Pensar desde el presente las huelgas de HIPASAM y la disputa por la interpretación del pasado. Resignificaciones y Rupturas.

 

 

Natalí Narváez(*)

 

Resumen

 

Indagaremos las experiencias de lucha, resistencia y organización de los mineros de HIPASAM, en Sierra Grande entre las décadas del 70 y los 90. Buscamos recuperar desde la historia oral, acontecimientos históricos significativos para los ex mineros: las huelgas de 1975 y de 1990. Analizaremos la situación que en el presente se desarrolla en Sierra Grande en relación a la mina, para ver como estos contextos operan al interior de los ex mineros y sus familias, habilitando re-pensar el pasado y resignificarlo. Del análisis de momentos específicos que se desarrollaron en Sierra Grande desde la re-apertura de la mina en 2006 por la empresa china MCC, sostenemos que el pasado y el presente entran en conflicto a la hora de re-pensar las acciones de otras épocas, la participación política, el acompañamiento del pueblo, las experiencias personales, etc. Para este trabajo tomaremos uno de esos momentos: La marcha de los ex mineros conmemorando los 25 años de la última huelga de HIPASAM La marcha de hierro en 2016. Es importante re-pensar las acciones de los protagonistas a partir de los significados que se elaboraron desde la clase obrera en el presente, ya que los sentidos políticos e historiográficos que se construyeron en relación a sus experiencias en el pasado, en algunos casos, condujeron al cierre y no problematización de muchas experiencias.

 

Palabras clave: historia oral; experiencias; mineros; rupturas; resignificaciones.

 

 

A contemporary analysis of the HIPASAM strikes and the dispute for the interpretation of the past. Resignifications and ruptures.

 

Abstract

This paper explores the experiences of the HIPASAM miners, during their fight, resistance and organization in Sierra Grande, between the 70s and the 90s. It seeks to recover, through oral history, events that are meaningful for the former miners: the 1975 and the 1990 strikes. We will analyze the current situation that is taking place in Sierra Grande, in relation to the mine, to see how this context impact on the former miners’ lives and families, allowing the rethinking of the past, together with its re-signification. From the analysis of specific events that have developed in Sierra Grande since the re-opening of the mine by the Chinese firm MCC in 2006, we argue that past and present come into conflict when rethinking historical actions, political participation, people’s support, personal experiences, etc. In this paper, we will focus on one of those events: the former miners’ demonstration to commemorate the 25th anniversary of the last HIPASAM strike called “La Marcha de Hierro” (“The Iron March”) in 2016. It is important to reconsider the protagonists’ actions from the constructs generated by the working class in the present since the political and historiographical readings in relation to the workers’ past experiences have led, in some cases, to a deadlock and the lack of problematization of many of their experiences.

 

Keywords: oral history; experiences; miners; ruptures; re-signification.


 

Pensar desde el presente las huelgas de HIPASAM y la disputa por la interpretación del pasado. Resignificaciones y Rupturas

 

Introducción

 

En la localidad de Sierra Grande (Provincia Río Negro) desde comienzos de la década del 70 hasta 1991 funcionó la empresa minera HIPASAM.[1] Esta mina se dedicó a la extracción del hierro y fue la más grande de Latinoamérica.

La instalación de HIPASAM demandó un largo proceso de conformación que fue marcado por los cambios de gobierno que se dieron en la época y también por los diferentes organismos que siguieron el proyecto, quedando finalmente en manos de la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM) por decreto 4045/69. Sin bien la empresa perteneció casi totalmente a Fabricaciones Militares –el 80% de su capital correspondió a ese ente- y en menor medida compartió su propiedad el Banco Nacional de Desarrollo y la provincia de Río Negro.

Al instalarse la empresa, también construyó el barrio de la misma para garantizar que el personal técnico al instalarse en la región tuviera viviendas donde asentarse. Esto era importante dado que en su gran mayoría los trabajadores de la empresa provenían de otras provincias, principalmente Mendoza, San Juan, San Luis, entre otras. El impacto en Sierra Grande fue inmediato, de los aproximadamente 600 habitantes con los que contaba en 1969 se pasó a los aproximadamente 10.000 en 1973. A partir del establecimiento de los primeros contingentes se sientan las bases para comenzar la explotación e inmediatamente se hace notoria la dependencia de la localidad de las actividades ligadas a la mina.[2]

Por otra parte, el trabajo en la mina constituyó de manera muy significativa la identidad de los trabajadores y sus familias, en tanto la mayoría de los hombres del pueblo tienen, o han tenido una relación cercana con el trabajo en la mina.

 

El cierre de HIPASAM

 

A fines de 1989 Carlos Menem, en un acto de campaña presidencial, dio un discurso en la plaza principal de Sierra Grande; en el mismo le prometió al pueblo minero que "la revolución productiva iba a salir del socavón de la mina de Hipasam". Ese discurso quedó grabado en la memoria colectiva de Sierra Grande, porque tan solo a dos años y medio de este discurso, el mismo Carlos Menem, decidió que el emprendimiento no era rentable ni posible de privatizar y firmó el decreto de cierre. Con esta acción, Menem estaba anunciando la nueva política que adoptaría el Estado dentro de este nuevo ciclo económico: la ausencia del estado nacional en el yacimiento ferrífero, para dar lugar a la llegada, muchos años después, a la multinacional china MCC (Metallurgical Corporation of China Ltd) Minera Sierra Grande S.A.

El cierre y posterior trasnacionalización no era excepcional, indicaba la profundización tanto en Sierra Grande como en el resto del país del proceso de cierres de fábricas nacionales y la entrada de las multinacionales, que se correspondía con las medidas políticas y económicas impuestas por el gobierno de Menem, que tuvieron como prioridad la entrada de los capitales extranjeros a nuestro país, garantizando así la acumulación y reproducción del capital del bloque empresarial dominante.

En 1991 HIPASAM cerró sus puertas y dejó de producir. Tras su clausura productiva sólo se podía acceder a la misma a partir de un emprendimiento provincial que realizaron ex mineros junto con la provincia de Río Negro, una vez provincializada la empresa. El mismo consistía en un recorrido turístico por las instalaciones, explicando el proceso de producción que la mina realizaba años previos a su cierre.[3] Guiado por sus ex trabajadores, año a año la mina recibía cientos de turistas que se proponían “Viajar al centro de la tierra”.[4] Recién en 2006, una multinacional china reactivo la producción y la mina volvió abrir sus puertas en términos productivos.

Ahora bien, el proceso previo al cierre y el cierre mismo de la empresa marcó la historia de los trabajadores y sus familias, al punto que este hecho constituye una marca identitaria para todos los serranos. Las vivencias en la mina, las amistades, las huelgas, y otras tantas representaciones son parte de la memoria colectiva[5] de los ex trabajadores de HIPASAM.

Pero en relación a las huelgas y el cierre específicamente, todavía quedan heridas por cerrar. El 21 de Septiembre de 1991 fue el día de la última marcha que realizaron las familias de los ex mineros en Sierra Grande previo al cierre de la misma. En aquellos días, una comisión de mineros de Sierra Grande viajó a Buenos Aires a pedir que no se cierre el yacimiento ya que eso implicaría un alto costo social para los serranos, dado que la mina siempre fue la principal fuente de trabajo en el pueblo. Mientras los mineros se apostaron afuera de la Casa Rosada y recorrieron medios nacionales para visibilizar el conflicto, sus mujeres e hijos mantenían los cortes de ruta en la ruta Nacional N° 3.[6] “Nuestra retaguardia está acá en la ruta 3, y nuestra punta de lanza está allá en Buenos Aires gestionado ante quien se deba”.[7]

Un proceso de vaciamiento de la empresa, que los mineros venían percibiendo desde fines de los 80, sumado a la crisis nacional que vivió el país en la década del 90 donde centenares de emprendimientos productivos cerraron sus puertas producto de las privatizaciones y la entrada de los capitales internacionales, contextualizaron el fin de la mina. El argumento central estaba puesto en los costos de la extracción, el hierro en Sierra Grande significaba un alto costo que el Estado decía no poder afrontar, ya que la competencia internacional ponía a Brasil como el productor más óptimo para el mercado mundial. En términos económicos, el hierro de Sierra Grande dejaba de ser competitivo y perdía la posibilidad de la comercialización ante el brasileño, ya que el mismo, a menor costo, conquistaba a los compradores internacionales.

En términos políticos, con el cierre de HIPASAM en 1991 el estado nacional preparaba el escenario para la venta del yacimiento en años posteriores y eliminaba la contención nacional al trabajo en mina –y con ella decenas de reivindicaciones sociales- dejando, con su ausencia, la posibilidad de instalaciones mineras multinacionales en la región con desconocimientos totales de leyes de trabajo, convenios colectivos, seguridad social y ambiental, etc. A su vez, el cierre tuvo implicancias sociales gravísimas en la localidad: muchos trabajadores tras el cierre volvieron a sus provincias de origen, los que se quedaron sufrieron el abandono y lidiaron con las pocas posibilidades laborales a las que podían acceder en Sierra Grande. Otra vez como con su apertura, tras el cierre de HIPASAM el impacto demográfico fue inmediato, Sierra Grande paso de 15.000 a 7000 habitantes en pocos años.

Un gran porcentaje de trabajadores comenzaron a realizar trabajos en localidades cercanas de las provincias de Neuquén y Chubut, dejando a sus familias en el pueblo, y regresando cada quince días. Estamos hablando de trabajadores con 40 años promedio que se especializaron desde muy jóvenes en el trabajo en mina y sus mayores conocimientos y experiencias tienen que ver con la labor de un minero.[8] Este perfil de trabajador fue el que tuvo que lidiar con todas las exigencias de la nueva coyuntura y salir a buscar un trabajo, muchas veces lejos de su familia.

En palabras de Carlos Álvarez[9]: “El cierre de la mina fue en su momento la muerte de Sierra. Por lo menos hubiesen concientizando a la gente del cierre, para darles oportunidades a los trabajadores de iniciarse dentro de otro ámbito. El sistema del capitalismo ¿Qué hizo? No me importa lo que el obrero haga, total con la indemnización ¿qué iba hacer?, invertir en algo que después va a volver todo a mi bolsillo.

De los 800, 400 pusimos o un kiosco o una verdulería y empezamos a hacer algo que no sabíamos hacer. Nos jodian con el fiado, y terminábamos cerrando. Además a la mayoría nos sacan con una edad en la cual nos era difícil volver a insertarnos en el ámbito laboral”.

 

El pasado que no cesa: “la marcha de hierro”

 

Recientemente se llevó a cabo en Sierra Grande “La marcha de hierro” para recordar los 25 años de la última huelga en la empresa HIPASAM, y a partir de la observación de cómo se fue desarrollando la misma, buscamos indagar que representa para muchos de los que participaron en la misma “el cierre”. La misma fue impulsada por familiares de ex mineros, fundamentalmente mujeres e hijas y miembros de la comisión de ex mineros de HIPASAM.

Paralela a la misma, en esos días se estaba llevando a cabo una protesta en la mina, porque los mineros de la multinacional china MCC minera Sierra Grande se encontraban reclamando mejores condiciones salariales y de seguridad. Los mineros de hoy estaban viviendo en el presente situaciones laborales muy parecidas a las que vivenciaron los mineros de ayer. El conflicto social en esos días formaba parte del pasado y del presente.

En este sentido, fueron varios los interrogantes que surgieron a la hora de pensar y de participar en la marcha: ¿Por qué los ex mineros eligieron recordar la fecha de la última huelga, es decir, la huelga previa al cierre de la mina, y no otra fecha? ¿Qué sentidos estarían puestos en esa fecha? ¿Qué querían hacer visible en las calles de Sierra Grande? ¿Qué elementos del pasado traen al presente y que significado les dan a los mismos?

A partir de la participación en la marcha, de entrevistas a integrantes en la misma, del análisis a periódicos y archivos sindicales en relación a las huelgas previas al cierre de HIPASAM, intentaremos respondernos algunos interrogantes.

La marcha no comenzó puntual. Varias cosas previstas se fueron cancelando a último momento. El punto de concentración fue el gimnasio “Buta Mahuida”[10], lugar donde en 1991 se llevaron adelante decenas de asambleas entre mineros y vecinos para reclamar el no cierre de HIPASAM. Muchos mineros llegaron solos, otros con sus familias. La gran mayoría llevó a este encuentro un símbolo de aquella época: mamelucos, cascos, remeras, gorras. Todos estos habían sido usados por ellos en sus épocas de trabajo en la mina.

Los ex mineros no encabezaron la marcha. Fueron sus compañeras e hijas quienes fueron al frente en todo el recorrido de la misma. Ellos se ubicaron al medio o atrás.

Es muy significativa la participación de las mujeres, porque en esta marcha, como en las últimas marchas de la década del 90 fueron ellas quienes mantenían los cortes de ruta mientras sus esposos cortaban los accesos a la mina o se dirigían a la capital provincial a realizar los reclamos. A diferencia de manifestaciones anteriores al cierre de la empresa, como en los 70 u en los 80, las mujeres en 1991 tomaron un rol protagónico en las jornadas previas al cierre. Fueron ellas quienes se involucraron de forma activa en todas las actividades que se relacionaban para defender la fuente de trabajo de sus maridos. Su rol político, fue analizado por algunos medios de la época como un rol instintivo y de naturaleza[11], sin embargo las mujeres salieron de sus casas y cortaron la ruta, y en el transcurso de lo que duró el conflicto su rol político fue crucial para mantener y sostener las medidas de fuerza y organización.

En esta oportunidad, como en 1991, son ellas las que se ponen al frente. Cabe preguntarnos entonces, ¿Por qué los mineros no encabezan la marcha? ¿Por qué no toman la palabra y se camuflan entre otros ex trabajadores que van al interior de la misma?

Tomamos entonces, el estudio de Ludmila Da Silva Catela, sobre los límites y los silencios en las entrevistas a los familiares de desaparecidos políticos.[12] Este estudio es sumamente importante para ayudarnos a repensar estos interrogantes.

La crisis de la década del 90 en nuestro país marcó profundamente la historia de muchas familias que se quedaron desocupadas producto a los cierres de las empresas. En el caso de HIPASAM, su cierre fue progresivo. Ya a fines de los ochenta, el estado nacional dejo de enviar fondos para mantener las máquinas y de pagar de a poco los sueldos de los mineros que no optaban por los retiros voluntarios, entre otras políticas de vaciamiento. Ir a trabajar pasaba a ser una cuestión opcional. En este sentido, aquellos mineros que se quedaban en sus casas, eran catalogados como los “vagos que no quieren trabajar”.

Este cambio de vida al interior de las familias mineras generó ciertos conflictos, muchos de los cuales, concluyeron con la separación de varios matrimonios. El minero de HIPASAM cargo con ese estigma por mucho tiempo, sumado a los que ya arrastraba antes del cierre de la empresa. Y es que tras las detenciones políticas en 1975 luego de la toma de la mina, circuló por mucho tiempo la idea de que a los que se llevaron en aquel momento fue por “guerrilleros” o “comunistas”.[13] Esa estigmatización sirvió por mucho tiempo, y todavía opera con cierta legitimidad, para silenciar la experiencia de lucha de los mineros, tanto en la década del 70, como en los 90. Borrar esas historias, y traerlas al presente para el día de Sierra Grande, o para algún acto patrio, forman parte de las propuestas políticas oficiales actuales. Las luchas, las huelgas, la resistencia, el sindicato, para el discurso oficial son parte del pasado. En la actualidad los empresarios chinos, argumentan que ellos en su país desconocen la organización sindical, y amenazan a los actuales mineros con el “fantasma del cierre”.

Por otra parte, es interesante ver como en la actualidad el discurso dominante entra en conflicto con el pasado, que se hace visible en el presente a partir del recuerdo y se convierte en una amenaza. En este sentido, podemos asociar esa estigmatización que se fue construyendo en el transcurso de los últimos cuarenta años en Sierra Grande con la actitud de los ex mineros de no tomar la palabra al recordar los 25 años de la última huelga, o no encabezar la marcha.

Son muchos los trabajos de historia reciente que retoman la concepción de recuerdo en Benjamin para mostrar como en el presente, el mismo forma parte de una acción disruptiva.[14] El recuerdo apunta a desmembrar las imágenes del pasado que conserva la memoria. Recordar la última huelga de los mineros antes del cierre de la mina, es una acción que opera en el presente de forma disruptiva; porque nos obliga a repensar acerca de la acción de aquellos días, y resignificar el accionar de los mineros y sus familias y lo que significó para ellos la defensa de la fuente de trabajo. Y recordar a su vez, desde la mirada femenina cobra otro sentido disruptor a la vez; porque como sostiene Elizabeth Jelin las voces de las mujeres cuentan historias diferentes, y de esta manera se introduce una pluralidad de puntos de vista. Esta perspectiva implica también el reconocimiento y legitimación de otras experiencias además de las dominantes.[15]

 

Los elementos del pasado

 

Como mencionamos mas arriba al llegar a la marcha muchos ex mineros y sus familias llevaron a la misma objetos característicos del trabajo en mina: cascos de seguridad, linternas, gorras, remeras, mamelucos, como forma de identificación de alguna manera con lo que son y con lo que fueron. Muchos de ellos llevaron a la marcha parte de la indumentaria con la que iban a trabajar a la empresa. Los mamelucos verdes, las camisas y los cascos son los elementos del pasado más significativos que podemos registrar. Y no solo los llevan puestos los ex mineros, sino también varias mujeres. En relación a esto, cabe preguntarnos ¿Qué significado les dan a los mismos?

Entendemos que hay una clara intensión de querer traer al presente elementos del pasado, para mostrar quienes fueron y quienes son. Esos elementos han estado guardados y conservados en sus casas, y lo siguen estando. Salen a la luz, son mostrados al resto de la sociedad, salen de sus lugares de conservación para hacerse visibles. En este sentido, como plantea Michael Pollak[16], entendemos que hay una memoria subterránea que emerge, a partir de sacar a la luz esos recuerdos celosamente guardados. Esos elementos materiales conservan historias, vivencias, silencios, que hacen a la construcción, en perpetuo movimiento, de la identidad de los mineros.

En relación a esa memoria que emerge, es interesante volver a plantearnos el interrogante que Maurice Halbwachs arroja en “La memoria colectiva”: ¿No es paradójico pretender conservar el pasado en el presente e introducir el presente en el pasado, si no son dos zonas de un mismo ámbito y si el grupo, en la medida en que entra en sí mismo y toma consciencia de sí al recordar, aislándose de los demás, no tendiera a encerrarse en una forma relativamente inmóvil? Para Halbwachs, estos grupos son víctimas de una ilusión cuando creen que las semejanzas prevalecen sobre las diferencias, pero les es imposible darse cuenta, ya que la imagen de antaño que se hacían de sí mismo se ha transformado lentamente. Lo esencial es que los rasgos que los distinguen de los otros subsistan y estén impregnados en todo su contenido.[17]

Esos rasgos subsisten pero están atravesados de historicidad. Por eso, es importante problematizar esos rasgos del pasado y las significaciones que generan en el presente.

Otros elementos del pasado, además de aquellos que llevaron los ex mineros y sus familias a la marcha son los que nos fuimos cruzando cuando hicimos el recorrido. Uno de los más significativos fue el “monumento al minero”.

El monumento al minero, lo cruzamos a mitad del recorrido de la marcha. El mismo se encuentra en diagonal al hospital de Sierra Grande, camino a la entrada de la mina. Por ese lugar pasaban todos los días los mineros cuando iban a trabajar. Ese monumento fue trasladado al lugar donde se encuentra en la actualidad, producto a una gestión impulsada por los ex mineros hace unos años atrás. En el recorrido de la marcha, uno de ellos Isabelino “Tolín” Sayueque me comentó como hicieron para trasladarlo ya que siempre estuvo cercano a la entrada de la mina. Fue refaccionado, y trasladado a donde se encuentra hoy. Ahora “se ve” me decía Tolín. Desde el cierre de la mina en 1991 hasta el 2006, cuando los chinos reactivan la producción, el mismo permaneció abandonado cercano a la entrada de la mina. Solo los mineros que trabajaron allí, lo veían cuando entraban a la empresa. Hace unos años, por iniciativa de los ex mineros, ese monumento fue trasladado más al centro de la localidad. Ahora no solo lo pueden visualizar aquellos que entran a la mina, sino cualquier persona que recorra el perímetro urbano de Sierra Grande. Entendemos que hay una intención de querer “que se vea”, que se reconozca parte de esa historia, que en Sierra Grande esté visible la experiencia de los mineros. El mismo representa el abrazo de los mineros, el compañerismo. Y está hecho del mineral que ellos extraían: el hierro.

La marcha se inició en el Gimnasio Buta Mahuida y finalizó en la plaza central del pueblo. En principio, se pensó en el transcurso de la misma dirigirse hacía boca mina, dado que en ese mismo momento los actuales mineros de la multinacional china MCC se encontraban hace varios días en huelga. Pero se resolvió enviar saludos de solidaridad únicamente y no desvirtuar el objetivo de esta convocatoria específica.

Para cerrar la jornada, la hija de un ex minero contó a los presentes la importancia tanto para ella como para su familia de llevar adelante esta marcha. Ningún minero tomo la palabra. Dos profesores de historia elaboraron un discurso e invitaron a todos a re-pensar aquellas jornadas de lucha.

 

¿El final de la marcha?

 

¿Qué cosas se “cerraron” con el cierre de HIPASAM? ¿Qué cosas todavía quedan abiertas? Para respondernos estos interrogantes quizás sea necesario re-pensar en relación a que significó y significa todavía aquellas jornadas previas al cierre de la empresa en 1991. Qué significó y significa para los ex mineros y sus familias y qué significó y significa para la Historia y la Historiografía las huelgas y el cierre de la empresa HIPASAM.

Por más que la “marcha de hierro” haya finalizado ese mismo día, creemos que si a 25 años se siguen re-significando estos episodios, es necesario desde nuestro rol de historiadores e historiadoras re-pensar en relación aquellos acontecimientos.

Como plantea Jelín[18], en periodos posdictatoriales las demandas sociales para que las instituciones estatales actúen de maneras específicas en cuestiones ligadas al pasado –comisiones investigadoras, juicios a los responsables de la represión, medidas administrativas de re-integro de trabajadores despedidos o políticas de reparación económica – se conjugan con políticas de memorialización, ancladas en reconocimientos simbólicos y de iniciativa de transmisión hacia el futuro: fechas de conmemoración, marcas territoriales, museos, archivos. El desarrollo de estos procesos en diversos niveles – institucional, simbólico, subjetivo – pone de manifiesto que las demandas y las políticas de memorialización son también parte de las demandas de “verdad” y “justicia”.

La lucha por la memoria en Sierra Grande es una lucha viva y en conflicto, entre el pasado, el presente y sus interpretaciones. Los mineros y sus familias luego de la “marcha de hierro” vuelven a sus casas, pero seguro no son los mismos luego de este acontecimiento. Entre los que vuelven a sus casas esta un vecino, ex minero, Don Mamani.

Don Mamani fue quien más elementos del pasado llevó a la marcha: prácticamente fue vestido en su totalidad con los elementos de trabajo de mina previo a 1991: mameluco, botas, casco de seguridad, linterna. ¿En que libro de historia se relata la experiencia de Don Mamani? Ese interrogante surge a partir de imaginarnos como sería su vuelta al hogar.

Es nuestra tarea como historiadores e historiadoras alcanzar esa “justicia” que nos planteaba Benjamin en las tesis de filosofía de la historia, “en el futuro la justicia la alcanzamos si logramos redimir a todos los muertos de la historia que han sido doblemente asesinados, porque han sido por un lado derrotados, y por otro lado, han sido disueltos sus testimonios”.[19]

Si el enemigo vence, sostenía Benjamin, ni siquiera los muertos estarán seguros porque sus testimonios también desaparecerán. Por eso la lucha por quien escribe la historia es una lucha política; estamos hablando de la posibilidad de una justicia real donde todos los grandes vencidos tengan la posibilidad de reconciliarse con su propia historia.

Todo testimonio sobre esa experiencia pone en juego no solamente la memoria, sino también una reflexión sobre sí. Es por esto que los testimonios deben ser considerados como verdaderos instrumentos de reconstrucción de la identidad, y no solamente como relatos factuales, limitados a una función informativa.[20] En este sentido, estar a la altura de los compromisos políticos e históricos que el presente demanda, es una condición ineludible para comprender.

 

A modo de conclusión

 

Al comienzo de este trabajo nos surgieron una serie de interrogantes que se fueron presentando en relación a la marcha que realizaron los ex mineros de HIPASAM para recordar los 25 años de la última huelga que realizaron antes del cierre de la mina en 1991.

En función a la misma, nos propusimos interpretar que sentidos estaban puestos en esa fecha, porqué la elegían, qué querían hacer visible, entre otros interrogantes.

Este trabajo nos llevó a empatizar con la propuesta de Jelin en relación a las fechas conmemorativas del pasado. La autora sostiene que las fechas y los aniversarios son coyunturas de activación de la memoria[21]. Para Jelin, los hechos se reordenan, se desordenan esquemas existentes, aparecen las voces de nuevas y viejas generaciones que preguntan, relatan, crean espacios intersubjetivos, comparten claves de lo vivido, lo escuchado o lo omitido. En el plano simbólico se tornan más visibles, cuando las memorias de los diferentes actores sociales se actualizan y se vuelven presente.

En la medida en que hay diferentes interpretaciones sociales del pasado, las fechas de conmemoraciones públicas están sujetas a conflictos y debates. ¿Qué fecha conmemorar? O mejor dicho ¿Quién quiere conmemorar qué? Pocas veces hay consenso social sobre esto.

Sostenemos que las memorias son espacios de conflicto, y en este sentido creemos que esas coyunturas de activación que menciona Jelin, son políticas, y a su vez, son un campo de batalla en el que se disputan, el sentido histórico de los acontecimientos. Es importante batallar contra los sentidos impuestos, hacer visibles esas historias acalladas.

Hemos hablado en este trabajo de memorias, siempre en plural, memorias con historias atravesadas por múltiples temporalidades. Memorias que surgen como recuerdos, como silencios o como huellas en momentos históricos específicos en función de los escenarios y las luchas sociales de cada coyuntura. Los sentidos del pasado y sus memorias se convierten, entonces, en el objeto mismo de luchas sociales y políticas.[22]

También sostenemos que los contextos del presente que posibilitan re-pensar el pasado, a su vez nos abren la posibilidad de trazar nociones temporales, significaciones e interpretaciones del pasado distintas a las que han predominado en los estudios sobre el accionar de la clase obrera en los 70 y los 90. Es decir, los testimonios rompen con la linealidad funcional de la ciencia y los sentidos ya establecidos, abriendo la posibilidad de re-significar los acontecimientos y el rol que jugaron los trabajadores en el pasado. Es fundamental el aporte en este sentido de la historia oral, también para revisar las nociones temporales que se han construido en la historiografía para el estudio propio de la clase obrera. Es para nosotros fundamental, analizar esta historiografía y ponerla en dialogo con los estudios de memoria, para ver como las múltiples temporalidades de los testimonios[23] nos posibilitan romper con esos sentidos establecidos que condujeron, como en el caso de Sierra Grande, a la estigmatización y al cierre de discusiones político-académicas.

En el caso de la “marcha de hierro” a 25 años del cierre de HIPASAM, vemos que son los protagonistas quienes quieren ser parte de la narrativa histórica. Esas historias que eligieron contar no son solo aportes a la academia. Esas historias son a su vez, la necesidad de un colectivo de visibilizar su experiencia y de resignificarla. Porque si bien la mina cerró en 1991 y con ella “se cerraron” muchas historias, hoy, a 25 años de aquellos días, hay recuerdos que salen a la luz para irrumpir en el presente, voces que no quieren seguir contando la misma historia, memorias que resisten a ser cerradas.

 

Bibliografía

 

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Entrevistas

SAYUEQUE “TOLÍN” ISABELINO. Entrevista realizada en Septiembre de 2016 en la ciudad de Sierra Grande, Provincia de Río Negro, Argentina. Entrevistadora: Natalí Narváez.

ALVAREZ, CARLOS. Entrevista realizada en Julio 2009 en la ciudad de Sierra Grande, Provincia de Río Negro, Argentina. Entrevistadora: Natalí Narváez

 

 

Recepción: 20/04/2018

Evaluado: 29/05/2018

Versión Final: 12/06/2018

 

 



(*) Profesora en Historia, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Sede Trelew. Maestranda en Historia y Memoria, Universidad Nacional de La Plata. Argentina. E-mail: ananoduerme14@gmail.com

[1] HIPASAM; Hierro Patagónico Sociedad Anónima.

[2] NARVÁEZ, Natalí, “Conflicto social y estrategias de resistencia. Las experiencias de los mineros de HIPASAM en Sierra Grande Río Negro (1973-1975)”, en: Revista TESTIMONIOS, N° 4, 2015, 05, pp. 21-45. Disponible en: http://testimonios.historiaoralargentina.org/download/n4/testimonios04.pdf

[3] NARVÁEZ, Natalí, Cuento chino minado de conflictos: ¿Problemas de comunicación idiomática o intereses millonarios afectados? Las disputas económicas entre la empresa china MCC Minera Sierra Grande S.A, el estado y los mineros. Ponencia presentada en el XI Congreso Chileno Argentino de estudios históricos e integración cultural, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco Trelew, 26 y 27 de Noviembre de 2015..

[4] El emprendimiento turístico de los ex mineros de HIPARSA fue conocido nacionalmente con el nombre “Viaje al centro de la Tierra”. El nombre de la excursión fue tomado de la novela de Julio Verne (1864), en donde un profesor de mineralogía junto a su sobrino emprenden un viaje al interior de un volcán marcado en un pergamino. Los ex mineros tratan de recuperar el espíritu novelesco e intentan ser de alguna manera ellos quienes guíen a los turistas en ese viaje al interior del socavón, mostrándoles y contándoles un poco de la historia de la mina; de SU historia. Este emprendimiento fue muy importante para los ex mineros que se quedaron en Sierra Grande, porque la mayoría luego del cierre en 1991 volvieron a sus provincias de origen.

[5] HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza, 2005 [1950]. Tomamos el concepto “memoria colectiva” de Maurice Halbwachs, porque entendemos que en el caso de los mineros de HIPASAM el cierre de la empresa generó marcas sociales, que no están cerradas, y que por el contrario, reaparecen en momentos específicos como los 25 años de la última huelga. Es en estos momentos, en los que el pasado es reconstruido con imágenes, lenguaje y códigos comunes específicos de este grupo.

[6] En el diario Página 12 del 20 de Septiembre de 1991 informaron sobre la marcha que salió desde Sierra Grande: “Una delegación de trabajadores de HIPASAM, y pobladores de la localidad rionegrina de Sierra Grande –sede del yacimiento minero virtualmente paralizado desde junio último- se movilizarán a la Capital Federal el lunes para reclamar frente a la Casa Rosada la reapertura del establecimiento que sustenta la actividad económica de los 15.000 habitantes de la zona. El propio intendente calificó de alarmante el cuadro conformado por obreros que no perciben sueldos desde hace dos meses, El estado de protesta de la población se exterioriza en estos días con cortes periódicos de la ruta nacional N°3 por parte de las “Madres de Sierra Grande”. La amenaza consiste en interrumpir el tránsito las 24hs junto con el recientemente constituido movimiento estudiantil de la región. Alumnos primarios y secundarios preparan además, una marcha de antorchas en respaldo del “estado de emergencia social”.

[7] Diario Página 12, Buenos Aires, 25/09/1991. Este medio replica la expresión de los medios de comunicación locales, que según ellos, ante la llegada de medios nacionales a la zona se vieron animosos de resaltar esta resistencia de la lucha.

[8] En la época del funcionamiento de HIPASAM, todos los trabajadores que ingresaban a realizar trabajos en mina sabían que allí “hacían carrera”, es decir, se especializaban en un oficio y el mismo le permitía ir creciendo laboralmente en un sector específico de la producción hasta jubilarse como “perforista” “conductor de Kiruna”, etc. Esa persona especializada en un oficio, a la hora de conseguir trabajo se veía limitado porque justamente esta especialización que para trabajar en la empresa de HIPASAM le generaba perfeccionamiento y ascensos, le era un limitante en otros puestos de trabajo en el mercado por fuera del trabajo en mina. Esta “especialización” se fue perdiendo con el ingreso de las multinacionales al país. En el caso de la mina de HIPASAM, cuando fue reactivada en 2006 por los chinos, todas las “especializaciones” desaparecieron. Esto incrementó la precarización laboral, pero muchos mineros al tener la experiencia de sus padres como trabajadores en mina, optan por “hacer el oficio” y luego migrar a las mineras de Neuquén o Santa Cruz, donde las condiciones laborales son un poco mejor que las de Sierra Grande.

[9]ALVAREZ, CARLOS. Entrevista realizada en Julio 2009 en la ciudad de Sierra Grande, Provincia de Río Negro, Argentina. Entrevistadora: Natalí Narváez.

[10] Buta Mahuida en mapuche su significado es Sierra Grande.

[11] El diario Página 12, en su edición de domingo saca una nota el 29 de Septiembre de 1991 que la titula “El llamado de la especie: la pueblada de las mujeres de Sierra Grande”. En la nota realizada por el corresponsal Rubén Furman dice “El llamado de la especie se ha impuesto, ahora que todo o casi todo parecía perdido” y a lo largo del desarrollo de la misma, este medio nacional, lejos de hacer referencia a la pueblada misma que anunciaba su título, describe una serie de anécdotas sobre mujeres que participaron efectivamente en los cortes de ruta y las acciones políticas de aquellos días, pero remarcando su instinto maternal y natural que las llevó y las lleva a resistir y rebuscárselas ahora que los maridos, “cabezas de familias”, “sostén de hogar” quedaron sin trabajo. Inclusive, se toma en cuenta para el desarrollo de esta nota, la opinión de una especialista: Marta Rubajo (como dice el artículo; la única psicóloga del pueblo). La licenciada aporta desde su formación que “el conflicto de la empresa se traslado a las casas; pero además las mujeres vieron como su rol de ama de casa cambia, perdieron contención”.

A partir de este episodio encuentra cierta lógica en la forma en la que reaccionaron las mujeres los días de los conflictos en 1991: “la defensa de los lazos familiares, vinculados a la tierra donde nacieron sus hijos, y el rechazo de la inestabilidad laboral (que también llevaría a la disgregación familiar) se materializaron en valores comunitarios fuertes, no destructivos, que emergieron como una alternativa ante la destrucción que plantea el conflicto”

[12] DA SILVA CATELA, Ludmila. “De eso no se habla. Cuestiones metodológicas sobre los silencios en entrevistas a Familiares de desaparecidos políticos”; en Historia, Antropología y fuentes orales; Barcelona; Nº 24, 2000, pp. 69-75.

[13] NARVÁEZ, Natalí, “Conflicto social y estrategia de resistencia…”, op. cit..

[14] BENJAMIN, Walter. Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Taurus, Buenos Aires, 1999.

[15] JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. Siglo Veintiuno de España Editores. Madrid, 2002, p. 111.

[16] POLLAK, Michael. Memoria, silencio y olvido. La construcción social de identidades frente a las situaciones límite. Al Margen Editorial. La Plata, 2006, p. 22.

[17] HALBWACHS, Maurice. La memoria colectiva, op. cit., p. 219.

[18] JELIN, Elizabeth. La lucha por el pasado. Cómo construimos la memoria social, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2018.

[19] BENJAMIN, Walter: Tesis de filosofía de la historia, 1955. Disponible en:  http://homepage.mac.com/eeskenazi/benjamin.html

[20] POLLAK, Michael. Memoria, olvido, silencio…, op. cit., p. 55.

[21] JELIN, Elizabeth. Los trabajos de la memoria. op. cit., p. 111.

[22] JELIN, Elizabeth. La lucha por el pasado…, op. cit..

[23] JELIN, Elizabeth “Las múltiples temporalidades del testimonio: el pasado vivido y sus legados presentes”, en: Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, Nº 1, marzo 2014, pp. 140-163.