Los caminos de construcción de un orden capitalista: fracciones burguesas y Estado en Santa Fe (1850-1900)[1]

 

Marta Bonaudo[2], Elida Sonzogni, Sandra Fernández,

Adriana Pons y Oscar Videla[3]

 

En el marco de la expansión capitalista de la segunda mitad del siglo XIX y en su carácter de proveedora de alimentos y materias primas, la región pampeana, una de las principales protagonistas del modelo agroexportador, experimenta cambios significativos para adecuarse a las demandas de tal modelo.

La provincia de Santa Fe se convierte, conjuntamente con las de Buenos Aires. Córdoba y Entre Ríos, en espacio de radicación de capitales en las esferas comercial, financiera y productiva, en un vigoroso proceso de redefinición regional, en el cual el antiguo Litoral cede paso a la región pampeana. El mercado de tierras rural y urbana, la actividad bancaria, las ramas de transformación de la materia prima, el comercio exportador o las empresas de colonización dieron cabida -en ese amplio espectro geográfico- a una riqueza significativamente acumulada.

La procedencia de estos capitales refleja distintos orígenes: a los generados internamente, a través de procesos de acumulación realizados en ámbitos locales, se agregan los provenientes de otros espacios regionales e incluso, los que se canalizan desde el exterior. El objetivo de la presente ponencia es recuperar -a modo de balance- análisis previos[4] sobre la identidad y operatoria de distintas fracciones burguesas actuantes en el territorio provincial, examinando su comportamiento empresarial en algunos sectores de alto dinamismo para el desarrollo y consolidación del capitalismo en la región.

 

Las fracciones burguesas. Orígenes y características

En el debate social que privilegia el rol de la producción de bienes primarios en el interior del proyecto de desarrollo, no queda ajena la controversia acerca de las condiciones sobre las que se asentará dicho proyecto y el papel que le cabe al estado en tal proceso.

El estado provincial santafesino y su clase dominante -fuertemente imbuidos de la ideología del "progreso"- impulsan, a lo largo de cuatro décadas, un conjunto de medidas que estimulan las condiciones del crecimiento económico: ensanchamiento territorial y consecuente corrimiento de las fronteras indígenas; políticas de poblamiento que plantean como horizonte la propiedad de la tierra, planificación de procesos modernizadores en los sistemas financiero y de comunicaciones y transportes[5].

Las fracciones burguesas que actúan en el espacio santafesino en esta etapa muestran orígenes diferentes y disímiles tiempos de conformación. Algunos de los sectores que integran la clase dominante a nivel provincial, como es el caso del "patriciado" capitalino, remontan su asentamiento a los siglos de dominación colonial, particularmente con el dinamismo que la reorganización del sistema otorga a la zona litoral atlántica, cuya expresión jurídico-administrativa es la creación en 1776, del virreinato del Río de la Plata[6]. Con una predominante filiación regional del norte de España (vascos, navarros, gallegos), los miembros de estos troncos familiares, de los cuales se ha podido hacer una reconstrucción parcial, fueron estructurando verdaderas redes parentales a lo largo de sucesivas generaciones, convirtiéndose en grupos de poder efectivo, fundamentalmente en las etapas posteriores a la independencia llevando adelante proyectos comunes que facilitaron la concreción de sus expectativas políticas y sociales. La primera generación de estos grupos debió su asentamiento en la provincia al cumplimiento de funciones derivadas del estado colonial, que abarcaban alternativa o si simultáneamente, esferas específicas de la administración colonial central, militares, judiciales o capitulares. La función pública no inhibió la posibilidad de operar en un espacio privado ligado ya a las actividades comerciales, ya a una ganadería de cría, que en el período preindependiente permanecía vinculada mayoritariamente al abastecimiento de recuas de mulas a los centros altoperuanos. Pero además es factible que esa inserción en el aparato del estado haya favorecido la formación de patrimonios territoriales a partir de las concesiones y mercedes de tierras. Dichos patrimonios se vieron incrementados, sin duda, a través de la conformación de sociedades familiares destinadas o bien a consolidar el espacio territorial controlado o bien a desarrollar actividades mercantiles en un ámbito extraprovincial, articulando Santa Fe con Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos e incluso Montevideo.

Las guerras de independencia y las civiles desorganizaron las actividades mercantiles y productivas de la provincia, originando en muchos casos, la pérdida de los bienes anteriormente adquiridos.

Por su parte, la presión indígena condicionó las posibilidades de corrimiento de la frontera -ganadera primero y agrícola después- encorsetando su crecimiento. Si para algunos, dichos vaivenes pusieron en jaque la fortuna familiar, para otros en cambio, fue el momento oportuno para acceder a la tierra a partir de un capital acumulado en la actividad mercantil urbana. La paulatina recuperación de las condiciones de desarrollo desde el proyecto confederacional primero y luego desde el estado nacional unificado por el mitrismo ofrecieron perspectivas favorables para la acumulación de riqueza en el espacio privado, usufructuando la capacidad de presión y decisión que estas familias tienen en el espacio público.

La recuperación de amplias fajas de tierra pública, el abastecimiento de los ejércitos provinciales o nacionales, la estructuración de circuito financiero prebancario o bancario y la consolidación de una política ferroviaria orgánica se convirtieron en algunas de las tantas vías por medio de las cuales estos sectores acrecentaron sus posibilidades de acumulación, reforzando su prestigio y poder.

Frente a la elite capitalina se ve nacer, fruto de las nuevas condiciones de desarrollo que se están gestando, a un conjunto de sectores sociales nuevos cuyos núcleos de expansión más significativos se sitúan en la ciudad de Rosario y en las áreas de colonización agrícola y ganadera.

La pequeña y mediana burguesía rosarina[7] no puede negar su filiación en las corrientes migratorias que, desde la década del '40 contribuyeron a su crecimiento demográfico. Italianos, españoles, ingleses, alemanes, suizos, etc., dan a Rosario una fuerte fisonomía cosmopolita e impulsan en su interior una multiplicidad de actividades -mercantiles, financieras, manufactureras- que constituyen la razón de su dinamismo. Rosario aparece en esta segunda mitad del siglo XIX como uno de los espacios claves primero para la Confederación y luego, para el Estado Nacional, del intercambio interno y externo, así como un escenario privilegiado en el que se desenvuelven significativos y reiterados procesos de ascenso social. Al recorrer las trayectorias de algunos de los personajes de aquellas fracciones, se observa cómo en cortos y diversos períodos de tiempo, un conjunto de individuos transforma su condición social de simple operario, dependiente o pequeño artesano, en la de miembro de un "equipo gerencial" de empresa comercial o manufacturera, en la que posteriormente se convierte en socio patrimonial. Este itinerario se lleva a cabo no pocas veces, con el desplazamiento de la antigua firma y la integración, como nuevos socios, de hermanos, primos, etc., del miembro recientemente incorporado.

La necesidad de consolidar el nuevo patrimonio empresario conduce a que alguno de ellos, vinculados a profesiones liberales, las abandonen en función de la sociedad así formada. No obstante, quienes han logrado abrir un estudio y alcanzar cierto renombre, encuentran en la vía profesional una herramienta adecuada para integrarse a los "staffs" directivos de empresas extranjeras, dentro de las cuales consolidan su prestigio y patrimonio.

El núcleo que retiene la empresa originaria, por su parte, suele utilizarla como punto de partida de un proceso de acumulación de capital, que favorece fenómenos de implantación multisectorial. Esto motiva la rápida inversión en el mercado de tierras rural y urbano, en sociedades financieras, en el comercio de importación y exportación, en actividades de transformación y obras de infraestructura. Este tipo de inversiones no desdeña los beneficios que le pueden proporcionar los empréstitos al Estado, en cualquiera de sus dimensiones. Las afinidades étnicas y las expectativas de ascenso social estimulan, por una parte, la frecuente vinculación de familias a través de las alianzas matrimoniales que coadyuvan a tal movilidad ascendente o bien incrementan los patrimonios originales; por otra, motorizan voluntades asociacionistas que se dan en distintas esferas de la realidad urbana.

El otro centro de atracción para los núcleos de inmigrantes extranjeros, lo constituye, sin duda, el área de la colonización agrícola, y en menor medida, el de la ovina del sur provincial[8].

Ellas son el resultado de una política convergente del Estado nacional, del provincial y de los sectores ligados a la tierra, que posibilitan mecanismos de redistribución, sustentados en la subdivisión territorial y el aporte de la población europea.

En el caso de la chacra, sobre la base de una unidad productiva que articula propiedad, trabajo familiar y cereal, la experiencia colonizadora se proyecta desde el área centro hacia el oeste, el este y el sur, desbordando incluso los límites provinciales. La multiplicación y dinamismo de estas colonias desde los dos núcleos primigenios -Esperanza y San Carlos- se mantiene a lo largo de casi cuarenta años cuando la coyuntura histórica del '90 marca no sólo bloqueos al acceso a la propiedad de la tierra sino también la tendencia hegemónica de un modelo de desarrollo basado en la gran propiedad[9]. Las posibilidades de acumulación y, en consecuencia, de un éxito económico sostenido, estuvieron fuertemente condicionadas por un conjunto de factores: la incidencia de la estructura familiar sobre las formas organizativas del proceso productivo; las fuentes de financiamiento en las primeras etapas de la puesta en marcha de aquel proceso y las condiciones de realización de la producción, lo cual implica una constante rediscusión de la relación de este grupo con el Estado, con los grandes propietarios de tierras y con los sectores financieros y comerciales que actúan en la región[10]. De modo que la aparente igualación de oportunidades inicial, a medida que se recorren estas instancias va dando lugar a un paulatino proceso de diferenciación social interna. Consecuentemente, mientras algunos de los colonos fracasan en el intento, otros logran superar los obstáculos, diversifican sus actividades económicas y "recrean" en otras áreas, el programa de colonización. Quienes logran los mayores niveles de acumulación orientan su inversión hacia tres campos particulares: la colonización agraria, acompañada a su vez de inversiones de capital en su propia empresa (herramientas, equipos, maquinarias); las plantas elaboradoras del cereal que matizan el paisaje rural con la presencia de molinos harineros; y la instalación de manufacturas asociadas a la actividad central ("fábricas" de arados, fundiciones, herramental agrícola, "fábricas" de carros).

El área de colonización ligada al ovino en el extremo meridional de la provincia se origina fundamentalmente en emprendimientos inmobiliarios de ganaderos hibernobonaerenses, cuya figura visible es Eduardo Casey. Esta experiencia en tierras de ganadería ovina, alrededor de dos unidades productivas bien definidas -la estancia y la "sheepfarm"- es obra de migrantes extranjeros y nativos, procedentes muchos de ellos de áreas extraprovinciales.

Entre los extranjeros, el núcleo central está constituido por los irlandeses, comunidad que se ha ido consolidando básicamente en la provincia de Buenos Aires, entre 1840 y 1860, recibiendo más allá de estas fechas sólo escasos aportes de nuevos miembros[11]. En realidad, ellos constituyen los principales destinatarios de la propuesta del grupo empresarial que formaliza el remate, ofreciendo buenas tierras en los "campos de afuera" a precios substantivamente más ventajosos que en Buenos Aires. A ello se suma la operatoria de ciertos grupos familiares que convocan a miembros residentes en otras zonas[12].

Excepto este conocimiento acerca de los mecanismos de transferencia de capitales de Buenos Aires hacia el área santafesina que no atañe solamente a los grupos irlandeses, no se ha realizado aún su seguimiento, a la manera de lo planteado en el área centro oeste.

Este balance, básicamente orientado a estudiar las principales fracciones burguesas locales, no incluye tampoco -porque su tratamiento hasta ahora resulta insuficiente- el papel desempeñado por inversores extranjeros vinculados al comercio exterior (grandes casas de importación y exportación), a cierto tipo de estrategias agroindustriales también ligadas al mercado internacional (ingenios azucareros, explotación forestal) y al sector de las finanzas, comunicaciones y transporte. No obstante, los primeros avances de investigación en este plano, sugerirían que su accionar generó, a partir de sus niveles gerenciales, nuevos actores que independientemente o relacionados con grupos locales, se incorporarían al espectro social analizado.

 

Las estrategias empresariales en el interior del modelo

En este apartado, nuestro propósito es examinar los distintos comportamientos puestos en práctica por los inversores, tratando de profundizar los procesos de acumulación ya sea a través de empresas relacionadas con un único sector o rama de actividad o bien, procurando integraciones verticales u horizontales.

Un primer grupo se vincula indudablemente a las políticas de colonización, en la medida en que el estado provincial, a través de progresivas campañas de recuperación territorial, genera un fondo que rápidamente se transfiere a manos privadas. De este modo, la adquisición de tierras se convierte en una significativa instancia de canalización de inversiones, observándose en ellas cómo los sectores empresariales intentan aprovechar la coyuntura favorable que el mercado ofrece -particularmente en las décadas de fines del '50 al '80- para vincular de manera rentable, propiedad de la tierra y colonización agrícola. La operatoria en este ámbito reúne a miembros del "patriciado" capitalino, a sectores que a través de una relación estrecha con el estado -en tanto proveedores, abastecedores, intermediarios y financistas- han logrado niveles significativos de acumulación, a colonos enriquecidos y a empresas extranjeras específicamente dedicadas a la colonización o vinculándose a ella a partir de su inserción en el sector ferroviario y en el bancario.

La estrategia que se impone no es, por supuesto, excluyente, ya que paralelamente a la participación en empresas de colonización, algunos de estos inversores, estimulados por los precios relativamente bajos de la tierra, no desestiman la actividad ganadera ni el acaparamiento de grandes bloques con fines especulativos. Tanto las empresas de colonización agrícola independientes como las subsidiarias de las compañías ferroviarias consideran que el beneficio puede viabilizarse a partir de diferentes modalidades. Algunos empresarios que se han visto beneficiados por la cesión gratuita o compra a bajos precios de la tierra a colonizar, centran su expectativas de ganancia en la venta de parcelas, generalmente a plazos, lo que implica la percepción de una renta anual porcentual de las cosechas o de las crías que puede extenderse a cinco años. Ello le permitiría cubrir con creces lo desembolsado tanto en la adquisición y subdivisión de la tierra, cuanto lo destinado a pasajes, manutención, animales y herramental para los colonos.

Ciertas empresas se manifiestan altamente preocupadas por la rentabilidad de los capitales invertidos y, en consecuencia, llevan adelante una cantidad de actividades y controles sobre el trabajo de cada una de las familias, preservando la eficiencia del proceso productivo y, por ende, asegurando el incremento de los rendimientos. Para ello recurren al montaje de una granja modelo, que sirve de base experimental para el cultivo de diferentes especies vegetales, al tiempo que proporciona un referente en relación a los rendimientos posibles, entre tierras y simientes. Esto les permite ejercer, en segunda instancia, un control permanente sobre la eficacia del trabajo familiar, probables niveles de rendimiento, posibilidades de alternancia de cultivos, etc.. Por otra parte, facilita la detección de las irregularidades cometidas que atenten contra los márgenes de rentabilidad de las empresas, función que realiza la plantilla de peones de la administración que con sus carros, animales y bolsas, constatan el monto de los cosechado al tiempo que separan el porcentaje pactado. La reflexiva programación de las actividades empresariales impone una diagramación de recursos y trabajo donde se detectan algunas cuestiones. Por una parte, cierta reticencia a diversificar el cultivo agrícola con actividades ganaderas de las cuales, la empresa no obtendría ningún beneficio directo. Por otra -y especialmente en los primeros años de funcionamiento de la colonia- la firma decide mantener bajo su incumbencia todo lo referido a aprovisionamiento, no sólo como otro mecanismo de ingreso, sino como modo de concentrar el trabajo de las familias en su actividad productiva específica, sin distraer fuerza de trabajo en otras tareas.

Si bien el perfil dominante del modelo, durante las primeras cuatro décadas, conduce a la propiedad de la tierra por parte de los colonos, en ciertas coyunturas se acude a mecanismos de tenencia (el arrendamiento), forma que se generalizará a partir de los '90. En el conjunto de las empresas con intereses en el área, aparecen diferencias en las instancias de gestión. Mientras en la Beck y Herzog, por ejemplo, se desprenden del tronco originario administradores y empleados gerenciales, impulsando proyectos compartidos o individuales, la empresa Lehmann -principal responsable de la colonización del oeste- mantiene un control unitario del proceso de colonización. La significación de esta empresa deviene fundamentalmente de que tanto la cabeza directriz, Guillermo Lehmann, como los funcionarios que le acompañan (Lambruschini, Stossel, Hugentobler, Kaiser) son "hombres nuevos", colonos enriquecidos, decididos a continuar, ahora en su beneficio, la obra colonizadora.

Entre las empresas que asocian el negocio inmobiliario con el sector ferroviario, quizás el ejemplo más paradigmático sea el caso de la colonización de Candelaria y la creación del Ferrocarril Oeste Santafesino, impulsados por Carlos Casado. En realidad, se asiste aquí a una variación en la modalidad inversora. Por una parte, se trata obviamente de dos esferas autónomas, aún cuando pasibles de combinarse. En segundo lugar, la estrategia conjunta obra como mecanismo potenciador de las expectativas de rentabilidad, al multiplicar los centros coloniales puestos en producción y al facilitar un rápido y más eficiente transporte del cereal hacia el centro portuario. Carlos Casado ya había ingresado al negocio colonizador hacia principios de la década del '70, fundando la colonia Candelaria que desplaza la presencia ganadera de antiguas estancias en manos de propietarios ingleses. El exitoso funcionamiento del asentamiento colonial, unido a la respetable concesión de casi 400.000 has. otorgadas por el gobierno provincial al ferrocarril, incentivan la proliferación de estaciones y pequeñas colonias que van cubriendo su área de influencia.

El Ferrocarril Oeste Santafesino como empresa tuvo una buena acogida por parte de los capitalistas locales, algunos de los cuales se incorporan inmediatamente a su Directorio[13]. La construcción del Oeste Santafesino a la que se da prioridad dentro del diagrama ferroviario vigente parece responder a un conjunto de factores: el progresivo desplazamiento de las expectativas en torno a la productividad potencial del suelo desde las colonias del centro hacia los nuevos campos del sur, fenómeno relacionado en parte con las sucesivas coyunturas desfavorables que a lo largo del '70 experimentaron las primeras; la demanda de ciertos individuos o grupos empresariales, ligados al negocio de la colonización que ven en el ferrocarril un significativo elemento de valorización de sus propiedades y una vía imprescindible para la salida ágil de los productos exportables; y por último, y de ninguna manera superfluo, la inclusión de Carlos Casado como Presidente del Directorio del Banco Provincial, situación que sin duda facilitó la derivación rápida de capitales, tierras y subsidios.

Mientras en otras experiencias de asociación de colonización y empresa ferroviaria, la expansión de la agricultura y el fomento de la radicación de colonos no aparece como objetivo prioritario, en el caso del Ferrocarril Oeste Santafesino, éstos adquieren centralidad. La política llevada adelante por los accionistas del propio ferrocarril así como grandes propietarios o comerciantes del área (Chabás, de Larrechea, Arteaga, Pérez, Godeken, Bigand, Bustinza, etc.) da por resultado la formación de casi cincuenta colonias que usufructúan su servicio a fines de siglo y que abarca una zona de más de 300.000 has. colonizadas. Paralelamente al proceso de colonización, resulta significativo a su vez, el de especialización productiva que con detenimiento registran las Memorias de la empresa ya que el desarrollo del cultivo cerealero influye directamente sobre la carga potencial transportable y por ende, sobre los beneficios de la firma.

De acuerdo con esta documentación, que abarca la década de 1884 a 1894, el tonelaje transportado por vía descendente (hacia Rosario) está integrado por las producciones que derivan del área de colonias, particularmente del hinterland casildense en las que el rubro "cereales" representa normalmente entre el 91 y 97% del total despachado. Como contrapartida, los materiales transportados desde Rosario y las localidades intermedias por vía ascendente, revelan las fluctuaciones de una demanda creciente pero de menor envergadura que el volumen de cargas de vía descendente. La composición general de la carga se vincula con materiales de construcción, de consumo alimentario y de combustible. El tercer rubro de significación para los ingresos de la empresa lo constituye el creciente transporte de pasajeros, que aunque menos importante que el flujo de las cargas, aumenta su proyección en las cuentas de la empresa. De todas maneras, el ferrocarril tiene, en toda esta etapa, una fuerte dependencia del ciclo agrario, reflejado tanto en el tonelaje de las cargas como en el movimiento de pasajeros.

El propio proceso de expansión de la empresa va a motorizar una demanda que se desarrolla en diferentes tiempos y afecta tanto al sector de la producción como al del trabajo[14]. La construcción ferroviaria reclama la incorporación creciente de rieles, durmientes y material rodante. En una primera etapa, mientras los durmientes derivaban de la explotación maderera del noroeste, salvo en coyunturas en las que resultaban insuficientes, los dos restantes engrosaban el tonelaje de bienes importados que las empresas ingresaban, liberados del pago de derechos aduaneros. No obstante, el aumento del monto de las cargas y del número de pasajeros, y su incidencia sobre la demanda de vehículos, las necesidades de mantenimiento de vagones y de locomotoras, sumadas a lo que los empresarios consideraban un alto costo de abastecimientos provenientes de empresas privadas debieron estar en la base de la instalación de talleres propios.

En relación a otras empresas contemporáneas, que se ubican en un estadio transicional entre el taller y la manufactura, los ferroviarios se aproximan a la segunda organización, reflejada incluso en el número de obreros empleados. En 1887, el Oeste Santafesino ocupaba alrededor de 250 personas. De acuerdo con la descripción del ingeniero Firmat en ese mismo año, las instalaciones están integradas por un área de tornería, el taller de máquinas, un sector de montaje y un pequeño taller de fundición de hierro, que le permite fabricar piezas de toda clase y tamaño, a excepción de las ruedas, que se importan de Inglaterra y Estados Unidos. En 1890, no sólo se ha renovado la maquinaria existente, sino que se agrega la sección del aserradero "para el trabajo de construcción de vagones". Ello le permite a la empresa abastecerse tanto de piezas fundidas como de vagones y coches que se van incorporando al tren rodante con las adaptaciones necesarias al tipo de cargas transportadas. La empresa adquiere así cierta autonomía de importaciones precedentes, a excepción de las locomotoras.

Esta estrategia de potenciar el abastecimiento interno de ciertos bienes manufacturados, que en el marco del modelo se asignan a la importación, se reproduce en otras ramas generando ciertos niveles de integración entre áreas especializadas en la provisión de materias primas y centros de elaboración.

Una de ellas la constituye la actividad cerealera, producción que de acuerdo con la modalidad de inserción del país en el mercado externo debía orientarse a la exportación. Sin embargo, desde mediados de los '70 en adelante, se observa una paulatina atención a los requerimientos de las demandas locales, regionales y nacionales, pretendiendo no afectar los niveles exportables.

La actividad del cultivo cerealero se asocia desde muy temprano con la elaboración de harinas a través de una unidad productiva típica del paisaje de la colonización: el molino harinero. Como las primeras instalaciones presentan una relativamente reducida inversión de capitales, ella aparece tanto como complemento natural de la actividad de los propios colonos, como de ciertas empresas de colonización o de algunos grandes propietarios. Esta escasa inversión de capitales obedece, en parte, al bajo nivel tecnológico que caracteriza en un principio a este tipo de producción, a la utilización de un combustible al que se accede fácilmente por la cercanía de formaciones boscosas o de algún curso de agua, y posiblemente, en el caso de los colonos propietarios, a una organización económica basada en la ayuda familiar. De los veinticuatro molinos detectados que funcionan en la década del '70, doce se ubican particularmente en el área del centro (Esperanza, Franck, Humboldt, San Carlos, Las Tunas, etc.). Ellos abastecen una demanda local o interlocal cubriendo un espacio geográfico restringido dado los condicionamientos de los transportes. Como contrapartida, se proveen de los insumos provenientes de un circuito de similares características, que si bien acorta el recorrido de la materia prima condiciona su producción tanto en calidad como en su ritmo anual. El resto de los molinos se sitúan en zonas o bien vinculadas al subsistema del Central Argentino o de fácil accesibilidad al tránsito fluvial, lo que permite presuponer su inserción en un circuito de intercambio mucho más amplio y dinámico.

En los quince años siguientes, el número de establecimientos se eleva a 80, registrando un aumento de un 157% con respecto a la primera de las décadas consideradas. Este crecimiento se distribuye en una multiplicación de los molinos en el área de más reciente colonización en el proceso de expansión de las colonias originarias. Entre esas fechas, colonias como Pilar, Rafaela, Clucellas, Sunchales y otras disponen de estas plantas de transformación del cereal, facilitada ahora sus comunicaciones con la presencia del Ferrocarril Provincia de Santa Fe, complementadas a su vez, con el sistema de tranways a vapor y la perduración de los vehículos más tradicionales (carros, carretas, etc.). Por otra parte, también crecen en niveles similares la instalación de estas empresas en el interior del subsistema del Central Argentino. A los existentes en Carcarañá, Cañada de Gómez y Santa Teresa, se agregan otros en las mismas localidades, además de los de Armstrong y Bernstadt. Continúan siendo importantes las áreas portuarias, particularmente Rosario y San Lorenzo, como sedes de estas plantas, pero tal vez la zona que atrae más atención en este momento, es la vinculada al Oeste Santafesino. En ella, a diferencia de la dispersión espacial observada en el área de las colonias de la Provincia de Santa Fe, la localización se concentra en Villa Casilda, la cual ya ha sido mencionada por otra parte como centro de acopio y distribución. Esta localidad reúne seis de los siete molinos existentes[15].

El contacto con las principales redes ferroviarias garantiza entonces, a partir de la década del '80, a la actividad molinera el abaratamiento de los costos del transporte, de la materia prima, del combustible y del producto elaborado. A su vez, facilita la obtención de una materia prima de calidad uniforme y en cantidad suficiente ya que supera la dependencia local o del hinterland inmediato para el abastecimiento. Al mismo tiempo, los niveles de modernización de esa actividad productiva no sólo incrementan las potencialidades de la oferta sino que también conducen a dos procesos concurrentes: por un lado, el desplazamiento de algunos pequeños inversores que no disponen ni de capital suficiente ni de crédito para reciclar sus plantas; por otro, al aumento de la demanda de fuerza de trabajo que complementa o reemplaza la primitiva "ayuda familiar" con la incorporación tanto de un mayor número de trabajadores sin calificación cuanto de un plantel de relativa importancia de trabajadores "especializados" (mecánicos, foguistas, maquinistas, contadores, tenedores de libros, etc.).

Si bien la complejización en los sistemas de elaboración y los primeros síntomas de automatización derivan de la introducción de maquinarias norteamericanas y austrohúngaras, su instalación en las plantas y posterior mantenimiento generan demandas que motorizan a otros sectores de actividad bastante frecuentes en las áreas de colonias: el de las fundiciones, herrerías o complejos de carpinterías y herrerías que manufacturan repuestos, herramientas, máquinas o instrumentos agrícolas, o bien se orientan a la construcción de carros para el transporte del cereal. Las características organizativas de estos establecimientos varían en escala de complejidad y magnitud. Si bien las tres primeras (fundiciones, herrerías o complejos) no alcanzan la organización de las empresas molineras ni las de maquinarias agrícolas en lo que hace a la cuantía de la fuerza de trabajo ocupada y a la diversidad de funciones que deben cumplir, ellas desarrollan su actividad en ritmos intensos, particularmente en los períodos de cosecha, tanto para dar respuesta a las demandas de los productores agrarios como la que proviene de los empresarios manufactureros de la zona.

Desde el inicio de las instalaciones más tempranas en el centro de la provincia, surge la necesidad de provisión de maquinarias y herramientas agrarias. En parte, esta demanda se satisface a través de la importación de esos bienes desde el exterior. Sin embargo, las dificultades de reposición de piezas o partes y las peculiaridades de cierto herramental, impulsan la aparición al principio de pequeños talleres, los que se irán complejizando con el paso del tiempo. En este sector productivo se canalizan inversiones que provienen de diferentes sujetos sociales. Por una parte, no pocas de las empresas comerciales vinculadas a la importación-exportación se orientan hacia estos rubros. Por otra, algunos empresarios exitosos de la colonización agrícola deciden complementar sus inversiones previas con este tipo de actividad. Un tercer grupo lo conforman los propios protagonistas de la colonización agraria que apostaron a su capacitación artesanal previa, como es el caso del herrero austríaco Tabernig o el de Nicolás Schneider en Esperanza.

Tanto la producción de maquinaria agrícola como la de carros y otros vehículos excede los límites de las colonias y cobra una singular importancia en el centro portuario de Rosario. En él se multiplican los talleres y las manufacturas, como la Casa Woods, la fundición Anglo Argentina de Barlow, la herrería mecánica y fundición de Santiago Righetti, las manufacturas de carros y carruajes de Alejandro Plante y la de Anagand y Auriel que dan trabajo a alrededor de 30 a 70 operarios en su respectivas plantas. Esta producción se orienta a satisfacer tanto la demanda generada en los espacios agrícolas como la que proviene de la propia actividad ferroviaria cuando la efectuada por sus propios talleres resulta insuficiente.

La diversidad de experiencias de inversión que estimula al sector productivo en tanto eje básicos del modelo agroexportador, encuentran en el capital mercantil y financiero dos fuertes referentes tanto para impulsar la acumulación cuanto para condicionarla. Si bien estos operan en los principales núcleos urbanos, el centro más dinámico de radicación lo constituye, sin duda, la ciudad de Rosario. Esta se convierte en el escenario elegido por las grandes casas importadoras y exportadoras para promover sus intercambios. Paralelamente, en razón del aumento demográfico, la complejización urbana y la demanda creciente de bienes y servicios, favorecen el desarrollo de una actividad comercial en pequeña y mediana escala, dirigida a satisfacer el consumo especializado u ocasional, además del necesario al abastecimiento cotidiano. Aunque Rosario parece ser el punto de mayor concentración y diversificación de las actividades económicas, el mismo fenómeno complejizador se da en todo el sistema urbano provincial, con el consecuente aumento del sector terciario. Tal entramado favorece e incentiva el surgimiento y consolidación de una pequeña burguesía urbana que en muchos casos, experimenta fenómenos de movilidad ascendente.

Las importantes demandas de créditos provenientes de una actividad comercial y productiva en constante evolución está en la base de las distintas iniciativas que estimulan la emergencia de la actividad bancaria[16]. En este sentido, es nuevamente la ciudad portuaria del sur la que lleva la delantera en las inversiones en el campo financiero. Esto deviene del activo papel desempeñado por Rosario a partir de la organización confederal, así como de su protagonismo en la reactivación económica generada por la guerra del Paraguay.

El proceso de inversiones de capital en esta esfera parece desarrollarse en dos grandes etapas, cuya línea divisoria está marcada por la instalación del Banco Provincial de Santa Fe. En la primera etapa -previa a 1874- y a excepción del Banco de Londres, surgen distintos establecimientos de pequeña envergadura y efímera duración, resultado en la mayoría de los casos, de capitales originados en el comercio y en el negocio inmobiliario locales. Estos son los casos del banco de Carlos Casado (1864), el Comercial de Santa Fe (1866) del empresario y colonizador Mariano Cabal, el de Rosario de Santa Fe (1870) entre cuyos inversores se encuentran comerciantes y propietarios rurales (Paz, Carbó, Castellanos, Grognet, Hertz). También los capitales bonaerenses se involucran en el negocio financiero a través de la sucursal del Banco Argentino (1965) o la Sociedad de Crédito Territorial de Santa Fe (1869). En estas sociedades, los inversores de la provincia vecina se asocian a importantes figuras del comercio y de la actividad agraria local (Aldao, Zubelzú, Lejarza, Paganini, Arzac se vinculan con Diego de Alverar, Pedro Llambí Campbell, Bernardo de Irigoyen).

Dichas instituciones, dentro de sus límites, intentaron responder a las demandas de créditos derivadas de la operatoria de las empresas de colonización, las casas importadoras y exportadoras y también los pequeños comerciantes locales.

La insuficiencia de esta estructura y su propia crisis envuelta en la de 1873 está en el origen de la emergencia de una institución semiprivada que será impulsada conjuntamente por el gobierno provincial y la burguesía mercantil rosarina. Mientras los inversores rosarinos asociados a empresarios del centro y sur aspiran a consolidar una estructura bancaria para el desarrollo del comercio y de la "industria", el Gobierno provincial pretende hallar en ella la herramienta adecuada para hacer frente a sus compromisos financieros, particularmente su deuda interna y externa. Paralelamente a esta creación, se observa una intensificación de la inversión bancaria, particularmente en la década siguiente, en la que capitales locales comparten el espacio con inversores extranjeros. La banca extranjera establece sucursales que se suman al Banco de Londres y el Banco Británico de la América del Sud (1893); en los años 1887 y 1888 emergen respectivamente bancos que vinculan capital extranjero y local en clave étnica: el Banco de Italia y el Río de la Plata y el de España y del Rosario de Santa Fe.

Al formular el análisis de la canalización de los créditos bancarios, es posible detectar que el objetivo de obtención de altas tasas de ganancia limita las posibilidades de estímulo a las empresas productivas, condicionando fuertemente las facilidades para acceder a él, por parte de los pequeños productores rurales o sus pares en el ámbito urbano. En cambio, se pueden observar a grandes rasgos, dos tipos significativos de inversión hacia los que se orientan los recursos financieros: la compra de tierras o los préstamos y/o adelantos de fondos al estado provincial o a los municipios a cambio de la percepción de rentas fiscales. No pocas de estas instituciones bancarias operaron como intermediarias en la contratación y pago de empréstitos contraídos en el extranjero.

 

Negocios privados y espacio público

En todo este proceso y tal como se puede intuir en los planteos previos, existe una notable interacción entre estas fracciones y el estado, tanto nacional como provincial. Ello explica el interés de estos sectores por ocupar y controlar los espacios de decisión y la dificultad de consolidar en esa etapa, criterios de legalidad originados en el bien común, a partir del peso de los intereses privados en el espacio público.

La preocupación por controlar el aparato estatal se fundamenta en el hecho de que la participación en instancias de gestión permite obtener información cierta sobre los negocios y la marcha de los mercados, manipular, en caso necesario, la esfera legal, ubicar al funcionario adecuado en cada ocasión; prever, en fin, los problemas que pudieran originarse y que lesionarían los objetivos propuestos.

Es indudable que una de las esferas de mayor convergencia es la de la enajenación de las tierras fiscales, en la que se favorecieron inversiones de las que participaron alternada o simultáneamente funcionarios y empresarios privados. Las vías de acceso a la tierra pueden devenir de distintas instancias. Una de las más significativas se vincula indudablemente a la asignación de tierras como contrapartida de préstamos al estado. Los casos de Cabal, Rusiñol, Grognet y del mismo Oroño dan cuanta de esta operatoria. Paralelamente a ella aparecerá la donación o la hipoteca.

Otra vía, menos frecuente, pero no por ello menos significativa se vincula a la compra de tierra a bajo costo, poseyendo previamente la información de una rápida valorización merced al trazado de líneas férreas. También los mecanismos de expropiación de la tierra pudieron convertirse en instrumentos jurídicos para ejercer derechos sobre ciertas área territoriales.

Paralelamente al avance sobre la tierra pública, otras empresas se convierten, en las décadas del '70 y del '90, en nuevos espacios de acumulación y consolidación de riquezas: el trazado de las redes ferroviarias o la creación del Banco Provincial de Santa Fe.

En este tipo de negocios, donde la magnitud de la inversión acrecienta los riesgos y el tiempo de maduración del capital es más lento, es frecuente también la apelación desde los sectores privados al estado para que este asuma parte de esos riesgos a través de la contratación de empréstitos, los subsidios, las garantías y la cesión de tierras. Esta apelación parece bastante posible, dado que las relaciones parentales e interpersonales entre los funcionarios públicos y los sectores privados, ya que en ambos frentes participan miembros de las fracciones burguesas capitalina y rosarina.

Pero además, resulta evidente que, por lo menos hasta la década del '90, es indudable el nivel de compromiso que este estado ha asumido con el proyecto de desarrollo. Más allá de la ambigüedad en que se desenvuelven el espacio privado y el público, el estado provincial decide, gestiona y ejerce algún contralor. En la década del '90, se ha agotado ya el fondo patrimonial del que podía disponer. Concomitantemente, se enfrenta a una crisis significativa de los recursos fiscales, que le obliga, entre otras cosas, a renegociar la deuda pública, a ceder a perpetuidad la totalidad de las líneas ferroviarias bajo su control y a derivar al gobierno nacional el derecho de emisión del Banco Provincial.

El discurso privatista que ha ido tomando cuerpo durante los '80 reaparece, vigorizado por la crisis y el fuerte deterioro de las finanzas públicas. En ese marco, el estado provincial no hace otra cosa, a través de sus sucesivas concesiones, que adecuarse a la posición sustentada desde el estado nacional por Juárez Celman, para quien los gobiernos "son por naturaleza, malos administradores económicos. Por consiguiente...las políticas de laissez-faire defendidas por muchos teóricos europeos, debían adoptarse como doctrina básica del estado argentino"[17].

 

Historias de vida

Una vía de acceso al conocimiento de los empresarios, seguramente más vívida, la proporcionan algunos casos individuales que pueden servirnos para marcar las tendencias y/o matizar algunos rasgos. Ex-profeso hemos elegido tres casos que señalan derroteros exitosos. Los mismos están construidos acumulativamente al solo fin de servir de ejemplificación[18].

 

Un caso especial esta evidenciado en el recorrido empresarial de JUAN FUENTES. A través de él puede confeccionarse un parangón que entrelaza los ciclos de nuestra economía con su particular emprendimiento capitalista: Había nacido en Caldas del Rey (Galicia) en 1852; a los 15 años arriba a la Argentina, trasladándose a Paraná (donde su hermano estaba de criado) donde trabaja como empleado bajo las órdenes de diversos comerciantes. Asentado en Rosario, se emplea como dependiente en un comercio por mayor.

Entre 1872, año de su llegada a la ciudad y 1874 logra independizarse a partir de los ahorros logrados con el alquiler de un coche, que vende posteriormente para emprender la actividad ganadera ovina. En 1874 es poseedor de 2.000 ovejas, arrendando tierras para su pastoreo.

El casamiento, con Josefa Manso (según una versión habría sido la propietaria de la empresa de coches donde Fuentes era cochero) le aporta cien cuadras cercanas al futuro trazado de un ramal del Ferrocarril Central Argentino en lo que hoy es Fuentes (1878). En mayo de 1882 le adquieren a Julián de Bustinza (también español) 6.619.944 m2 en lo que será parte de la colonia Fuentes. Para 1885 era propietario de 15.000 ovejas 100 vacunos y 1.000 cuadras. Gestionada ante el gobierno la fundación de la colonia (1887), vende casi una sexta parte a sus socios Enriqueta Wilson de Olavarría Le Bas y Diego Musgrave (1888). A menos de un año de fundado el pueblo los terrenos que lo conforman son vendidos esta vez a la Compañía de Tierras del Central Argentino (11 meses después esta los transferirá a la Argentine Land and Invesment Company Limited).

Su decisión empresarial lo había llevado ya a desprenderse del ganado ovino y previendo las ventajas del mercado del vacuno, incorpora a su plantel un importante número de cabezas, cuya rentabilidad le permite ampliar sus propiedades fundiarias.

En 1891, tras la crisis, reconvierte sus empresas y pasa a concentrar su atención personal en el establecimiento y administración de colonias agrícolas; para el Centenario solamente sus propiedades agrícolas le reditúan unos $3.500.000 moneda nacional de renta anual; socio de varias entidades comerciales, dueño de propiedades urbanas, a él se debe (con la colaboración de Francisco Beristain) la construcción del imponente Palacio Fuentes en la city rosarina.

Al morir su esposa se convierte en su heredero universal, casándose posteriormente con María Aresi Vda. de Raveglia, con quien tendrá cuatro hijos.

Sus vastas propiedades rurales se extienden en las mejores tierras de la provincia. Sus colonias, explotadas con el método de proveer a sus colonos de insumos y herramientas y recibir como pago una parte del producto, producen para esos años más de 30.000 toneladas de maíz y lino. Se ha afirmado que era el mayor productor individual de maíz.

En 1910 posee por ejemplo la estancia "Fuentes", usada como residencia veraniega, de 4.000 ha. donde cuenta con vacas lecheras, "Las Mercedes" de 4.500 ha. cerca de La Salado (F.C.C.yR.), "San Tiburcio" de 3.000 ha. cultivada con alfalfa para el ganado shorthorn y carneros, "San Justo" de 6.000 ha. cerca de Firmat, "Villa Vista" de 2.500 ha. cerca de Benjamin Gould, la colonia "La Sepultura" de 5.000 ha. cerca de Villada.

Es socio de la Bolsa de Comercio rosarina por el gremio de Estancieros, colonizadores y agricultores bajo la razón social S.A. Agrícola y Ganadera "Juan Fuentes", no habiendo ocupado cargos en ella. Parece, también, haber tenido escasa participación en las instituciones étnicas (aparece como socio del Club Español recién en 1933 en condición de vitalicio), no obstante aprovecho los vínculos nacionales como parece demostrarlo, por lo menos en la colonia Fuentes, la presencia mayoritaria de españoles de acuerdo con sus preferencias.

Su figura fue extremadamente polémica, alabado como filántropo y benefactor de sus colonos (Lloyd); es uno de los propietarios más cuestionados por sus contratos leoninos y el trato que reciben quienes arriendan en sus tierras, llevando, por ejemplo, la Federación Agraria a organizar un boicot (1913), o a los pobladores de Fuentes a solicitar, años después, el cambio de nombre del pueblo.

 

Un caso de movilidad social con relativa celeridad y de implantación multisectorial lo refleja la trayectoria de MIGUEL MONSERRAT, mallorquín, nacido en 1868 y llegado a la Argentina en los primeros años de la década del '80. En 1898 se incorpora en calidad de socio principal a la firma que, a partir de ese momento, se denomina Remonda, Monserrat y Cía., sucedánea de una empresa de capital inglés (Glover, Temple y Cía.) que se había dedicado a la importación de provisiones y agente general de establecimientos azucareros del norte del país. Una particularidad de la firma es que en los cinco socios originarios (Pedro Remonda, Miguel Monserrat, Víctor Battaini, Pompeyo Rasetti y Juan Loustau) encontramos representadas cuatro nacionalidades: argentina, española, italiana y francesa. Previamente fue empleado durante quince años en una ferretería alemana donde adquiere una rica experiencia en el manejo de las relaciones comerciales con el mercado de las colonias agrícolas. En 1986, Battaini era socio con su hermano de un almacén, propietario también de uno lo era Monserrat. Para el año 1898 entra como socio de la ferretería, nueve años antes había ingresado como socio Remonda (llamándose en ese entonces Pritchard y Cía), coincidentemente con el inicio de la importación de maderas, hierros y artículos de ferreterías. En 1895 se cierra el almacén; y ya bajo su dirección la empresa comenzó a importar y vender artículos rurales (maquinaria y herramientas). Sus negocios se extienden al conjunto del país, posee un establecimiento en Entre Ríos, grandes depósitos y un muelle propio en el embarcadero Arijón y para 1910 emplea a 350 trabajadores, 250 en el muelle y 100 en las oficinas y depósitos.

Miguel Monserrat llega a ser vicepresidente del Banco Español de Buenos Aires y presidente de la sucursal rosarina; presidente de la Cámara Oficial Española de Comercio, Industria y Navegación; presidente de "La Rosario", importante compañía de seguros de la plaza (algunos de los socios fueron: Angel Muzzio, Emilio Ortiz, Luis Colombo, Emilio Schiffner, Santiago Pinasco, etc.); socio de la "Industria y Comercio" también aseguradora (junto con una buena cantidad de connacionales como: Francisco Berestain, Emilio Sust, Esteban Morcillo, etc.) que gira con un capital de $2.000.000; sobre fines de la segunda década del siglo XX lo encontramos abriendo una filial en Nueva York, atendida por su hijo Miguel (junto con Víctor Bottaini). En 1921 y a través de él se vincula al negocio cerealero con la firma Monserrat y Prats. Su convicción y conocimiento de las necesidades y demandas del sector dinámico de la economía lo inducen a agregar, a las actividades comerciales, otras financiera que pasan de tener un carácter secundario a un rol protagónico con la creación del Banco Monserrat en diciembre de 1927.

Casado con Antonia Grimalt, tiene 10 hijos, Miguel (h) hace estudios comerciales y financieros en Europa empleándose luego en la American Trading Company, a su regreso trabajo como empleado. Luego de dirigir la filial en Estados Unidos se integra a la dirección de la empresa y más tarde a la del banco. Antonio curso estudios en Princeton (1919-24). Ingresando a la firma como también como empleado, llegara a ser presidente de la misma luego de la muerte de su padre (1943) y luego vice del banco. Roberto será director de la compañía de seguros "La Rosario" y vice de la empresa en 1943.

Al igual que otros miembros caracterizados de este grupo, también integra el gobierno municipal ejerciendo una concejalía entre 1909 y 1911. Figura destacada de la Bolsa rosarina ejerce su presidencia en ocho años durante el periodo, figurando consecutivamente en las direcciones de algunas de sus Cámaras durante 16 años. Socio del Club Español y nunca ajeno a las actividades filantrópicas de la comunidad, es socio vitalicio de aquél en 1933. Muere en Rosario el 19 de noviembre de 1943.

 

En 1880 Friederich Widermuth es un empresario alemán consolidado en el rubro molinero. Es evidente que ha llevado adelante un cierto proceso de acumulación y su empresa el "Molino Nacional" tiene especial relevancia dentro de la región -por la misma época su hermano es un estanciero y colonizador próspero del sur de Córdoba, sobre la línea del F.F.C.A.-.

Por este tiempo ingresa como empleado del molino Emile Werner, un alemán que había realizado estudios prácticos de instalaciones molineras en Estados Unidos. En nueve años Werner se convierte en socio de Wildermuth en un nuevo emprendimiento molinero en un área muy cercana a Rosario: Casilda. En principio alquilan las instalaciones que finalmente compran en 1891. En 1892 Wildermuth se retira de la sociedad e ingresa Arthur Werner, hermano del anterior, a la misma. Arthur continua como socio hasta 1898, año en que se produce otro cambio dentro de la sociedad, Arthur se retira y se incorpora el tercer hermano Werner: Richard, que se encuentra en Argentina desde 1887. Finalmente en 1901 y en un punto culminante de prosperidad ingresa a la firma otro alemán Jorge Boehnig; la compañía se expande y crea dos molinos más en Melincué y Río Cuarto. En 1910 Emile Werner se queda como socio exclusivo del Molino en Río Cuarto, mientras que su hermano Richard, su socio Boehnig y un nuevo socio, también alemán, Paul Koelher administran los de Melincué y Casilda.

Es así como en 1885 Friederich Wildermuth decide comenzar un nuevo emprendimiento empresarial, en principio relacionado con la actividad molinera: La casa Wildermuth actúa como introductora de máquinas de moler y limpiadoras de granos, siendo agentes exclusivos en Argentina de compañías alemanas y estadounidenses.

Hacia fines de la década del 80 se diversifican, incorporan sustanciales mejoras en sus talleres y en poco tiempo comienzan a producir sus propios implementos de molienda especializándose en forma sistemática en limpiadoras de cereal (generan su propio producto con su correspondiente patente: EUREKA).

Sin embargo este proceso de intento de desarrollo medianamente autónomo de manufacturas orientadas a la producción agropecuaria se ve alterado debido a una reestructuración empresarial tendiente a optimizar el rendimiento de las máquinas herramientas montadas en el taller, reducir o por lo menos no aumentar la mano de obra ocupada, y obviamente de reducir los costos y mejoras los niveles de ganancia. La casa Wildermuth importa las partes de acero y fundición, y realiza el proceso de armado en Rosario incorporando las partes de madera y hojalata.

La empresa se dedicaba asimismo, a la instalación de molinos, la supervisión técnica de las maquinarias, la provisión de repuestos y la reparación de los implementos instalados. Su área de acción excedía el espacio de influencia directa de la ciudad de Rosario -sur y centro de Santa Fe, sur de Córdoba-, expandiéndose por un espacio regional mucho más amplio -sur y centro de Buenos Aires, la Pampa y norte de Santa Fe-.

En 1889 se incorpora como empleado de la casa Wildermuth, C. Preumayr un alemán originario de Hamburgo, pronto, en el período 1894/95 se convierte en el Gerente, cargo que abandona para dedicarse a las actividades relacionadas al comercio de granos, siendo representante exclusivo de Bunge y Born en Rosario. Finalmente vuelve a incorporarse, esta vez como socio, a la casa introductora Wildermuth y cuando en 1908 su fundador se retira del negocio, se convierte en el principal accionista de la empresa, cambiando la denominación comercial por Preumayr y Cía. Por este mismo período C. Preumayr es un miembro activo de la Bolsa de Comercio de Rosario y es además miembro, en compañía de varios "notables" de Rosario de la Junta Directiva de la fábrica de ladrillos y cerámicos Cerámica Alberdi.

De igual modo, repitiendo el esquema anterior, se incorpora a la ahora casa Preumayr H. Frank, un berlinés, que luego de ser empleado, asciende a gerente en 1910, ingresando posteriormente como socio.

Sin embargo las actividades iniciadas por Friederich Wildermuth están muy lejos de acabar en la línea del negocio molinero y de las actividades relacionadas con el montaje de los mismos, y finalmente con el rubro de la importación y producción de maquinaria.

Su hijo Fredrig luego de administrar a comienzos de la década del 10, la estancia de su tío en Córdoba -Est. Wildermuth-, inicia en 1909 una nueva actividad comercial y manufacturera. Se convierten en los principales introductores de productos químicos -en su mayoría de origen alemán, belga y holandés- para la zona. Sus clientes son variados, sin embargo se convierten, por ejemplo en los abastecedores exclusivos de ácido sulfúrico para las refinerías tanto de la ciudad como de Tucumán del grupo Tornquist. Manejan asimismo la comercialización del ácido muriático utilizado en las explotaciones de sal de Tucumán. Montan además un laboratorio y una jabonería que se dedican a producir productos -sobre todo el clásico jabón amarillo- para el mercado interno.

Todos ellos son miembros de la Bolsa de Comercio, y tienen una participación importante dentro de las actividades sociales de la colectividad alemana en la ciudad.

 

Notas

 



[1] Ponencia presentada en las XIV Jornadas de Historia Económica, Córdoba, 4 al 6 de mayo de 1994. Este trabajo fue realizado en el marco del proyecto de investigación Cuestión Regional. Estado Nacional. Santa Fe 1850-1930 (CURENA). Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario.

[2] CONICET

[3] CONICET

[4] BONAUDO, Marta; CRAGNOLINO, Silvia y SONZOGNI, Elida; "Poblamiento y desarrollo agrario. Algunas experiencias colonizadoras en Santa Fe (1856-1883/85)", en: Historia e populaçao. ABEP. IUSSP. CELADE, Sao Paulo, 1990. BONAUDO, Marta; CRAGNOLINO, Silvia y SONZOGNI, Elida; "Poblamiento y desarrollo económico: tres experiencias de los ochenta", en: Revista de Historia, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, Nº 3, noviembre 1992. BONAUDO, Marta y SONZOGNI, Elida; "Viejos y nuevos colonos. Su convergencia en un mundo en transición", en: Ruralia, FLACSO, Bs. As., Nº 1, 1990. BONAUDO, Marta; CRAGNOLINO, Silvia; SONZOGNI, Elida y ALBAIZETA, Ma. Elena; "Ferrocarriles y mercado de tierras en el centro-sur de Santa Fe (1870-1900)", en: Siglo XIX. Cuadernos de Historia, Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Mora y Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Nuevo León, Monterrey, Año II, Nº 6, junio 1993. BONAUDO, Marta; SONZOGNI, Elida; CRAGNOLINO, Silvia; ALBAIZETA, Ma. Elena; "La política ferroviaria y su impacto en la construcción de mercados. El centro-sur santafesino en el segunda mitad del siglo XIX", Rosario, Mimeo, 1992. BONAUDO, Marta y SONZOGNI, Elida; "Redes parentales y facciones en la política santafesina 1850-1900", en: Siglo XIX. Revista de Historia, México, Nº 11, 2da. época, enero-junio 1992. BONAUDO, Marta y SONZOGNI, Elida; "Redes parentales, facciones y hombres nuevos en la construcción del espacio público santafesino (segunda mitad del siglo XIX)", ponencia presentada en el Congreso Internacional América 92. Raíces y Trayectorias, San Pablo, 1992. BONAUDO, Marta y SONZOGNI, Elida; "Estado, empresarios y colonos en pos de un proyecto de desarrollo agrario (Santa Fe, segunda mitad del siglo XIX)", en: BONAUDO, Marta y PUCCIARELLI, Alfredo (comp.); La problemática agraria. Nuevas aproximaciones, ed. CEAL, Bs. As., 1993. ALBAIZETA, Ma. Elena; "Notas acerca de las inversiones bancarias en la provincia de Santa Fe", en: Anuario, Escuela de Historia. Fac. de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Nº 12, 1986-7. PONS, Adriana y VIDELA, Oscar; "Inmigración española y conformación de una burguesía local. Rosario de mediados del siglo XIX al principios del XX", en: Actas del I Encuentro Iberoamericano de Estudiantes y Jóvenes Investigadores de Historia de América, Fac. de Geografía e Historia. Universidad Complutense de Madrid, Madrid, (en prensa).

[5] BONAUDO, M.; CRAGNOLINO, S.; SONZOGNI, E. y ALBAIZETA, M.; "Ferrocarriles y mercado..." op. cit..

[6] BONAUDO, M. y SONZOGNI, S.; "Redes parentales y facciones en la política...", op. cit..

[7] BONAUDO, M. y SONZOGNI, E.; "Redes parentales, facciones y hombres...", op. cit..

[8] BONAUDO, M. y SONZOGNI, E.; "Viejos y nuevos...", op. cit.; BONAUDO, M.; CRAGNOLINO, S. y SONZOGNI, E.; "Poblamiento y desarrollo económico...", op. cit.. Si bien el sector ganadero es al que se destina las primeras inversiones, nuestro conocimiento sobre los recorridos posteriores es por el momento sumamente escaso.

[9] A partir de la década del '90, el modelo de acumulación de los grandes propietarios abandona la modalidad de subdivisión y venta, reemplazándola por la conformación de estructuras productivas de cultivos combinados, asignando la esfera agrícola a tenentes. Este modelo es el responsable del gran boom cerealero de principios de siglo. Cfr. BONAUDO, M. y SONZOGNI, E.; "Viejos y nuevos...", op. cit.. y "Estado, empresarios...", op. cit..

[10] BONAUDO, M. y SONZOGNI, E.; "Viejos y nuevos...", op. cit.; BONAUDO, M.; CRAGNOLINO, S. y SONZOGNI, E.; "Poblamiento y desarrollo agrario...", op. cit..

[11] KOROL, Juan Carlos y SABATO, Hilda; ¿Cómo fue la colonización irlandesa en la Argentina?, ed. Plus Ultra, Bs. As., 1981.

[12] BONAUDO, M. y SONZOGNI, E.; "Poblamiento y desarrollo económico...", op. cit..

[13] Lisandro Paganini, Lisandro de la Torre, Juan Canals, Desiderio Marquardt y Daniel Regúnaga proceden de campos múltiples (banca, comercio, sector agrario) vinculados algunos de ellos a inversores extranjeros. La convocatoria fue más exitosa que la registrada en ocasión de la suscripción del Ferrocarril Central Argentino en 1863, en donde también había participado Carlos Casado.

[14] BONAUDO, M.; CRAGNOLINO, S.; SONZOGNI, E. y ALBAIZETA, M.; "La política ferroviaria...", op. cit..

[15] Nuevamente Carlos Casado muestra una indudable vocación de articular la inversión en la explotación agraria, con las esferas de transformación y transporte de la producción cerealera.

[16] ALBAIZETA, M.; "Notas acerca...", op. cit..

[17] MARICHAL, Carlos; Historia de la deuda externa de América Latina, ed. Alianza, México, 1988, pág. 159.

[18] Estas historias de vida fueron construidas a partir de: LLOYD, Reginald (ed.); Impresiones de la República Argentina en el Siglo Veinte; ed. Lloyd Greater Britain Pubblishing Company, Londres, 1911. SANTILLAN, Diego Abad de; Gran Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe; ed. EDIAR, Bs. As., 1967. GOMEZ, Mario; SASTRE, Marcos y CISTOLA, Guido; Rosario biográfico, ed. Tradiciones Argentinas, Rosario, 1955. Diccionario biográfico de hombres de negocios, ed. Veritas, Bs. As., 1945. Apuntes biográficos contemporáneos, ed. El Comercio, Rosario, 1878. CARRASCO, Gabriel; Guía civil y comercial de la ciudad de Rosario; ed. Carrasco, Rosario, 1876. CARRASCO, Gabriel; Descripción geográfica y estadística de la Provincia de Santa Fe, ed. Carrasco, Rosario, 1882. FERNANDEZ, A.R.; Prontuario informativo de la Provincia de Santa Fe, ed. La Minerva, Rosario, 1986. MIRAGAYA, Eduardo y SOLANES, Francisco; Los españoles en Rosario de Santa Fe, ed. La Cervantina, Rosario, 1934. GARCIA, Lía Claudia; Fuentes. 1888-1988, ed. Comuna de Fuentes, 1988. SOCIEDAD RURAL DE ROSARIO; Cincuentenario de su fundación, ed. S.R.R., Rosario, 1945. MUNICIPALIDAD DE ROSARIO; Nómina de consejales, Rosario, s/f. ASOCIACION ESPAÑOLA DE SOCORROS MUTUOS (AESM); Revista de la AESM, Rosario, Año 1, Nº 1, 1932. AESM; Revista Extraordinaria de su Centenario, Rosario, 1957; y las Memorias de las siguientes instituciones (algunas de ellas fragmentarias): Cámara Oficial Española de Comercio, Industria y Navegación; Club Español de Rosario; Jockey Club Rosario; Club Social; Bolsa de Comercio de Rosario.