REVISTA DE LIBROS

 

 

 

IÑIGO CARRERA, Nicolás. Estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo. Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 2019.

 

Este trabajo constituye un aporte al conocimiento de un proceso de fundamental importancia en la historia de la clase obrera argentina, abordado desde una perspectiva teórico-metodológica que afirma la constitución de las clases sociales en la lucha y a través de la conformación de fuerzas sociales, concebidas como alianzas sociales y políticas en disposición de enfrentamiento, observando el desarrollo de sus estrategias y de las alternativas políticas que las expresan.

El proceso al que hacemos referencia es la realización de una estrategia de clase cuya meta consiste en la incorporación al sistema institucional político del conjunto de la clase obrera; que se propone democratizar el régimen social y político del capital, consolidando al mismo tiempo su vigencia en tanto se desplaza la meta de su superación por la vía revolucionaria. El despliegue de esta tendencia debe, a la vez, comprenderse dentro de lo que el autor periodiza como el segundo ciclo en la historia de la clase obrera argentina, situado entre principios de la década de 1930 y mediados de la de 1970, lapso temporal en el cual dicha estrategia manifestó sus potencialidades y sus límites históricos.

Iñigo Carrera se centra en el momento de génesis del peronismo, entendido como fuerza social y política. La observación de las relaciones de fuerza políticas muestra que entre 1943 y 1946 se produjo una profunda reconfiguración de las mismas. Esto implica retomar, una vez más, la cuestión sobre las “continuidades” y “rupturas” dentro del movimiento obrero en relación al período previo al surgimiento del peronismo: pero lo novedoso del enfoque de Iñigo Carrera consiste en que lo hace tomando como dimensión de análisis la lucha, y no el factor sociocultural o el político-institucional (el “vínculo movimiento obrero-estado”).

En relación con esto último, no está de más señalar, frente al eclecticismo y al empirismo reinantes desde hace largo tiempo en el ámbito académico, otro aporte del trabajo: la reivindicación y puesta en práctica de un cuerpo teórico necesario no sólo para el registro y análisis del complejo relaciones histórico-sociales, sino también para la formulación de problemas que otorguen sentido y dirección a la labor del investigador.

El trabajo parte de la descripción y análisis del hecho ocurrido en octubre de 1945, destacando tres aspectos principales: el enfrentamiento entre dos fuerzas sociales, el contenido clasista del hecho en sí y el carácter de masas de la huelga general con movilización.

A partir de allí avanza en la contextualización del hecho en cuestión, con el registro de la relación de fuerzas objetiva propia de la sociedad argentina en el período, señalada sobre todo por el desarrollo en extensión de las relaciones capitalistas; y su manifestación a nivel de las relaciones de fuerza políticas, con un proceso de ciudadanización que se corresponde con los incrementos en la afiliación sindical y la participación electoral.

En el contexto de las relaciones políticas, el autor traza un panorama de la situación del movimiento previo a la génesis de la fuerza social peronista: inicia su recorrido con la crisis del sistema institucional político expresada en el golpe de estado de 1930, hecho a través del cual la cúpula de la burguesía argentina aseguró su control sobre el gobierno del estado, recurriendo a sus cuadros militares primero y a sus cuadros político-profesionales después, con el objetivo de resolver la crisis económica y social en función de sus intereses; continúa con la descripción de la ofensiva desplegada desde el gobierno contra el movimiento obrero tras el golpe de estado; el mayor grado de unidad alcanzado por los cuadros sindicales con la fundación de la CGT y la continuidad de una política llevada a cabo por una parte del movimiento obrero y dirigida a la preservación de la organización sindical misma y de intereses inmediatos, lo que significa la disposición a mantener relaciones con todos los gobiernos (y eventualmente a establecer alianzas con éstos, como pareció ser el caso de la conducción sindicalista de la CGT en la primera mitad de los ’30); finalmente, y superando los límites de la resistencia obrera inicial frente al golpe, el despliegue de un momento ascendente (en términos de mayor unidad de los cuadros sindicales y menor aislamiento político en relación a otras clases y fracciones sociales), desde 1932 en adelante.

El momento de ascenso en la lucha de los obreros tomó la forma de un movimiento social de oposición, que incluyó a la mayor parte del movimiento obrero junto con fracciones de la pequeña burguesía, enfrentado al fascismo y a las regresivas condiciones políticas impuestas contra el campo del pueblo desde el gobierno del estado a partir de 1930. La definición de sus adversarios y de sus metas le permite a Iñigo Carrera caracterizar a este movimiento como democrático, popular y antiimperialista.

Su desarrollo, articulado con una renovada disputa por la conducción del movimiento sindical (realizada con el cambio de dirección de la CGT en diciembre de 1935), llegó a su punto más alto con la huelga general de masas de enero de 1936, hecho en el que se definió la lucha teórica entre dos grandes alternativas políticas dentro del movimiento obrero, expresiones de diferentes estrategias de clase: la que planteaba la superación revolucionaria del orden social capitalista y la que tenía como objetivo la incorporación al sistema institucional político de los obreros, organizados en tanto grupo social alrededor de sus intereses parciales en tanto asalariados y ciudadanos. Si la primera estrategia, surgida en el contexto de las condiciones políticas mencionadas más arriba, tomó forma en las acciones de lucha llevadas a cabo por los obreros entre 1930 y 1935 -huelgas generales, manifestaciones y actos callejeros, movilizaciones y saqueos organizados por los trabajadores desocupados-, la segunda estrategia -observable en algunas fracciones obreras desde la década de 1910- fue la que en definitiva se impuso, hecho manifiesto en la huelga general con movilización del 1° de mayo de 1936. A partir de entonces, y en el marco de un mayor grado de unidad de los cuadros políticos de la burguesía, el grueso del movimiento obrero (organizado en la CGT y en los partidos obreros) llevará adelante una lucha política de carácter democrática, postulándose como dirección de una fuerza social de alcance nacional.

Completado este cuadro de presentación Iñigo Carrera retoma el análisis del momento 1943-1946, haciendo hincapié en la recomposición de las relaciones entre las fuerzas sociales y en la nueva crisis de los cuadros de la burguesía por el alineamiento a seguir en la Segunda Guerra Mundial y por las acciones a llevar adelante frente al proceso de transformación económica y sus consecuencias sociales; en la crisis de los cuadros sindicales (manifestada en la división de la CGT en marzo de 1943); en el golpe de estado del mes de junio y en las vicisitudes de las políticas del nuevo gobierno en relación al movimiento obrero hasta la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión y el establecimiento de alianzas entre los cuadros militares encabezados por Juan Perón y una parte de los cuadros sindicales; y, finalmente, en el proceso de formación de dos nuevas fuerzas sociales con participación de sectores del movimiento sindical en ambas, lo que constituye un indicador de la fractura política del movimiento social de oposición surgido a comienzos de la década anterior.

La huelga general con movilización de masas de octubre de 1945 manifestó un carácter clasista en términos de oposición de intereses entre el capital y el trabajo organizado; a la vez, mostró la existencia de condiciones para el enfrentamiento armado entre las dos fuerzas, aunque finalmente la lucha se resolvió dentro del sistema institucional en la forma de contienda electoral. En ese proceso, la mayor parte de la clase obrera, integrante de la fuerza social que tomó la forma de peronismo, identificó sus intereses parciales (en tanto asalariados y ciudadanos) con los del conjunto de la nación misma, y a la vez disputó, sin éxito, la conducción de su fuerza a través del instrumento político-electoral que fue el Partido Laborista y en la renovación de la cúpula de la CGT, resultando por fin subordinada a la dirección personificada en el liderazgo de Perón.

Retomando la mencionada cuestión de las “continuidades” y las “rupturas” en la situación del movimiento obrero previo y posterior al surgimiento del peronismo, Iñigo Carrera nos muestra, por un lado, la persistencia y realización de la estrategia de clase orientada a la democratización del régimen social y político, a la ciudadanización y a la institucionalización de las luchas –personificada en los cuadros obreros presentes en las dos fuerzas sociales enfrentadas en 1945-1946-; por otro lado, el elemento novedoso significado por el establecimiento de una alianza política entre una parte de la dirigencia sindical y cuadros militares en el gobierno, alternativa que aparecía ante aquélla como la que creaba las mejores condiciones para la defensa de las conquistas obtenidas, la preservación de la organización sindical y el acceso al gobierno del estado, aunque de ello resultaron el abandono de la meta de transformación revolucionaria del orden capitalista y la plena identificación de la mayor parte del movimiento obrero organizado con el nacionalismo y el reformismo.

La investigación de Iñigo Carrera se centra en el proceso de formación de la clase obrera. De la lectura de su libro, de todos modos, surgen preguntas que refieren al proceso de formación de la fuerza social peronista desde una perspectiva mayor, es decir, observando el conjunto de la relación de fuerzas políticas y en especial la lucha interburguesa en el momento histórico estudiado. El autor plantea como hipótesis que, en el contexto del enfrentamiento entre las dos fuerzas sociales, los cuadros militares en el gobierno expresaban el interés general de la clase capitalista, fundado en la relación capital-trabajo asalariado y en la necesidad de que dicha clase asumiera de forma plena la función de clase dirigente. En ese sentido, resulta más que pertinente la referencia al conocido discurso de Perón en la Bolsa de Comercio. Por el contrario, la Unión Democrática organizaba los intereses de los capitalistas en el nivel económico-corporativo. En este cuadro de situación queda claro que la fuerza peronista no incluía, en ese momento, a ninguna fracción capitalista en tanto sujeto político capaz de plantear con autonomía el interés general de la clase y, a la vez, la realización de sus intereses económico-corporativos. Y abre el espacio para preguntas relativas a cómo se dirimió la disputa por la hegemonía al interior de la clase capitalista (y por extensión al conjunto de la sociedad) en el momento de referencia y durante el período que se cierra en 1955.

 

 

Fabián Leonardo Fernández

Programa de Investigación Sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina /

Universidad de Buenos Aires

Email: faleofer@hotmail.com, faleofer@yahoo.com.ar

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8637-1141