REVISTA DE LIBROS

 

 

MARTOCCI, Federico; La política cultural del Partido Socialista en el Territorio Nacional de la Pampa: dispositivos y prácticas de intervención de sus dirigentes e intelectuales (1913-1939), EdUNLPam, Santa Rosa, 2015, 266 pp.

Federico Martocci cuenta con una amplia trayectoria investigativa en la región pampeana y en esta oportunidad nos acerca un trabajo pionero y exhaustivo en el cual se propone relevar y analizar las políticas culturales desplegadas en el Territorio Nacional de la Pampa por el Partido Socialista desde su fundación en 1913 hasta su progresivo ocaso a mediados de los años 30, en lo que supone una suerte de biografía témporo-espacial del Partido Socialista durante su breve pero intensa experiencia de apogeo. Es pionero puesto que no existen otros trabajos orientados a abordar el complejo entramado de políticas culturales desplegadas en un territorio de escasa población como es el pampeano. Por otra parte, más que como un fin en sí mismo, esta obra surge como disparador para el análisis del campo de la intelectualidad de izquierda en el interior del país.

El libro se compone de una introducción, dos partes que estructuran el desarrollo de la obra y concluye con un apartado de conclusiones. En la primera parte analiza extensamente las estrategias y dispositivos de difusión cultural del Partido Socialista, estructurando esta primera parte en tres capítulos, dedicados respectivamente: al análisis de la prensa socialista, al contenido que ponían a disposición de los lectores y a la participación de estos en los periódicos; a las bibliotecas y las actividades que se realizaban en ellas a fin de garantizarse recursos materiales; y finalmente a las conferencias impartidas por el partido, las cuales fueron fundamentales tanto en las ciudades como en el área rural a la hora de extender el conocimiento. La segunda parte se compone de dos capítulos, en los cuales se propone reconstruir dos itinerarios políticos, por un lado del agricultor y líder agrario Antonio Buira, quien llegara a ser candidato santarroseño por el partido, y por el otro el del crítico literario Salomón Wapnir, un escritor de enorme talento que logró tejer vínculos con intelectuales a nivel nacional y latinoamericano. Ambos recorridos trascienden ampliamente el análisis biográfico de dos sujetos, son más bien dos experiencias que permiten introducirse en el conocimiento de las diversas prácticas culturales del Partido Socialista tanto en el mundo rural y como en el urbano, pero principalmente permite, como afirma el autor, acercarse al heterogéneo conjunto de imágenes que arroja la vida intelectual del interior argentino cuando el historiador reduce la escala de análisis.

Martocci parte de una serie de preguntas estructurales a las cuales tratará de dar respuesta a lo largo de la obra, tales como: ¿Qué características presentaron las políticas culturales llevadas a cabo por el Partido Socialista pampeano? ¿Mediante qué estrategias se llevó adelante? ¿Experimentó algún tipo de obstáculos? La escasa población, su distribución mayoritariamente rural y el alto índice de analfabetismo hacen que dichas respuestas puedan ser abordadas a partir de rastrear los procesos de recepción y circulación de ideas, información y bibliografía proveniente de los centros urbanos más importantes, reparando en las dificultades de dicho acceso y las características específicas que fue adoptando.

El acervo de fuentes documentales utilizado es amplio y variado, fundamentalmente ensayos, artículos periodísticos, folletos, revistas, cartas, memorias, panfletos y obras de crítica literaria. El autor se propone una investigación histórica de carácter cualitativo con el fin de reconstruir las prácticas y estrategias que adoptó el Partido Socialista en el territorio, para ello resulta imprescindible abordar fuentes tan varias como éstas y que, como afirma Carlos Altamirano, son objetos de frontera o literatura de ideas, puesto que se hallan en la frontera de varias disciplinas, inscribiéndose este trabajo en un registro de historia cultural e intelectual así como en un registro político del derrotero partidario. No obstante, Martocci remarca las enormes dificultades que supone el acceso a las fuentes en un país como Argentina donde la ausencia de políticas públicas tendientes a la conservación del patrimonio hace que gran parte del material se vaya perdiendo, termine en repositorios familiares privados o simplemente fuera del país, dificultando enormemente la tarea de reconstruir itinerarios como el propuesto en esta obra.

El objetivo del Partido Socialista, sostiene Martocci, era elevar, como solían decir ellos, el grado de instrucción de la población, en particular de los trabajadores. Para ello el autor analizará las políticas culturales del Partido Socialista tanto a los mayores centros urbanos como Santa Rosa, General Pico y Trenel, donde la institucionalización política le facilitó la posibilidad de conformar propuestas programáticas concretas, como también al área rural, donde los dispositivos para alcanzar tal cometido revestían características particulares. Cabe destacar que dicha región al no ser provincia se encuentra bajo un régimen legal específico que limita y codifica la vida civil ciudadana así como las de los partidos políticos. Los territorios nacionales, por medio de la ley N° 1532 de 1884 carecen del derecho a elegir presidente nacional, siendo sus gobernadores seleccionados por el Poder Ejecutivo y contando solamente con un Consejo Municipal aquellos distritos que contengan más de mil habitantes. En este marco particular es que el autor analiza dichas políticas culturales, fundamentalmente en el ámbito rural, espacio en el cual su alcance fue significativo aunque por mucho tiempo se creyera lo contrario. La imposibilidad de impulsar prácticas políticas institucionalizadas en el área rural, por encontrarse esta vía vedada en las localidades con menos de mil habitantes en los territorios nacionales, llevan a Martocci a desglosar el campo de análisis para poder dar cuenta de estos procesos disímiles pero complementarios.

Para poder analizar los dispositivos culturales utilizados por el Partido Socialista resulta importante, afirma el autor, escindir del concepto de cultura política el de subcultura, entendido como un espacio más autónomo y ampliado de imaginarios, prácticas y creencias que trasciende al plano político, siendo en este caso el de las culturas de izquierda y el que más se halla en el área rural en cuestión. Estos dispositivos estaban constituidos por bibliotecas barriales, periódicos, folletos, conferencias, libros o volantes, y no tenían sólo una finalidad política sino pedagógica sobre la sociedad. Dicho factor pedagógico es de tal magnitud y trascendencia que el autor sostiene que para el Partido Socialista estos dispositivos fueron tanto o más importantes que las acciones sindicales, cooperativas o políticas. Consistente con ello, toda la primera parte de la obra trata sobre tres dispositivos fundamentales para el partido, como la prensa escrita, las bibliotecas populares y las conferencias públicas.

Dentro de estos dispositivos destacan los periódicos, fundamentalmente La Vanguardia, y la revista Germinal, instrumentos tanto de información como herramientas ideológicas en las cuales los ilustrados del partido participaban activamente. Un claro ejemplo del rol de los periódicos en el período queda reflejada en la cita exhumada por Martocci donde Nicolás Repetto afirmaba haber leído primero La Vanguardia antes que a Marx o el Manifiesto Comunista, o también podemos encontrar a Enrique Dickman sosteniendo que su subscripción a La Vanguardia con los pocos pesos que traía del campo constituyó su “primer bautismo por el verbo de la teoría y la práctica del socialismo!”, demostrando el rol pedagógico que el dispositivo-prensa suponía para el Partido Socialista. Martocci afirma que la circulación de la prensa socialista era un factor que, desde la perspectiva de los integrantes de esta subcultura, contribuiría a fortalecer el desarrollo de su ideario en general y del partido en el Territorio en particular. Es aún más revelador observar que la circulación de un periódico como La Vanguardia no llega de la mano del Partido Socialista pampeano, sino que de alguna forma lo prefigura, puesto que la circulación del mismo en la región comienza a inicios del siglo XX, habiendo evidencias de que varias personas lo leían y participan en él, siendo el Partido Socialista pampeano recién creado hacia mediados de 1913.

Una cita del órgano partidario de Santa Rosa, Germinal, con fecha 8 de Mayo de 1925, afirma que “El libro en mano de los trabajadores es la mejor arma contra la burguesía”. De esta forma resulta evidente el rol que las bibliotecas revestían, puesto que su importancia radica en que allí se podía acceder, entendían los socialistas, al objeto esencial del conocimiento: el libro. Esta interpretación ilustrada de los socialistas los llevaba a ver en el clero y en los radicales puras expresiones de atraso y analfabetismo, enemigos de los avances de la conciencia e ilustración del pueblo. La posibilidad de acceder a los clásicos y pensadores de izquierda era mediante las bibliotecas, dispositivo difundido por el Partido Socialista, por ello Martocci nos permite ver la amplia variedad de obras que eran leídas en el territorio, focalizando sobre todo en los lectores. Así por ejemplo, la  Biblioteca Rivadavia contaba con obras de Émile Zola, Alfredo Palacios, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Carlos Marx, León Tolstoy, Nicolás Repetto, Juan B. Justo, etc.

La palabra escrita, de la cual los socialistas eran casi idólatras, era el anverso de la palabra oral, esto queda materializado en las palabras de Enrique Dickman cuando relata la anécdota de una peón rural que en la estación de tren le contaba a otras personas que era una mala persona, borracho, jugador, peleador, pero que una vez escuchó a un orador socialista que le decía que eran explotados, ignorantes, pobres, y así logró comprender que era cierto, dejando el juego y la bebida para convertirse en un gran lector. Es así que la invitación a que la gente asistiera a exposiciones donde los oradores disertaban resultaban exitosas tanto en su concurrencia como en su recepción por parte de los trabajadores tanto rurales como urbanos.

Las propias características del Territorio Nacional de La Pampa hacían del campo de la política y la cultura espacios por crearse, es ahí donde radica el rol crucial del andamiaje cultural partidario, el cual funcionó como una pedagogía cívica con el objetivo de disputarle la hegemonía a los políticos criollos, según afirma Martocci. La difusión por medio de periódicos, bibliotecas y conferencias fue crucial para poder poner en circulación saberes diferentes en un contexto cultural disputado con el anarquismo libertario en el plano cultural y contra el radicalismo en el electoral. Su rol fue tan importante que el autor afirma que fue fundamental para poder llevar aquella subcultura al territorio, llegando a trascender el ámbito urbano para llegar al countryside, como prefiere llamarlo. Su autopercepción como cruzados de la cultura los llevó a desarrollar Bibliotecas en todos los espacios donde estaban, funcionando como faros del saber indispensables, pero también como mecanismo para llevar el verbo socialista al espacio público. Cabe destacar que en este contexto de periferia tanto geográfica como jurídica que poseía el Territorio, los socialistas no cesaron de interpelar a un amplio público que en muchos casos era analfabeto o no leía español, público disperso en un amplio territorio de escasa población y más escasas fábricas. El recorrido por los itinerarios de Antonio Buira y Salomón Wapnir nos permiten ver dos experiencias intelectuales diferentes, una rural y orgánica, organizando a los peones rurales como fue la de Buira, y otra mucho más ilustrada como la de Wapnir, quien desde el countryside llegó a codearse con grandes plumas de su tiempo tanto a nivel local como internacional.

La obra de Federico Martocci constituye un aporte crucial para divisar las características que adopta la práctica política y cultural en un espacio periférico en el cual su población no disponía de un status jurídico pleno, haciendo de su derrotero un espacio creativo de profunda vinculación con actores sociales de los más diversos. Por otro lado se nos presenta como el reverso necesario de muchos estudios en curso sobre las regiones centrales y provinciales. A partir de una serie de preguntas disparadoras nos lleva a recorrer sus páginas con la certeza de que estamos ante un trabajo pionero que abre el campo de investigación con un debut muy prometedor.

 

Carlos Alberto Álvarez

Universidad Nacional de Rosario

E-mail: carlosmdp25_@hotmail.com

 

 

 

 

MANZANO, Valeria; La era de la juventud en Argentina: cultura, política y sexualidad desde Perón hasta Videla. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2017 [2010], pp. 447.

 

La era de la juventud en Argentina: cultura, política y sexualidad desde Perón hasta Videla es el texto de Valeria Manzano que muchos esperábamos luego de seguir algunos de sus artículos y capítulos de libros más importantes en español. Esta obra es una traducción, hecha por Lilia Mosconi, del libro original The Age of Youth in Argentina. Culture, Politics & Sexuality in Argentina from Peron to Videla, finalizado en 2010 y publicado por University of North Carolina Press. El trabajo de investigación del que es fruto este texto, tiene una gran vinculación con corrientes teóricas y académicas anglosajonas. El extenso corpus de literatura en idioma inglés que utiliza Manzano para fundamentar sus argumentos, enriquece a cualquier investigador de la materia y por lo tanto contribuye, largamente, con el campo de la historia reciente Argentina. Así, los enfoques teóricos propuestos superan, en muchos casos, los lugares comunes del sector historiográfico. Esto permitió que las alteraciones ocurridas en un nivel simbólico (es decir en las modas, los discursos sobre cuestiones sociales o sobre el propio concepto de revolución, las concepciones sobre el sexo, sobre el género, entre otros) se estudien en una correlación constante con el nivel histórico-fáctico, es decir, con registros de la vida de los individuos que experimentaban los cambios y atravesaban las tensiones, contradicciones y conflictos que estos suponían.

En este texto, Valeria Manzano estudia las transformaciones que experimentó la juventud entre los años finales del primer peronismo y la última dictadura en Argentina. La autora vuelve la mirada sobre los cambios políticos y culturales que se fraguaron entre 1955 y 1976. En un período consolidado como “entidad temporal”, propia dentro del campo de la historia reciente, este trabajo propone una investigación de las lógicas “modernizadoras” a la luz de los procesos de politización que afectaron al cuerpo social argentino, con una particular intensidad en las clases medias metropolitanas. El ciclo de ruptura y restitución de las bases de autoridad, acontecido en cada relación jerárquica que componía el “orden social”, es el proceso de cambios que Manzano propone develar. En las profundidades encontramos la disputa constante entre fuerzas culturales y contraculturales, que se expone al lector y se coloca sobre el tapete.

En esa búsqueda, la decisión, a la vez teórica y metodológica, de definir “juventud” es lo que determina los caminos investigativos que sigue este libro. Por una parte, los jóvenes son comprendidos como actores sociales que establecen los ritmos de cambio y las configuraciones de los procesos sociales en los que intervienen. Por otra, la construcción socio histórica de la categoría “juventud”, en el transcurso de estas tres décadas analizadas, es el problema de fondo que la autora resuelve en cada capítulo y, finalmente, en sus conclusiones. Para ello, explora, describe y confronta las representaciones sociales contrapuestas de la “juventud”, donde se fraguó una “discusión sobre el futuro, dominada por una actitud paradójica de temor y anhelo en relación con el cambio” (p. 389). El orden de cosas, resultante del movimiento pendular entre estas tendencias opuestas, mutó “desde Perón hasta Videla” en una forma cíclica que acabó con una “restauración de la autoridad” (p. 347), pero con el resultado de un escenario político, cultural y social totalmente diferente al de los años ´50.

Los primeros síntomas de esta “era de la juventud” comienzan con los estereotipos de joven que el peronismo construyó, los cuales pueden sintetizarse en la imagen de un individuo que transitaba una etapa de la vida donde el potencial físico-biológico le otorgaba la posibilidad de ser “activo”. Una posibilidad para el peronismo de convertir a los sujetos en depositarios y responsables de su proyecto político en el futuro. Para Manzano, fue una forma de controlar el cambio y la transición hacia una generación que consolidara el “esplendor de la sociedad peronista”. Sin embargo, este proyecto generacional se constituyó de algunos puntos resonantes y disruptivos. En especial, la conformación de la UES (Unión de Estudiantes Secundarias) fue ampliamente debatida y resistida por el arco opositor conservador, que interpretó gestos de promiscuidad sexual en las exhibiciones del cuerpo que las adolescentes realizaban en los desfiles. Pero también esas proyecciones peronistas sufrieron algunas interferencias, especialmente en los ámbitos educativos (secundarios y universitarios), donde comenzó a extenderse, de formas distintas, un activismo político que no siempre fue impulsado y pretendido por el gobierno y, en algunos casos, atentó contra este.

El texto continúa por el análisis de las dinámicas sociales y culturales propias de la “modernización” que se instalan en la Argentina posperonista. Coloca el foco de atención en los cambios radicales que afectan a los jóvenes en el consumo de bienes culturales, principalmente de la música, en las modas y en las modalidades del esparcimiento. La “nueva ola” (en referencia a una sección de la revista Para ti) es el título que elige la autora para encabezar la descripción de un proceso en el cual se conformó una cultura juvenil heterogénea en la misma medida en que se produjo una juvenilización de la cultura de masas. Estos fueron los rasgos más notorios de la década del ´60, alentados sin dudas por las primeras apariciones y controversias del rock en Argentina. Pero Manzano no se queda allí y avanza hacia los restos profundos y escondidos del pasado que le permiten aprehender algo sobre la “vida cotidiana” de los años ´60. En esa vía investigativa, expone las maneras en que algunas de las convenciones que cimentan la familia y el matrimonio entran en crisis cuando las mujeres se transforman en jóvenes. Entre las muchas transformaciones en la concepción de la mujer que afrontan las chicas de los años sesenta, los cambios en los comportamientos sexuales y en los noviazgos (que probablemente sean los más difíciles de abordar por los límites que imponen las fuentes) cuentan con una gran descripción y explicaciones contundentes. La solidez, en este caso, es fruto de una investigación exhaustiva.

Detrás de estos procesos “modernizadores”, Manzano nos hace notar que se extiende una efervescencia en ciertos sectores entre los que se puede asociar “juventud” con descontento, denuncia y rebelión contra las fuentes de autoridad que cimentaban todo el tejido social. La atención se coloca en la irrupción que generó el “rock nacional” y la “cultura juvenil contestataria” que se fraguó a su alrededor. Lejos de constituir un joven despreocupado, consumidor de canciones “inocentes” elaboradas por la industria discográfica, el rock nacional fue constituyéndose en un arte de lucha y protesta. La politización se transformó en una de las vías principales para un sector importante de este colectivo social multifacético y heterogéneo.

Desde los pasillos de universidades hasta las esquinas citadinas, la atención por la desigualdad social despertó las sensibilidades y los intelectos de los jóvenes. En este recorrido de Valeria Manzano, la “modernización” encontró su límite: “la revolución”. La masiva peronización de las juventudes de clases medias y la incorporación en grupos políticos o armados de izquierda, en el contexto político del Onganiato y del regreso de Perón a la presidencia, son interpretados en este libro a través de los consumos culturales y los discursos políticos que se generan en los distintos círculos juveniles. En este pasaje Manzano demuestra la originalidad de su trabajo: descubre expresiones de rebelión contracultural cultural que están claramente escindidas de la visión y el discurso que abogaba por un cambio social radical. Hasta expone algunas oposiciones entre las dos actitudes y los actores que las encarnan.

Ese ciclo, como decíamos anteriormente, se cierra con la última dictadura argentina. Los jóvenes como “agentes del cambio” y del “desorden” vivieron, cruentamente, la “restauración de la autoridad”. Valeria Manzano no enfoca este proceso como un efecto simple de un gobierno militar, sino como el reflejo de la sociedad en su conjunto. La ola de transformaciones sociales y culturales, que protagonizaron los jóvenes, se detuvo por un “refuerzo” de los lazos de autoridad llevado a cabo en todos los niveles sociales, es decir, en todos los “micro contextos” en los que se disemina el poder, especialmente en las Universidades, la escuela primaria y secundaria y, esencialmente, en la familia, donde además se vivió un refuerzo patriarcal.

Llegado a este punto es necesario recurrir a un concepto que genera un hilo conductor hacia la institucionalización de la violencia estatal, legal y extralegal como medio de restituir la autoridad: “el pánico moral”. Es esta la manera que tiene Manzano de encerrar los miedos y horrores que se generaron, en cada momento de este proceso y ante cada una de sus facetas, en los sectores sociales que vieron amenazado el orden social. Así, en medio de las primaverales intuiciones de cambio que generaban los años sesenta, la autora demuestra una audacia particular al detectar, en el centro de los debates generados, actitudes desesperadas por restaurar “valores morales”. Actitudes que, en conjunto y con el paso del tiempo, fueron decantando y acumulándose hasta darnos una explicación plausible de la aceptación primaria (como mínimo) de la violenta restitución de la autoridad. Mediante esta forma de abordar el problema, los años sesenta también fueron los de la reacción al cambio.

Pero además de todo lo dicho, no podríamos cerrar este texto sin hacer referencia a la potencialidad del interrogante mayúsculo que este libro deja abierto: los “sesenta”, ¿son también los años del advenimiento de cambios culturales fuera de las ciudades centrales argentinas? ¿Qué sucede con las juventudes y las transformaciones sociales y simbólicas fuera de las áreas metropolitanas que Manzano estudió? La pregunta debe orientar a investigar en qué medida y de qué forma, este proceso atravesó a las regiones periféricas y cuáles fueron las expresiones culturales y sociales que predominaron en esos escenarios. Esto requiere de hacer el mismo esfuerzo que la autora en estudios de escala regional que recuperen debates y otros indicios en los que la “juventud”, como categoría y actor social a la vez, esté colocada en el centro de los impulsos hacia el cambio y la reacción.

 

 

Enzo Martínez

E-mail: martinez.ee93@gmail.com

Universidad Nacional de La Pampa