Propuestas para una Historia Regional crítica

 

Nidia R. Areces(*)

(ISHIR-CONICET. CEDCU-UNR; nidia_areces@ciudad.com.ar.)

 

Introducción

 

La intención de este trabajo es poner a consideración cuestiones que hacen al quehacer y a la construcción de la Historia Regional. Se entiende que para ello conviene situarse en el presente para posicionarse en los tiempos históricos que transcurren y, a partir de este posicionamiento, intentar una aproximación metodológica.

El presente histórico está signado por la reconfiguración del sistema mundial. De esta reconfiguración interesa destacar los cambios en el ordenamiento y jerarquización espacial teniendo como epicentros a los lugares que se transforman tanto en condiciones como en soportes de complejos vínculos internacionales que se sustancian a través de un sinnúmero de mediaciones. Sin embargo, este mundo tan íntimamente relacionado se ve afectado por profundas transformaciones desde la desindustrialización y la reestructuración capitalista hasta la crisis de la democracia social y el colapso del comunismo que pueden desintegrar, arrasar espacios y/o hacer surgir, diseñar otros. Este es un juego dialéctico de transformación mundial en donde las regiones se tornan en principio lugares funcionales del Todo. A pesar de lo cual, éstas siguen siendo espacios de convivencia que, en gran medida, dependen de fuerzas externas que escapan a su control y afectan su autonomía. La referencia es fundamentalmente a la concentración y acumulación de grandes capitales que son instrumentados por corporaciones internacionales cuyos intereses trascienden los límites de los Estados y, por supuesto, de cualquier lugar del planeta.

Llevado esto a la construcción del conocimiento histórico es que desde un principio se apunta al ensamble entre la Historia Regional, la Historia Nacional y la Historia General. Es decir, la Historia Regional debe conectarse con las interpretaciones globales, tener conciencia de que su objeto de estudio forma parte de una realidad más vasta mientras que tanto la Historia General como la Nacional deben tener en cuenta el transcurrir histórico de las distintas regiones. También se apunta a que la Historia Regional debe asumir una de las premisas básicas de la Historia: reflexionar acerca del pasado, posicionándose en el presente para proyectarse hacia el futuro. Por cierto esto no significa que tamaña empresa tenga que completarse de manera absoluta admitiendo las limitaciones que existen por múltiples motivos, entre otros por las propias dificultades prácticas del abordaje historiográfico. Simplemente se pretende que estos presupuestos se tengan en la mira cuando se emprenden los caminos metodológicos que conducen a la construcción de la Historia Regional.

 

Espacio y poder en la Historia Regional

 

Una de las cuestiones que interesa plantear está referida a espacio y poder como uno de los supuestos operativos de la Historia Regional. Esbozar una definición de región permite avanzar en este sentido. La región se configura como un subespacio que se construye a través del tiempo en la que inciden tanto fuerzas internas como externas. Por consiguiente es el resultado de la longevidad del edificio y de la coherencia orgánica que logran sus partes, coherencia que en ese Todo, en ese sistema mundial de la cual forma parte, la distingue de otras regiones. Se piensa a la región como un conjunto que posee estructura propia porque integra lugares vividos y espacios sociales con un mínimo de especificidad, conjunto que se hace distinguible por ciertas representaciones en la percepción de habitantes y de extraños. Se observa entonces que “La región es menos netamente percibida y concebida que los lugares de lo cotidiano o los espacios de la familiaridad. Pero constituye, en la organización del espacio-tiempo vivido, una envoltura esencial, anterior al acceso a entidades mucho más abstractas, mucho más desviadas de lo cotidiano.”[1] Enfocada en sí misma, la región es un espacio medio, menos extendido que la nación, pero más vasto que el espacio social de un sólo grupo. En ese espacio medio se vive un tiempo que conduce al apego a la escala humana y a la identificación de las actividades humanas, las relaciones familiares, la vida cotidiana, las formas de hacer política, las manifestaciones culturales, etc.

Este primer intento de definición puede problematizarse si se acude a la noción de combinación regional que incluye la conexión de elementos naturales, humanos y culturales. El empleo de esta noción remite al de estructuración por ser parte e integrar el sistema en forma articulada y dinámica.[2] Detectar la especificidad de la composición de dicha estructuración y dimensionarla espacial y temporalmente, se inscribe como un elemento clave para distinguir una región de otra. La estructuración espacio-temporal es la toma de conciencia de los movimientos en el espacio y el tiempo e implica un paso más en el orden de complejidad de la organización de ese espacio-temporal. Esa toma de conciencia deriva del análisis intelectual que supone conjugar los datos obtenidos a través de distintas percepciones.

La conceptualización de región histórica resulta también válida para su comprensión. Ésta se configura a partir del espacio-tiempo vivido cuya estructuración social guarda especificidades que la diferencian de otras. Para abordar analíticamente la región histórica conviene visualizar sus componentes básicos: el medio geográfico y sus recursos, las actividades productivas y las relaciones con el mercado, la dinámica demográfica, los núcleos de poder, la identidad y la mentalidad colectiva expresadas a través de distintas manifestaciones culturales, de la familia, de los vínculos parentales, de la etnicidad, apreciando en todos estos los cambios que se experimentan. Para poder observarlos y, a través de ellos, poder estudiar la región es conveniente exponerla como una película más que como una fotografía de época y, en este sentido, afirmar que "la región de estudio es una hipótesis por demostrar" implica un claro posicionamiento epistemológico y gnoseológico.[3]

Como objeto de estudio del género historiográfico que es la Historia Regional, la región se entiende entonces como la forma de un espacio-social que compone una trama regional con características sui generis. Este espacio-social constituye un modelo explicativo global de los lazos que activan la trama regional. La importancia epistemológica de este modelo reside en la capacidad interpretativa, en primer lugar, de ir de lo particular a lo general y viceversa y, en segundo lugar, de manejar teorías y metodologías de otras disciplinas,[4] cuestión por cierto referida a la interdisciplinariedad.

En cuanto a las relaciones entre lo particular y lo general es oportuno enfatizar que para encontrar lo particular es fundamental dialogar con los procesos generales, más aún, como se ha expresado, entroncar unos con otros. Grandes historiadores de distintas escuelas como Carlo Ginzburg, Giovanni Levi, Eric Hobsbawm, Edward P. Thompson, para mencionar sólo algunos, basaron sus estudios tratando de explicar los procesos generales a partir de la localización de personas, familias y tipos humanos. Si se acude por ejemplo a la Microhistoria italiana, Giovanni Levi reconstruye en forma detallada basándose en algún resto documental las vicisitudes biográficas de cada poblador del pueblo de Santena en el Piamonte del siglo XVII y sostiene que “la participación de cada uno en la historia general, en la formación y la modificación de las estructuras que soportan la realidad social, no puede ser valorada sólo por los resultados perceptibles: en el curso de la vida de cada uno, cíclicamente, surgen problemas, incertidumbres, decisiones, una política de la vida cotidiana cuyo núcleo es el uso estratégico de las reglas sociales."[5]

Precisamente, la Microhistoria es una rama de la historia social que analiza acontecimientos, personajes u otros fenómenos del pasado que en cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. La razón por la que estos indicios llaman el interés del historiador puede ser muy diversa, por lo raro pero también por lo cotidiano. En todo caso, demuestra tener posibilidades interpretativas desusadas cuando se introduce la llamada reducción de escala o el examen con lupa del pasado, que constituye el instrumento innovador de esta escuela histórica.

La diferencia entre Microhistoria e Historia Regional reside sobre todo en una cuestión de enfoque. La Microhistoria –se hace referencia a la italiana puesto que algunas otras escuelas de la Microhistoria se confunden con la Historia Local- asume como paradigmas fundamentales: el cambio en la escala de análisis en el cual se desarrolla la observación histórica, el análisis exhaustivo e intensivo del universo microhistórico, y el paradigma indiciario. Mientras que la historia regional trata de comprender el acontecer histórico de ese espacio, entender ese conjunto a través de una trama de elementos, enfocando la región como un marco de referencia no estático porque en él cuentan las transformaciones que se experimentan a través del tiempo. La diacronía y la sincronía se combinan para detectar sus componentes 'estratigráficos' entre los que se pueden distinguir “las oleadas de poblamiento, los sistemas de propiedad territorial y su concreción en patrimonios y heredades, los sistemas de producción agraria y de organización del trabajo, la movilidad de la mano de obra, las formas de dominación administrativa e ideológica y sus dimensiones espaciales, las configuraciones simbólicas (lenguaje, arte ritual), la conciencia de un espacio propio [lo cual es propiamente historia].”[6]

De esos componentes, el investigador selecciona los que les interesan y hacen a la dilucidación de los problemas enunciados.

Se observa entonces que la región es un lugar que está en el mundo en donde conviven los hombres que realizan tareas individuales y colectivas y desde donde, a partir de vivir y experimentar en ese lugar, perciben empíricamente el mundo. Se deduce entonces que la diferencia entre lugar y región es menos relevante ahora que cuando imperaba una concepción jerárquica y geométrica del espacio geográfico; por ello la región puede considerarse como un lugar, siempre que se verifique la regla de la unidad y de la contigüidad del acontecer histórico. Inversamente, los lugares también pueden ser regiones porque ambos son subespacios enmarcados en las posibilidades evolutivas y las condiciones geográficas correspondiendo una espacialización a cada temporalidad.

Se trata con esta noción de espacio de comprender un todo complejo, que se redefine en cada tiempo histórico, en el que están profundamente articulados lo material, lo técnico, lo social, lo cultural y lo simbólico porque el espacio -con ciertos y determinados recursos materiales- no sólo es ocupado, es también percibido, interpretado y realizado por sus habitantes. Al incorporar las imágenes simbólicas con que se lo representa y al socializar los datos de la experiencia a través de una lectura que se adscribe a las funciones que corresponden a la interacción social y a los códigos inherentes a cada cultura, en suma, al incluir el plano simbólico se pretende alcanzar una conceptualización más abarcadora. Por consiguiente, el espacio que interesa estudiar es el percibido por los hombres, yuxtaponiendo las representaciones de los hombres que lo habitan diariamente y de aquéllos, los otros, que como viajeros han tenido y guardado en la memoria los recuerdos de su pasar. Ésta son construcciones culturales mediante las cuales las comunidades humanas conciben y describen su hábitat; un espacio compuesto por lugares de habitación, de trabajo, de acceso a los servicios, de creación de ocio, todo lo cual convierte al espacio/región en una instancia constitutiva de la sociedad articulada por los límites y contenidos geográficos y las memorias del pasado.

Con la construcción de una teoría del espacio social, Pierre Bourdieu plantea que la sociología se presenta como una topología social, por lo que el mundo social puede representarse en forma de espacio construido sobre la base de principios de diferenciación o distribución constituidos por las propiedades capaces de conferir poder a quien las posea en ese universo. Este sociólogo, privilegia las posiciones relativas de los agentes individuales y grupales en ese espacio, el que es descrito como un campo de fuerzas, pensando en la génesis de las clases y abriendo un interesante debate. La construcción de la teoría del espacio social de Bourdieu, se da a partir de rupturas con la teoría marxista. Inicialmente distingue tres rupturas importantes: ruptura con el privilegio de las sustancias sobre las relaciones, que lleva a considerar la clase teóricamente construida como una clase real; ruptura con el economicismo, que olvida lo multidimensional del espacio social; y, ruptura con el objetivismo que ignora las luchas simbólicas. De esos debates se destacan, a nuestro entender, los trabajos que tratan de las relaciones tensas entre situaciones de clase, diversas y desiguales y también aquellos que analizan la construcción frágil y contingente de mayores intereses e identidades de clase.

Se pretende entonces ver la región como una totalidad contradictoria y para ello entender que la conformación de una estructura regional supone un proceso de estructuración social, es decir, supone la concentración en el espacio de prácticas y relaciones sociales. En este sentido, la región connota siempre una estructuración de las conductas sociales en el tiempo y en el espacio. Para analizarlas hay que tener en cuenta al menos cuatro variables: forma, extensión, duración y carácter. El entrecruzamiento de estas variables da como resultado la regionalización. La forma se define por sus fronteras con sus indicadores físicos y simbólicos; la extensión, depende de su dilatación en el espacio y de la duración en el tiempo; el carácter está dado por los modos como la organización tiempo-espacio de locales es ordenada dentro de sistemas sociales más abarcadores.

La introducción del concepto de local como se está analizando permite definir la región física implicada como parte del escenario de interacción social, es decir, como el modo en que se emplean los recursos materiales durante el transcurso de las rutinas sociales, siendo los diferentes sociales los escenarios circunscriptos que ayudan a concentrar la acción social en un sentido o en otro. Con esta referencia se intenta no quedar limitados a las dicotomías sociológicas básicas (en particular de estructura y de acción) y, asimismo, se intenta trascender la separación entre el análisis macro y microsocial al considerar la regionalización como un nivel en el que pueden analizarse las interacciones de los individuos y los grupos con las estructuras y procesos.[7]

Este es un nivel básico de análisis que adquiere una mayor significación si se pregunta acerca de la vida de hombres y mujeres que habitan la región, de los episodios que significan algo en su transcurrir, de las utopías que alumbran su rumbo. Tratar de responderlos conduce a un gran tema, el del poder, que transciende a su preocupación por lo local, por lo regional. El concepto de poder y los hechos relativos al mismo se aplican a las sociedades y civilizaciones porque "El problema del poder es eterno, tanto si se labra la tierra con una azada o con un tractor".[8] No se trata sólo de la realización del anhelo individual de poder sino de la comunicación y de la interacción que son necesarias para alcanzar el éxito, para hacerse del poder en determinadas sociedades.

En la región, un territorio más aprehensible geográficamente hablando, se tiene no sólo la posibilidad de materializar el vínculo entre el ejercicio de la dominación y los alcances geográficos de la misma, sino de aprehender lo que Michel Foucault denomina la capilaridad del poder, porque éste se ejerce a partir de innumerables puntos, y en el juego de relaciones no igualitarias, porque éste es mucho más que “un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre los otros” es algo que circula, que funciona en cadena. No está nunca localizado aquí o allí, no está nunca en manos de algunos”. Por ello la necesidad de centrar su análisis en el estudio de las instituciones “más regionales, más locales ...[donde el poder] adopta la forma de técnicas y proporciona instrumentos de intervención material”.[9]

Entre los enfoques a través de los cuales se analiza el poder el sustancialista asimila el poder a los medios que hacen posible su ejercicio; el subjetivista lo vincula a atributos del sujeto que le permiten a éste dominar a los otros y el relacional lo aborda como una relación de suma cero entre términos opuestos. La concepción foucaultiana avanza sobre estos enfoques al diferenciar poder de dominación, diferenciación de la que se derivan consecuencias importantes. Una de ellas es que se desata la ligazón entre poder y represión, permitiendo explorar la capacidad productiva de aquél, y otra es que la dimensión relacional se plantea entre acciones y no entre sujetos apreciándose lo social en tanto topología de fuerzas. Foucault señala que para analizar las relaciones de poder que siempre son intencionales hay que abocarse a interrogar a la relación misma por cuanto ésta es la que determina los elementos entre los cuales se mueve. Es decir “se trata de estudiarlas como relaciones de fuerza que se entrecruzan, remiten unas a otras, convergen o por el contrario se oponen y tienden a anularse. Por fin, más que privilegiar la ley como manifestación del poder, sería conveniente intentar reconocer las diversas técnicas de coacción que el poder instaura."[10]

Al no excluir la pertinencia analítica de la formación social, del “cuerpo social”, Foucault argumenta que éste es el resultado de la “circulación del poder” a través de otras dimensiones más localizadas que previamente forman un campo de relaciones de poder tratando de comprender otras formas en las que puede funcionar ese poder que no son sólo un “Estado represivo” o una “sociedad autoritaria”. Son precisamente las múltiples, locales y micropolíticas relaciones de poder, es decir la existencia del poder en todas partes, las que crean las condiciones posibles para englobarlo todo.

Para elaborar una inicial hipótesis de trabajo sobre una idea de poder y aplicarla al estudio de una región, se hace imprescindible considerar las decisiones que se toman y que afectan la vida y las relaciones de las personas, el consentimiento de las mismas, las organizaciones y las concentraciones logísticas que lo respaldan, las que le ofrecen resistencia, las que llegan a negociar con él y, en particular, las situaciones de fuerza donde se ubicarían las relaciones políticas inmediatas. Se detectan centros de resistencia que se forman en torno a la dominación de clase o al poder del Estado, pero también en torno a cuestiones locales demostrando así que las investigaciones locales/regionales permiten abordar con éxito los mecanismos y relaciones de poder.

Interesa asimismo examinar el hecho histórico del poder que estructuralmente tiene efectividad y que responde a un sistema de valores sociopolíticos o techo ideológico que se pretende alcanzar.[11] Así como explorar el micronivel de los individuos y de los grupos, observar el mesonivel del sistema político en el marco de las relaciones sociales fundamentales los que son pasos necesarios en la investigación sobre estos problemas y volver a preguntar ¿hasta qué punto es local lo local? ó ¿hasta qué punto es regional lo regional?, considerando las redes, las inclusiones, las identificaciones con otros niveles y espacios más extendidos y vastos e identificando básicamente a los lugares como espacios en el mundo por sus distintas variables: forma, extensión, duración y carácter.

 

Propuestas para una Historia Regional crítica

 

Las aproximaciones metodológicas sobre la historia regional conducen a preguntarse, por ejemplo, acerca de ¿cómo pensar la conformación histórica de una región?, ¿cómo definirla teniendo en cuenta los componentes internos?, ¿qué núcleos la constituyen?, ¿cómo se articulan en el tiempo y el espacio? ¿coincide el espacio geográfico con el espacio social? Las preguntas que pueden formularse son múltiples y variadas. Sea cual fuere la perspectiva que se adopte para responderlas, una de las cuestiones más interesante estriba en detectar las peculiaridades de cada proceso histórico, observando las semejanzas y las diferencias regionales. Si se piensa en un tema de historia económica, el del comercio entre las distintas regiones en el siglo XIX para a partir del cual describir cuáles eran las relaciones económicas, o tratar de explicar por qué se daban esos tipos de intercambio, desde un principio se intenta establecer una historia común al integrar, por ejemplo, las peculiaridades de los distintos mercados regionales, o las semejanzas o disimilitudes en los comportamientos económicos regionales. Además de contemplar que los circuitos comerciales coadyuvan a crear un entramado en el que regiones y lugares diversos quedan vinculados por relaciones no sólo de contigüidad espacial, sino de continuidad económica, social, e incluso, política y cultural.[12]

En los flujos de bienes y personas están inmersos e insertos tanto los componentes afectivo y tradicional (el terruño, las relaciones familiares, las amistades, las costumbres), como los fines, objetivos y valores racionales (nuevas alternativas de empleo, nivel de vida y bienestar social). La región se desborda en todos sus aspectos y trasciende su espacio y, a su vez, el espacio global la incorpora y se introduce en ella. Éste es un proceso complejo y contradictorio, abierto y en movimiento, que transforma a ambos como se plantea en la introducción. Las diversidades, localismos, singularidades, particularismos o identidades se expresan en el nivel del desarrollo desigual, combinado y contradictorio, exacerbándose los localismos, provincianismo o nacionalismos por los desencuentros, por las potencialidades de cada uno, de cada parte, y también por las potenciaciones que provienen de la propia dinámica de la sociedad global así como de los procesos y de las estructuras que motorizan al todo abarcador.[13]

Precisamente las regiones son buenas para pensar, como decía Levy Strauss, pero no para hacer un culto del localismo. Existen y están vigentes vertientes historiográficas impregnadas de un fuerte espíritu localista que les impide ver más allá del 'coto' que privilegian y, por consiguiente, están impedidas de explicar ni comprender su objeto de estudio. Su regionalismo es a ultranza, un riesgo al que frecuentemente acompañan el subjetivismo, el empirismo y la hipermiopía.[14] Como se especializan en una región en particular, ésta puede llegar a parecer absolutamente única e incomparable, en lugar de entender, que es el resultado de un entramado de elementos y que cada uno de éstos tiene paralelos en otras partes, sin terminar de componer un todo igual. La insuficiente contextualización, la utilización parcial de la información y la elusión de la comparación con otras realidades encierran el peligro de proporcionar una visión localista con anteojeras, o la redacción de una crónica intrascendente que soslaya los problemas que deben debatirse. Es muy válido plantear como contenidos aquellos problemas inmediatamente utilizables en la vida cotidiana, pero para hacerlo se hace imprescindible acudir a la reflexión teórica como sustento interpretativo de las situaciones por las que pasan las sociedades contemporáneas.

Otro riesgo que no advierten muchos de los 'seudo-especialistas' de la historia local/regional es el derivado de la consideración limitada del tiempo histórico que no toma en cuenta el cambio social ni su dinámica y desconoce los tiempos de mediano y largo alcance, la larga duración. Por supuesto que está ausente la categoría de proceso elaborada por los historiadores para referirse al conjunto de acontecimientos y cambios de la sociedad que están relacionados entre sí y, a partir de ella, organizar un relato que explique las transformaciones políticas, sociales, culturales y económicas que experimentan las sociedades humanas. Hacer hincapié en los cambios es pensar que estos se estructuran y que por ello las estructuras cambian. En este sentido es que el proceso de 'estructuración', la relación entre los acontecimientos y las estructuras, se constituye en un foco de atención de la teoría social. Esa relación se percibe de distintos modos, unos se centran en los cambios de las estructuras profundas sobre las que poco o nada inciden los acontecimientos; otros aprecian los efectos de los acontecimientos en las estructuras, mientras que otros suponen que los acontecimientos revelan las estructuras, más bien que afectarlas.[15] Ciertamente que el enfoque depende del posicionamiento teórico-metodológico que se adopte.

A esta cuestión acerca del tiempo podemos incluir consideraciones acerca del tiempo interno. Despegarse del espíritu localista y acotado del tiempo implica alcanzar precisiones y diferenciaciones más sutiles que permitan aproximarse al tiempo interno, a sus regularidades, rupturas y velocidades, o sea a la fijación de épocas y de etapas en el devenir de la región estableciendo la correspondencia con el cambio frente a la duración, apreciando no la mera dimensión sino la arquitectura del tiempo histórico. Para comprender esta arquitectura resulta útil acudir al concepto espacio de inteligibilidad entendido como un intento de articulación de los tiempos diferenciales y remitirse a la conceptualización misma de las situaciones históricas. En los últimos años se cuenta con variados recursos teóricos y metodológicos para comprender en qué consiste el análisis socio-temporal así como las posibles formas en las que la reflexión sobre “lo social” puede readmitirse y aplicarlo con éxito en los estudios regionales.[16]

Entre las propuestas para construir una Historia Regional crítica, la perspectiva comparativa echa luz sobre la infinidad de problemas que se abren al estudiar regiones ¿Cuáles son las posibilidades que existen para avanzar de manera efectiva y consistente en esta perspectiva? Por supuesto que sigue existiendo la tensión -señalada por todos aquellos que analizan este tipo de enfoque- para establecer las comparaciones entre investigaciones basadas en muchos casos y pocas variables o las orientadas a analizar pocos casos en toda su complejidad. Esta última dirección es una de las que actualmente se distingue por sus avances metodológicos y por el escepticismo que, en el campo de las ciencias sociales, rodea el análisis cuantitativo y estadístico.[17] Las comparaciones -en casos divergentes como los que no lo son tanto- son extremadamente útiles. Si se estudia una región sólo se puede descubrir cómo y en qué sentido es única si se la compara con otras teniendo en cuenta como expresa Pierre Vilar que “Una historia comparada sólo puede hacerse a partir de conceptos comunes, pero no de conceptos estáticos (congelados), puesto que se trata, por el contrario, de definir históricamente lo que sin cesar la historia crea o modifica”.[18]

Otra propuesta interesante es la que, desde la Historia Política, explora la construcción del Estado-nación estableciendo un diálogo entre el centro, la metrópolis, y las regiones, y entre éstas entre sí. En la misma dirección que se viene planteando, la comprensión ampliada de la política supone apreciar las variadas dimensiones que entrelazan política y sociedad, Significativamente, los supuestos básicos a través de los cuales se perciben las relaciones con el mundo social y las prácticas cotidianas configuran las oportunidades de acción política. Diferentes sujetos sociales que integran las redes que sustentan múltiples poderes y que actúan políticamente pueden ser visualizados a través de testimonios disponibles en archivos locales y regionales. Indagar esos testimonios teniendo como protagonistas a las Historias Regionales permite introducir renovados matices en la Historia Nacional y hacerla más encarnada en esos sujetos y más compleja, descentrándola de las metrópolis. En este tipo de producción historiografía, el fenómeno histórico de cada región adquiere preponderancia en la construcción material e imaginaria del Estado- nación Vale la pena aclarar que la noción de Estado para nada tiene una asimilación automática con la de nación, no obstante la denominación común de Estado-nación se utiliza para designar prácticamente cualquier entidad política contemporánea. Para poder tener en cuenta las diferentes realidades y la variabilidad de la idea no subsumiendo las múltiples facetas de la realidad histórica en un concepto de validez general se hace imperioso partir de la ‘idea de nación’ integrada.[19] La construcción de la nación es un proceso múltiple, resultado de intensos conflictos, no sólo realizado por los sectores poderosos metropolitanos, sino por la participación activa de las comunidades locales y de los sectores subalternos con la aspiración de conformar la nación según sus propias identidades e intereses. Sobre este prolongado proceso hay que preguntarse por los tiempos precedentes explorando la desintegración de los imperios coloniales de antiguo cuño de los que hay que señalar la capacidad del Imperio español de perdurar durante más de tres siglos debido, sobre todo, a su flexibilidad interna que le permite incorporar dentro de su órbita socio-política a grupos sociales diferentes. Indagar también por los tiempos posteriores signados por las paradojas de la construcción de las naciones, de las organizaciones estatales y de la búsqueda de las señales identitarias donde se manifiestan las diferentes consistencias y proyecciones políticas de los “pueblos” americanos que establecen lazos de identidad con la tierra que habitan, que buscan legitimar la “patria” que empieza a construirse y crear símbolos que la encarnen.

Es a partir de este planteo que la Historia Política Regional encuentra un sugerente hilo conductor en las relaciones de poder analizadas a través de las formas de influencia que se ejercen para investir la autoridad en cuanto se trata de imposición legítima, de manipulación efectiva que emana de fenómenos sutiles y de coacción que dota al poder de identidad. Se puede, pues, de modo general y por tanto aproximativo, reconstruir las grandes formas y la naturaleza del poder en las formaciones regionales y locales y, en particular, desgajar un cierto número de rasgos que inciden en la vida de sus habitantes y conectarlas con las nacionales e internacionales. En los tiempos actuales, la necesaria renovación del campo historiográfico sacudido por el paso del posmodernismo y del neoliberalismo obliga tanto a las Historias Nacionales como a las Regionales y Locales a no dejar de lado la interdependencia planetaria con la que mantienen vínculos contradictorios.

Por su parte el enfoque de Historia Social Regional se beneficia de las biografías de familias, de personajes y de los hombres y mujeres corrientes. Si a la sociedad se la define como aquella red de acciones recíprocas, regulares, habituales que compromete y mantiene a un mayor o menor número de existencias personales, los individuos se constituyen dentro de estas relaciones y están ligados unos con otros a través de la influencia y determinación recíprocas. Por lo tanto, interesa tanto el conjunto como lo individual. En este nivel de análisis, es preciso situar en su justo término a las acciones personales para justipreciar la repercusión de éstas en la sociedad o parte importante de ella. El campo de las interacciones permite también apreciar el grado de autonomía que como agentes históricos muestran individuos y grupos otrora subordinados, las formas de resistencias que son capaces de asumir y las alteraciones al equilibrio del 'orden establecido' que pueden producir por medios directos o indirectos. Si bien los grupos siguen despertando interés, apreciados desde la perspectiva de clase y étnica, más aún lo son las dinámicas sociales. Es importante conocer si un individuo es noble, comerciante o campesino o qué lugar ocupa en el aparato productivo, pero también lo que hace ese individuo, es decir, sus prácticas sociales -con quién se casa, con quien comercia, con quién se alía o con quién se enfrenta- dando así cuenta de la trama social y de los valores que imperan en la misma y que condicionan las conductas y los comportamientos. De todas maneras, la dinámica y existencia fluida de la vida social posibilita momentos de creatividad que producen formas o simbólicos esquemas que también la estructuran, así como momentos de alteración, todo lo cual compone la transcendencia y, a su vez, el potencial de renovación de la vida social de hombres y mujeres.

Para debatir estas y otras propuestas aquí no desarrolladas hay que reconocer que la explicación histórica no puede limitarse a la narración de una sucesión lineal de actividades individuales. Uno de los peligros de este tipo de historia es su aislamiento de un contexto más abarcador cuyos parámetros puedan contenerla. Otro de los peligros es la ausencia de reflexión teórica que limita la interpretación. Como toda historia, la dedicada a los procesos regionales, termina resultando una suerte de espejo de la realidad, y sobre esa realidad hay que preguntarse, hay que plantearse cuestiones las que van apareciendo a medida que el historiador se enfrasca en la lectura e interpretación de las fuentes, descomponiendo los fenómenos gracias al trabajo analítico de los conceptos, asumiendo que resulta difícil -diría imposible-separar la historiografía de la ideología y de la política del momento.

Al análisis precedente se aplica no sólo a una discusión teórica sino también de los valores. Por cierto que son varios los sistemas de valores y varias las concepciones del mundo, a partir de los cuales se pueden reconstruir varios pasados. En este sentido Agnes Heller sostiene que "En nuestra conciencia histórica hay sólo un valor empíricamente universal: la idea del valor de la libertad". La cuestión es trascendente y para ello el historiador debe explicar por qué ha ignorado ciertos hechos, por qué ha realizado esa selección de material, si lo hace sólo para probar la validez de sus valores es de suponer que no estará dispuesto a someter la obra a ningún tipo de crítica que deje al descubierto su aplicación contradictoria. A más de superar el plano discriminatorio, de sólo tener oídos para lo que quiere oír, el historiador debe elaborar las normas dentro de la historia,[20] lo cual implica concebir las categorías de tiempo y de espacio y considerar los cambios procesalmente para iluminar la escena con el antes y poder proyectarla para después.

 

Algunas reflexiones para concluir

 

Se puede plantear entonces que la sociedad en estudio, que cambia con el tiempo en concordancia con el lugar que ocupa, delimita analíticamente la región. Ésta queda así definida en la medida en que su vida social, la de sus moradores, encuentra y muestra ciertos límites en su hegemonía espacial con respecto de otro tejido social y prácticas culturales distintas o diferentes. Es decir, pensar la región obliga a desbrozar el tejido de relaciones sociales presentes en un tiempo y espacio determinados. A su vez y paradojalmente, la idea del espacio regional se modifica en la medida que se avanza en su estudio y se incorporan nuevos conocimientos. Se lo recorta analíticamente sin abandonar la perspectiva metodológica y teórica de las disciplinas que contribuyen a su indagación.

Como se ha propuesto, la interdisciplinariedad permite abordar los importantes vacíos historiográficos de las regiones, en función de la apertura teórica-metodológica que los historiadores consideren válida. Si bien las disciplinas continúan ejerciendo una influencia dominante en la forma en que se percibe y se piensa, lo interdisciplinar implica la integración crítica de información, conceptos, datos, instrumentos y métodos de diferentes disciplinas, a partir de la cual se configura en una estrategia de investigación-acción que refleja mejor la complejidad y multidimensionalidad de la realidad constituyéndose en un eficaz medio para la resolución de problemas. Esto, más la posición que se asuma como concepción de la región, conduce seguramente a un mayor conocimiento de la historia regional.

Hay que señalar asimismo que de los problemas del presente se derivan distintas preocupaciones temáticas que terminan orientando y motivando a los historiadores regionales. No puede negarse la importancia de la historia del presente pero también se hace necesario realizar estudios que cubran períodos no trabajados o escasamente trabajados como el siglo XVII americano y de otros períodos, ante todo, emprender investigaciones sobre regiones carentes de obras generales, síntesis y monografías. Se contribuye de esta manera a replantear desde otra perspectiva a la denominada Historia Nacional. La historiografía nacional centralista, hegemónica y oficialista puede quedar atrás, así como la visión pretendidamente unificada que pretende imponer su idiosincracia y que no respeta las identidades locales/regionales. Se aspira a alcanzar replanteos historiográficos que rompan las interpretaciones homogeneizadoras, focalizadas en las ciudades capitales, que desmerecen y subvaloran los aportes historiográficos regionales y locales, al mismo tiempo que con esta otra perspectiva se pretende dar lugar a una construcción identitaria cuya expresión sea diversa, heterogénea y diferenciada.

Hay que subrayar que si bien en el género historiográfico regional no dejan de emplearse actualizados recursos técnicos que permiten avanzar en el terreno de la información y recopilación de datos, se advierte la carencia de debates en el plano metodológico. Es verdad que los historiadores dedicados a la historia regional transitan los pasos metodológicos que corresponden, sin embargo, este plano en particular requiere de permanente renovación. Distintas cuestiones, por ejemplo, las que incumben a archivos, fuentes, técnicas, modelos interpretativos, variables comparativas, etc., vale la pena ponerlas en la mesa de discusión e intercambiar ideas y experiencias.

En síntesis, se ha intentado aportar algunas cuestiones sobre la Historia Regional asumiendo que, como a toda historia crítica, se le abren múltiples posibilidades analíticas, metodológicas y de aplicación. Resultados que básicamente se logran si se concibe la investigación como una empresa racional y no como una búsqueda mística. Por consiguiente, para que toda investigación llegue a buen término hay que justipreciar las condiciones y tener en cuenta los recursos teóricos y metodológicos que las hacen factible y, en particular para las investigaciones regionales, reconocer la relevancia y capacidad que éstas tienen para abordar, explicar y comprender fenómenos históricos de naturaleza multivariada y compleja cuyo particular referente son las situaciones que en el presente atraviesa la región.

El investigador interesado en los estudios regionales asume un compromiso para su comunidad, para su entorno al posicionarse críticamente frente a esas situaciones del presente. Está habilitado a hacerlo precisamente porque tiene la posibilidad de problematizar cuestiones de interés y de brindar imágenes/ representaciones de la región que estudia a partir de su propuesta, de su concepción del acontecer histórico, de los procedimientos metodológicos que considera pertinentes y de las estrategias de transmisión de sus conocimientos.

 

RESUMEN

 

Propuestas para una Historia Regional crítica

 

El trabajo aporta algunas cuestiones que hacen al quehacer y a la construcción de la Historia Regional asumiendo que, como a toda historia crítica, se le abren múltiples posibilidades analíticas, metodológicas y de aplicación. Una de las cuestiones que interesa está referida a espacio y poder como sugerente supuesto básico de la Historia Regional. Se entiende que para ello conviene situarse en el presente para posicionarse en los tiempos históricos que transcurren. A partir de este posicionamiento preguntarse sobre ¿cómo pensar la conformación histórica de una región?, ¿cómo definirla teniendo en cuenta los componentes internos?, ¿qué núcleos la constituyen?, ¿cómo se articulan en el tiempo y el espacio? ¿coincide el espacio geográfico con el espacio social? Finalmente, entre las propuestas para una Historia Regional crítica se plantea tener en cuenta el concepto de tiempo interno, las renovaciones en la historia política y en la social y el abordaje de los enfoques comparativo e interdisciplinario.

 

Palabras clave: Historia Regional crítica – Historia Nacional –  conocimiento histórico - propuestas

 

 

ABSTRACT

 

Proposals for a critical Regional History

 

This paper presents some issues relative to the work and construction of Regional History assuming that, as with every critical history, multiple application, methodological and analytical possibilities unfold. One of the issues of interest refers to space and power as a suggestive basic assumption of Regional History. We consider that for that matter it is convenient to situate oneself in the present in order to position oneself in the current historical times. And from this positioning ask oneself: How to think the historical conformation of a region? How to define it bearing in mind its internal components? What nuclei constitute it? How do they articulate in time and space? Does the geographical space coincide with the social space? Finally, among the proposals for a critical Regional History, we postulate to take into account the concept of internal time, the changes in social and in political history, and the perspective of the comparative and interdisciplinary approaches.

 

Key words: critical Regional History – National History – historical knowledge – proposals

 

 

Notas



(*) Profesora, Licenciada y Doctora en Historia. Se desempeñó como Profesora Titular en la Facultades de Humanidades y Artes y de Ciencia Política e Investigadora del Consejo de Investigaciones de la UNR, así como también fue profesora de la Sección Historia del ISP Nº 3. ISHIR-CONICET. Rosario, Argentina. CEDCU-Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. E-mail: nidia_areces@ciudad.com.ar.

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