Un debate necesario: batalla cultural para que los pueblos recuperen al marxismo(*)

 

 

Irma Antognazzi(**)

 

 

La obra que hoy homenajeamos fue producto del descubrimiento científico del nuevo fenómeno que la humanidad había llegado a producir, el capitalismo. Un científico no inventa, sino que descubre lo nuevo; es alguien que como un producto de su tiempo asume un compromiso: descubrir de qué se trata un fenómeno que se despliega ante su vista, cuál es su génesis y su movimiento. Por su carácter explicativo su obra conjuntamente con Engels y los aportes de Lenin es la más grande teoría de la historia de las sociedades humanas. Su vigencia es total en el presente. El capitalismo como producto histórico ha seguido cambiando formas y desarrollando nuevos contenidos, pero no ha perdido su esencia. Hoy es el capitalismo en su fase superior, el imperialismo ya estudiado por Lenin que se presenta a nivel superlativo en todo el planeta y toda la humanidad.

Hablar hoy de que el compromiso de Marx fue con la producción de conocimiento científico puede sonar perimido para algunos que han sido colonizados con la creencia de que no es posible el conocimiento científico de la historia sino meras ideas, apreciaciones subjetivas y que solo tienen entidad los acuerdos de corporaciones de “intelectuales”, de políticos, de grupos financieros o de alguna empresa mediática o las discusiones altisonantes entre opositores políticos.

Las tergiversaciones y diatribas al marxismo no son nuevas, sino que surgieron desde su origen, pero fundamentalmente le dieron un golpe de gracia hacia los años 80 cuando Francis Fukuyama usó elementos de la teoría para armar el disparate del fin de la historia. Se empezó a difundir la frase crisis del marxismo entre los intelectuales y en las universidades cuando se produjo el crack de la Unión Soviética, ¿Crisis del marxismo o de los “marxistas”? Confundir la teoría con la aplicación que pueden hacer los partidos políticos o confundirla con la historia misma son graves errores para los intereses de los pueblos. Seca es la teoría verdad es el árbol de la vida.

Esta teoría no oculta, por el contrario, declara abiertamente su carácter partidista al desnudar el carácter de clase del movimiento de las sociedades humanas y esencialmente el proceso capitalista en su tiempo y sus posibilidades de desaparición formulando una guía para la acción con la pregunta esencial ¿a quién conviene y a quien perjudica tal o cual política, tal o cual hecho?

Siendo que el marxismo descubre los mecanismos objetivos del capitalismo, la dialéctica del proceso de movimiento de las sociedades y la dialéctica del conocimiento, es preocupante constatar que existan tantas políticas diferentes que se formulan en su nombre, divergentes y hasta antagónicas que en suma dificultan construir fuerzas populares capaces de abrir caminos para la acción revolucionaria.

Esta teoría es un producto monumental de la humanidad, de tal magnitud y profundidad que a pesar de sus 150 años es una herramienta más útil que nunca. Por su riqueza científica los intelectuales al servicio del gran capital financiero transnacional la estudian y la utilizan. Justamente porque están convencidos de su validez científica son ellos mismos quienes pretenden deformarla y sobre todo ocultarla o mandarla al cajón de los trastos viejos. Pero también es necesario advertir que además de los intelectuales del neoliberalismo muchas veces intelectuales orgánicos del campo popular caen en usos viciados o deformaciones de la misma ocasionando problemas políticos que podrían evitarse con una lectura más profunda de la teoría. Para que esta teoría sea una herramienta que pueda servir para la causa de la historia con toda la magnitud concebida por sus fundadores es necesario des- ocultarla, re-descubrirla, limpiarla de la maraña de tergiversaciones, ocultamientos y desviaciones que sufrió aun desde la época de su surgimiento, algunos de los cuales siguen circulando hoy con la fuerza de la cultura hegemónica.

En nuestro país hay una larga tradición de organizaciones que se definen marxistas leninistas, maoístas y trotskistas habiendo llegado a su pico de más intensidad en las luchas revolucionarias de los 70. Sin embargo, considero que hay un debate teórico pendiente, que lo planteo urgente, que debiera hacerse a la luz de la teoría y volviendo a profundizar sus fundamentos filosóficos, su concepción materialista y dialéctica.

Pero así como las teorías son históricas, del mismo modo es histórica la asimilación de las mismas. La prohibición de sus textos y la persecución a los marxistas, así como la derrota de las organizaciones revolucionarias de los años 70 y las oleadas arrasadoras del neoliberalismo fueron produciendo un ocaso del interés por el marxismo que empezó a revertirse con los inicios de la democracia del 83 con la reaparición de muchas obras que habían permanecido ocultadas por la censura y la represión. Sin embargo, salvo excepciones, su tratamiento en planes de estudios universitarios siguió ocupando un lugar más entre tantas otras teorías y pensamientos revisionistas y llamados neomarxistas, universidades vaciadas y ganadas por un "progresismo” o un teoricismo sin teoría científica.

Ese proceso fue tensionado por una ola de la intelectualidad orgánica del gran poder financiero transnacional que a través de discursos pseudoprogresistas, aparentemente democráticos, liberales y antidictatoriales, empezó a socavar - sin hacerlo explicito- los pilares fundamentales de la teoría avasallados con un discurso en torno al democratismo y al subjetivismo, el todo vale, el cada uno tiene su verdad, que se hizo hegemónico. Ese discurso pretende justificar el fin del marxismo con la frase el fin de las certezas, como si la ciencia materialista dialéctica asegurara certezas siendo que quienes sostienen certezas y determinismos son muchos de los autodefinidos marxistas. Ese discurso se basó en el subjetivismo a ultranza, proceso que siguió hasta tocar los ribetes actuales en que se acepta que no hay verdades sino que se levanta la no verdad como el eje nodal del discurso político, jurídico, económico, social, confundiendo lo verosímil con lo verdadero, desarrollando la idea de que cada uno tiene su verdad absoluta, actitud que invalida debates necesarios que se reemplazan por discusiones sin sentido, subjetivos y poco respetuosos de la necesaria verificación empírica que las ciencias reclaman.

En los 70 en nuestro país y en toda A l, varias organizaciones revolucionarias quisieron adoptar esta teoría como guía para la acción. Viendo a la distancia esa práctica pueden señalarse varias insuficiencias en su comprensión y aplicación pues, como decíamos más arriba, la asimilación de las teorías también es histórica. Por ejemplo, confundir los descubrimientos teóricos con la historia concreta y creer que en la sociedad se pueden encontrar dos casilleros uno la burguesía y otro la clase obrera. Todo o nada. Creer que la teoría es una receta para toda situación históricamente constituida y confundir las clases fundamentales del capitalismo con las clases, sectores, fracciones múltiples que suelen aparecer en la sociedad histórica concreta conduce a prácticas erradas muchas veces opuestas al objetivo que se pretende alcanzar. Al estudiar el proceso histórico de la lucha de clases y la participación de las organizaciones revolucionarias en Argentina de los 70, podemos observar que hubo visiones deterministas que incluyen lo que decíamos más arriba: tomar la teoría como receta, y pretender copiar modelos de otras revoluciones, creer que hay pasos en la historia universal que se deben cumplir sí o sí en todo tiempo y lugar del mismo modo. Es necesario recordar aquella frase de Engels acerca de la historia: es una trama de infinitos paralelogramos de fuerza que salen en una dirección no querida por nadie en particular, con la cual la teoría científica orienta para observar atentamente las contradicciones en juego y sobre todo la correlación de fuerzas de los campos en pugna.

A pesar de esas insuficiencias, en los años 70 los debates teórico políticos entre organizaciones revolucionarias y dentro de las mismas se centraban en la relación entre la base material y la conciencia, aquello de que en última instancia es la base material la que determina la conciencia. Otros temas de debate en esa época entre revolucionarios eran acerca del lugar de lo necesario sobre lo posible o contingente, el peso de lo material sobre la voluntad transformadora y a la inversa. Esos debates si bien se sostenían en la importancia de la base material del modo de producción capitalista estaban limitados en la caracterización de la realidad y en la práctica política por la carencia de asimilación de la dialéctica materialista. El todo o nada, el no ver matices ni contradicciones secundarias, el creer que “cuanto peor, mejor”, el formular conclusiones a modo de leyes de cada caso particular, el pensamiento determinista, unilineal, positivista son ajenos al marco filosófico de la teoría marxista aunque siguen siendo falacias que suelen sostener portadores de discursos revolucionaristas. A pesar de esas insuficiencias los debates buscaban profundizar en la teoría, problemática que hoy pareciera que se ha dejado de lado ocupando ese lugar el subjetivismo, el partidismo sectario y el teoricismo, la verdad absoluta o el relativismo absoluto, en suma, contenidos formulados por fuera de la ciencia de la historia.

El marxismo no es economicismo, ni es un libro de recetas, no lo usaron así sus fundadores cuando con su teoría en constante construcción analizaron la historia de su tiempo. Consideramos que una de las desviaciones vigentes es reducir la teoría a sus aportes sobre sus descubrimientos de los fenómenos económicos financieros de la misma y desde esa mirada reduccionista ver la sociedad como el escenario de enfrentamiento antagónico siempre igual en todo tiempo y lugar entre clase burguesa y clase obrera. Si bien son las clases fundamentales del modo de producción capitalista, no se presentan en dos compartimientos estancos en la historia concreta en su movimiento. A partir de esa mirada parcializada y teoricista se producen propuestas políticas al todo o nada. Es una desviación reduccionista que conlleva desconocer los intereses encontrados y / o afines entre muy diversos sectores sociales en el complejo juego de la historia. Esa desviación puede conducir a desarrollar un atajo creyendo que de lo que se trata es sobredimensionar la lucha sindical, lo cual puede ser útil en una especial coyuntura de la historia siempre que no se pierda de vista que la teoría marxista no es una mera visión económica sino una generosa herramienta para abordar la cuestión del poder político y del tipo de estado con su monumental caracterización del proceso histórico del capitalismo en su trama de complejas contradicciones.

Esta teoría lleva incorporada la cuestión de la historia, la caducidad y el movimiento, las transiciones y los saltos revolucionarios, el papel de la conciencia como producto histórico y la capacidad transformadora de las masas a través del choque de intereses y de su capacidad de construir fuerza material. La teoría en toda su amplitud y profundidad permite descubrir el contexto en que se da el combate por el poder para parir una nueva sociedad sobre otras bases, en un proceso siempre diferente e irrepetible. El marxismo rechaza tanto determinismos como trayectos lineales de la historia, descubriendo los movimiento de idas y vueltas que suelen resultar insoportables para quienes hacen una lectura lineal y simplista de la sociedad concreta, en blanco y negro, todo o nada, burguesía o clase obrera, capitalismo o socialismo, pasando por alto los siempre diferentes procesos históricos de las transiciones confundiendo la originalidad de esos procesos con simples procesos reformistas, desconociendo la dialéctica entre posibilidad y realidad, necesidad y contingencia, reforma y revolución, que abren ciertas coyunturas históricas.

Esta teoría al descubrir el movimiento de la sociedad capitalista descubre a su vez quienes son los sujetos de la historia, sus intereses materiales y sus proyecciones subjetivas. Descubre las posibilidades de la acción de la conciencia sobre la historia, pero no dice que se puede sacar de la galera soluciones mágicas como si hubiera una voluntad superior o un reino de las ideas por encima de las condiciones materiales. Un ocultamiento central que está saliendo a la luz más que por iniciativa de políticos y científicos por las experiencias que viven los pueblos es la ley de la concentración del capital y la centralización de la producción. Es una ley general descubierta dentro del proceso objetivo del capitalismo. Una ley como esa, no puede modificarse por decreto obviamente como no se puede modificar la ley de gravedad sino ponerla al servicio de tales o cuales intereses. Conocer la ley de la concentración del capital permite explicar en gran parte el proceso actual en que ya se ha hecho evidente que no se trata de uno o más hombres que la hayan inventado, sino que hay personajes o sectores que la usan a su servicio. ¿Podrá la humanidad usar esa ley al servicio de los pueblos? Quizás esta concentración inhumana y obscena del capital, de la riqueza de toda la humanidad en tan pocas manos, de esos pequeños grupos agresores y guerreristas, es la que está acercando a los pueblos de todo el mundo a hacerse carne de la cuestión de la posibilidad y la necesidad de la construcción de un poder político popular en cada estado nacional como parte de un nuevo internacionalismo.

Algunas ideas a modo de síntesis: uno de los ocultamientos más comunes del marxismo hoy en la cultura hegemónica es haber instalado desde la intelectualidad del poder financiero el subjetivismo a ultranza. Borrar la base del materialismo filosófico dialéctico de la teoría, borrar la base material de la sociedad, con el discurso de la no verdad. Es necesario dar la batalla a esa falacia por parte de los intelectuales orgánicos del campo popular; ejes centrales de la necesaria batalla cultural por recuperar el marxismo en toda su plenitud y profundidad, para hacer saltar esas falacias manteniendo siempre con el marxismo los intereses de partido es decir el interés por la verdad, el conocimiento científico de los procesos históricos, campo necesario para que los pueblos protagonicen con conciencia de la necesidad su propia historia. Las diferencias políticas a veces abismales entre organizaciones que se definen revolucionarias y pertenecen al campo popular debe ser objeto de debate profundo de la intelectualidad revolucionaria porque la humanidad se enfrenta a la necesidad histórica de encontrar el camino de superación revolucionaria de esta etapa del imperialismo más agresivo, violento e injusto de todos los tiempos.

La relectura de sus textos originarios y los debates contemporáneos en su origen debieran ser tarea en la formación científica de militantes populares incorporando a la obra de Marx la de Engels y de Lenin también cofundadores de la teoría y volviendo a un debate que profundice las diferencias que se atribuyen a una concepción trotskista sin confundir las propuestas políticas que han gestado los pueblos en su historia concreta con la teoría misma. Este debate es necesario para poder abordar la crisis política que vive la humanidad hoy. Es un desafío que la historia del presente plantea a la intelectualidad revolucionaria y progresista en general. En el debate de las diferencias se podrán encontrar los campos de coincidencias que permitan elaborar políticas adecuadas a la construcción de fuerza que modifique la todavía deficiente correlación de fuerzas entre el gran capital financiero transnacional y los sectores populares. De esta manera estaremos otra vez en condiciones de abordar el problema de la revolución social en un plano superior a las experiencias realizadas hasta ahora.

 

Buenos Aires, junio 2017.

 

 

 



(*) Comunicación presentada en las Jornadas A 150 AÑOS DE LA PRIMERA PUBLICACIÒN DEL TOMO I DE EL CAPITAL DE KARL MARX, realizadas los días 28, 29 y 30 de junio de 2017. Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Centro Cultural San Martín. Ciudad de Buenos Aires. Argentina.

(**) Profesora en Historia (Universidad Nacional del Litoral). Grupo de Trabajo Hacer la Historia. Argentina. Email: irmaantognazzi@gmail.com