Comunistas, laboristas y peronistas, relaciones y tensiones entre sus
prácticas sindicales y partidarias, 1945-1955
Mercedes Prol(*)
Resumen
Este trabajo aborda las
prácticas sindicales y políticas desplegadas por los dirigentes obreros
comunistas, laboristas y peronistas, y su impacto en la democracia de masas del
primer peronismo, entre los años 1946 y 1955. El objetivo es observar las
relaciones que tales actores mantuvieron con sus respectivas organizaciones
partidarias, el Partido Comunista de la Argentina, el Partido Laborista y el
Partido Peronista, y entre sí, en las ciudades de Rosario y Santa Fe. Junto con
ello se observan las ideas y las percepciones de esas prácticas, en un momento
de conflictos y reformulación de las identidades políticas. Estas relaciones
estuvieron condicionadas por la supervivencia de direcciones comunistas en
sindicatos locales y la permanencia de sus prácticas sindicales y políticas,
desarrolladas en los años previos al advenimiento del peronismo. En las mismas
incidieron, además, los conflictos internos del peronismo. Un factor de
relevancia fue la coyuntura internacional. Con ello se pretende revisar la
visión macro de un peronismo homogéneo y constituido con éxito como alternativa
al comunismo.
Palabras claves: Movimiento
obrero; Partido Peronista; Partido Comunista.
Communists,
Labor and Peronists, relations and tensions between their union and party
practices, 1945-1955
Abstract
This
paper analyzes from a historical perspective the political practices deployed
by the Peronist labor union leaders and Communists, and their impact on mass
democracy of the first Peronism, between 1946 and 1955. The aim is to observe
relationships that these actors had with their respective political organizations, the Peronist Party and the
Communist Party of Argentina, and each other, ideas and perceptions of these
practices, over a period of conflict and
reformulation of political identities.
These
relations were conditioned by the permanence of organizational forms of the
labor movement, before to the advent of Peronism, by the survival instincts of
the communist leaders, also influenced in them the internal conflicts of
Peronism. An important factor was the international situation. This paper reviews
the vision of a homogeneous Peronism and successfully established as an
alternative to communism.
Key
words: Labour movement; Peronism Party; Communist Party.
Comunistas,
laboristas y peronistas, relaciones y tensiones entre sus prácticas sindicales
y partidarias, 1945-1955
Introducción
En noviembre de 1951, el Ministerio de Asuntos Técnicos
de la Nación recibió dos memorándum de carácter confidencial escritos por un
eclesiástico, el M.R.P. Félix A. Morlion O. P., Rector Magnífico de la Universite International de la Fundación
Intercontinental de Realismo Social, llamada también Pro Deo. El centro de la actividad de Morlion estaba en Roma, por
su condición de cuna de la civilización
occidental y de la tradición cristiana, como explicó en su escrito. Su misión era privada no eclesiástica,
quería sumar a la Argentina en el proyecto de formación de un anticominforn técnico que debía comenzar
a funcionar en marzo de 1952, en el que ya estaban comprometidos Italia y
Brasil. Le interesaba conocer la coordinación de la doctrina y la práctica del
justicialismo, que podía ser inscripta, según sus ideas, en una corriente que
denominaba realismo social. La doctrina justicialista presentaba un
conjunto de referencias sociales y políticas capaces de funcionar como
alternativa a aquellas que configuraban el
mito de la utopía comunista, las consideraba útiles para superar el
atractivo que el comunismo ejercía en las masas trabajadoras. Los dirigentes
peronistas habían puesto mucho cuidado en los aspectos técnicos de la
implementación de la doctrina, como resultado, en su cosmovisión, el
justicialismo impactaba de forma eficaz en el ámbito obrero.[1]
Morlion emprendió, en nombre de la Universidad de Roma y la Universite
International,[2] una cruzada anticomunista en defensa de una
supuesta civilización cristiana, de una catolicidad latina que se veía
amenazada por comunistas y católicos progresistas. Europa alarmaba, durante la
segunda posguerra el Partido Comunista de Italia creció en número de afiliados
e incrementó el porcentaje obtenido en las elecciones generales, y en algunos
municipios se acercó al caudal de la democracia cristiana, con significativa
incidencia en la Confederación General del Trabajo. Mientras que en Francia la
coalición centrista apeló en 1951 a una reforma electoral en momentos previos a
la renovación de la Asamblea Nacional, con el propósito de reducir la representación
comunista.[3]
No pude constatar si hubo respuesta por parte del
ministro de Asuntos Técnicos, Raúl Mendé, a Morlion, ni el desenlace de este
proyecto. Lo recupero porque el documento muestra un imago de época, aquello
que se ha denominado la era de la
organización, la gran empresa de la política de masas, la creencia
compartida en la eficacia de sus técnicas sociales y la fe en el individuo
moldeable como parte de un grupo amplio (Wolin, 1993). Más allá de lo que este
observador extranjero católico creyó encontrar en el justicialismo, Juan Perón
y los dirigentes del Partido Peronista (PP) hicieron lo posible por aparecer
como los inventores de una forma novedosa de hacer política, incorporaron
técnicas de adoctrinamiento, y vincularon partido político y sindicatos de
trabajadores. En ese trayecto, prestaron atención a lo que ocurría en el
Partido Comunista de la Argentina (PCA) y al universo comunista en general,
sabiendo que allí había cosas que aprender.[4] Por su parte, los dirigentes de la
Confederación General del Trabajo (CGT) aceitaron su anticomunismo, que fue labrado desde las páginas
del diario EL Laborista (órgano de
prensa del Partido Laborista) a fines de 1945, cuando el PCA integró la Unión
Democrática, la alianza opositora a la radical-laborista que llevó como
candidato a Perón en las elecciones de febrero de 1946. Luego de estas
elecciones, los laboristas se transformaron progresivamente en peronistas y se
recambiaron los dirigentes de la central obrera, estos conservaron tal posición
ideológica hasta 1955. Pero no hubo una postura homogéneamente anticomunista en
las bases obreras peronistas, unos y otros mantuvieron relaciones estrechas.
Este artículo recupera las prácticas sindicales y
partidarias desarrolladas por los dirigentes obreros comunistas, laboristas y
peronistas en las ciudades de Rosario y Santa Fe, durante los años 1945 y 1955.
En ese marco, se ocupa, además, de reconstruir los vínculos que entablaron
aquellos actores, con el objetivo de revisar la visión macro de un peronismo
homogéneo constituido con éxito como alternativa al comunismo en las
organizaciones obreras, visión que expuso Morlion en su petición al Ministerio
de Asuntos Técnicos en noviembre de 1951 y que los dirigentes nacionales del
peronismo manifestaron en distintas ocasiones. Se sostiene aquí que tales
relaciones estuvieron condicionadas por la supervivencia de direcciones
comunistas en algunos sindicatos locales y la permanencia de sus prácticas
sindicales y políticas, y por los conflictos internos del peronismo. Se pueden
observar tres momentos en el desenvolvimiento de los lazos aludidos, el primero
de ellos se desarrolló en el proceso electoral de 1945/46, se desató allí una
competencia feroz entre los dirigentes locales laboristas y comunistas y las
bases por los espacios gremiales y la contienda política. Un segundo momento,
desde 1946 a 1951, donde predominó, en ciertas circunstancias, la colaboración
entre aquellos. Ello pudo responder a la disposición del XI Congreso del PCA de
agosto de 1946, mediante la cual se estableció entablar alianza con los
sectores laboristas, cuando eso fuese posible. No obstante, esa acción dependió
más bien de las trayectorias de los dirigentes comunistas y los reconocimientos
previos que tuvieron en el universo sindical que de las directivas del partido.
La última etapa se inició en 1951, se caracterizó por el anticomunismo furibundo
en las direcciones nacionales y locales de la CGT y más atemperado en las bases
sindicales. Para comprender esta última coyuntura es necesario considerar no
sólo el alineamiento de la CGT con el gobierno y la adopción de la Doctrina Justicialista como marco
ideológico del movimiento obrero sino, sobre todo, la crisis de dicho
movimiento en el ámbito local. Se puede agregar que la coyuntura política
internacional potenció ese anticomunismo.
Partido y sindicatos en la era de la organización
Se mencionó más arriba que el memorándum presentado por
Morlion en 1951 al Ministerio de Asuntos Técnicos muestra un imago de época
respecto a la construcción de organizaciones de masas. Más allá de las
especificidades locales, los arreglos organizativos de comunistas, laboristas y
peronistas no escaparon a las reflexiones teórico-políticas de los años de
entreguerra, a pesar de que los dos últimos nacieron durante la segunda
posguerra. En ese contexto se produjo una democratización sin precedentes de la
vida política y a la vez se pusieron en cuestión algunos valores claves de la
democracia liberal. Los teóricos y hombres políticos de aquel momento, sean
estos reaccionarios, comunistas o socialistas, y más tarde también
directorialistas, retomaron preceptos previos, fueron positivistas, definieron
sus enfoques como “realistas”. Pusieron énfasis en dilucidar de forma metódica
la dinámica e intereses de los grupos sociales, muchos funcionales,
organizados, y otros no. Sin desconocer diferencias ideológicas y especificidades
nacionales y regionales, consideraban que las masas constituían uno de los
actores más significativos del momento. Para algunos estas eran inertes, para
otros portaban valores asociados a la igualdad política y social, esos valores
se convertirían en objetivos a alcanzar, era imposible frenar ese impulso y por
tanto debía ser encauzado, controlado. También estaban quienes pensaban que
constituían un potencial positivo para el cambio social y que dichos objetivos
debían ser inculcados de forma sistemática. Los partidos de masas, tuviesen o
no un carácter de clase, y los grandes sindicatos obreros eran necesarios tanto
para gestar ese control y mantener el status
quo como para obtener cambios estructurales, revolucionarios, y
conservarlos. Teóricos y políticos consideraban que no había acción política
posible sin métodos ni técnicas sociales que sirvan para analizar y hacer,
organizar intereses constituía una de esas técnicas, una organización compacta
conjugaba poder y comunidad, jerarquía y valores igualitarios.
El Comité Central quiso convertir al PCA en un partido de
masas, el objetivo nunca se logró, pero la agrupación tuvo una aceitada
injerencia en el ámbito obrero, a partir de un finísimo trabajo militante con
la puesta en marcha de células en las fábricas en la década del ’20, como
resultado de las directivas internacionales de proletarización. Esto ocurrió en
Capital Federal, Gran Buenos Aires y en ciudades más pequeñas como Rosario,
Córdoba y Santa Fe. Las principales industrias en las que se organizaron fueron
la carne, construcción, textil, maderera, metalúrgica y la del vestido. Desde
allí se armaron progresivamente sindicatos industriales que crecieron cuando se
recuperó la economía en la segunda mitad de la década del ’30. Los dirigentes
obreros comunistas se convirtieron en interlocutores válidos de las direcciones
de trabajo de los estados provinciales para establecer salarios y condiciones
laborales. Ese trabajo de hormiga fue exitoso, produjo una articulación
estrecha entre la estructura partidaria local (barrio, ciudad, provincia) y la
sindical (Camarero, 2007; Ceruso, 2015; Gilbert, 2009). Para julio de 1943, un
mes después del golpe militar nacionalista y anticomunista, algunos de sus
sindicatos fueron intervenidos por los departamentos provinciales de trabajo y
otros clausurados. Los recuperaron en los meses de septiembre y octubre de
1945, cuando fue inminente el llamado a elecciones generales.[5]
Este trabajo no tiene como objetivo abonar la discusión
existente sobre los por qué de la pérdida de preponderancia del comunismo en
los sindicatos obreros industriales, acaecida en los primeros años de la década
del cuarenta luego de casi veinte años de avance sostenido. Sólo menciono que
varios análisis han brindado explicaciones al respecto, estudios con enfoques
locales han cuestionado la hipótesis que atribuye ese decaimiento a la política
de no huelgas en el tramo final de la segunda guerra mundial y se ha puesto
énfasis en las severas medidas represivas impuestas sobre el PCA por los
gobiernos conservadores de jurisdicción nacional y los provinciales, primero, y
los de la revolución de junio de 1943, después (Menotti y Videla, 2014;
Simonassi, 2011). Por otra parte, los historiadores señalaron que los
sindicatos paralelos a los de las direcciones comunistas surgieron en diversas
ramas de la industria en el contexto de la política de no huelgas, en momentos
previos a la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en octubre de
1943 (Schiavi, 2013). Luego, el decreto Ley de Asociaciones Profesionales de
Trabajadores, sancionado en octubre
de 1945, estableció el monopolio de la representación. La Secretaría de Trabajo
y sus delegaciones otorgaron la personería gremial a un solo sindicato, en
general se la dieron a aquellos cuyas direcciones no respondieron al PCA. Es
difícil saber si hubo matices en el proceso de adjudicación de las personerías
porque resta observar todavía cómo ese instrumento repercutió, una vez dada a
los organismos nacionales, en las secciones locales de las organizaciones
obreras industriales controladas por comunistas.
Los laboristas argentinos armaron el partido en noviembre
de 1945, luego de las jornadas de octubre, propusieron una articulación
novedosa para la política local entre sindicato y partido político, distinta a
la estructura celular adoptada por el PCA desde los años veinte. Trajeron
consigo las tradiciones del sindicalismo y del socialismo, y cumplieron un
sueño postergado porque en el Congreso de la CGT de 1942, dirigentes ligados a
ambas corrientes intentaron formar un partido propio para participar
directamente en las contiendas electorales como alternativa a la conformación
de un Frente Democrático con el que
oponerse a los conservadores. Tres años después, ante el liderazgo de Perón,
resignificaron esas tradiciones conforme a las necesidades de la coyuntura.
Pero esta vez, se sumaron otros dirigentes del movimiento obrero de vertiente
socialista que habían estado en desacuerdo con la propuesta elaborada en 1942.
La estructura organizativa local del PL combinó una base territorial, diseñada
a partir de las secciones electorales de las ciudades, y otra profesional. Los
sindicatos obreros podían integrar el partido como tales si así lo decidían más
del 50% de sus miembros cotizantes. Cuando no consiguieron esa suma crearon
agrupaciones gremiales. El PL tuvo un carácter versátil ya que los laboristas
buscaron adaptarse a la raigambre aliancista de la política argentina e
incorporaron a distintos sectores, no obstante ese rasgo, fue un partido armado
y conducido por dirigentes obreros, tanto sus organismos nacionales como los
provinciales. Desde el diario El
Laborista apoyaron, durante la campaña electoral de enero y febrero de
1946, las huelgas de los sindicatos adheridos y la ocupación de las tiendas por
parte de empleados de comercio cuyos empleadores se negaron a pagar el
aguinaldo.
A pesar de la fuerza inicial, el laborismo fue un
experimento efímero, un sector mayoritario de su dirigencia aceptó la
convocatoria realizada por Perón para formar un solo partido que reuniera a
todas las fuerzas de la alianza electoral de febrero de 1946. Después del
también efímero Partido Único de la Revolución Nacional se puso en marcha en
1947 el Partido Peronista (PP) y se creó el Partido Peronista Femenino en 1949.
El PP fue, a diferencia de los dos primeros partidos, un experimento exitoso en
la política argentina hasta su proscripción, en noviembre de 1955. Según las
declaraciones del presidente del Consejo Superior tenía a fines de 1953
2.247.536 afiliados, el 51,2% del padrón electoral masculino, y poseía 3.168
Consejos de Unidades Básicas (organismos de base) en todo el país. Una cantidad
de afiliados similar a algunos partidos socialistas europeos en un país con
menos habitantes que aquellos. En la provincia de Santa Fe el PP tuvo en 1948
73.000 afiliados y en 1953 ascendió a 198.101, en 1951 los votos masculinos
emitidos fueron 424.884 y los votantes totales, incluidas las mujeres, 844.
465.[6]
Este incremento de la afiliación al PP a nivel nacional
fue paralelo a la emergencia del sindicalismo de masas. Según un documento de
la Dirección Nacional del Trabajo en
1941 hubo 441.412 obreros sindicalizados, en 1946 la cifra ascendió a 837.336,
hacia 1950 estos eran alrededor de 1.992.404 y en 1954 2.256.580, sobre un
total de 5.303.800 (el total corresponde al personal asalariado) (Doyon, 2006,
p. 247). A partir de agosto de 1951, la CGT se convirtió en uno de los
principales canales de movilización, adquirió centralidad y fue más fuerte en
ese campo que el propio PP.
Mientras se constituía el PP con una base dinámica que
articulaba sindicatos y política, y se desenvolvía manteniendo esa estructura,
el presidente Perón, los funcionarios estatales de alto rango, y algunos
legisladores comenzaron a “teorizar” sobre organización partidaria. De modo tal
que el peronismo apareciera a los ojos de los observadores nacionales y
extranjeros como un nuevo experimento político, distinto a los existentes en
Argentina, a los “partidos tradicionales”, progresista y alternativo. En otras
palabras, aquellos fueron los primeros en intentar marcar la tipicidad del
peronismo y en crear una ética del ser peronista para niños, adolescentes y
adultos que fue cambiando según las coyunturas políticas pero mantuvo algunos
atributos básicos durante casi 30 años. Esa tipicidad le interesaba a Morlion
en 1951, que puso el acento en la organización y en los discursos, los slogans
de los técnicos que traducían en imágenes las conquistas obtenidas en el
terreno económico y social. Para él se trataba de una obra de ingeniería
política hecha por técnicos en propaganda y especialistas en psicología obrera,
antes que por dirigentes obreros. En el memorándum sostenía:
La
originalidad del éxito justicialista consiste en el hecho de que un sistema de
ideas sociales que combinan las conquistas modernas con la tradición humanista
y cristiana, han podido encontrar fórmulas que han logrado hablar al corazón de
las masas obreras hasta ganar su confianza. En casi todos los otros países los
obreros continúan, no sólo en España, Portugal, Colombia, Venezuela, sino
también en Italia, Francia y Alemania, considerando al Estado existente como
burgués. Mientras dure este estado psicológico, la amenaza comunista permanece
como amenaza concreta”.[7]
Porque creía que esa imagen era producto de técnicos
nunca descubriría que quienes dieron el puntapié inicial para trasladar el mote
de burgués a los comunistas y socialistas por aliarse con los representantes de
la burguesía no fueron los técnicos estatales de propaganda del peronismo sino
los hacedores del diario El Laborista, que
llegó a todos los puntos del país. Durante la campaña electoral de 1946, desde
sus páginas hicieron lo posible para que los principales dirigentes comunistas
argentinos aparecieran como vetustos de la política, y los del movimiento
obrero ligados al partido engrampados en esa situación.
En general, cuando se trata de la relación entre
comunistas y peronistas se ha mirado aquello que los enfrentó, se mostró cómo
con el advenimiento del peronismo surgió en la dirigencia sindical un anticomunismo obrero (Acha, 2014). Falta
indagar qué dimensión tuvo esa manifestación ideológica en las bases. Y fueron
menos abordadas las similitudes, ya que unos y otros se tildaron mutuamente, en
distintos momentos, de verticalistas, autoritarios, burgueses, totalitarios,
imperialistas, los peronistas le agregaron antinacionales, extranjerizantes y
anticristianos. Compartieron el antiliberalismo, el adoctrinamiento, la
cooperación de clases en algunas circunstancias, la política aliancista. Junto
con ello defendieron el sindicato único, pusieron énfasis en montar
organizaciones de masas sindicales y partidarias articuladas entre sí, abogaron
por el pragmatismo en la acción sindical, actitud muchas veces olvidada cuando
se contempla el caso del comunismo, aspiraron construir un internacionalismo
obrero. Y, sobre todo, manifestaron una misma concepción en el ejercicio de la
política, la importancia de las técnicas sociales y una vida cotidiana puesta a
disposición de la organización. Peronistas y comunistas concibieron la
organización teñida por la base, el territorio, y el cara a cara diario. Para
sostener esta afirmación, en los párrafos que siguen se recuperan en el ámbito
local los conflictos y las relaciones que tejieron entre sí.
Comunistas y laboristas frente a frente, 1945/1946
Durante los años de entreguerras los comunistas bregaron
por la conformación de sindicatos únicos en las industrias de las principales
ciudades del país. En Rosario y Santa Fe sus dirigentes formaron parte de las
direcciones del Sindicato Obrero de la Industria de la Carne, la madera, la
Industria Metalúrgica y Anexos, el calzado, la construcción y la Industria
Textil. Tuvieron representación en la Unión Ferroviaria (UF), en el Sindicato
de obreros panaderos, el gráfico, Luz y Fuerza, y la Asociación Trabajadores
del Estado. Fueron los actores principales de los conflictos laborales
desatados en ciertas ramas de la industria desde mediados de los años ’30, a
partir de la recuperación de la economía, hasta el inicio de la década del ‘40.
Y ejercieron la representación de los mencionados sindicatos frente a las delegaciones
regionales del Departamento Provincial del Trabajo, presentaron pliegos de
condiciones y firmaron convenios colectivos con los empresarios de la rama.
En esos años fue intensa la actividad de los albañiles en
las huelgas llevadas adelante en abril, mayo y julio de1935 en las ciudades de
Santa Fe y Rosario, y en las de mayo de 1937, junio de 1938 y marzo de 1939 en
la ciudad de Santa Fe. Estas últimas (las de 1938 y 1939) respondieron a la
falta de reconocimiento por parte del Centro de Constructores de la changa solidaria. Los representantes del
Centro se negaron, además, a firmar el pliego de condiciones. También fue
significativa la acción de los obreros panaderos de Santa Fe en agosto de 1938.
Y la de los dirigentes metalúrgicos, en Rosario y localidades vecinas, quienes
en mayo de 1939 consiguieron mediante convenios colectivos avances en las
condiciones de salubridad e higiene de la fábrica Carelli Hnos de Venado Tuerto. La dirección regional del
Departamento Provincial del Trabajo no obligó a que la patronal reconociera a
los delegados de taller que los metalúrgicos pretendían crear en la empresa,
pero dispuso que los Carelli debían consultar con el sindicato cualquier
reacomodamiento de personal ante posible escasez de trabajo con el objetivo de evitar
la suspensión de trabajadores. Como respuesta al laudo del Departamento, que
incluyó otras cuestiones junto con la descripta, la firma cerró la fábrica, la
reabrieron más tarde. Casi cuatro años después, en marzo de 1943, los
metalúrgicos llevaron adelante en la ciudad de Rosario una huelga que, a
diferencia de lo acontecido en Buenos Aires, tuvo resultados exitosos en cuanto
a la obtención de reivindicaciones tales como el incremento del salario y
mejores condiciones de trabajo.[8]
Los dirigentes santafesinos del PCA compartieron su
actividad sindical con la política. Se sabe que fue un partido débil en cuanto
a sus resultados electorales, aunque debemos matizar esta afirmación. Los
comunistas obtuvieron una banca en el Concejo Deliberante de Rosario en 1929,
en 1932 el partido colocó tres convencionales para la reforma de la Carta
Orgánica Municipal, y consiguió nuevamente bancas en el mencionado Concejo
durante 1933, 1934 y 1935. Luego fueron inhabilitados por la Ley de Defensa
Social, sancionada por el gobierno antipersonalista de Santa Fe en 1937.
Después de la ruptura del Pacto
Hitler-Stalin, participaron en diversos mitines antifascistas en pro de la
construcción de un Frente Popular, y fueron exitosos en la organización de la
juventud, pero no pudieron acceder a las contiendas electorales. La
intervención federal, decretada por el gobierno de la revolución militar,
clausuró los sindicatos con dirección comunista en agosto de 1943. Estos fueron
recuperados recién en septiembre de 1945, cuando los sectores opositores a
Perón habían copado las calles y era inminente el llamado a elecciones para la
normalización institucional del país.[9]
Como es conocido, durante la segunda guerra mundial, y
especialmente en su tramo final que coincidió con la apertura política
impulsada por el gobierno de la revolución a mediados de 1945, los comunistas
se ubicaron en el campo ideológico de la preservación de las democracias
occidentales frente al totalitarismo, interpretando la contienda política
argentina en clave internacional. Frente a la coyuntura electoral iniciada en
los meses de octubre y noviembre de 1945 empuñaron la consigna Unión Nacional para salvar a la patria,
aliándose con la UCR Comité Nacional, el Partido Socialista y el Partido
Demócrata Progresista (PDP). Bregaron, además, por una alianza policlasista que
incluyera a las principales corporaciones económicas de la provincia, las del
agro, la industria y el comercio. En la concentración que el PC realizó en el
teatro Moderno de la ciudad de Santa Fe, en septiembre de 1945, su secretario
general, José Sorbellini, del Sindicato Obrero de la Construcción, sostuvo: “…
no se trata aquí de ignorar, pongamos por caso, la existencia de los sectores
llamados oligárquicos y declararlos proscriptos de la patria, sino de llamarlos
a colaborar, exigirles su participación y reclamarles también su aporte…”.[10]
Siguiendo esa premisa integraron las listas de diputados
nacionales con los dirigentes del PDP e independientes que eran directivos de
la Federación Gremial del Comercio e Industria de Rosario, corporación que
desconoció el decreto ley de aguinaldo de diciembre de 1945 y se negó a
pagarlo.
Mientras las direcciones comunistas recuperaron sus
organizaciones gremiales, dirigentes obreros sindicalistas y socialistas, de
sindicatos adheridos a la CGT y autónomos, fueron protagonistas de las
movilizaciones populares del 18 octubre en Rosario y Santa Fe. De la misma
manera que los comunistas, estos desplegaron una intensa actividad sindical en
los últimos 10 años, y tuvieron un rol destacado en el análisis de los
problemas del trabajo. Los ligados a la corriente socialista dirigieron la
Federación Santafesina del Trabajo y habían tenido militancia activa en la
Federación Socialista Santafesina. Poco después de los sucesos de octubre, en
noviembre de 1945, pusieron en marcha la estructura provincial del PL siguiendo
los lineamientos nacionales, para apoyar la candidatura de Juan Perón a
presidente de la Nación. Reprodujeron la base territorial con afiliación
individual e integraron a las agrupaciones
gremiales.
Las dos juntas centrales del PL de la provincia de Santa
Fe, radicadas en la ciudad de Santa Fe y la de Rosario, estuvieron integradas
por miembros de las comisiones directivas de la Unión Ferroviaria, la
Asociación de Empleados de Comercio, del Sindicato Obrero de la Industria de la
Carne, la Asociación Obreros del Transporte Automotor, la Sociedad de
Estibadores y Anexos Unidos, el Sindicato Unión Chauffeurs, el Sindicato Obreros
Industria de la Cerda, empleados telefónicos, cerveceros, y lácteos. En los
pueblos rurales se sumaron los centros de oficios varios, que fueron los más
activos en las huelgas de 1945 y en las jornadas del 18 de octubre junto con
los obreros de la Carne de Rosario y Rafaela. Los dirigentes de los gremios
citados pudieron montar esa estructura rápidamente porque las redes se las
proveyeron, principalmente, aquellos nucleados en transportes y
telecomunicaciones. Así los telégrafos del Ferrocarril Central Argentino que en
1920 habían sido instrumentos de divulgación de ideas y organización de los
comunistas, tal como lo señaló el dirigente comunista ferroviario Florindo
Moretti, veinticinco años después fueron usados para formar el laborismo
(Lozza, 1985; Prol, 2012).
Este fue un momento de redefinición profunda de las
sociabilidades e identidades, sindicales y políticas. Laboristas y comunistas
comenzaron a librar una batalla sindical asociada a la formación de sindicatos
paralelos en las industrias, ya que el gobierno militar clausuró los locales de
los que tenían dirección comunista, como se mencionó más arriba. Se sabe que
algunos de ellos se crearon en la coyuntura previa al golpe militar. Luego, las
delegaciones de la Secretaría de Trabajo reconocieron, por medio del decreto de
Asociaciones Profesionales de Trabajadores,
sancionado en octubre de 1945, un sindicato por rama industrial y dieron
personería a los paralelos.[11]
A partir de noviembre de 1945, los laboristas
arremetieron desde las páginas de El
Laborista contra la posición comunista. Les recordaron la aceptación
incondicional del pacto Hitler Stalin,
los acusaron de convertirse en puntales de la burguesía por formar parte de la
Unión Democrática y olvidar con ello lo que había sido hasta no hace mucho
tiempo atrás su misión sindical y política en beneficio de los sectores
obreros. Según las expresiones laboristas, esta acusación estaba corroborada
por su mutismo frente a la defensa del decreto ley correspondiente al
aguinaldo. Para los mismos, el problema radicaba en que los militantes obreros
comunistas, conforme con una tradición verticalista y autoritaria de la
organización, seguían sin cuestionamientos las directivas de los cuadros
superiores del partido que no eran obreros y se habían aburguesado, esa
decisión los colocaba en la vereda de enfrente de los trabajadores y no con
ellos. Crearon en el diario espacios dirigidos directamente a los trabajadores
adheridos al PCA: “Trabajador que has simpatizado con el Partido Comunista:
debes conservar tus sentimientos y no votar nunca por los candidatos cuya
campaña paga con cheques la burguesía. Tu enemiga”. Siguieron durante toda la campaña con una serie de preguntas:
si
triunfan los izquierdistas volverán al proletariado, ¿cómo arrancarán
conquistas gremiales si logran hacer triunfar la fórmula capitalista?. ¿No ven
que es la misma fórmula que apoya la Bolsa de Comercio?. ¿O creen que la Bolsa
de Comercio se equivoca y apoya candidatos que perjudicarán sus intereses?”.[12]
Los dirigentes del PL interpretaron el conflicto social y
político del año 1945 en el marco de la antinomia pueblo / oligarquía, la
posición del PCA les dio plafón para presentarse frente al mundo del trabajo
como únicos defensores de la justicia social, del proletariado, y como quienes
renovarían en términos generacionales la política. También les adjudicaron ser
los impulsores de las acciones de violencia durante la campaña electoral, con
tiros, heridos y muertes.
La alianza pro peronista, formada por el PL, la Unión
Cívica Radical Junta Renovadora, los Centros Cívicos “Coronel Perón” y el
Partido Independiente obtuvo el triunfo en las elecciones generales del 24 de
febrero de 1946. En la provincia de Santa Fe la diferencia de votos
se acrecentó, respecto a los guarismos nacionales, a favor de la coalición
forjada entre laboristas y radicales renovadores. Representantes de extracción
sindical laborista ingresaron a las Cámaras Legislativas nacionales y
provinciales, compartieron sus antiguas tareas sindicales junto con otras más
novedosas: las legislativas y partidarias (Prol, 2012).
En 1946, después del triunfo del laborismo en los
comicios de febrero, los comunistas decidieron converger en la CGT y
disolvieron algunos de sus sindicatos, pero permanecieron en las comisiones de
fábrica. Por tanto, peronistas y comunistas tuvieron que convivir en el trabajo
y en los barrios.
Transformación
de laboristas en peronistas y convivencia con comunistas, 1946-1951
A
mediados de 1946 se redefinieron nuevamente en el universo sindical y
partidario las identidades políticas. Luego de las elecciones, Perón conminó a
laboristas, radicales renovadores e independientes a disolver sus agrupaciones
y formar un solo partido. Aunque los principales dirigentes del PL presentaron
reticencias a la hora de acatar la orden del flamante Presidente de la Nación
finalmente lo hicieron, crearon una nueva organización de masas y comprendieron
el sentido del encuadramiento partidario, una tradición organizativa que pocos
meses atrás, desde las páginas de El
Laborista, dijeron aborrecer y habían sentenciado como el mal del
comunismo. Al mismo tiempo, tuvieron que convivir dentro de los sindicatos con
los comunistas que decidieron desarmar los que habían formado en la industria y
sumarse a los laboristas. Ambos observaron desde esas posiciones la
implantación del peronismo en el movimiento obrero, fueron testigos y
protagonistas de los combates librados entre las fracciones peronistas por el
control simultáneo de las comisiones directivas de los sindicatos y los
organismos partidarios.
El Partido Peronista cobró vida en enero de 1947. Las
organizaciones provinciales heredaron la estructura de base del laborismo, la
afiliación territorial y profesional. Los centros políticos se convirtieron en Unidades Básicas Ordinarias (UB) y se
incorporaron, además, agrupaciones obreras como Unidades Básicas gremiales. Por tanto, si bien los sindicatos no se
agregaron como tales dentro del PP, la dirección de este partido estuvo
compuesta por integrantes de comisiones de sindicatos locales y una cantidad
significativa de afiliados pertenecientes a los mismos. El proceso de
convergencia de todos los partidos de la alianza electoral de febrero en una
sola organización fue sumamente conflictivo. El partido se fracturó y los
sindicatos tambalearon.
En Santa Fe, los laboristas que quedaron excluidos de la
estructura del PP pusieron en marcha el Partido Obrero de la Revolución (POR) y
se presentaron a las elecciones nacionales de marzo de 1948.Estos últimos
bregaron por recuperar la identidad obrera y sindical del PL. Las rivalidades
entre los dos partidos se trasladaron al seno de los sindicatos obreros. Las
tensiones repercutieron en la UF, la Unión Tranviaria Automotor, el Sindicato
de la Industria de la Carne, el personal de la industria Láctea, la Asociación
de Obreros y Empleados Municipales, y Luz y Fuerza. Los gremios obreros
involucrados tuvieron distintas trayectorias y recursos para enfrentar posibles
divisiones. El Sindicato de la Carne se vio seriamente comprometido, había
llevado adelante huelgas prolongadas en abril y mayo de 1945, en febrero y
marzo de 1946, todas con cierto éxito, y en medio de disputas entre ambas
direcciones, comunista y laborista, por lograr supremacía en las bases.
Tuvieron que enfrentar, además, una división dentro de la Federación. Ahora una
nueva disputa los invadía, de índole política, la librada por el PP y el POR.
Entonces el secretario general aplicó sanciones y separó a los miembros de la
comisión directiva de la sección local y de la Federación que fueron candidatos
a cargos públicos electivos de un partido y el otro. Mientras que la Asociación
de Trabajadores Municipales de Rosario canceló algunas fichas de afiliación por
el mismo motivo.
Los candidatos del POR fueron derrotados por los del PP
en las elecciones de renovación parlamentaria de marzo 1948, aquellos
disolvieron la agrupación. Al mismo tiempo, el Consejo Superior intervino el PP
santafesino, el interventor anuló la Junta Central (órgano ejecutivo) y la
Convención provincial. Pero este procedimiento no libró a la organización
peronista y a los sindicatos de enfrentar nuevas tensiones internas, que
reaparecieron cada vez que se definieron candidatos a cargos públicos electivos
nacionales y provinciales. Eso sucedió durante la renovación del senador
nacional, en febrero de 1949, el conflicto se desató en la Legislatura e hizo
eco dentro de la UF. El gobierno nacional decretó la intervención federal al
Poder Ejecutivo de Santa Fe, en febrero de 1949, y luego de la elección a
senador nacional la extendió a la Legislatura, para poner un paño de agua fría
al conflicto político.
La selección de candidatos a gobernador, vice y
legisladores provinciales para las elecciones de mayo de 1949 fue otro punto de
conflicto. Los representantes de la Agrupación gremial de Obreros y Empleados
Tranviarios del Partido Peronista, los de la A. Gremial de Empleados Petroleros
Peronistas, de la A. de Obreros y Empleados del transporte Minorista, de la A.
de Obreros y Empleados del Ferrocarril "General Mitre", de Obreros y
empleados del ex F. C. Santa Fe armaron un Congreso general extraordinario de
dirigentes obreros, que sesionó primero en la ciudad de Santa Fe y luego en la
ciudad de Rosario. Estas agrupaciones de base actuaron en distintos
departamentos de la provincia, consideraron que los candidatos seleccionados
por el Consejo Superior no representaban a las masas trabajadoras y pidieron
que la fórmula gubernamental incluya una figura representativa del movimiento
obrero.[13] Fueron sancionados por el interventor del PP de Santa Fe.
Por su parte, los sindicalistas nucleados en la agrupación que representó al
Sindicato de la Carne, la Agrupación de trabajadores estatales, la Agrupación
de Empleados y Obreros de Luz y Fuerza, la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), y un
sector de dirigentes de la UF, que respondía al nuevo senador nacional,
apoyaron las decisiones del Consejo Superior.
Por lo
tanto, en 1947, pese al alto grado de imbricación existente entre partido y
sindicatos, porque compartieron dirigentes, se procuró borrar la herencia
laborista dividiendo tareas. Por un lado, para evitar fracturas, los sindicatos
identificados con ambos partidos decidieron no avalar candidaturas. A su vez,
ni el PP ni el POR sostuvieron las huelgas de los organismos gremiales, aún cuando
estas fueron impulsadas por direcciones afines: las de los municipales, los
metalúrgicos, y la del Sindicato de la Carne. Algo similar ocurrió en 1949, las delegaciones de la CGT
de Santa Fe y de Rosario, a las que estaban adheridas lo sindicatos mencionados
más arriba, dieron orden de repliegue de la lucha política partidaria.[14]
En el mismo momento en que los laboristas se convertían
en peronistas y se enfrentaban entre sí, los militantes comunistas intentaron
mantenerse dentro de los sindicatos industriales. Se
sabe que las direcciones comunistas se debilitaron poco a poco, pero hasta 1948
no se puede trazar un panorama homogéneo dentro del movimiento obrero
santafesino. En ese marco, sus
relaciones con las fracciones peronistas combinaron tensión y acercamiento,
resultado de un cambio de posición de los primeros respecto a los que
consideraron peronistas sinceros y de
las múltiples fracturas de los segundos. Así, tras las elecciones de febrero de
1946 el Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica de filiación comunista y la
UOM, que obtuvo personería gremial, hicieron una huelga conjunta reclamando el
pago del aguinaldo a los empresarios de la rama. No ocurrió lo mismo con la
organizada por los trabajadores de la carne en febrero y marzo de 1946, hubo
enfrentamientos violentos entre miembros de los dos sindicatos, el laborista y
el comunista.
Por su
parte, los dirigentes de la construcción identificados con el PC pararon en
Rosario desde el 16 de junio al 18 de julio de ese año, debido a que los
patrones no aceptaron el pliego de condiciones y se negaron a pagar el
aguinaldo. La Unión Obrera Local declaró una huelga general con movilización en
apoyo, que no fue avalada por la delegación regional de la CGT. La delegación
de Trabajo y Previsión convalidó la huelga pero intentó disuadir al resto de
los sindicatos (gráficos, estibadores, empleados de comercio y otros con
diversas direcciones) para que no se sumen al paro, finalmente la policía
reprimió a los manifestantes.[15] Ese marco de resistencia fue distinto para la
Sociedad Obrera de la Construcción de la ciudad de Santa Fe, sus dirigentes
impulsaron con éxito la huelga de febrero y marzo de 1947, implementaron para
ello prácticas tradicionales de
las direcciones comunistas, utilizadas en las huelgas de la segunda mitad de la
década del ‘30. El conflicto comenzó en septiembre de 1946 cuando el sindicato
presentó un pliego de mejoras en los salarios al director de la delegación de
la Secretaría de Trabajo y Previsión, Florencio Farré Malbet, un dirigente
tranviario, fundador del laborismo en la provincia. Desde este organismo se
convocó a los empresarios a la mesa de negociación, pero la Cámara de la
Construcción desconoció el laudo, y la Sociedad el 5 de febrero declaró paro total.
Farré Malbet apoyó la huelga, multó a los patrones que no cumplieron con el
laudo, también la respaldó el delegado regional de la CGT. Se formó un comité
de huelga más otro intersindical de apoyo con 23 gremios adheridos, que hizo un
paro de 24 horas y les brindó ayuda solidaria, pusieron en marcha actos y
mítines barriales para informar a la población sobre el estado de la situación.
La policía amparada por el ministro de gobierno prohibió algunos de ellos y
hubo detenidos. El reclamo se extendió a la derogación de la Ley de Residencia.
La huelga de la construcción fue total hasta el 4 de
marzo y se convirtió en parcial a medida que los constructores firmaron el
laudo. El PC sostuvo la huelga, el comité del departamento La Capital emitió un
comunicado en el que definió al partido como el único con vocación
revolucionaria y con auténtica devoción por los problemas de la clase obrera.
Acusó a los empresarios de la construcción de sacar ventaja acercándose al
oficialismo cuando todos eran antiperonistas. El centro de estudiantes de
química de la Universidad Nacional del Litoral se solidarizó con los obreros en
lucha. El PS la apoyó y denunció a los oficialistas que pretendieron dividir al
gremio. Los militantes comunistas siguieron en la conducción del gremio de
Santa Fe hasta su intervención por parte de la Unión Obrera de la Construcción
durante el paro de marzo de 1948.[16]
Los dirigentes comunistas tuvieron participación en la
huelga llevada adelante por los obreros municipales de Rosario y Santa Fe, en
septiembre de 1947, por incumplimiento del convenio colectivo y reincorporación
de los trabajadores cesantes. A diferencia de lo que ocurrió con la Sociedad
Obrera de la Construcción esta estuvo controlada por fracciones peronistas que
recibieron el respaldo de la CGT local con un paro general, hecho que produjo
su intervención.[17] La de los gráficos bonaerenses, en febrero de
1949, coordinada por comunistas y socialistas, tuvo repercusión local, la
Sociedad de Artes Gráficas de Santa Fe realizó un paro de 24hs en apoyo, y por
la libertad de los obreros integrantes de la Comisión Coordinadora de la huelga
detenidos en Villa Devoto. Casi un año y medio después, desde el local del PC
del barrio de la carne en la zona sur de Rosario se desplegaron acciones de agitación
durante el paro de los trabajadores de los frigoríficos en mayo de 1950, que
contó con un alto acatamiento por parte de la sección local de la Federación
Gremial del Personal de la Industria de la Carne, Derivados y Afines de la
mencionada ciudad, como ocurrió en la de Santa Fe y Rafaela.[18]
No obstante, fue recién un hecho estrictamente político,
conocido como la Marcha por la Paz, que
permitió a los militantes comunistas de los talleres del Ferrocarril Mitre de
Pérez, ciudad cercana a Rosario, armar una movilización y ser protagonistas del
rechazo al envío de tropas a Corea, en julio de 1950. La prensa lo mostró como
un episodio confuso, los obreros paralizaron las tareas y realizaron una
manifestación desde los talleres hacia la zona céntrica de la ciudad de Rosario
con el objetivo que mencionamos más arriba. El diario El Orden, de la ciudad de Santa Fe, anticomunista, publicó una nota
titulada Los comunistas provocaron
tumultos en Rosario. En la misma sostuvo que hicieron correr la versión que
se desarrollaría una marcha en adhesión a San Martín con autorización de la
CGT, para darle luego un fin político. La
Capital, en cambio, informó que el objetivo fue desde sus comienzos
oponerse al envío de tropas a la guerra. Los ferroviarios contaron con
adhesiones de obreros metalúrgicos, molineros y madereros, y en la
manifestación participó el ex senador por Santa Fe, de origen laborista, D.
Figueiras, la fracción peronista que había sido desplazada del partido en 1949.
Fueron interceptados y reprimidos por el Cuerpo de Bomberos y la Guardia de
Infantería, la policía detuvo a una parte de ellos. El senador Giavarini,
ferroviario y representante de la burocracia central del PP, repudió la marcha
y ocupó la tribuna de oradores con el titular de la UF y el delegado regional
de la CGT. Todos instaron a la unidad sindical, indicando que los hechos
estuvieron a cargo de una minoría que buscó la división del gremio.[19] El hecho fue una muestra de la capacidad de
movilización de los militantes comunistas y de una fracción peronista opuesta a
la conducción de la UF. Adquirió tal importancia para el PCA que fue incluido
en el Curso Básico para Cuadros del
año escolar 1952, con este suceso enseñaron la diferencia entre estrategias de
agitación y propaganda a los estudiantes, con el objetivo de ponerlas al
servicio de un posible Frente Nacional,
democrático, antioligárquico, y antimperialista.[20]
En el plano estrictamente político, en 1946 el PC
recuperó su personería jurídica, se presentó en la provincia de Santa Fe a
todas las elecciones nacionales, provinciales y municipales que se llevaron a
cabo entre 1948 y 1954, no hicieron alianzas, aunque un sector lo propuso en
varias oportunidades al radicalismo y al PDP. Realizaron intensas campañas,
mantuvieron sus locales en los barrios obreros mencionados más arriba. Los
candidatos a cargos electivos tuvieron estrecha relación con sectores de las
organizaciones obreras, los resultados fueron magros, y el partido no pudo
colocar concejales como lo había hecho a comienzos de la década del treinta.
Por su parte, los comunistas resistieron infructuosamente desde 1948 las
intervenciones a las comisiones directivas de los sindicatos que controlaron,
pese a ello no perdieron del todos su fuerza en ese terreno. Y cuando las
circunstancias lo permitieron se acercaron a los hombres del sindicalismo
peronista desplazados del partido.
Crisis en el peronismo y anticomunismo extremo, 1951-1955
En 1951, en vísperas de las elecciones nacionales
generales que se llevaron a cabo en noviembre, y de la posible reelección de
Perón a la presidencia de la Nación, se abrió una nueva etapa en la
configuración del peronismo. La cúpula de la CGT se independizó de las
directivas del presidente del Consejo Superior del PP y se reservó dentro del
movimiento peronista un tercio de la designación de las candidaturas a cargos
públicos electivos. En ese
contexto, se consolidó la forma
movimiento, la CGT pasó a conformar la tercera rama junto con el PP rama
masculina y la femenina. Por lo tanto, esta fue una coyuntura en la que la
fracción del sindicalismo peronista ligada a la conducción de la central obrera
ganó espacios en la política electoral, como contraprestación de ese avance
solventaron un plan de emergencia puesto en marcha por el equipo económico del
Poder Ejecutivo de la Nación en 1952, plan destinado a reducir el consumo,
frenar la inflación y generar excedentes exportables. Entre otras medidas se
congelaron los salarios por dos años y no se firmaron convenios colectivos. La
dirección de la CGT pagó los costos de esa decisión, su secretario general,
José Espejo, fue abucheado en la conmemoración del 17 de octubre de ese año, y
renunció a la conducción de la central. El descontento manifiesto en esa
oportunidad se intensificó dos años después, en 1954, cuando se abrieron las
paritarias.
La Junta provincial del PP de Santa Fe siguió intervenida
hasta el golpe militar de septiembre de 1955, desde 1948 y hasta esa fecha
arribaron a la junta cinco interventores, estos emprendieron sucesivos intentos
de disciplinar a las bases, establecieron cuáles Unidades Básicas eran
oficiales por sección electoral e incorporaron los centros informales de
sociabilidad. Pautaron las formas de afiliación y el adoctrinamiento,
controlaron los actos de proselitismo y las elecciones del consejo directivo de
las UB. Con esta especie de momificación del PP, las delegaciones
de la CGT pasaron a primer plano en Santa Fe, y la movilización peronista se
concentró en el movimiento obrero, un movimiento que presentó fisuras.
Tales
fisuras se manifestaron durante las huelgas que los trabajadores ferroviarios hicieron en los meses de
noviembre y diciembre de 1950 y en enero de 1951, las mismas constituyen un
punto de inflexión entre la etapa anterior y esta. Con ellas comenzó una ola de
creciente anticomunismo impulsada por el PP y la cúpula de la CGT, que se
extendió con las protestas obreras de 1954 y duró hasta el golpe militar de
septiembre de 1955. Esa ola no fue solamente una respuesta a las acciones de
los dirigentes comunistas, como las direcciones peronistas pretendieron hacer
creer a la opinión pública, el anticomunismo fue también una manera de
desacreditar a los propios peronistas descontentos con las conducciones
nacionales de sus sindicatos y las locales. Junto con ello hay que tener en
cuenta otro elemento que excede los marcos de la política argentina: el clima
ideológico internacional, basta recorrer las páginas de los diarios locales más
importantes (La Capital, El Litoral, El
Orden) para observar cómo trataron la alarma de los gobiernos de países como
Italia y Francia frente al avance de comunistas en las elecciones, o los
sucesos de China y la guerra de Corea.
El conflicto ferroviario se inició en el mes de noviembre
de 1950, cuando el personal de mantenimiento, los guardabarreras y los
guardatrenes reclamaron al gobierno mejoras salariales. Los trabajadores de los
ferrocarriles General Roca, Mitre, Sarmiento y San Martín paralizaron sus
tareas, una Comisión Consultiva de Emergencia (CCE) formada por distintas
secciones de esos ferrocarriles coordinó el movimiento. Estos fueron amenazados
por el ministro de Transportes y la dirección de la UF clausuró varios locales
en los que los integrantes de la Comisión efectuaron las reuniones. Luego de
estos episodios avanzaron las negociaciones entre las partes, el paro se
levantó, y la nueva escala de salarios apareció a principio de diciembre. Pero
esta escala no satisfizo las pretensiones de la CCE, los obreros volvieron a
parar en ese mes y pusieron como condiciones para retornar al trabajo, entre
otras, un nuevo escalafón y la renuncia de la Comisión Directiva de la UF,
encabezada por el peronista rosarino Pablo Carnero López, un hombre cercano al
senador nacional y dirigente ferroviario, A. Giavarini. En asamblea se decidió
que una Junta Consultiva asumiera la conducción del gremio hasta tanto se elija
la nueva comisión directiva, la CGT no lo permitió e intervino el sindicato.
Los interventores, encabezados por José Alonso, negociaron las nuevas
condiciones con el subsecretario del Ministerio de Transportes y el ministro de
Trabajo, desconocieron la representación de la Comisión mencionada más arriba.
Cuando confeccionaron el nuevo escalafón el paro se levantó, pero los obreros
de varias seccionales bonaerenses de las distintas líneas férreas (Mitre, Roca,
San Martín, Sarmiento y Urquiza) se reunieron en asambleas, en seccionales no
intervenidas y en otros locales, pidieron gobernarse por sí mismos,
reaccionaron frente a la actitud de la CGT y la de los interventores que
intentaron frenar las asambleas y se propusieron controlar el proceso de
elección de las nuevas autoridades del sindicato. La CCE explicitó en varios
comunicados su amplio apoyo a la obra de
recuperación económica del gobierno del general Perón. Aclararon que entre
los trabajadores que paraban no había
enemigos de la revolución justicialista.[21]
En el contexto de elecciones de las nuevas autoridades
del gremio, la CCE convocó a una asamblea extraordinaria de delegados de los
ferrocarriles nacionales que decretó paro por tiempo indeterminado a partir del
23 de enero, reclamó a las autoridades que no haya compañeros cesantes,
castigados o privados de la libertad, y que finalizara la intervención a la UF.
El desenlace también es conocido, el paro fue declarado ilegal por el
Ministerio de Trabajo, y el de Transportes exoneró a los integrantes de la
Comisión y se declaró la movilización militar. Comenzaron las detenciones a los
miembros de la CCE, militantes comunistas entre ellos (Badaloni, 2014;
Contreras, 2009).
La huelga se extendió a distintos puntos del país. En
Rosario pararon en noviembre, diciembre y enero, los peones y ayudantes de la
Estación Rosario Norte y del galpón central del Ferrocarril Mitre en
solidaridad con los trabajadores de Capital Federal y Buenos Aires. En un
comunicado sostuvieron que su acción no tenía ningún fin político y pidieron la
renuncia de la comisión directiva de la seccional Rosario de la UF junto con la
de la dirección nacional del sindicato. Formaron una Comisión Coordinadora, articulada
a la de Buenos Aires (CCE), cuyos miembros fueron detenidos por la policía,
entre ellos se hallaba un antiguo dirigente comunista ferroviario, Héctor
Audano.[22] A los de la estación Rosario Norte se sumaron
los de Rosario Central y los guardias de ambas. La seccional Rosario de la UF
del Ferrocarril Mitre repudió el paro. Las reuniones fueron sofocadas por
caballería e Infantería y la Policía Federal detuvo a los guardas. En la ciudad
de Santa Fe los ferroviarios pusieron en marcha la Comisión Coordinadora de la
Seccional Santa Fe del Ferrocarril Belgrano que estuvo integrada, como la del
Mitre, a la CCE. Esta comisión llamó primero a mantener la calma, esperar las
elecciones de autoridades del sindicato y buscar una solución en el marco de los preceptos del justicialismo, pero
luego apoyó la huelga de enero, dispusieron no levantar el paro mientras exista
un sólo hombre contra el cual se hubieran tomado medidas punitivas. Fue
desautorizada de inmediato por la UF de Santa Fe, y sus miembros fueron
tildados de agitadores que ejercían
una prédica foránea.
Estos acontecimientos dejaron como saldo numerosos
detenidos y personal cesante pertenecientes a los ferrocarriles en distintas
seccionales del país. Más allá de éxitos y fracasos, y de las fisuras del
movimiento huelguístico, se observa que quienes coordinaron las huelgas estaban
entrenados en este tipo de acciones. Mostraron la capacidad de movilización que
poseían. El diario La Capital de
Rosario reprodujo la lista de “instigadores”
de las huelgas con “antecedentes
comunistas”, destacando a un antiguo dirigente ferroviario perteneciente al
PC, Luis Marchiano De Salvo, quien integró la CCE. El diario replicó un
informe, cuyo origen no mencionó, que lo calificaba como “uno de los dirigentes bolcheviques que goza de mayor ascendencia entre
el elemento comunista del gremio”. De Salvo pertenecía a la seccional
Alianza del Ferrocarril San Martín, había sido miembro de la UF desde su
fundación y coordinó el trabajo de las células ferroviarias comunistas de todo
el país (Tarcus, 2007).[23]
Por su parte, las comisiones consultivas del Ferrocarril
Mitre y Belgrano, de Rosario y Santa Fe, respectivamente, se hallaban
articuladas a la de Buenos Aires y trabajaron en consonancia con ella apoyando
los sucesivos paros. En esa oportunidad, peronistas molestos y comunistas
pidieron la renuncia de las comisiones locales de la UF y de la nacional,
quisieron lograr una mayor autonomía en las decisiones de las seccionales y en
la influencia de estas en la conducción de la UF.
Otro episodio donde se manifestaron las fisuras
sindicales fue en la apertura de las convenciones colectivas, en abril 1954. La
renovación de los convenios se puso en marcha pasadas las elecciones de
vicepresidente celebradas en ese mismo mes. Como lo señalan estudios
existentes, hubo una distancia entre lo que los trabajadores pidieron como
aumento y lo que los empresarios estuvieron dispuestos a conceder. Ante la
falta de acuerdo se desarrollaron protestas obreras en distintos sectores
productivos y de servicios tales como textiles, metalúrgicos, lecheros,
alimentación, seguro, sanidad y el Transporte, con diversos métodos: trabajo a
reglamento o desgano, huelga de brazos caídos, paro total. Los obreros textiles
de las fábricas Cilsa y Tejeduría de la Manufactura algodonera
Argentina utilizaron el trabajo a desgano, fueron desautorizados por la
Asociación Obrera Textil. Los de sanidad realizaron paros parciales, con apoyo
de las secciones locales, hasta conseguir mejores condiciones que las que le
plantearon sus patrones. Mientras que la UTA sección Rosario autorizó el
trabajo a reglamento de los choferes. Las medidas cesaron con el acuerdo en
torno al convenio colectivo.
En este contexto, la huelga más trascendente fue la
efectuada por los obreros metalúrgicos. La dirección sindical nacional,
presionada por las comisiones internas de diversas fábricas ubicadas en Capital
Federal, Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Santa Fe convocó en abril de
1954 a una huelga de brazos caídos. En Rosario se adhirieron 700
establecimientos, lo hicieron también los trabajadores de Acindar en Villa Constitución, el secretario general de UOM Rosario
llevó a Buenos Aires el mandato de la reunión de delegados de no aceptar el
convenio. La UOM Santa Fe instó a la patronal a reconocer los índices
salariales que proponían y decidió que de seguir estos con su intransigencia
convocaría a una huelga general.[24]
Después de varios rechazos, se firmó en junio el convenio
colectivo a nivel nacional, por lo que la central llamó a reanudar las tareas,
pero no todos los delegados locales cumplieron con la directiva. La conducción
de la CGT le exigió al sindicato nacional y a sus secciones locales el control
de las comisiones internas de las fábricas (Badaloni y Simonassi, 2005;
Fernández, 2005). Los diarios locales reprodujeron las concentraciones
callejeras de obreros metalúrgicos y estudiantes de ingeniería en Capital
Federal, y los conflictos que se desataron en Morón (provincia de Buenos Aires)
tras el asesinato, en un confuso episodio, del secretario adjunto de la UOM
nacional. Fueron tildados como grupos descontentos de jóvenes militantes
comunistas que terminaron detenidos. La información obtenida zigzaguea, La Capital, por ejemplo, aseguró primero
que los agitadores fueron jóvenes comunistas que no pertenecían al sindicato
metalúrgico, luego dijo que fueron obreros y anexó lo acontecido en
metalúrgicos con las protestas de los textiles. Sostuvieron que fue una “bien
planificada acción disolvente inspirada y alentada por distintos organismos que
responden a las directivas del comunismo internacional (…) proyectada para su
ejecución en el plano continental”.[25] El Orden de Santa Fe asoció lo
sucedido a las huelgas ferroviarias, adjudicó las “maniobras” al Movimiento Pro democratización e
independencia sindical, puesto en marcha como resultado de las conclusiones
del 11° Congreso del PCA.[26]
El clima de descontento fue notorio, la huelga
metalúrgica no la habían decidido únicamente los cuadros comunistas a los que
se acusaba, aunque participaron de ella activamente y formaron a posteriori un
Comité de Huelga Central, sino los delegados en las distintas secciones locales
de la UOM, en el caso que analizamos las de Santa Fe y Rosario. La UOM obligó a
las secciones a salir al cruce de las versiones que circularon en torno a su
carencia de autonomía económica y decisional. Dos cuestiones se amalgamaron, un
descontento obrero producido por los convenios colectivos más el desgaste que
sufrieron las conducciones sindicales por sostener lo insostenible, estas
presentaron el problema general como resultado de la acción de los denominados
infiltrados de orientación comunista. Dicho descontento se sintió en el acto
del 17 de octubre de 1954 en la ciudad de Rosario, cuando el secretario general
de la delegación regional de la CGT fue abucheado.[27]
******
En este trabajo se intentó mostrar que las relaciones
entre dirigentes obreros comunistas, laboristas y peronistas de la ciudad de
Rosario y Santa Fe cambiaron a lo largo de las dos presidencias de Juan Perón,
entre 1946 y 1955. Ni unos ni otros se mantuvieron iguales a sí mismos, los
comunistas debatieron las estrategias a seguir frente a la peronización del
movimiento obrero y los dirigentes sindicales peronistas, como se demostró, no
dudaron en acercarse a los viejos comunistas entrenados en prácticas de huelgas
extensas cuando las circunstancias de la lucha social así lo exigieron, aunque
eso hiciera más tensos los vínculos con las direcciones nacionales de sus
sindicatos.
En el proceso de constitución del PP, los dirigentes
sindicales peronistas lograron mantener la representación sindical en el
partido, pero las comisiones directivas de los sindicatos impidieron que sus
integrantes participaran en las contiendas electorales que se desarrollaron en
el lapso en que el peronismo santafesino se dividió en dos partidos, para
evitar posibles impactos. De esa manera, procuraron detener una modalidad de
intervención en el ámbito político-electoral que había sido puesta en práctica
por el PL en 1945/46, y lo hicieron con éxito relativo. En 1951 el peronismo
adoptó la forma movimiento, con ella el universo sindical peronista se
independizó del PP rama masculina y femenina. De esa forma, los dirigentes
tuvieron una mayor libertad de acción en la organización y aminoraron las
tensiones políticas en el ámbito sindical, pero no ocurrió lo mismo con las
diferencias estrictamente sindicales, que continuaron al menos hasta el
derrocamiento de Perón en septiembre de 1955. Estos no consideraron
incompatible adherir e integrar el movimiento peronista, que no fue uno y
homogéneo, y poner en marcha ciertas modalidades de movilización y protesta.
Por su parte, los líderes obreros comunistas se
mantuvieron activos en algunos sindicatos locales durante el período abordado.
Se observa que las modalidades de acción de quienes participaron en las huelgas
de la construcción en 1946 y 1948 y las ferroviarias de 1950 y 1951, así como
en las protestas obreras y callejeras de Rosario, Capital Federal y Gran Buenos
Aires en 1954, respondieron a las estrategias que difundió el PCA entre sus
cuadros en el marco del movimiento obrero. La dirección del partido consideró
que se trató de un trabajo sindical bastante exitoso.
Las conducciones comunistas en Rosario y Santa Fe
preservaron el vínculo político entre partido y sindicato y participaron en los
comicios sin éxitos en cuanto a resultados electorales. Tal es así que luego de
la magra cantidad de votos obtenidos por el PCA en las elecciones de abril de
1954, la preocupación del Comité Central se situó en cómo lograr que la
influencia que habían alcanzado en el espacio sindical, que se mantenía a
través del tiempo, impactara en la organización del partido. Lo expresaron de
esa manera en el curso básico de formación de cuadros: “¿Qué medidas debemos
tomar para corregir esta separación entre influencia y organización?”.[28] Más allá de los resultados concretos, este fue un imago
de época al que todo emprendimiento organizativo debía aspirar. Comunistas y
peronistas volvieron sobre estas cuestiones una y otra vez a lo largo del siglo
XX.
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Buenos Aires: Editorial Amorrortu.
Recepción:
15/05/19
Evaluado:
16/09/2019
Versión
Final: 01/11/2019
(*) Profesora y Licenciada en Historia (Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario), Magister en Ciencias Sociales (FLACSO), Doctora en Historia (Universidad de Buenos Aires). Profesora Titular Historia Social y Política Argentina (Licenciatura en Ciencia Política y Licenciatura en Trabajo Social, Universidad Nacional de Entre Ríos); Profesora Adjunta Historia Argentina III (Licenciatura y Profesorado en Historia. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario); Profesora ECO Construcción Histórica de la ciudadanía en Argentina (Profesorado de Historia, Instituto de Educación Superior “Olga Cossettini”). Argentina. E-mail: mercedesprol@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4812-8145
[1] Félix Morlion perteneció a la orden dominicana, se convirtió en un funcionario papal ligado al servicio de inteligencia del Vaticano y se lo vinculó a la red que impulsó el escape de los criminales de guerra nazis a Sudamérica. Formaron parte de la Fundación Intercontinental de Realismo Social, según lo expresado por Morlion, Giulio Andreotti y Guido Gonella, ambos pertenecientes al Partido Demócrata Cristiano. En 1952 la Universidad contó con 3.281 inscriptos, según las cifras brindadas por el eclesiástico. Legajo 483. Fondo Documental de la Secretaría de Asuntos Técnicos de la Nación. Archivo General de la Nación (en adelante FDSAT – AGN).
[2] La Universidad Internacional Pro Deo emitió en 1957 un folleto titulado “Freedom’s Future Leaders”, esta se creó en 1945. Allí se indica que hasta ese momento había formado 9.000 estudiantes que poseían diversas religiones: cristianismo, judaísmo, algunos eran musulmanes y otros budistas. Tenía modernos métodos de enseñanza que incluían prácticas de gobierno democrático, diplomacia moderna, comercio internacional, relaciones laborales y medios de comunicación de masas.
[3] El Litoral, Santa Fe, 20/03/48, 22/04/1948.
[4] El gobierno argentino estableció en 1946 vínculos diplomáticos con la URSS, envió delegaciones obreras a la embajada argentina. Y el embajador argentino en la URSS remitió al secretario de Asuntos Técnicos distintos informes sobre el funcionamiento del sistema de salud, el educativo y el sistema de koljos. Legajos 662 y 664, FDSAT-AGN.
[5] Decreto Nº 365 del 31 de julio de 1943, Anales de Legislación Argentina, Tomo III, Buenos Aires, 1944.
[6] El Partido Comunista de Italia tuvo en 1950 2.000.000 de miembros, con un electorado de 29 millones de italianos inscriptos. (Duverger, 1957). El Litoral, Santa Fe, 17/04/1948. La Capital, Rosario, 18/11/53.
[7] El título del punto dos del memorándum fue el siguiente: Cómo los especialistas de psicología social de la Argentina pueden poner sus experiencias nacionales al servicio del refuerzo de la latinidad en la propaganda intercontinental. Legajo 483 – FDSAT-AGN.
[8] El Litoral, Santa Fe, 05/07/35; 03/03/39; 17/03/39; 11/02/41. El Orden, Santa Fe, 16/04/37; 07/05/37; 09/03/38; 22/02/42. Estos sindicatos estuvieron adheridos a la Federación Santafesina del Trabajo cuyo secretario general fue el socialista Ramón Vera y, luego, Juan Apullán. Sobre la huelga del sindicato metalúrgico en marzo de 1943, Simonassi (2011). Sobre la formación de comisiones internas en los sindicatos controlados por comunistas tales como los de la construcción y metalúrgicos en Capital Federal y Buenos Aires, Ceruso (2015).
[9] La Batalla, 03/2/34. Los gobiernos antipersonalistas de la provincia de Santa Fe inhabilitaron al PC para presentarse a elecciones mediante la Ley de Orden Social (N° 2.528), cancelaron su personería jurídica. A esta ley se sumó otra restrictiva: la Ley de Imprenta (Ley N° 2.548). Busaniche, J. (1943). Decreto N° 365 del 31 de julio de 1943. Anales de Legislación Argentina, Tomo III, Buenos Aires, 1943.
[10] El Litoral, Santa Fe, 22/09/45, p. 4.
[11] Decreto 23 852/45, Decretos nacionales. 1º de julio de 1945 al 4 de junio de 1946.
[12] El Laborista, Rosario, 20/02/46, pág. 9; 13/01/46, pág. 9; 31/01/46; 12/01/46; 15/01/46.
[13] El Consejo Superior del PP designó candidato a gobernador a Juan H. Caesar y vice a Álvaro González. En estas elecciones resultó electa la fórmula peronista. La Capital, Rosario, 18/02/49; 15/03/49.
[14] Tal división fue resultado de un alineamiento entre la cúpula cegetista con el Consejo Superior del PP, una cúpula que intentó controlar cada vez más a las bases sindicales y encuadrarlas dentro del partido. Alejandro Giavarini fue designado senador nacional por Santa Fe en febrero de 1949, en reemplazo de D. Figueiras. Giavarini entró al Consejo Superior del PP en marzo del mismo año y renunció en 1954 cuando fue nombrado ministro de Trabajo de la Nación.
[15] El Litoral, Santa Fe, 17/06/46; 20/06/47; 02/07/46.
[16] El Litoral, Santa Fe, 05/03/48.
[17] Lo mismo ocurrió con la huelga metalúrgica realizada en Rosario en los meses de noviembre de 1947 y mayo de 1948.
[18] En una nota sobre la huelga gráfica, Rubens Íscaro expresó la intención de sumar peronistas a la Comisión Coordinadora, hecho que no fue aceptado por los socialistas que formaron parte de la misma. Nueva Era, Buenos Aires, Año I, Número I, Abril de 1949. Sobre la huelga de los trabajadores de los frigoríficos, El Litoral, Santa Fe, 05/5/50; El Orden, Santa Fe, 09/5/50.
[19] La Capital, Rosario, 19/07/50. Sobre las características de la marcha y su implicancia en el gremio ferroviario, Badaloni (2014).
[20] Curso básico para cuadros. Comisión Nacional de Educación del Partido Comunista. Año escolar 1952, Editorial Anteo, Buenos Aires.
[21] El Litoral, Santa Fe, 21/12/50.
[22] La Capital, Rosario, 19/12/50.
[23] La Capital, Rosario, 24/01/51; El Litoral, Santa Fe, 24/01/51; El Orden, Santa Fe, 24/01/51.
[24] El Litoral, Santa Fe, 30/04/54.
[25] La Capital, Rosario, 09/06/54.
[26] El Litoral, Santa Fe, 03/5/54; 6/5/54.
[27] Un año después en Santa Fe se sumó un hecho que tuvo trascendencia nacional: la tortura y el asesinato del reconocido médico y militante comunista, Juan Ingallinella, a manos de la policía de Rosario. Tal suceso hizo que las delegaciones de la CGT temieran la aparición de tensiones dentro de los gremios en los que sabían contaban con militantes del mismo signo político del médico desaparecido. La Capital, Rosario, 02/08/55, p. 4.
[28] Curso básico para cuadros. Comisión Nacional de Educación del Partido Comunista. Año escolar 1952, Editorial Anteo, Buenos Aires. p. 65.