debía continuar hasta el 11 de marzo de 1997 o si se abría una nueva etapa con el retorno de la democracia. En esos días predominó en el diario una posición crítica sobre la dictadura, con notas de opinión y artículos periodísticos que cuestionaban fuertemente el autoritarismo del régimen y la virulencia de su aparato represivo. Sin embargo, en materia económica el tratamiento informativo adoptaba un tono completamente distinto. Un ejemplo de ello fue el editorial del New York times reproducido por el diario rionegrino donde se destacaba que “…después de algunos errores iniciales…” el equipo económico de la dictadura había acabado con la dependencia del cobre para convertirlo “...en uno de los pocos éxitos económicos latinoamericanos, en base a inversiones privadas, libre comercio y diversificación de la producción”.[82]

En la misma línea, una nota periodística basada en un informe de la CEPAL resaltaba “...la buena performance de Chile...” la cual “...contrasta con el promedio del subcontinente”.[83] Si bien existían divergencias en torno a la importancia del cobre y el sector público, el informe coincidía con el diario neoyorquino en la importancia que había adquirido la orientación exportadora de la política económica chilena y en la excepcionalidad de sus resultados. En su espacio editorial, el diario señalaba que “...después de muchos reveses...” el proceso seguido allende la cordillera había permitido “...inaugurar un período de crecimiento económico lo bastante impresionante como para hacer pensar a los chilenos que dentro de poco podrá sobrepasar a sus vecinos argentinos”. Luego de conceder que amplios sectores de la población eran muy pobres y quedaban al margen de este proceso, cerraba su argumentación sosteniendo que “...lo mismo que Europa, la mayoría parece preferir el crecimiento injusto que el estancamiento igualitario...”.[84] El diario hacía una lectura del presente muy distinta a aquella que a principios de la década del setenta lo había llevado a saludar a sus lectores deseando que la Argentina “…sepa crear riqueza y tenga sentido de justicia para distribuirla….”[85]

La consolidación de las políticas neoliberales en la Argentina se produjo durante el gobierno justicialista de Carlos Saúl Menem (1989-1999). La traumática experiencia hiperinflacionaria del final de gobierno de Alfonsín, sumado a la recesión, el deterioro en las cuentas fiscales, el elevado endeudamiento, la caída de reservas y la fuga de capitales persuadieron al nuevo presidente de cambiar las promesas iniciales de “salariazo” y “revolución productiva” por un programa económico que reflejara los intereses del establishment (Rapoport, 2006). El eje de este viraje fue el proceso de privatizaciones de las empresas públicas, del cual participaron los principales grupos económicos de capital nacional y las grandes empresas trasnacionales.

En este nuevo contexto histórico, para Río Negro la continuidad democrática ya no se inscribía en esa secuencia planteada en los sesenta que comenzaba con el desarrollo económico sino que se desplazaba hacia otra que tenía como punto de partida la liberalización de la economía. En 1992, con el retorno de Julio Rajneri a la dirección del diario, desde su espacio editorial afirmaba que para consolidar la democracia era necesario “…adoptar políticas económicas liberales y por lo tanto impersonales…” porque a través de ellas “…los gobernantes de la región están obligando a la gente a depender de sus propios esfuerzos sin pedir nada a sus “amigos” en el Estado…”. De esta forma se vinculaba estrechamente el neoliberalismo con el surgimiento de “…un código ético diferente del anterior…”,[86] en el cual el Estado quedaba asociado a la corrupción y el clientelismo mientras que el mercado se volvía fuente de virtud al garantizar la libertad y el buen gobierno.

Sin embargo, durante los primeros años de gestión las leyes de Reforma Económica y de Reforma del Estado no lograron detener la espiral inflacionaria. El nombramiento de Domingo Felipe Cavallo al frente del ministerio de economía en 1991 y la posterior promulgación de la “Ley de Convertibilidad”[87] permitieron al gobierno conjurar el problema inflacionario (Heredia, 2011).

El Río Negro se asumirá como un defensor a ultranza de la convertibilidad frente a las críticas que comenzaban a expresarse a mediados de la década del noventa. En sus editoriales el diario planteaba que era de esperar que “…el abandono de la siempre cuestionable y por lo general contraproducente soberanía monetaria, sirva para convencer a todos de que ya se ha ido para siempre los días en que la economía argentina formaba una suerte de isla alejada de la internacional…”.[88] Para Río Negro los problemas económicos se debían “...exclusivamente a sus deficiencias internas y no [...] a la voluntad oficial de defender la convertibilidad”. Dichas “deficiencias” las atribuía a “…agotados esquemas corporativos...” que el gobierno nacional se proponía superar. En este marco, tanto la “desocupación creciente” como “…la quiebra de muchas empresas desactualizadas…”[89] se asumían como parte de una etapa necesaria para controlar la inflación e incrementar la productividad. En línea con este discurso, durante esos años el diario pasó de ser una “empresa editora a grupo empresarial”, tal como se jactaba en el libro celebratorio que publicó en 1997, al cumplir 85 años de vida. Esta empresa periodística[90] comenzó a participar en el negocio de la televisión por cable, a mediados de los ochenta; y a comienzos de los noventa sumó la radio y el servicio de internet,[91] lo que le permitió al Grupo Río Negro convertirse en un importante multimedios (Bergonzi, 2004, Schleifer, 2019).

Esta defensa de las políticas económicas implicó también una reelaboración del pasado y sus clivajes. En un editorial sobre la candidatura presidencial del dictador Onganía, el diario afirmaba que hasta su reemplazo el programa de Krieger Vasena “…brindaba resultados promisorios…” y que era legítimo “…considerarlo un antepasado cercano del vigente en la actualidad”. Aclaraba luego que:

 

… lo mismo que la versión posterior aplicada por José Alfredo Martínez de Hoz, la política económica del régimen de Onganía tuvo el perverso efecto de hacer parecer intrínsecamente tiránicas medidas que en otras latitudes eran consideradas no solo moderadas sino imprescindibles, contribuyendo así a prolongar la existencia del orden populista corporativo y por lo tanto de una crisis nacional terriblemente destructiva…[92]

 

Cabe recordar que el propio diario había cuestionado lo que definía como un “programa de recesión” implementado por Krieger Vasena, reclamando la necesidad de “… desatar una gran política de expansión y de inversión…” la cual no solo debía “…promover el desarrollo económico…” sino también “…plantear una perspectiva de mejoras sociales, que le devuelva al pueblo el bienestar…”,[93] medidas que en los noventa el mismo Río Negro estigmatizaría al definirlas como “populistas”.

Para 1996 las repercusiones de la crisis financiera mexicana comenzaron a evidenciar las endebles bases sobre las que se asentaba el “milagro argentino”. Esta crisis impactó con gran virulencia en la Norpatagonia al desplegarse sobre un tejido económico y social profundamente dañado por el proceso de privatizaciones y ajuste estatal (Manzanal, 2000). La superficie redaccional de Río Negro dio cuenta de este complejo escenario, tanto a través de las notas que recorrían con dramatismo las puebladas de Plaza Huincul y Cutral Có (Klachko, 2002), como de aquellas que completaban una agenda informativa signada por la crisis social creciente con altos niveles de desempleo que superaron el diecisiete por ciento a nivel nacional. Sin embargo, en su espacio editorial el diario continuó defendiendo la orientación general del “modelo”, afirmando que:

 

La economía nacional emergió ensangrentada pero así y todo robusta de una prueba imprevista muy dura, porque la convertibilidad, o sea la voluntad nada latinoamericana de defender a ultranza la estabilidad monetaria, resultó ser un instrumento mucho más eficaz de lo que muchos expertos habían creído.[94]

 

El editorial planteaba que la Argentina había logrado “independizarse” de América del sur al ser reconocida por los mercados como una economía sólida. Para Río Negro era necesario diferenciarse del resto de los países de la región, a excepción de Chile, ya que “…no nos conviene que en el resto del mundo los agentes económicos den demasiada importancia a las características que compartimos con los mexicanos y brasileños”.

Frente al complejo escenario abierto mediados de los noventa, Chile emergía de las páginas del diario como comprobación de que, nuevamente, el problema no se hallaba en las políticas sino en las convicciones de los ejecutores y en la capacidad de persuadir a sus pueblos sobre las bondades de un futuro que justificaba los sacrificios del presente. Con motivo de la firma del Acta de San Luis, la cual establecía la incorporación de Chile como asociado al Mercosur,[95] el diario publicó una serie de artículos en las que predominaron discursos que construían al país trasandino como una suerte de faro en las revueltas y tormentosas aguas de la transformación neoliberal. Las notas críticas en torno a la pobreza y la concentración de la riqueza quedaban marginadas frente a las que ponderaban el crecimiento del PBI y la modernización de su economía como resultado del proceso de liberalización de su funcionamiento. Pese al predominio de notas que celebraban la inclusión de Chile al bloque económico, en su editorial “Crece el Mercosur” el diario expresaba claramente el profundo cambio operado en su interpretación sobre los procesos de integración. El artículo comenzaba restando importancia a la conformación de bloques comerciales para ponderar los beneficios del libre comercio más absoluto. En este sentido presentaba a Taiwán, Singapur y Corea del sur como ejemplos de países que habían alcanzado el desarrollo a través de la multilateralidad. Más cercanos geográficamente destacaba a Chile “…cuyo progreso reciente refuta de manera contundente la teoría de que la mejor forma de avanzar consistiría en “integrarse” a un bloque económico mayor”. El editorial planteaba como negativo para Chile que el socio de mayor peso tuviera “…un sector industrial relativamente poderosos que se resiste a abandonar su apego tradicional a las medidas proteccionista y a la ayuda, directa o no, estatal”. Desde esta perspectiva, Brasil obligaba al resto de los integrantes del bloque a “…convivir con dos peligros latentes…” uno la posible mega devaluación del real y el otro “…que los empresarios del grupo terminen conformándose con su nada exigente mercado interno del MERCOSUR…”.[96]

En el contexto del triunfo de la globalización neoliberal, el diario afirmaba que el único camino posible para que la Argentina alcanzara un crecimiento rápido y equilibrado era que “…la integración del país a la economía internacional se profundice…”.[97]

 

Reflexiones finales

 

Durante la década del sesenta predominó en el diario una línea editorial que planteaba la necesidad de una doble integración como condición para alcanzar el desarrollo. La primera debía generarse en el ámbito Regional a través de la vinculación con economías latinoamericanas que atravesaban procesos de industrialización similares al argentino, lo cual permitiría potenciar sus capacidades, asegurar márgenes mayores de autonomía en el concierto mundial y mejorar las condiciones materiales de su sociedad garantizando la viabilidad del sistema democrático.

En este escenario Chile emergía como un ejemplo a seguir, con una dirigencia consciente de las necesidades de profundizar dicho proceso, extendiendo sus alcances del ámbito económico al político. El diario interpelaba a la dirigencia nacional y la llamaba a “…acentuar su interés latinoamericano…” para plegarse a un proceso que se (re)presentaba tan necesario como indetenible. La otra integración debía darse en el espacio norpatagónico, a través de proyectos que permitieran articular y potenciar las capacidades productivas de la región transformándola en un polo de desarrollo industrial que equilibrara la estructura económica argentina, históricamente hegemonizada por la “absorbente y centralizadora” Buenos Aires. Las obras de El Chocón-Cerro Colorado y la explotación de Sierra Grande cristalizaban las potencialidades de una región cuya identidad no se había moldeado en las tradiciones de un pasado común sino en la proyección de un destino de grandeza. Se conformaba así un campo binario estructurado en torno a la noción de desarrollo, donde las políticas y actores que el diario identificaba como positivas eran expresión de un “imperativo patriótico” vinculado con la “defensa del interés nacional”; de la “voluntad nacional” o del desarrollo nacional”. El otro negativo (Verón, 1987) de ese discurso estaba habitado por quienes se oponían o lo obstaculizaban dicho desarrollo, ya sea por sus intereses o ineficacia, y eran sindicados como responsables de “mantener nuestra situación tradicional de proveedores primarios”; de someternos a los “monopolios” extranjeros o de querer perpetuar las relaciones de “dependencia”. Asimismo, en los editoriales subyacía la idea de que estas fuerzas sólo podrían demorar el desarrollo que el destino deparaba.

Sin embargo, a comienzos de la década del setenta comienzan a percibirse un cambio en los discursos que predominan en el diario, al calor de las profundas transformaciones que se producían en la Región. Con el derrocamiento de Salvador Allende, Chile deja de representar el respeto a la institucionalidad y la vía de un proceso de integración latinoamericana y comienza a emerger como campo de experimentación de políticas que cuestionan profundamente las ideas desarrollistas dominantes hasta el momento. En esos años transitarán por las páginas del diario discursos críticos sobre las reformas liberales y su impacto en la región, pero también aquellos que comienzan a señalar lo que entienden como logros, en un contexto que empieza a presentarse como carente de alternativas. Progresivamente los editoriales que daban cuenta de un “destino de grandeza” que aguardaba a la región y al país irán siendo desplazados por un discurso decadentista centrado en la explicación de su fracaso colectivo.

El retorno a la democracia encontrará a Río Negro con una línea editorial abiertamente antagónica a lo que caracteriza genéricamente como “keynesianismo”; “estatismo”; o “proteccionismo”. Este nuevo otro negativo cristaliza sus sentidos en el “populismo”, anatema que engloba aquello que se opone a lo que el diario entiendo por “modernidad”, la cual llegaría de la mano de las privatizaciones, la convertibilidad y la integración “al mundo”. Las consecuencias sociales de este proceso son presentadas como resultado inevitable de décadas en las que imperó el “esquema corporativo”. Se consolida así un discurso decadentista en el que el “populismo” se vuelve obstáculo para la modernización al asociarlo con el “estancamiento”, la “corrupción”, el “estatismo” y el “proteccionismo”. El “fracaso” de todas las alternativas a la versión neoliberal del capitalismo, tanto del socialismo real como del Estado Benefactor, solo dejan dos alternativas “crecimiento injusto” o “estancamiento igualitario”.

En este contexto de profundas transformaciones, Chile es presentado como el modelo a seguir, como el ejemplo de políticas neoliberales exitosas, impulsadas por un empresariado eficiente y un Estado que favorece la plena inserción en el mercado mundial sin entorpecer el “natural” desenvolvimiento de la economía. De esta forma Chile se convierte en la excepcionalidad dentro de una América Latina que deja de ser el lugar de referencia para convertirse en un destino del que hay que “independizarse”.

 

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Recibido: 27/10/2021

Evaluado: 15/03/2022

Versión Final: 05/04/2022

 

 



* Doctor en historia, (Université Paris 7 Diderot). Magíster en Historia (Université Paris 7 Diderot). Profesor asociado de Estudios Latinoamericanos (Universidad Sorbonne Nouvelle). París, Francia. Email: edward.blumenthal@sorbonne-nouvelle.fr ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0505-1651

[1] Recuperado de ttps://www.hcdn.gob.ar/secparl/dgral_info_parlamentaria/dip/documentos/mensajes_presidenciales.html.

[2] Desde esta perspectiva el desarrollo se alcanzaría a través de la aplicación de una serie de políticas económicas basadas en la protección arancelaria a la industria manufacturera, la intensificación de la promoción de nuevas industrias sustitutivas de importaciones, el aumento de la inversión en capital general básico, y la programación del desarrollo. (Devés, 2003).

[3] Eduardo Devés Valdés sostiene que se produjo un proceso de “hibridación” entre las ideas de desarrollo y las de las experiencias políticas referenciadas en Lázaro Cárdenas, Getulio Vargas o Juan Domingo Perón. Esta influencia fue particularmente nítida en el socialcristianismo chileno, que sobrepasó una concepción moralistas, conservadora y a veces con parentesco fascista, hacia el desarrollismo. Eduardo Frei Montalva se constituyó quizá en el máximo exponente de este cambio. Por su parte, veteranos líderes del socialismo o del liberalismo social como Víctor Raúl Haya de la Torre, Carlos Quijano, Salvador Allende o José Figueres sufrieron un impacto parecido. (2003, p. 45).

[4] Albert Hirschman lo llamó el Manifiesto latinoamericano.

[5] Sobre la trayectoria de Raúl Prebisch y su aporte al desarrollismo latinoamericano ver “Homenaje a Raúl Prebisch” en Revista CEPAL Número 75, diciembre de 2001, Santiago de Chile. pp. 7-114.

[6] En el transcurso del artículo usaremos el término región para referirnos tanto a la unidad supranacional América Latina como a la subnacional Norpatagonia. En el primer caso emplearemos la mayúscula reservando el uso de la minúscula para referir al segundo.

[7] Este documento identificaba sectores exigentes en materia de escala como la producción de maquinaria y equipos, la industria automotriz y la química, cuyo margen de sustitución de importaciones podría ampliarse a través de acuerdos de especialización y complementación industrial (Bielschowsky, 1998; Ramos, 2020).

[8] La Asociación estuvo conformada inicialmente por la Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, México, Paraguay y Perú. En 1961 lo suscribieron Colombia y Ecuador. Cinco y seis años después lo ratificaron también Venezuela y Bolivia. El objetivo de estos acuerdos era la progresiva eliminación de aranceles en vista a la creación de zona de libre comercio.

[9] Río Negro, General Roca, 06/02/1960, p. 4.

[10]Josué de Castro (1908-1973) fue un médico especializado en nutrición, pionero en el estudio de campo de las condiciones de vida de las familias obreras brasileñas. Fue presidente del Consejo Ejecutivo de la FAO (1952-1955) y posteriormente fundó la Asociación de combate contra el hambre (ASCOFAM). Sus libros, Geografía del hambre (1947) y Geopolítica del hambre (1951), fueron traducidos a más de veinticinco idiomas.

[11] Río Negro, General Roca, 07/02/1960, p. 4.

[12] Río Negro, General Roca, 08/02/1960, p. 4.

[13]Político chileno democratacristiano, nombrado embajador en los EEUU durante el gobierno de Eduardo Frei (1964-1970) y candidato a presidente por su partido en las elecciones de 1970 en las que triunfó Salvador Allende.

[14] Río Negro, General Roca, 08/02/1960, p. 4.

[15] Durante el mes de julio de 1961 se organizó en la ciudad rionegrina de Cipolletti un seminario tendiente a informar y discutir los resultados de la “evaluación técnica” realizada por las consultoras privadas contratadas por el Senado. Este foro se transformó en una arena de disputas discursivas que condensaron las argumentaciones en torno al perfil productivo de la región. (Azcoita y Núñez 2014, p. 15).

[16]Obra emblemática del desarrollo hidroeléctrico en la Patagonia, fue planificada en 1950, debatida en profundidad durante la década del ’60 y construida entre los años 1968 y 1970 sobre la cuenca del río Limay, cerca de la confluencia con el Neuquén. (Núñez y Azcoitia 2016).

[17] Río Negro, General Roca, 04/03/1961, p. 1.

[18] Mark Alan Healey sostiene que para el desarrollismo de Frondizi el futuro de la nación pasaba por la exitosa incorporación de todo el espacio nacional al proceso de modernización, el cual sería impulsado, planificado y dirigido por el Estado. Sin embargo, concentró sus esfuerzos en la industria pesada de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba y en la explotación de recursos de energía de Mendoza, Salta y la Patagonia (2003, p. 176).

[19] Río Negro, General Roca, 20/01/1961, p. 2.

[20] Río Negro, General Roca, 20/01/1961, p. 2.

[21] Si bien no hay dudas de que Río Negro era un periódico independiente en los términos que plantea Héctor Borrat (1989), es decir que sólo mantuvo una relación de dependencia estructural con su empresa editorial, será evidente la preferencia del diario por la UCRP. Los intereses del Alto Valle se expresaron mayoritariamente a través de la UCRP rionegrino, tal como se evidenció en los debates que se dieron en el marco de la Convención Constituyente provincial de 1957. Julio Rajneri participó en dicha asamblea en representación de esa expresión del radicalismo y seis años después integraría, al igual que su hermano Norberto Mario Rajneri, el gabinete del gobernador Carlos Christian Nielsen, antiguo intendente de General Roca por la UCRP (Ruffini 2014). El propio Nielsen junto a Enrique Gadano y otros referentes del radicalismo roquense se contaban entre los aportantes del capital que permitió en 1958 que Río Negro pasara de ser un periódico a una publicación de aparición diaria. (Cardona 2015) Se conformaba así un nudo de relaciones en la que se solapaban intereses regionales, empresariales, personales y posicionamientos ideológicos (Azcoitia 2013).

[22] Río Negro, General Roca, 01/06/1960, p. 2.

[23] Río Negro, General Roca, 30/12/1960, p. 2.

[24] Río Negro, General Roca, 02/01/1962, p. 2.

[25] Río Negro, General Roca, 11/08/1963, p. 2.

[26] Río Negro, General Roca, 28/03/1964, p. 2.

[27] Mario Arias Bucciarelli (2014) sostiene que si bien en todas las propuestas proyectadas en torno a la conformación del "Comahue" se incluyen las provincias de Neuquén y Río Negro, dicha región nunca estuvo formalmente institucionalizada, constituyéndose en un espacio de debate, tensión y disputa en el que confrontan y se actualizan nuevas y viejas identidades.

[28] Río Negro, General Roca, 30/04/1964, pp. 8 y 9.

[29] Río Negro, General Roca, 31/10/1965, p. 1.

[30] Río Negro, General Roca, 29/10/1965, p. 1.

[31] La Doctrina de Seguridad Nacional se estructuró en función del enfrentamiento entre el “comunismo internacional apátrida” y el “mundo occidental y cristiano”. En el marco de este conflicto que se desarrollaba más allá de las fronteras estatales, las Fuerzas Armadas transformaron a la nación en “teatro de operaciones” desplegando su potencial represivo sobre el “enemigo interior”, un Otro ideológico que al “mimetizarse” con el resto de la población, debía ser identificado, excluido y posteriormente eliminado (Ansaldi 2004; Mazzei 2012).

[32] Río Negro, General Roca, 13/12/1966, p. 2.

[33] El diario desplegó una estrategia tendiente a instalar en la opinión pública la importancia de las obras de El Chocón-Cerros Colorados y de la movilización de las “fuerzas vivas” como mecanismo de presión (Azcoitia y Núñez 2014).

[34] Río Negro, General Roca, 13/10/1966, p. 2 y 3.

[35] Río Negro, General Roca, 13/10/1966, p. 2.

[36] Río Negro, General Roca, 13/10/1966, p. 2.

[37] Río Negro, General Roca, 19/12/1967.

[38] Río Negro, General Roca, 28/12/1967, p. 10.

[39] Río Negro, General Roca, 28/12/1967, p. 10.

[40] Río Negro, General Roca, 28/12/1967, p. 10.

[41] Río Negro, General Roca, 12/02/1968, p. 10.

[42] Río Negro, General Roca 10/04/1969, p. 10.

[43] El diario reconocía también la existencia de obstáculos locales como la falta de puertos y de provisión de agua en la cantidad que lo demandaba dicha actividad.

[44] Río Negro, General Roca, 11/04/1969, p. 10.

[45] Río Negro, General Roca, 25/09/1969, p. 10.

[46] Río Negro, General Roca, 31/12/1971, p. 12.

[47] Río Negro, General Roca, 31/12/1971, p. 12.

[48] En 1947 Hayek y Mises fundaron la Sociedad del Mont-Pèlerin, una especie de francmasonería, bien organizada y consagrada a la divulgación de las tesis neoliberales, con reuniones internacionales regulares (Anderson 1996).

[49] Río Negro, General Roca, 17/09/1973, p. 10.

[50] Río Negro, General Roca, 10/10/1973, p. 7.

[51] Río Negro, General Roca, 24/09/1973, p. 3.

[52] En 1977 se sancionó la nueva ley de entidades financieras (21526) que dejó las tasas libradas a las fuerzas de mercado. Esto, junto a una modificación de los encajes y un complejo mecanismo de cargos sobre depósitos en cuenta corriente y de pagos sobre encaje de depósitos a interés, generó un desplazamiento de fondos disponibles hacia colocaciones de corto plazo. Esta ley transformó el funcionamiento del mercado financiero loca, lo que sirvió de base para la nueva estrategia de conexión, cada vez más estrecha, entre este y el mercado internacional. (Schvarzer, 1998).

[53] Para 1979 el PBI industrial se había desplomado, experimentando caídas del 32,8% en la producción textil, confecciones y cueros, y del 41% en muebles. Sostiene Azpiazu y Schorr que las ramas productoras de maquinarias y equipos, una de las que lideraron la segunda fase del proceso sustitutivo y donde se concentraron buena parte de los bienes propulsores y difusores del progreso técnico y con mayores eslabonamientos virtuosos se contrajo un 25% entre 1976 y 1983. (2010).

[54] El congelamiento del salario en los primeros tres meses representó una caída del 30% de su poder adquisitivo (Azpiazu, Basualdo y Khavisse, 2004). En este sentido, Mario Rapoport estima que para 1978 el salario promedio equivalía el 53,9 del de 1970 (2006, p. 666).

[55] Río Negro, General Roca, 30/03/1976, p. 2.

[56] Río Negro, General Roca, 28/10/1977, p. 2.

[57] Río Negro, General Roca, 12/11/1977, p. 3.

[58] Río Negro, General Roca, 28/10/1977, p. 2.

[59] Susana Bandieri y Graciela Blanco sostienen que entre 1979 y 1981 la demanda internacional se redujo un 40% en el caso del Brasil y un 20% en el de Europa. En un contexto en el que la liberación del mercado financiero generaron un aumento del endeudamiento a tasas de interés reales muy elevados. (2014, p.134).

[60] Río Negro, General Roca, 09/05/1980, p. 10.

[61]Se estableció un sistema de prefijación de tasas de devaluaciones mensuales en una secuencia progresiva decreciente, con la idea que la inflación interna debería tender a igualarse a la inflación internacional. Sin embargo, durante varios meses las tasas de inflación se mantuvieron sustancialmente por sobre las tasas de devaluación prefijadas produciendo así una significativa sobrevaluación cambiaria (Damill, 2005, p.172-173).

[62] Río Negro, General Roca, 10/08/1980, p. 6.

[63] Río Negro, General Roca, 03/05/1981, p. 3.

[64] James Neilson es un periodista inglés radicado en la Argentina desde 1966, año en el que ingresó al diario Buenos Aires Herald, del cual fue editorialista, columnista político y director, cargo que ejerció entre los años 1979 y 1986.

[65] Río Negro, General Roca, 14/06/1981, pp. 11.

[66] En esta nota el Río Negro cita en forma extensa el artículo “Diálogo acerca de Friedman y Hayek. Desde el punto de vista de la periferia” publicado por Raúl Prebisch en la revista de la CEPAL Nº 15 de diciembre de 1981.

[67] Este libro se publicó 1980 y dió lugar a una serie de programas televisivos que se transmitieron por el canal público estadounidense PBS.

[68] Río Negro, General Roca, 17/01/1982, pp. 4, 5 y 6.

[69] Río Negro, General Roca, 17/01/1982, pp. 4.

[70] Cabe recordar que al comienzo de su gestión, sectores cercanos al presidente Alfonsín manifestaban abiertamente su intención de constituir la “tercera etapa del movimiento nacional”, estableciendo así una continuidad histórica con los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón (Aboy Carlés 2010).

[71] Río Negro, General Roca, 11/03/1984, p. 10.

[72] Río Negro, General Roca, 11/03/1984, p. 10.

[73] El ministro junto a varios funcionarios que conformaban su cartera tuvieron sus primeras experiencias en la función pública durante el gobierno de Arturo Umberto Illia.

[74] Río Negro, General Roca, 18/11/1984, p. 10.

[75] Río Negro, General Roca, 18/11/1984, p. 10.

[76] Río Negro, General Roca, 09/07/1985, p. 10.

[77] Rajneri fue nombrado ministro en 1986, produciéndose por esos meses el único relevo en la dirección del diario de alguien que no perteneciera a la familia fundadora.

[78] Entre sus principales iniciativas, además de la reforma constitucional y el establecimiento de un régimen semiparlamentario, se encontraba el traslado de la capital del país hacia la provincia de Río Negro.

[79] Río Negro, General Roca, 05/10/1988, p.10.

[80] Río Negro, General Roca, 03/10/1988, p. 10.

[81] Río Negro, General Roca, 03/10/1988, p. 10.

[82] Río Negro, General Roca, 05/10/1988, p. 4.

[83] Río Negro, General Roca, 05/10/1988, p. 4.

[84] Río Negro, General Roca, 20/09/1988, p. 10.

[85] Río Negro, General Roca, 31/12/1971, p. 12.

[86] Río Negro, General Roca, 02/09/1992, p.10.

[87] Para Mario Rapoport este programa económico se basaba en tres ejes. El primero era la convertibilidad, la cual se proponía lograr la estabilidad de precios a largo plazo a través de la paridad cambiaria fija y el respaldo total de la moneda en circulación. También constituía un seguro de cambio para los flujos de capital. El segundo era la apertura comercial, tendiente a disciplinar al sector privado impedido de aumentar precios frente a la competencia externa. El tercer eje era la reforma del Estado y, especialmente, el programa de privatizaciones (2006, p. 789).

[88] Río Negro, General Roca, 25/01/1995, p. 12.

[89] Río Negro, General Roca, 25/01/1995, p. 12.

[90] Sostiene Schleifer que el primer paso en esta estrategia empresaria fue la consolidación del diario mediante un proceso de crecimiento vertical, el cual fue posible no solo por la expansión geográfica, publicitaria y tecnológica sino también por la creación de la empresa Distribuidora Curú Leuvú. SA, la que le permitió controlar la distribución, circulación y venta del diario. (2019, p. 73)

[91] A mediados de los noventa se asoció con la empresa Telecom para la explotación del negocio del cable y luego de internet, quedando estratégicamente asociado a Perez Companc S.A, a Stet y a Cable et Radio de France y a JP Morgan. (Schleifer, 2019, p. 76).

[92] Río Negro, General Roca, 29/01/1995, p. 12.

[93] Río Negro, General Roca, 28/12/1967, p. 10.

[94] Río Negro, General Roca, 08/01/1996, p. 12.

[95] La conformación de este bloque comenzó a gestarse a mediado de los ochenta con las conversaciones entre los presidentes Raúl Alfonsín y su par brasileño Tancredo Neves, con el objetivo de iniciar un proceso de integración política y económica. Sin embargo, el encuadramiento nacional-desarrollista de la etapa fundacional fue desplazado en los noventa por la liberación lineal y automática del intercambio, y las decisiones políticas prácticamente desaparecieron de las negociaciones bilaterales (Rapoport 2006).

[96] Río Negro, General Roca, 26/06/1996, p. 12.

[97] Río Negro, General Roca,25/01/1995, p. 12.