Rebelión en la chacra. La huelga de Indupa en Bahía Blanca: prácticas de resistencia y organización obrera (1993)

 

 

Marcelo Jarque(*) y Pablo Becher(**)

 

 

Resumen

 

El presente trabajo describe la huelga de la fracción obrera petroquímica que se produjo en 1993 la empresa Indupa en la ciudad de Bahía Blanca. El conflicto visibilizó la lucha de las comisiones internas y el proceso de disciplinamiento empresarial ante la reconversión productiva neoliberal. En este artículo se analizan las formas de organización y prácticas de resistencia desplegadas por los trabajadores de las comisiones internas y los delegados de base de Indupa en el marco del paro que duró varios meses. A través de la utilización de la investigación cualitativa, fundamentalmente entrevistas semi-estructuradas a actores claves y un análisis de fuentes documentales diversas se planteó un análisis del conflicto para ver su relevancia en el contexto general del movimiento obrero local. Recuperar la experiencia reivindicativa de los trabajadores de Indupa constituyó el principal propósito de esta investigación a partir de considerarla un caso de resistencia singular frente un reordenamiento de la relación capital/trabajo en benefició de las empresas.

 

Palabras clave: Huelga; Indupa; Prácticas de resistencia; Bahía Blanca.

 

 

 

Rebellion on the farm. The Indupa strike in Bahía Blanca: practices of resistance and workers' organization (1993)

 

Abstract

 

This paper describes the strike of the petrochemical labor faction that occurred in 1993 at the Indupa company in the city of Bahía Blanca. The conflict made visible the struggle of the internal commissions and the process of business disciplining in the face of the neoliberal productive reconversion. This article analyzes the forms of organization and practices of resistance displayed by the workers of the internal commissions and the base delegates of Indupa in the framework of the strike that lasted several months. Through the use of qualitative research, fundamentally semi-structured interviews with key actors and an analysis of various documentary sources, an analysis of the conflict was proposed to see its relevance in the general context of the local labor movement. Recovering the vindictive experience of the Indupa workers was the main purpose of this research, considering it a case of singular resistance against a reorganization of the capital/labor relationship for the benefit of the companies.

 

Keywords: Strike; Indupa; Resistance practices; Bahía Blanca.

 


 

Rebelión en la chacra. La huelga de Indupa en Bahía Blanca: prácticas de resistencia y organización obrera (1993)

 

Introducción

 

Durante el gobierno de Carlos S. Menem[1] se generaron profundas transformaciones en las políticas sociales y económicas de la Argentina que implicaron la adopción de un programa neoliberal (Cantamutto y Wainer, 2013). Ante la reconversión del Estado y el aumento de despidos y privatizaciones, numerosas normas laborales buscaron explícitamente la flexibilización en cuanto al uso de la fuerza de trabajo, el aumento de la productividad y la reducción del costo salarial directo e indirecto (Marticorena, 2014; Etchmendy, 2015).

A partir de 1991, un año clave marcado por las derrotas de las huelgas de telefónicos y de ferroviarios a nivel nacional (Pozzi y Schneider, 1994; Bonnet, 2008), decayeron en términos absolutos los niveles de vida de los asalariados y aumentó la pauperización social expresada en alto niveles de desocupación (Torrado, 2010). Hacia mediados de la década, se inició un ciclo de lucha en distintas provincias que adoptaron diferentes expresiones y que afianzaron la relación entre sectores populares, trabajadores y desocupados (Iñigo Carrera y Cotarelo, 1997).

En este escenario se manifestó la reconversión productiva del sector petroquímico en la Argentina, la cual implicó tres procesos articulados entre sí: la privatización de la actividad, la entrada de empresas transnacionales y la profundización de la tercerización en distintas etapas del proceso productivo.

El proceso de privatizaciones afectó contundentemente al polo industrial petroquímico de la ciudad[2] y tuvo un efecto cuantitativo que significó la importante caída del empleo en el sector entre 1991 y 1994 (Gorenstein, Scudelatti y Cerioni, 1995). A su vez se dieron una serie de modificaciones en la gestión del trabajo de quienes permanecieron empleados: por un lado, el incremento de la subcontratación, junto con la reducción de planteles aceleró un proceso de polarización entre empleados directos y trabajadores de empresas subcontratadas; y por otro, los enfrentamientos de las empresas con los sindicatos fueron acompañados de acciones tendientes a individualizar la relación laboral (Fernández Massi, 2018).

Dentro de este marco general, a principios del año 1993 la empresa Indupa S.A.I.C. despidió 78 trabajadores no convencionados. Meses después las empresas se negaron a otorgar una recomposición salarial ya acordada el año previo. La respuesta de tres comisiones internas de las plantas satélites fue convocar a una huelga que duraría dos semanas, del 14 de mayo al 28 del mismo mes, con el acceso al complejo cortado y las plantas paralizadas. La reacción patronal incluyó la declaración de la ilegalidad de la huelga, telegramas de despido, y finalmente, el desalojo con la policía. Finalmente, lograron quebrar la huelga, que terminó con un saldo de 35 despidos, entre ellos gran parte de los integrantes de las comisiones internas, e importantes fracturas dentro del colectivo de los trabajadores. El conflicto, y la manera en la que se resolvió, marcó un clima de época para los obreros del Polo Petroquímico, determinó prácticamente el resultado de las siguientes elecciones sindicales y anticipó las reestructuraciones que vinieron con la privatización subsiguiente.

El presente artículo tiene como objetivo general analizar las formas de organización y prácticas de resistencia desplegadas por los trabajadores de las comisiones internas y los delegados de base de Indupa[3] en el marco de la huelga. A su vez, se examina el rol que tuvo el Sindicato del Personal de Industrias Químicas, y Petroquímicas (SPIQyP) en el desarrollo de la misma. De esta forma se reconocen qué tipo de estrategias generó esta fracción obrera en medio de un proceso de reformas estructurales y de transformaciones de la acción sindical en general (Gómez, 2009).

Entre los conceptos teóricos fundamentales para este trabajo se identifica la noción de enfrentamiento social entre clases sociales como un instrumento dialéctico para observar, analizar la sociedad y comprender su movimiento (Bensaid, 2013). Las clases sociales no se conciben como entidades objetivas determinadas con existencia previa a las relaciones sociales, sino como partes constituyentes de un entrelazamiento o confrontación entre sí, lo que lleva a la complejidad de sus intereses contradictorios en sus diversos grados de desarrollo[4]. En este proceso de enfrentamientos entre fuerzas sociales se generan un conjunto de alianzas en pugna, cada una de las cuales expresan articulaciones de oposición, antagonismo y dominación. Pensar las fuerzas sociales y las clases en la actualidad implica redefinirlas como cuerpos que se producen en situaciones reales, bajo circunstancias espaciales y temporales que portan relaciones sociales y categorías condicionadas por el marco histórico del capitalismo. El ordenamiento de los conflictos sociales y las prácticas de resistencia obrera, nos permitieron visibilizar las estrategias de los diversos sujetos sociales que confrontan entre sí por sus intereses (Pérez Álvarez, 2019, p. 70).

La noción de resistencia en el lugar de trabajo ((Montes Cato, 2017) indica aquellas prácticas sociales, individuales o colectivas, que plantan enfrentamientos directos y “líneas de fuga”, protestas enérgicas u ocultas, oposiciones tradicionales o innovadoras e inesperadas. Esta resistencia permite revelar realidades que pasan desapercibidas y no son captadas por los marcos de referencia clásicos tales como “acción colectiva”, “movilización” o “rebelión”. Su mérito consiste precisamente en una demostración de la vitalidad y la variedad de formas de protesta cotidianas que a menudo son olvidadas o negadas (Calderón y Cohen, 2016, p. 13-15). El uso de esta categoría permite rescatar de la memoria históricamente construida de los propios trabajadores de Indupa aquellas acciones de “rebeldía” que en su momento no consideraron determinantes ni influyentes, por encontrarse por fuera de los marcos de acción sindicales. En general estas acciones se dieron con un mayor o menor grado de espontaneidad y constituyeron un factor preponderante en el proceso de acumulación de fuerza por parte de los obreros, posibilitando una gradual toma de consciencia de sus condiciones laborales e intereses compartidos.

A lo largo de esta investigación se tiene en cuenta la heterogeneidad de la clase obrera (Fernández Massi, 2011) y del grupo de obreros de Indupa en particular, observando las tensiones entre trabajadores, delegados, comisiones internas y estructura sindical local y nacional. Para dar cuenta de las distintas experiencias y formas de organización en los lugares de trabajo, la noción de prácticas de base, es útil para situar la atención en las formas institucionalizadas de las relaciones laborales y el modo en que resultan constitutivas de la acción sindical. Sin embargo, se tiene se considera el doble papel potencial, de signo contradictorio, de las organizaciones de base: por un lado, a través de sus representantes directos y reconocidos institucionalmente, que pueden sostener demandas propias frente a las patronales y ejercer presión sobre los dirigentes sindicales locales, provinciales o nacionales. Por otro lado, se reconoce que las comisiones internas funcionan también como transmisoras de directivas de las cúpulas a los representantes más directos y a la base, convirtiéndose en una instancia de control y supervisión de los trabajadores de base por parte de dirigentes sindicales jerárquicos, que a su vez pueden tener una relación estrecha con el Estado (Basualdo, 2010).

Con respecto a la metodología, el trabajo está guiado por elementos de la investigación cualitativa, a partir de la cual se recurre a la combinación o triangulación de diversos métodos, materiales empíricos y perspectivas para agregar rigor, amplitud y profundidad al análisis del objeto de estudio. De esta manera, se pone en diálogo permanente los diversos tipos de fuentes que integran el corpus documental. Este se compone de testimonios orales y documentos escritos producidos por los propios protagonistas, como también publicaciones periódicas de la época del archivo del diario La Nueva Provincia, y documentación sindical,[5] que fueron registrando la evolución de los hechos estudiados. No se puede dejar de observar que este tipo de fuentes son construcciones que aportan una visión de la realidad mediatizada por experiencias e intereses propios de cada persona o actor político. Por ello resulta necesario que el investigador no se limite a describir los hechos sino a darle un sentido al cuerpo documental y realizar interpretaciones y posibles hipótesis (Vasilachis de Gialdino, 2006, p. 21- 61).

El abordaje de la historia oral (Benadiba y Plotinsky, 2005; Pozzi, 2012) como una de las metodologías específicas de investigación socio-histórico permite reflexionar y reconstruir fuentes orales propias a partir de las entrevistas realizadas. Estas se realizaron de forma semiestructurada a cuatro obreros que participaron en el conflicto desde su rol de delegados de comisión interna y las preguntas giraron en torno a los siguientes ejes: cargo dentro de la empresa, espacio de militancia y formas de participación política practicada, experiencias de lucha previas, consideraciones generales sobre el sindicalismo, y mirada retrospectiva sobre los resultados de la huelga.

El tamaño de la muestra fue limitado por el punto de saturación sobre la temática propuesta, donde comienzan a repetirse las descripciones de las mismas acciones y observaciones. Para ello resultó propicia la utilización de la técnica de “bola de nieve” (snowball) que permitió el contacto con informantes clave que dieron la llave para conocer a las personas que fueron entrevistadas, y que a su vez ofrecieron otros contactos.

La investigación se complementa con el análisis de la conflictividad y de fuentes documentales, archivos personales, fotografías, recortes periodísticos, archivos de la empresa y actas sindicales.[6] Con respecto a las fuentes periodísticas locales, se utilizó específicamente el archivo del diario La Nueva Provincia (1993), correspondiente al periodo inmediatamente anterior a la huelga y durante la misma. Estos documentos proporcionan información válida y fiable sobre el tipo de acción, la localización, fecha del evento, la identidad general, y algunas características generales del perfil social de los participantes. La realización de este trabajo heurístico e interpretativo requiere una vigilancia epistemológica permanente debido a las expresiones políticas de las que forman parte los documentos periodísticos (Franzosi, 2017).

Esta investigación pretende ser un aporte a la historiografía sobre el movimiento obrero en la ciudad de Bahía Blanca (Cernadas y Marcilese, 2012; Zapata, 2014; Becher, 2018). En segunda instancia se propone complejizar los estudios hasta ahora realizados acerca de las transformaciones económicas neoliberales de la década de 1990, destacando el rol de los trabajadores como sujetos contendientes en el marco de la lucha de clases. Analizar las prácticas de resistencia obrera en el marco de una conflictividad particular constituye el punto de ingreso a la investigación más operativa para conocer el desarrollo y conformación de la clase obrera y las diversas formas organizativas, ya sea a nivel social, sindical o político. Por otro lado, se pone en discusión el complejo concepto de derrota obrera (Ghigliani, 2008; Pérez Álvarez, 2015), examinando de qué forma se produce la correlación de fuerzas sociales en ese momento en la región y que significado tuvo para el conjunto de esta fracción obrera en particular. La estrategia como “sentido o tendencia general de lucha” (Iñigo Carrera, 2011), se presenta en este trabajo relacionada con las prácticas y experiencias que los trabajadores llevan a cabo en sus espacios de trabajo y que permiten abordar concretamente los procesos de construcción de la representación gremial y la constitución de los colectivos reivindicativos (Soul, 2012). A su vez, es un concepto útil más allá de los recursos propios con los que cuentan los obreros para distinguir y reconstruir sus opciones y alternativas de dirección política al interior del movimiento obrero (Cambiasso, 2014).

 

Indupa: breve desarrollo de su esquema productivo y de la organización sindical interna

 

Indupa deriva su nombre de Industrias Químicas Patagónicas Argentinas, formó parte de las Industrias Richard[7] que se instalaron en Cinco Saltos en la década de 1940. Inicialmente se dedicó a la elaboración de plaguicidas e insecticidas, lo que originó una amplia demanda de mano de obra.[8] En 1961, comenzó con la producción de PVC, participando en un 40% del mercado nacional. En la década del 70 exportaba cloro líquido a una papelera de Chile.

El constante crecimiento logró materializarse en 1975 cuando fue invitada por la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM) a participar en la instalación del Polo Petroquímico de Bahía Blanca (PPBB), proyecto que se venía gestando con YPF y Gas del Estado con la idea de proveerse de petroquímicos básicos e intermedios (Gorenstein, 1991). Para ese entonces ya era una industria de capital nacional ya que en 1974 Richard compró el paquete accionario de la Rhone.[9]

La participación de Indupa en la estructura del complejo PPBB, fue muy importante. De la planta de policloruro de vinilo (PVC), era titular absoluto INDUPA SAIC. De la planta de cloruro de vinilo monómero (CVM) participaba junto con Viniclor S.A. en un 70%; de la planta de polietileno, cuyo titular era Petropol, controlaba junto con Prolefinas S.A. un 70%, lo mismo ocurría con la planta de soda y otros compuestos, Induclor S.M.. En todas ellas participaba DGFM con un 30%. Las plantas de Indupa, Induclor y Petropol, recibieron el financiamiento externo de importantes bancos privados y en orden interno del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE). Luego de una paralización en las obras producto de la interrupción de los préstamos provenientes de este banco, a fines de 1986 y principios de 1987, se pusieron en marcha las plantas de cloruro de vinilo, de monómeros vinílicos y de PVC de Indupa SAIC en el Polo.[10]

En 1992, Indupa atravesó una debacle financiera por el arrastre de pasivos globales de 590 millones de dólares, de los cuales U$350 millones debía al Estado, por lo cual la empresa se presentó a concurso preventivo de acreedores. Ese año dejó de producir y comenzaron los despidos de 300 obreros y los retiros voluntarios que, si bien fueron indemnizados con una importante masa salarial, ese capital se vio diluido en inversiones poco rentables (Pascal, 2019).

En 1994, cuando entró en junta de acreedores, se decidió la capitalización de la deuda. El Estado capitalizó 388 millones de dólares, obteniendo en 51% de las acciones mientras que el resto quedó en manos de Richard, que pasó a ser un accionista pasivo. En 1995, el Estado privatizó a la empresa libre de deuda e YPF, Itochu y Dow Chemical adquirieron el mayor paquete accionario. En 1996, la empresa fue vendida a la compañía belga Solvay por 91 millones de dólares. La planta de Cinco Saltos la enajenó inmediatamente, quedando en manos de Imextrade, de capitales nacionales. A este cambio de propiedad le siguieron más despidos y cierre de plantas en un contexto de crisis de la fruticultura, la privatización del Banco Provincia y decadencia de otras actividades locales. La grave situación llevó a que el Consejo Municipal declarara la “emergencia social y económica de Cinco Saltos”. Imextrade quedó produciendo sólo PVC con insumos de Bahía Blanca, lo que resultaba poco rentable y lo realizó hasta el año 2000 (Odisio, 2008).

En el sector químico existe una importante heterogeneidad en cuanto a la estructura productiva, con sectores altamente concentrados, como la industria petroquímica, y sectores con mayor predominio de las pequeñas y medianas empresas, productos de limpieza y cosméticos. Las principales empresas del sector se encuentran nucleadas en la Cámara de la Industria Química y Petroquímica (CIQyP), creada en 1949.

Por su parte, la organización sindical se encontraba fragmentada. Tradicionalmente existió una sola federación química, la Federación Argentina de Trabajadores de Industrias Químicas y Petroquímicas (FATIQyP), creada en el año 1950, pero durante las últimas décadas del siglo XX se produjeron una serie de rupturas que modificaron el mapa sindical del sector, como la des-federación del Sindicato del Personal de la Industria Química y Petroquímica de Zarate en 1998 y del Sindicato del Personal de Industrias Químicas, Petroquímicas y Afines de Bahía Blanca en el año 2000. Estos procesos de des-federación se habrían debido, según entrevistas realizadas, al mayor poder de negociación de los sindicatos de los “polos productivos”, en virtud del alto grado de concentración de las empresas allí situadas (Marticorena, 2017).[11]

El principal sindicato con actuación en el complejo petroquímico ha sido el Sindicato del Personal de Industrias Químicas, Petroquímicas y Afines (SPIQPyA), fundado en 1947. Es un sindicato local y su ámbito de actuación comprende Bahía Blanca y la región sudeste, y negocia a nivel de empresa. En el período bajo estudio fue el sindicato que representó a trabajadores de PBB y de las plantas satélites, con comisiones internas en cada una de ellas (Fernández Massi, 2018).

 

Los antecedentes de la huelga

 

El período que abarca desde el año el año 1991 hasta la huelga de mayo 1993 se encuentra marcado por los efectos de la difícil situación económica que la industria petroquímica atravesó tanto a nivel internacional como local y la debacle financiera de Indupa acentuada por la implementación de las políticas neoliberales y desregulatorias.[12] En ese marco las empresas petroquímicas llevaron adelante un conjunto de estrategias tendientes a sostener la rentabilidad: la privatización de la actividad; la entrada de empresas transnacionales;[13] y la profundización de la tercerización en distintas etapas del proceso productivo, acompañada de una importante reducción de planteles.

Durante estos años las comisiones internas de delegados asumieron una posición defensiva que incluyó realizar acciones destinadas a lograr incrementos salariales, detener despidos y reclamar mayores niveles de seguridad, en algunos casos con participación de dirigentes de la comisión directiva del SPIQyP y en otros de manera autónoma.

Uno de los cambios en la gestión del trabajo significó el intento por parte de la empresa de extender unilateralmente la carga horaria laboral y así lo relató uno de los obreros entrevistados:

 

En septiembre de 1991 la empresa encara una “restructuración” en sus plantas, que afecta a un 20% aproximadamente de su personal bajo convenio. Esta restructuración afectó fundamentalmente a los sectores de producción donde se pasó de trabajar con 5 turnos a 4 turnos, significando esto un aumento en la carga laboral de los trabajadores […] La restructuración se realizó vía “retiros voluntarios” sin mayor oposición por parte del sindicato. Este aumento de la productividad (las fábricas producían la misma cantidad de producto) no fue acompañada por un aumento en las remuneraciones de los trabajadores” (Manuscrito personal de JR, delegado de planta, consultado el 25/2/2021).

 

El 10 de diciembre de 1992 Indupa, Induclor y Petropol emitieron una carta documento en respuesta a una carta anterior del sindicato en donde expresó:

 

En respuesta a su carta documento N° 1181 del 24/11/92 hacémosle saber que es la intención de las Empresas continuar con las negociaciones de flexibilización laboral que oportunamente iniciáramos, y que se encuentran desarrollándose en la actualidad. Con relación al incremento salarial requerido, las empresas no se encuentran actualmente en condiciones de acceder a dicha solicitud, por lo que quedará supeditado al logro de los objetivos mínimos necesarios para asegurar la continuidad operativa. Respecto a la información requerida, prepararemos la documentación para dar una acabada visión de la situación económica-financiero de la Empresa (Carta documento de Indupa SAIC, Induclor SA, Petropol SA, 10/12/1992).

 

El 21 de enero mediante una carta documento dirigida a Raimundo Richard, el gremio junto a las comisiones internas de Indupa, Petropol e Induclor, comunicaron el comienzo de un plan de lucha “hasta ver satisfechas las demandas y promesas detalladas anteriormente”. Estas comprendieron el pago de distintas gratificaciones (por día del trabajador petroquímico; adicional por colaboración; gratificación anual), y horas descontadas por adherir a la huelga nacional del día 9/11/1992.[14] Además negaron la existencia de “negociaciones de flexibilidad laboral” en curso e hicieron un resumen detallado de la discusión salarial desde el mes de septiembre (Carta documento del SPIQyP, 21/01/1993). De esta forma, el 22 de enero, se llevó adelante un paro en las cuatro plantas del grupo Indupa desde la 1 am, que promediando la tarde se suspendió bajo la promesa de una nueva reunión entre las partes a realizarse en los próximos días.[15]

El día 26 de febrero de 1993 un grupo de 78 empleados del grupo Indupa fueron despedidos, en su mayoría jerárquicos del área administrativa de Capital Federal, y también técnicos, supervisores y porteros en el área local. Dichos trabajadores, que no tenían gremio que los represente, fueron echados en el marco de la Ley de Contrato de Trabajo 20744, que contemplaba “causas de fuerza mayor” por falta de trabajo y rentabilidad empresarial.[16]

Luego de dos años en los que la empresa Indupa comenzó una restructuración productiva que implicó cambios en la gestión del trabajo que significaron una mayor carga laboral y achique de personal, los trabajadores además percibieron la pérdida de valor su salario y avizoraron que la privatización podía acentuar los efectos. Así lo relataron JR y RH:

 

Empieza a haber un proceso de estancamiento en los salarios. Los salarios están, antes de que se desate el conflicto del 93, llevábamos dos años sin modificar el salario. Dos años de estancado […] se llega por dos años de no haber recomposición salarial. Eso es lo principal. Pero siempre hay un detonante. Esos detonantes son las boludeces, forreadas, intentos de sanciones por boludeces, micro, el diferimiento de un pago. Y en otro momento de esa escalada, los tipos contratan a un personaje que venía a cumplir el trabajo de desparramar gente. El hombre este, se llamaba de apellido Rico, Rubén Rico. El tipo venia de hacer ese trabajo en otros lugares del país” (Entrevista a JR, delegado de planta, 30/11/2020).

 

A la huelga por tiempo indeterminado se llega en el mes de mayo de 1993 tras un período en el que las comisiones internas de delegados tuvieron experiencias de lucha y protagonizaron medidas de fuerza en los lugares de trabajo que, con mayor o menor nivel de organización obrera, cimentaron su liderazgo y confluyeron en un proceso de acumulación de fuerza que los llevó a liderar el conflicto.

 

La huelga de mayo de 1993: conflictividad en ascenso

 

El día 14 de mayo a las 21 horas tras una asamblea presidida por la comisión directiva del Sindicato de Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas (SPIQyP) se resolvió iniciar un paro por tiempo indeterminado, medida que comprendió a aproximadamente 350 operarios de las plantas de Induclor, Petropol e Indupa. La negativa a acompañar la medida por parte de los obreros de Monómeros Vinílicos, Petroquímica B.B. y Polisur, cuyos trabajadores se encontraban también representados en SPIQyP, y la falta de estímulo por parte del gremio para que sí lo hicieran debilitó la huelga desde un comienzo.

La medida consistió en cumplir los turnos rotativos de trabajo programados por razones de seguridad, pero permanecer en los accesos a las plantas interrumpiendo el paso y obstaculizando aquellas actividades que no fueran imprescindibles. A partir de la creación de un fondo de huelga para recibir donativos de víveres y dinero se dejaron notar algunos apoyos individuales y de organizaciones tales como el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST).

El día 19 se realizó una movilización a las 18 horas por las calles céntricas de la ciudad, a la que fueron invitados a participar trabajadores, familiares e instituciones gremiales, entre las cuales estaba una delegación local de la CGT, Sindicato Único de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires, el Sindicato de Petroleros y Gas Privado de Bahía Blanca.

El 20 de mayo un sector de la gerencia de Indupa formalizó una denuncia penal contra los huelguistas por la presunta comisión del delito de usurpación, a partir de la cual se hicieron presente personal de policía, infantería y bomberos. Producto de este amedrentamiento, los trabajadores accedieron a realizar la apertura, aunque manteniendo su actitud respecto al no ingreso de personal contratado, con el argumento de que estos no tenían la capacitación suficiente y representaban un riesgo para la población colindante. Por otra parte, el mismo día el paro pasó a tener carácter de ilegal, por lo que debían suspender todas las medidas de fuerza.

El 21 de mayo la empresa emitió 75 nuevos telegramas de despidos, más de un centenar de intimaciones a volver a los puestos de trabajo, y una propuesta consistente en un incremento salarial a partir del 1 de agosto a cambio de acatar una mayor flexibilización en el régimen de trabajo.

El 22 una asamblea de afiliados rechazó la oferta de la empresa presentada el día anterior y elaboró una contrapropuesta consistente en un aumento salarial mínimo, reincorporación de la totalidad del personal despedido, pago de los salarios caídos e implementación de un plan de retiro voluntario.

Sobre la mediación de los líderes sindicales de la CGT, JR respondió “estuvo Ponce,[17] Brunelli,[18] a estos tipos toda esta movida juvenil de asamblea, les caía un poco gorda, no querían saber nada, tenían otro tema en la mano. Y venían para cumplir un poco y ahí terminaba la cosa.” (JR, 30/11/2020).

El lunes 24 de mayo, mediante una nueva asamblea realizada en el playón de ingreso, rechazaron una nueva oferta empresarial consistente en un aumento salarial mínimo de 150 pesos con posibilidad de alcanzar un techo máximo de 250, en función de productividad. Asimismo, propiciaba la adecuación del régimen de flexibilización laboral, conforme a las pautas vigentes en Polisur y Petroquímica Bahía Blanca. Por su parte, la empresa confirmó la ruptura del diálogo y el envío de intimaciones a 200 trabajadores.

El 25 de mayo el número de despedidos ascendió a casi 300 y como herramienta para quebrar definitivamente la huelga, la empresa abrió un registro de inscripción para reemplazar a los obreros cesanteados, y comunicaron que cerca del mediodía se llenó el cupo inclusive con alguno de los despedidos anteriormente. Además, entrada la noche los convocaron a hacerse presente en el lugar de trabajo, con la excepción de 35 trabajadores, entre ellos mayoría dirigentes de base.

El 28 a las 16 horas se realizó una nueva asamblea con cerca de 200 trabajadores para decidir los pasos a seguir, a la que no asistió la totalidad de los afiliados ausentándose aproximadamente 100 trabajadores. Esta situación junto con la noticia de que otros compañeros retornaron a sus puestos de trabajo marcó el quiebre definitivo de la unidad, llegándose a la determinación de suspender la medida de fuerza el día 29.

El acuerdo logrado fue rescatado por el diario: incremento salarial de 150 pesos a partir del 1 de agosto con posibilidad de alcanzar un techo máximo de 250 por productividad; aceptación del régimen de flexibilización laboral, similar al de PBB y Polisur; reincorporación de todos los despedidos a excepción de los 35 señalados por la empresa; el personal cesanteado recibiría una indemnización graciable, de acuerdo al 100% correspondiente por ley; las reincorporaciones contemplarían derechos por antigüedad y categoría.

 

Análisis de las prácticas de resistencias y el poder de negociación obrera

 

Durante el periodo que transcurre entre los años 1991 y 1993 se produjeron una serie de antecedentes en forma de pequeñas acciones que comprendieron marcas de un proceso de lucha que se gestaba y confluyó en un conflicto que implicó un paro por tiempo indeterminado. Algunas de estas prácticas de resistencia expresaban la relación de este sector con tradiciones propias de la militancia de izquierda y de repertorios clásicos de lucha obrera (como los sabotajes, el trabajo a desgano, la lucha clandestina y repentina), pero también se expresaron como innovadoras acciones de conflictividad en un contexto de marcado disciplinamiento.

 

Por ejemplo habían prometido un aumento para nosotros, ese gris que éramos instrumentos y laboratorio, entonces habían prometido que iba a ser para tal fecha, entonces para esa fecha no se cumplía el aumento, y los muchachos llevaban una torta, y celebraban el cumple mes del no cumplimiento. Invitaban a todo el mundo con torta, y “que lo cumplas feliz, que lo cumplas feliz”, y al mes siguiente lo mismo… (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

Este suceso que en sí no interrumpió ningún proceso productivo ni tuvo un carácter abiertamente confrontativo, pero implicó un acto formador de conciencia de una condición compartida por los obreros y una señal para la empresa de que el conflicto podía llegar a cobrar mayor nivel de trascendencia.

Así como estos casos manifestaron descontentos que se dieron de manera más autónoma y sin intervención gremial, existieron otros en los que actuaron representantes. El siguiente también fue comprendido como “microresistencia”, esta vez con la injerencia de un delgado de base:

 

De la misma manera que también teníamos que ante el intento de obligar a compañeros a trabajar en condiciones que resultaban inseguras el delegado se abrazaba al comando de la máquina y se quedaba ahí por horas hasta que se resolviera la situación. Tenían un cableado de alimentación, y los cables estaban en el piso, 380, esa es una condición insegura en lugar donde caen cosas de fierro […] Se llamó al delegado, “el delegado que esté, viene, y es él que dice que no se hace”. Viene, se pone en frente, y el supervisor le decía “manejá la maquina” y el delegado se abrazaba al comando y no lo dejaba trabajar. Y al día siguiente se pusieron todos los carritos. 24 hs (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

Este acto de resistencia que implicó una acción individual por parte de un delegado y que según el testimonio se dio de forma espontánea, consistió en una forma innovadora de protestar ante la falta de condiciones de seguridad.

Durante la huelga, no todos los trabajadores de las plantas vecinas se plegaron. Sin embargo, la industria vio interrumpido su normal funcionamiento ya que el proceso productivo se daba en cadena y dependía del trabajo de las demás plantas. La capacidad estratégica (Womack, 2007) de la fracción obrera en conflicto se relacionaba con su lugar clave en el proceso productivo, dada por su capacidad para interrumpir el proceso colectivo e interrelacionado de la industria en cuestión. Esto le otorgaba un poder de negociación invaluable: para la empresa la parada de planta implicaba un grave costo económico valuado en millones de dólares por día. La huelga en la planta por 12 días, esbozada en una lógica económica- corporativa, podía trascender hacia otras empresas petroquímicas, y el apoyo de otros gremios y partidos políticos generaba el temor de que la medida se extendiera en el tiempo.

Si bien las posiciones estratégicas no explican las tácticas y las estrategias sindicales, constituyen el punto de partida para el análisis de las acciones del movimiento obrero. Wrigth (1984), formula que el poder posicional[19] potencia el poder asociativo, pero sin este último el poder posicional se torna inefectivo en la negociación. Así, la organización es un requisito necesario para hacer efectivo el poder posicional y es en este aspecto donde se detuvieron las personas entrevistadas al ser consultadas sobre el dónde residió su capacidad asociativa:

 

No podían imponer su voluntad como hacían antes. O sea que tenían que disputar el poder de decisión. El poder dual, si lees marxismo. A partir de mañana entran a las 6 y cuarto, por decirte algo. No, ¿por qué? Entonces no podían aplicar eso. Tenían que venir a discutir con nosotros. Y decían “muchachos paren un poco (Entrevista a RH, delegado y militante, 25/11/2020).

 

O sea nosotros al principio lográbamos conquistas, veníamos ganando cosas. Nosotros habiéndonos mantenido como dirigentes de planta. Nosotros ganamos dos elecciones. La segunda elección nos votaron hasta los que los de la lista que nos enfrentaban […] En ese momento éramos muy fuertes. O sea éramos fuertes para defender un despido arbitrario, éramos fuertes para rascar, nosotros logramos un acuerdo propio particular de la empresa, con los francos, histórico. A vos te llamaban a trabajar un franco y te ganabas la guita de medio mes (Entrevista a AT, delegado y militante, 15/12/2020).

 

La conciencia del poder asociativo con el que contaban las comisiones internas en esa coyuntura, los llevó a la conclusión posterior de que la huelga por tiempo indeterminado no fue la mejor forma de llevar adelante la lucha:

 

Con el diario del lunes una huelga por tiempo indeterminado fue un error. Teníamos en claro nuestra capacidad de convocatoria, teníamos en claro nuestra disciplina interna, pero en condiciones más o menos normales, no en condiciones extremas. Nunca ninguno de nosotros había estado en algo parecido, un paro por tiempo indeterminado. Teníamos un escenario que tenías que pelearte con el gobierno, con la empresa, con el sindicato simultáneamente, y con la opinión pública. No, no era. (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

Los trabajadores perdieron el poder de negociación fundamentalmente cuando su poder asociativo, representado en el mandato de la asamblea, se desarticuló, producto de que algunos de los propios afiliados al sindicato retornaron a sus puestos de trabajo de manera individual. En este sentido, la huelga corporativa no alcanzó una dimensión de concientización política en el conjunto obrero, debido a distintas razones: ya sea por el intenso proceso represivo y de control empresarial, la falta de apoyo gremial y político más amplio, pero también a errores en la propia dirección de la comisión interna al formular un proceso de lucha que llevó al desgaste y el retroceso de un sector obrero movilizado. Las estrategias de confrontación obrera permitieron contraponerse a la ofensiva empresarial de reestructuración económica pero con el grave costo en bajas sociales, con suspensiones y despidos importantes, que tuvieron como destinatario principal desalentar moralmente cualquier tipo de lucha de los trabajadores.

 

Aspectos generacionales[20] y relación sindical

 

Una de las principales características que señalaron los entrevistados sobre sus primeros años en el Polo Petroquímico fue el bajo promedio de edad de los trabajadores y la baja o casi nula experiencia de lucha previa que traían consigo, por lo que cualquier forma de organización obrera y construcción gremial resultaba nueva para la mayoría de ellos. Este aspecto se contraponía a algunos de los obreros que fueron delegados y dirigentes de esa huelga, que habían tenido algún tipo de militancia ligada a espacios políticos de izquierda como el Movimiento al Socialismo[21] o el Partido Comunista, por lo que sus observaciones sobre sus compañeros de base estaban teñidas de la relación con la conciencia de clase alcanzada o no. Por otro lado, su visión del derrotero alcanzado en la huelga también fue diferente, en general como una etapa transicional y oscilante del movimiento de la clase obrera. En esa dinámica de pequeños triunfos y grandes derrotas lo importante era alcanzar a futuro la revolución social.

 

No hay una discusión, salvo en algunos que era interesante, cuando te descubrías con alguno que podía sostener alguna discusión un poco más ideológica, la otra era netamente, también ideológica, pero de defensa, de lo propio. Además hay otra cosa, la edad. La media era de 29 años para el 93, o sea que para cuando yo entré la media estaba en 23, 24 años (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

El locus del trabajo fue señalado como el primer lugar donde se produjeron las charlas y debates en torno a la organización gremial, lo que de por sí tiene un carácter disruptivo destacable:

 

Sí, muchas reuniones, que no tienen un ámbito, como decirte nos juntamos en empleado de comercio. No. Es en el lugar donde tomás mate, el lugar donde te juntaste con los de laboratorio a ver una muestra. ¿Qué rol de cada uno? No sé, todos activamos. Esas discusiones nosotros las sostuvimos, sí, con varios, y el conjunto, estamos hablando de unas 20 personas en instrumento y otras 15 en laboratorio, ese conjunto pasa a afiliarse. […] te va llevando la realidad, la cuenta la sacás solo. Si te quedás por fuera del convenio el día que se les ocurre echar a uno, te echan a uno de los tuyos, no uno que está dentro del convenio (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

El análisis de las actas de audiencia en la Subsecretaría del Ministerio de Trabajo, durante el periodo de 1991 a 1993, en donde participaban directivos del gremio y delegados de la comisión interna, y las entrevistas a actores clave, demuestran que la relación entre las bases y la dirigencia sindical (llamada peyorativamente burocracia[22]) nunca fue plenamente confrontativa sino que en ciertos momentos fue de convivencia:

 

Así que todo el periodo previo está en esa, hay quites de colaboración, hay reuniones dentro de planta, en algún caso hay algún paro, luego vía secretaría se vuelve para atrás. Se trabajaba mucho con el Ministerio de Trabajo. En el Ministerio estaba el turco Simón. Ellos fueron muy permeables a los planteos nuestros, ahí si necesariamente jugábamos con el sindicato. Nosotros formábamos parte de las comisiones internas pero la representación legal no la tiene la comisión interna. En ese momento nosotros trabajábamos con la comisión directiva manteniendo cierta convivencia. De toda la comisión nuestro interlocutor más cercano era el turco Saade, Adalberto Saade.[23] Con el resto de la comisión había reticencia (Entrevista a JR, 30/11/2020).

 

En este sentido, la relación entre las bases y sus cúpulas sindicales expresaba una convivencia compleja, donde la confrontación con la burguesía empresarial marcaba el ritmo de los enfrentamientos internos. En algunas ocasiones podían surgir diferencias entre los delegados de comisión interna y los afiliados, con líneas contradictorias y que se corregían por el método de consulta adoptado.

 

Se discutía todo. Nosotros íbamos sector por sector. Había 4, 5 sectores. Estaba mantenimiento, estaba suministros, producción, vertram y embolsados. Eran los 5 sectores. Íbamos en cada turno a cada sector, y hacíamos la discusión […] Muchas veces fuimos con la línea equivocada, pro-patronal, sin darnos cuenta. Nos agarraban los changos, nos pegaban 4 cachetazos, y salíamos a acomodar el discurso. O sea que nos educábamos todos. Ellos y nosotros, aprendimos muchísimo (Entrevista a RH, 25/11/2020).

 

La forma de organización que privilegiaron las comisiones internas fueron las asambleas con la participación de los afiliados y el fomento a la discusión permanente. Señalaron que así lograron mayor conexión con las bases y pero a la vez se distanciaron con la dirigencia del sindicato y la CGT:

 

Estábamos enfrentados. Teníamos discusiones, no te voy a decir feroces pero si discusiones. Nos odiaban porque hacíamos asamblea. Decía: “eh ustedes siempre asamblea, asamblea. […] Quería que nosotros decidamos, “¿para qué vas a ir a discutir con la base? Decidamos nosotros”. ¡Pero no! “el plenario es soberano”. Sí, pero la asamblea es más soberana que un plenario. Escuchemos a todos. Y eso si ha sido un gran éxito, lo mejor que hemos hecho es lo democrático que hemos sido. Nunca impusimos una línea, la discutimos, defendíamos nuestras posiciones, pero si los compañeros veían que estaba mal se decidía, si era necesario se iba a asamblea. Hicimos todas las asambleas necesarias” (Entrevista a RH, 25/11/2020).

 

Es así que la asamblea de afiliados con la asistencia de las bases casi en su mayoría, las comisiones internas de Induclor, Petropol e Indupa, y la comisión directiva del sindicato, fue la herramienta que decidió comenzar la huelga por tiempo indeterminado. Su mandato no fue respetado por las comisiones internas de la planta de Monómeros Vinílicos, y tampoco adhirieron Petroquímica B.B. y Polisur, cuyos trabajadores se encontraban también representados en SPIQyP. Además resaltaron que por parte del sindicato y la CGT nunca recibieron el apoyo para extender la medida:

 

El sindicato y Magariños[24] nos dejaron solos no parando el Polo, e iban a la noche a mirar el paro. Nos mandaban gente de noche, a decir “por qué no lo levantan”, todo un manejo, estaban como locos. Y bueno en el paro estuvo toda la plana mayor de la CGT, estuvo Brunelli “ustedes van a perder” sutilmente. Dijo “nunca hemos ganado un paro por tiempo indefinido”. Entonces yo me acuerdo que ahí dije “bueno sería hora que levantemos el paro nacional, que es lo que estamos necesitando todos los trabajadores (Entrevista a RH, 25/11/2020).

 

Durante la huelga a medida consistió fundamentalmente en cortar los accesos a las plantas impidiendo toda actividad que no sea imprescindible para la seguridad. Para cubrir las 24 horas de ocupación se dividieron en turnos diurno y nocturno, y se instalaron carpas para resistir las condiciones climáticas. Por otra parte, se realizaron dos movilizaciones por las calles céntricas de la ciudad, el 19 y el 25 de mayo, con el fin de visibilizar la protesta e interpelar al intendente.

Finalmente, la huelga fue quebrada cuando el mandato de la asamblea perdió el poder ser representativa para algunos empleados que de forma independiente retornaron a su trabajo. Esto se manifestó el 28 de mayo:

 

Salió así: por seguir con la medida de fuerza 118, por no seguir 67, y abstenciones 10 […] Siendo las 7 de la tarde nos enteramos que en Petropol han entrado 8 de los nuestros, es decir que vamos a estar totalmente quebrados. Además de esta situación, no vinieron a la Asamblea la totalidad de la gente, nos faltaron alrededor de 100 personas y no sabemos si se han contactado con los supervisores o se han anotado en Güemes 45. Así que se charló con la gente de comisión interna y se llegó a la conclusión de que vamos a negociar los 35 (Relato de GC del archivo personal de JR, 27/5/1993, p. 6).

 

Estos métodos de acción directa revelan por un lado una alta predisposición a la puesta del cuerpo en el enfrentamiento con la patronal, pero también la rápida asimilación por parte de los jóvenes obreros de un repertorio de protesta de tradición cultural obrera y una estrategia de confrontación permanente para alcanzar no solo reivindicaciones concretas, sino un mayor nivel de conciencia política. La huelga cobró una relevancia particular más allá de su sentido economista y resultó un indicador excepcional (Santella, 2009) del grado de fuerza de clase que tenía esta fracción obrera. Por otra parte, la estrategia de confrontación se vio articulada con la búsqueda de alianzas políticas por parte de la Comisión Interna. Las movilizaciones en el centro de la ciudad buscaron el consenso de la población y proyectaron la construcción de una fuerza social ampliada que enfrentara la posibilidad de una represión. En este sentido, es posible examinar de qué forma más allá de los determinantes estructurales de la clase y su poder asociativo (Wright, 2000) se dio lugar a una construcción de poder sindical desde las bases. Sin embargo, la discontinuidad de la lucha producto del aislamiento de la huelga motivó una negociación que mejoró algunas condiciones de trabajo a cambio del despido de los actores más radicales.

 

Conclusiones

 

En un escenario de crisis capitalista y reconversión productiva del sector petroquímico en la Argentina, la profundización de los despidos y la reorientación hacia el mercado interno se convirtieron en estrategias del capital empresarial para mantener una rentabilidad que le permitiera sobrevivir a la competencia. La subcontratación y la reducción de planteles aceleraron un proceso de polarización entre empleados directos y trabajadores de empresas subcontratadas; y por otro, los enfrentamientos de las empresas con los sindicatos fueron acompañados de acciones tendientes a individualizar la relación laboral.

Ante la implementación de estrategias empresariales tendientes a reducir costos, durante el periodo que transcurre entre los años 1991 y 1993 las comisiones internas de las plantas del grupo empresario en el Polo Petroquímico Bahía Blanca, asumieron una posición defensiva que incluyó realizar acciones destinadas a lograr incrementos salariales, detener despidos y reclamar mayores niveles de seguridad, en algunos casos con participación del SPIQyP y en otros de manera autónoma. A partir del estudio de fuentes que incluyeron actas sindicales y entrevistas orales realizadas a los propios protagonistas, se pudieron registrar hechos de conflictividad que para los propios trabajadores no revistieron mayor significancia, pero para la investigación comprendieron prácticas de resistencia a un esquema laboral que percibieron como autoritario y que avanzaba sobre sus derechos.

A través de cambios en las formas de conducción gremial, mayores niveles de organización y conquistas específicas, las comisiones internas de delegados experimentaron un proceso fortalecimiento de su poder de negociación, surgido tanto de factores estructurales como asociativos que los llevó crecer en la confianza de las bases y disputar a la empresa el control de las plantas. El poder estructural devino de la “posición estratégica” dada por su capacidad para interrumpir el proceso colectivo e interrelacionado de producción, mientras que el poder asociativo consistió en la unidad de acción derivada de la organización colectiva, la cual se basó en el desarrollo de asambleas con participación de los afiliados y el fomento a la discusión permanente.

La “derrota” de la huelga significó un quiebre que marcó a fuego la memoria obrera y la continuidad de muchos de los activistas de ese período. La huelga perdió fuerza y muchos empleados retornaron a su trabajo, y así el poder asociativo de los trabajadores comenzó a desarticularse.

En un principio, el SPIQyP, cuyo secretario era Néstor Magariños, expresó su apoyo a la medida, pero de forma gradual y junto a la Federación del Personal de Industrias Químicas y Petroquímicas (FATIQyP), y la CGT a través de su secretario Naldo Brunelli fueron desalentando la lucha de los trabajadores. Fue la manifestación de dos estrategias en disputa: la de los obreros a través de la comisión interna que buscaron a través del conflicto abierto lograr mejoras salariales; y la impulsada por la cúpula sindical en sus instancias local y nacional, que consistió en levantar la medida de fuerza y negociar con la empresa conteniendo a las bases bajo el temor a sufrir mayores despidos. La amenaza de represión, por parte de la policía, y las presiones legales desde el Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos Aires fueron factores que incidieron en que la última estrategia terminara imponiéndose.

Con respecto a las relaciones con partidos políticos, movimientos sociales y dirigentes de otros gremios, estas se manifestaron en declaraciones públicas en la prensa local, a través de donaciones, y el acompañamiento en una de las movilizaciones que se realizó en las calles céntricas de la ciudad, pero nunca afectaron la diagramación de las estrategias desplegadas en el marco del conflicto. Los propios delegados entrevistados minimizaron la participación de organizaciones sindicales o políticas ajenas a la empresa, y por el contrario siempre destacaron el protagonismo de las comisiones internas y las bases a través de la organización de asambleas con alto porcentaje de asistencia.

La huelga finalmente derivó en un compromiso de clase, donde ambas partes, capitalistas y trabajadores, otorgaron ciertas concesiones la una a la otra de tal manera que se sostuvo la hegemonía sin el uso de la coerción directa. (Przeworski, 1985). El éxito parcial de una fracción de la clase obrera se dio en el sentido de que lograron la incorporación de algunos despedidos, pero en términos generales se logró la restructuración capitalista propuesta por los empresarios, que comprendió la reducción de planteles, los cambios en la gestión del trabajo, el reinicio de la actividades productivas y la desarticulación de las comisiones internas a partir de la intransigencia empresarial en no reincorporar 35 nombres con marcado protagonismo en la organización colectiva.

Este conflicto se ubica en un momento histórico en el que el menemismo buscó a través de la aplicación de un programa neoliberal el reordenamiento de los campos de poder, aumentando el grado de discrecionalidad en el uso de la fuerza de trabajo por parte de las direcciones empresariales. Los cambios en el modelo de acumulación, en el mercado de trabajo y en la normativa laboral constituyeron los soportes más visibles de las políticas de desestructuración del poder de los trabajadores (Montes Cató, 2017).

Recuperar la experiencia reivindicativa y las estrategias de acción de los trabajadores de Indupa constituyó el principal propósito de esta investigación a partir de considerarla un caso de resistencia a esa enorme potencia neoliberal desestabilizadora del poder obrero. El conflicto, y la manera en la que se resolvió, marcó un clima de época para los obreros del Polo Petroquímico y anticipó las reestructuraciones que vinieron con la privatización subsiguiente.

 

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Recibido: 22/10/2021

Evaluado: 18/02/2022

Versión Final: 08/03/2022

 

 



(*) Profesor y Licenciado en Historia (Universidad Nacional del Sur). Investigador del Colectivo de Estudios e Investigaciones Sociales (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO). Argentina. E-mail: marcelojarque@hotmail.com.ar ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0192-4710

(**) Profesor y Licenciado en Historia; Magister en Sociología (Universidad Nacional del Sur); Doctorando en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Becario Doctoral (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Investigador del Colectivo de Estudios e Investigaciones Sociales (CLACSO). Docente (Universidad Nacional del Sur). Argentina. E-mail: pablobecher@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8029-1252  

[1] Presidente electo del Partido Justicialista, quien tomó el cargo anticipadamente en 1989 tras una grave crisis económica y social que terminó en la dimisión de Raúl Alfonsín. Fue renovado en su mandato luego de resultar ganador en las elecciones de 1995 y traspasó su poder en 1999 a Fernando De la Rúa, proveniente de la Unión Cívica Radical y representante de la coalición conocida como la Alianza.

[2] El espacio donde se emplazó PBB, en la zona costera adyacente a Ingeniero White y Bahía Blanca, puede caracterizarse como una región de tipo “planificada o administrativa” ya que la constitución del complejo obedeció fundamentalmente a una decisión del gobierno nacional. Ello se inscribió en la estrategia de desarrollo dominante en la posguerra, cuyo objetivo era la promoción industrial de las regiones rezagadas, impulsadas desde la administración central del Estado para lograr polos de crecimiento, fuertemente jerarquizados y controlados. La lógica de industrialización nacional cambió rotundamente con las privatizaciones de los ´90.

[3] Esta investigación forma parte de los resultados generales de una tesina en Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional del Sur, a cargo de Marcelo Jarque. Se presenta una versión resumida, retomando algunos análisis específicos y explorando sus aspectos teóricos.

[4] Siguiendo a Antonio Gramsci, es posible distinguir distintos niveles que va tomando la conciencia política colectiva: el primero y más elemental es el económico corporativo, el segundo sigue en el plano económico pero corresponde a la toma de conciencia de solidaridad de intereses entre todo el grupo social, y el último refiere a la superación de los intereses corporativos y la toma de conciencia política (Gramsci, 1997).

[5] Lo componen cartas documento dirigidas al Ministerio de Trabajo y a directivos de la empresa; comunicados de prensa, actas de audiencias de la subsecretaria del Ministerio de Trabajo, como así también cartas de la empresa al SPIQyP, a las comisiones internas y al Ministerio de Trabajo. Estos documentos aportan información útil sobre la crónica de los enfrentamientos entre la empresa y los trabajadores en torno a reclamos, respuestas y defensa de los respectivos intereses.

[6] El archivo personal de uno de los entrevistados está compuesto de fotografías, recortes periodísticos, archivos de la empresa, actas sindicales y una crónica narrada en el transcurso de la huelga, la cual detalla los principales acontecimientos así como también percepciones de su autor.

[7] Su mentor, el químico y militar francés, luego nacionalizado argentino Raimundo Richard, montó el primer frigorífico en Cinco Saltos, un galpón de empaque y aserradero, todos emprendimientos acordes al desarrollo de la fruticultura del momento y que instalara antes de la industria química.

[8] Producía soda cáustica, hexaclorocicloexano (HCH), como insecticida, luego tricloroetileno, ácido clohídrico, cloruro de sodio, cloruro de calcio sólido y en escamas y productos intermedios demandado en centros industriales extrarregionales.

[9] Los importantes vínculos transnacionales del empresario hicieron que el aporte de capital y tecnología que la empresa necesitaba en sus inicios fuera de la Compañía de Productos Químicos y Electrometalúrgicos Pechiney, prestigiosa industria francesa, luego denominada Rhone-Poulenc.

[10] El predominio de Indupa y de los grupos nacionales fue muy importante en petroquímicos finales y tuvo un impulso adicional antes de la reforma neoliberal de los 90. Esta expansión hizo que Indupa formara parte del Grupo Económico Nacional (GEN), denominación del sector empresario nacional que creció al amparo de las políticas públicas que la dictadura brindaba. A principio de los 80, el Grupo Richard estaba entre los 5 grupos económicos de capital nacional más importante, como Garovaglio, Zorraquín, Bunge Born y Pérez Companc.

[11] Una de las rupturas más significativas se produjo en el año 2007 con la desafiliación de varios sindicatos de la tradicional FATIQyP, y la conformación de una nueva Federación, la Federación de Sindicatos de Trabajadores de Industrias Químicas y Petroquímicas de la República Argentina (FESTIQyPRA).

[12] El año 1991 es señalado en una editorial del diario Clarín como “el año más negro de la historia de Indupa”, producto de un balance que arrojó pérdidas por 77 millones de dólares y un endeudamiento acumulado en el corto plazo de 108 millones de dólares.

[13] En 1991 el Estado vendió su parte correspondiente en la mayoría de las empresas satélites en las que tenía alguna tenencia accionaria (Petropol, Polisur, Induclor y Monómeros Vinílicos).

[14] Huelga general declarada por la Confederación General del Trabajo (CGT).

[15] “Económicas. Indupa.”, La Nueva Provincia, B.Bca, 23/1/1993, p.10.

[16] “Hubo despidos en Indupa.”, La Nueva Provincia, B.Bca, 27/2/1993, p.5.

[17] Raúl Ponce, ex miembro de la Unión de Recibidores de Granos y Anexos y cercano a Rucci, fue un activo participante de la Triple A en Bahía Blanca. Ex diputado nacional por peronismo ortodoxo en la década de 1990.

[18] Naldo Brunelli fue secretario general de la CGT, perteneciente a la UOM. Tuvo un rol preponderante en la privatización de SOMISA.

[19] Perrone (1984) explica que el poder posicional de los trabajadores de una determinada industria está dado por los vínculos de la misma con otros sectores productivos.

[20] En este sentido comprendemos la noción de generación no desde un punto de vista cronológico y por etapas biológicas, sino relacionada a los procesos históricos en que se sociabiliza una persona o un colectivo de sujetos. No alcanza con referirse a una mera coexistencia en un tiempo histórico común, sino que el vínculo generacional se construye como un efecto de subjetivación, ligado a una vivencia común a partir del cual se crean principios de identificación entre sujetos (Lewkowicz, 2003). Por otro lado surge la idea política de que la generación también comparte un rechazo hacia un orden político dado.

[21] El morenismo en Argentina conformó una organización trotskista llamada Partido Socialista de los Trabajadores que a fines de la dictadura militar se denominó Movimiento Al Socialismo (1982). Tras el retorno a la democracia se transformó en un partido de izquierda de peso conformando lo que se llamará Izquierda Unida. Con la muerte de Nahuel Moreno estallaron diferencias que llevaron a la fragmentación del partido, donde se conformó el Partido de Trabajadores por el Socialismo en 1988 y luego el Movimiento Socialista de los Trabajadores en 1992, Convergencia Socialista, el Frente Obrero Socialista, la Liga Socialista Revolucionaria y la Unión Socialista de los Trabajadores. Con el tiempo las fracturas siguieron en los partidos surgidos a partir de fracturas del MAS surgiendo nuevos grupos como Izquierda Socialista e Izquierda de los Trabajadores.

[22] Sobre el debate burocracia y bases véase los planteos de Agustín Santella (2017).

[23] Ex delegado sindical del SIPYQ durante el periodo de estudio y luego secretario general del sindicato a fines de la década de 1990. Fue también miembro de la CTA local hasta el 2006.

[24] Secretario general del SIPYQ en el periodo bajo estudio.