Representaciones sociales, salud reproductiva y estética de las gitanas neuquinas

 

Rolando Javier Bel*

 

Introducción

 

De acuerdo a numerosos enfoques históricos y antropológicos, la Patagonia argentina constituye un espacio singular dentro del territorio; tanto por su tardía como abrupta incorporación a la territorialidad argentina. Se trató de un proceso acontecido en las dos últimas décadas del siglo XIX.

Esta inclusión se realizó por medio de una campaña militar de ocupación del espacio y exterminio de las sociedades indígenas que la poblaban desde siglos. La clase dominante, los intelectuales de la época y la historiografía tradicional no sólo justificaron esta acción genocida de culturas tan ricas como la mapuche y la tehuelche sino que incluso la exaltaron como una epopeya civilizadora conocida como La Conquista del Desierto. Este proceso se desarrolló durante el período1879-1883.

La provincia de Neuquén, que alcanzó ese status administrativo en 1957, posee una extensión de aproximadamente 95.000 kilómetros cuadrados.

Fueron las décadas del 30 y 40 en las que se conformó la actual fisonomía social del Alto Valle: pequeños y medianos propietarios (en la mayoría de los casos inmigrantes) que trabajaron mediante la “pluriactividad familiar” sus chacras de 3 a 20 hectáreas adquiridas con el trabajo de una generación pionera. Al lado de ellos se encontraron algunos propietarios de extensiones mayores y sobre todo a partir de la década del 50’ -en que se acelera la concentración de propiedades y la segunda generación de chacareros va sustituyendo el trabajo de mujeres e hijos por el de asalariados, aparece el sector subordinado de los jornaleros chilenos y neuquinos denominados “migrantes cordilleranos”.

Este dinamismo económico tuvo su correlato en lo demográfico con la permanente incorporación de grupos migratorios a la región: chilenos y chilenas, que desde el siglo XIX y hasta la actualidad se integran a la sociedad como mano de obra poco calificada en el trabajo de la chacra, en la construcción, en el servicio doméstico. Lo mismo acontece con los y las mapuches originarios de la Cordillera argentina-chilena. Por su parte, inmigrantes de origen italiano y español, durante la primera mitad de este siglo, en su mayoría formaron una clase media de productores - chacareros en cuanto que los migrantes de otros lugares patagónicos y argentinos, en las últimas tres décadas, se establecieron en los rubros de comercio, administración pública y educación en zonas urbanas. Los últimos llegados a la región, son inmigrantes de origen boliviano dedicados al trabajo en la construcción y algunos al comercio de menudeo. La comunidad gitana se estableció a partir de la década del 50 y, en mediano tiempo, se constituyeron en exitosos comerciantes.

Es de destacar que la producción histórica y antropológica regional no ha percibido la singularidad de estos actores sociales, privilegiándose las investigaciones de historia económica y política. Son escasos los trabajos que podría considerar como de historia social, o que versan sobre migraciones, colectividades, sociabilidad o cultura popular y que en esta producción predominan como actores sociales: los inmigrantes europeos y los mapuches vernáculos.

 

El género en la historia

 

La historiadora Gisela Bock plantea varios núcleos de debate que existen con relación a la historia del género y/o las historias de las mujeres. Los debates suscitados son fecundos tanto por su interdisciplinariedad, como por su dimensión internacional. En especial, por las fuertes y explícitas vinculaciones existentes entre estos tipos de estudios y la militancia política -no solo de mujeres- para lograr el avance y consolidación de los derechos femeninos. Los núcleos del debate se focalizan tanto en la conceptualización del término como en los alcances de los problemas a abordar.

La autora explicita que desde mediados de los años setenta se ha introducido el género como una categoría estructurante para interpretar cualquier fenómeno de la realidad social[1].

El género, no se refiere a uno o varios fenómenos concretos. Por el contrario, alude a un conjunto complejo de relaciones y procesos. Es preciso “pensar en relaciones” –en relaciones sociales- si se quiere entender el género no sólo como una categoría analítica, sino como una realidad cultural, tanto del pasado como del presente[2].

Por su parte Joan Scott -otra historiadora- plantea la polisemia que genera el término género: "Los enfoques que utiliza la mayor parte de los historiadores pertenecen a dos categorías distintas. La primera es esencialmente descriptiva, esto es, se refiere a la existencia de fenómenos o realidades, sin interpretación, explicación o atribución de causalidad. El segundo tratamiento es causal; teoriza sobre la naturaleza de los fenómenos o realidades, buscando comprender cómo y por qué adoptan la forma que tienen"[3].

Con relación a mi trabajo de tesis, sobre los procesos de educación de niños y niñas gitanas en la ciudad de Neuquén me obliga a estudiar las relaciones intergénero de esta comunidad. Y también con las docentes, con quiénes comparten la condición de mujeres pero con pertenencia a una cultura diferente.

La historiadora inglesa -de acuerdo al racconto realizado sobre los diversos enfoques para la categoría de género- plantea la existencia de tres perspectivas. La primera –a la que considera totalmente feminista-, donde se intenta explicar los orígenes del sistema de patriarcado. En segundo lugar, la perspectiva que se fundamenta en una tradición marxista pero comprometida con una crítica feminista; donde se articula el análisis en la crítica al sistema patriarcal en las sociedades capitalistas. Y por último, la basada en las diversas escuelas del psicoanálisis para explicar la producción y reproducción de la identidad de género del sujeto.[4]

Joan Scott sopesa virtudes y defectos de estos enfoques, aunque no coincide plenamente con ninguno. A continuación, elabora su propio mapa conceptual de género: "Mi definición de género tiene dos partes y varias subpartes. Están interrelacionadas, pero deben ser analíticamente distintas. El núcleo de la definición reposa sobre una conexión integral entre dos proposiciones: el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder. Los cambios en la organización de las relaciones sociales corresponden siempre a cambios en las representaciones del poder, pero la dirección del cambio no es necesariamente en un solo sentido"[5].

Los elementos que constituyen las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los géneros, son cuatro y se presentan interrelacionados. En primer lugar, los símbolos culturalmente disponibles que evocan múltiples representaciones. En segundo término, los conceptos normativos que manifiestan las interpretaciones de los significados de los símbolos, en un intento de limitar y contener sus posibilidades metafóricas. Como tercer elemento, el nivel que relaciona a las nociones políticas y referencias a las instituciones y organizaciones sociales. Para finalizar, los procesos de constitución y percepción de la identidad subjetiva[6].

Empero, otras historiadoras y cientistas sociales proponen agendas de debate, en parte diferentes, en parte coincidentes con la planteada anteriormente. Menciono solamente a guisa de ejemplo a la investigadora estadounidense Catherine Stimpson[7].

 

El género y las narraciones orales

 

Como señalan Silvie Van De Casteele y Danielle Voldman, las narraciones escritas de las mujeres son escasas, o al menos sustantivamente menores que la de los hombres. Por lo que enfatizan la utilización de las fuentes orales: "Para la historia de las mujeres, su empleo se impone más cuanto que las mujeres han manejado lo escrito mucho menos que los hombres: han tenido más formas de decir que de escribir. Si bien recientemente numerosos trabajos han mostrado la parte de idea preconcebida y estereotipo que implican, estas proposiciones siguen siendo verídicas"[8].

Alejandra Mazzolo alerta sobre el temprano -pero también imprescindible- protagonismo femenino en las luchas y movimientos sociales en los espacios latinoamericanos: "Se reconozca o no, desde sus nacimientos contemporáneos, las luchas inquilinarias y los movimientos sociales urbanos laten por dentro al ritmo e impulso del género femenino"[9]. La autora destaca la importancia y el protagonismo de los colectivos de mujeres en los movimientos sociales de Latinoamérica.

Afirmaciones de la autora que podría extender al espacio neuquino. En los últimos años he percibido una mayor participación de las mujeres gitanas en la demanda de derechos sociales. Por ejemplo, durante un conflicto social a mediados de la década del noventa -una huelga de trabajadores y trabajadoras de la salud por mejoras salariales- varias mujeres gitanas y sus niños/as participaron en las movilizaciones de apoyo a la misma.

Sin embargo, a pesar de la escasa producción de autobiografías de mujeres por lo general estas obras son de una calidad sustantiva. Algunas han sido de difusión y reconocimiento internacional. Por ejemplo las Historias de Vida de Domitila Chungara denominada Si Me Dejan Hablar -que cuenta la vida de activista y trabajadora minera boliviana- y Me llamo Rigoberta Menchú. Esta última obra -narración autobiográfica de una joven guatemalteca de origen maya-quiché - narra su dificultosa existencia ante las consecuencias de una soterrada guerra civil, la explotación económica y la discriminación sufrida por su condición de mujer e indígena[10].

De acuerdo a este enfoque, es posible revalorizar la riqueza excepcional del texto biográfico de Juana Rouco Buela, una de las pocas autobiografías de las militantes sociales de principio del siglo XX. Sin duda la singularidad de esta obra radica en su escritura por una militante anarquista. Historia de un ideal vivido por una mujer evidencia una tensión particular, dotada de una sensibilidad de género poco común en este tipo de producciones autobiográficas[11].

La autora manifiesta en su relato una sensibilidad femenina, un mundo de sentimientos que generalmente son excluidos o minimizados en los relatos masculinos, aún en el de los militantes sociales. Muestra la tensión existente -e irresuelta en su caso- entre los roles de esposa y madre -culturalmente atribuidos- y la dedicación a una militancia política y social intensiva, en los grupos anarquistas. También da cuenta de la realización de parte de sus aspiraciones políticas en el protagonismo que tuvo en diversas luchas sociales. En la mayoría de los casos desde la tribuna, la oratoria y el periodismo; esta última actividad desarrollada principalmente en su periódico La Tribuna.

Estos logros de la militante anarco-feminista muchas veces tensionaron los lugares establecidos y a la relevancia que se otorgaba -y que se le permitía- a la mujer. Y no solo dentro de la sociedad patriarcal tradicional, sino también con las agrupaciones anarquistas.

Parafraseando a Silvie Van De Casteele y Danielle Voldman, enfatizo que en muchos testimonios de mujeres se encuentra una tensión entre los estereotipos atribuidos a lo femenino -muchas veces reproducido en estos relatos- y la subversión existente en las prácticas y recuerdos del pasado[12].

 
El género femenino en la cultura gitana

 

Las cuestiones de género, en especial el desarrollo y articulación de las mismas dentro de un determinado grupo socioétnico como también las relaciones con sujetos de la sociedad hegemónica, generan mucho interés en recientes estudios realizados desde las ciencias sociales.

Si bien mi investigación aborda los procesos educativos de niños y niñas gitanas en las escuelas neuquinas, considero que cualquier análisis sobre la identidad y praxis de actor social debe incluir los cruces entre clase social, grupo étnico y género.

Andrea D'Atri plantea que las interlocuciones entre los avances del feminismo y los estudios de género deben ubicar al marxismo como un interlocutor necesario. Este reconocimiento implícito -a pesar de fuertes divergencias teóricas y políticas- a la utilización de la clase obrera, la lucha de clases y el socialismo son categorías que dan cuenta del modo de producción en el que vivimos, basado en la explotación de millones de seres humanos por parte de un puñado de capitalistas[13]. Es en esta perspectiva que propongo mi enfoque de las mujeres gitanas neuquinas.

A continuación indagaré, las representaciones que poseen las docentes, asistentes sociales, gitanas y gitanos adultos sobre los roles de género, salud reproductiva, sociabilidad y estética en las niñas y jóvenes gitanas.

Hasta la actualidad, no existen trabajos de investigación sobre la cuestión de género en los grupos gitanos para el espacio nacional ni tampoco para el contexto regional. Empezaré tratando de analizar algunas visiones circulantes en los imaginarios de las docentes y asistentes sociales que han tenido -y tienen- relaciones y contactos frecuentes, a veces cotidianos, con integrantes de la comunidad gitana.

Gran parte de las maestras perciben a las familias gitanas que envían a sus niños y niñas a la escuela como machistas, especialmente a los varones -tanto a los adultos como a los infantes-:

“… por ejemplo el otro día se habían peleado dos gitanos uno le pegaba mucho a las nenas porque eso también los vemos los chiquitos gitanos les pegan mucho a las mujeres. (…) Entonces: -Por qué le pegás-, entonces le empecé a decir yo: -No Lázaro, a las mujeres no se les pega, no se les pega a nadie, pero ustedes son más grandotes, no le tenés que pegar a una mujer- y entonces se acerca ya venía la esposa de… Vos sabés Baby… porque había sido alumna de la escuela… vos sabés Baby, ¡no sabés lo que me pasó!, que éste me quería pegar a mí, éste me quería pegar, de sí que me escapé- (risas). -Pero yo estoy retando los chicos y ustedes hacen exactamente lo mismo, ¡cómo van a hacer eso!, ¡los chicos no tienen que ver eso!-. Y los gitanos se reían, por supuesto que después van a hacer la suya”.[14]

Las representaciones existentes en la sociedad hegemónica neuquina sobre la situación y protagonismo de las mujeres gitanas son a la vez contradictorias y ambiguas. La mirada de las docentes neuquinas también involucra una perspectiva de género, inherente a otro grupo sociocultural. La mayoría de las docentes destacan el machismo imperante en estas familias. Mariana docente de nivel inicial de la escuela N ° 56, me comentaba sorprendida el siguiente hecho: uno de sus alumnitos gitanos, le preguntó porque usaba un celular, ya que al celular solamente lo usas sí sos hombre[15].

Destaca que esta conducta se manifiesta con marcado favoritismo gitano por los niños en desmedro de las niñas. También en las restricciones impuestas a las niñas que a partir de cierta edad deben utilizar los vestidos tradicionales como marca identitaria. Además estas infantas son retiradas prematuramente de la escuela por sus familias, al menos antes que los varones; con el propósito de impedir su socialización con las pautas de la cultura dominante.

Como destaca una maestra de la Escuela N ° 67: “el varón viene siempre con un jean, un jean nuevo el nene varón con los zapatitos negros lustrados, que la nena no viene tan así. Bien limpitos, bien peinaditos, bien arregladitos"[16].

Sin embargo, estas miradas docentes que enfatizan la conducta machista de las familias gitanas, se complementa con otros análisis. Por ejemplo, otra docente de la misma institución destaca: "Por ejemplo la abuela… porque es muy importante la palabra de la abuela es un matriarcado. Al hombre se le hacen una serie de concesiones pero en realidad quién manda y quién decide todo es la gitana vieja, es la abuela. Y es palabra santa lo que dice la abuela"[17].

Como bien se ha investigado en otros grupos socioculturales- por ejemplo en la cultura mapuche y en algunas comunidades aymarás bolivianas- en determinadas colectividades pueden coexistir fuertes rasgos de poder matriarcal en un sistema patriarcal. Teresa San Román menciona un esquema similar en familias gitanas de Barcelona.

Esta antropóloga considera a esta cultura como fuertemente machista por los siguientes elementos: el concepto de raza, de transmisión de un apellido o linaje es de carácter patrilineal; las familias –sean extensas, nucleares o de otras formas- se establecen con base a un criterio de patrilocalidad; la red de solidaridades se establece entre hombres adultos, por ejemplo de compadrazgo, que además de vínculos de amistad instrumentaliza posibles reciprocidades económicas y comerciales; el sistema de justicia y ética gitana –denominado kriss- solo es ejercido por hombres adultos; finalmente, existe en el seno de las familias gitanas una rígida división del trabajo, que establece claramente los rubros en los que pueden desempeñarse hombres y mujeres. Aún en las familias gitanas más flexibles no existen mujeres dedicadas a la compraventa de automotores[18].

La mayoría de los testimonios de las docentes de las escuelas N ° 67 y N ° 118 coinciden en la distintiva indumentaria de las niñas gitanas, en especial al uso de polleras. Prenda a la que perciben como parte principal de la indumentaria tradicional gitana y también como una importante marca cultural.

La imposición de las polleras y vestidos gitanos es impuesta a las niñas, generalmente a partir de los 8 y 9 años. Las niñas de menor edad pueden concurrir a la escuela con pantalones y buzos deportivos como nos cuenta Nicolaza: "No, se visten con la ropa de nuestra cultura. Las nenas no vienen con polleras, con buzitos".

Estas situaciones ya eran perceptibles a fines de los noventa: "Otros en el invierno ahora, últimamente estos últimos años vienen con buzitos, con pantalones pero ya cuando son un poco más grande les sacan los pantalones y los hacen venir con polleras largas. Ya ha una determinada edad tienen que usar pollera larga".

Además de constituirse en una marca de la cultura gitana también es un indicador de un intento de control patriarcal sobre el cuerpo, un condicionante genérico androcéntrico sobre la sensualidad y la sexualidad de las niñas.

En las últimas décadas se ha reforzado el control por parte de gitanas y gitanos adultos sobre la vestimenta, maquillaje y aún actitudes de niñas y adolescentes de esta comunidad. Estos intentos de disciplinamiento remiten a la combinación de dos causas, que se fortalecen mutuamente. Por un lado, las imposiciones de la estética tradicional gitana, por ejemplo el uso del pañuelo en la cabeza de la mujer gitana casada o el recato ante hombres de la cultura hegemónica. Por el otro, la imposición de normas puritanas a partir de pastores evangelistas y neopentecostales, de acuerdo a la religión que practica cada familia gitana.

El comerciante gitano Esteban Costich expresa en su relato esta norma fortalecida por el sincretismo: "Y bueno, y así fuimos discriminados de la sociedad porque siempre nos miraron un poquito de relejos, con recelo por el hecho de que tenemos nuestras costumbres los gitanos, de que usaran las gitanas las polleras largas y es un mandamiento que nos dio Dios nuestro señor Jesucristo eh… porque hay una época de 5 o 6.000 años atrás, todo el mundo usaba vestido largo, había mucho respeto, su pelo recogido, el varón con el pelo corto, la mujer con el pelo largo"[19].

Ana Perla Miguel, practicante de otra rama pentecostal también comparte esta concepción donde las/os gitanas/os que respeten las tradiciones impuestas por Dios serán parte del ejército elegido para el próximo reino a crearse con el regreso de Cristo. Por eso reivindica el uso del caballo largo, las trenzas, los vestidos recatados y la realización de ciertas prácticas de purificación como la prohibición de maquillarse, control de la coquetería femenina, del consumo de alcohol y del tabaco[20].

 

Mujeres gitanas y salud reproductiva

 

La salud reproductiva y las disputas sobre el control y estética corporal son problemáticas de mucho peso en las comunidades gitanas, que muchas veces se manifiestan o se amplifican en las interacciones con integrantes de la sociedad hegemónica -la denominada criolla-.

De acuerdo a la cultura tradicional gitana las familias tendían a ser extensas con una estrategia reproductiva de procrear a varios hijos e hijas. En estas condiciones las mujeres se casaban a edades muy tempranas -casi adolescentes- y en poco tiempo se convertían en madre de varios descendientes. La maternidad era vista como un atributo importante e imprescindible de toda mujer gitana.

Es difícil conocer hasta qué punto estos valores y tradiciones perviven en los imaginarios y prácticas de las familias gitanas del Neuquén actual. Sin embargo, es evidente el proceso de transición de las familias extensas a las familias nucleares. También son perceptibles las estrategias de las parejas más jóvenes con la finalidad de establecer cierto control de la natalidad para reducir la cantidad de hijos e hijas por familia.

Además se nota una mayor autonomía de las mujeres gitanas sobre sus cuerpos principalmente en las actitudes relacionadas con la salud reproductiva. Desde hace más de veinte años las mujeres gitanas realizan sus partos y controles ginecológicos en el sistema público de salud. Principalmente en hospitales provinciales como el Castro Rendón, el de mayor complejidad de la región.

Según Mirta Polandri -una asistente social que conoce y trabaja con las familias gitanas locales- las jóvenes transitan un proceso de transformación de sus actitudes tanto en el ejercicio como en la percepción de su salud reproductiva. El detonante de estas transformaciones se origina en el acceso a informaciones sobre métodos anti y contraceptivos.

Estos cambios de conducta, que modifican tanto las relaciones de género y como también las de carácter intergeneracional, se generan a partir de la transmisión de información entre las mujeres más jóvenes. Por lo general, las jóvenes de origen criollo -casadas con hombres gitanos- son portadoras de un bagaje de conocimientos sobre métodos y dispositivos anticonceptivos del sistema que Susana Ramírez Hita define como Modelo Médico Hegemónico[21].

O sea se trata de una difusión intergénero, de carácter horizontal entre mujeres de dos culturas diferentes.

“Y el impacto es de cambio en algunas pautas (…) de lo que es empezar a utilizar métodos anticonceptivos es claramente de salud que lo están tomando de las criollas. Porque la mujer criolla tiene una hermana, una prima, una amiga que tomó pastillas, que se puso el DIU, que le fue bien, que vio que teniendo menos hijos tenía mejor calidad de vida, empiezan a aspirar a otras cosas ¿no?”[22].

Otra asistente social -que trabaja en un barrio popular con población gitana- también percibe un cambio en las gitanas con relación a la salud reproductiva. Destaca el avance informativo de las gitanas con relación a los métodos anticonceptivos y sobre el método de ligaduras de trompas. Además las chicas más jóvenes -muchas veces acompañadas o en conocimiento de sus madres- solicitan a los centros de salud pastillas anticonceptivas. Estas acciones son realizadas en forma oculta de las abuelas y hombres de la familia, ya que la pérdida de la condición de virgen disminuye el precio de su dote.

También menciona ciertos conflictos generacionales entre las mujeres más viejas que desean que las jóvenes tengan una prole más numerosa, pero las jóvenes tanto gitanas como de origen criollo resisten a estas estrategias. Ejemplifica con el caso de una gitana de 40 años que se hizo una ligadura de trompas para interrumpir su posibilidad de procreación “porque ya estaba en edad de ser abuela”[23].

Estos cambios, influenciados por las "libertades" y autonomía de las mujeres criollas también se extienden a otros aspectos de la vida cotidiana como el hecho de manejar vehículos, poseer el carnet automotor correspondiente, estar debidamente documentadas. Las mujeres gitanas de generaciones anteriores tenían vedadas estas posibilidades: "Son como ventajas que va trayendo la criolla que se incluye a una familia gitana"[24].

Sin duda, algunos aspectos de las relaciones entre los géneros se están modificando en las generaciones más jóvenes. Es un hecho bastante común encontrar en la ciudad de Neuquén a gitanas que ejercen ciertas responsabilidades de gestiones financieras y afines del grupo familiar. Algunas son poseedoras de cuentas bancarias –por ejemplo en el Banco Nación-, de cajas de seguridad –Banco Francés- y de cuentas telefónicas.

Empero estas posibilidades de gestión económica de las gitanas merecen ser analizadas con cautela. Por lo general son desarrolladas por mujeres casadas –muchas veces de edad mediana y/o avanzada-, que han accedido a desarrollar estas gestiones debido a que sus esposos se encuentran inhabilitados por instancias judiciales. Aunque a veces -sin esa inhibición legal- algunos hombres gitanos prefieren colocar algunos bienes a nombre de la esposa para evitar embargos o situaciones parecidas en un futuro.

Volviendo al tema anterior: el proceso de aculturación de las jóvenes criollas en el seno de familias gitanas, el mismo se desarrolla con base a un intercambio intercultural, no exento de numerosos y permanentes conflictos y negociaciones En este intercambio las mujeres criollas también tienen que ceder y comenzar cierto proceso de aculturación.

Las jóvenes deben incorporar pautas de la cultura gitana como el lenguaje, el respeto a los familiares mayores y -quizás lo más evidente para nuestra perspectiva- el uso de polleras como marca cultural: "Eh… pero… hay un intercambio en realidad, la mujer criolla trae algunas pautas y tiene que incluir otras, por ejemplo el uso de las polleras"[25].

La narradora –Mirta Polandri- menciona situaciones donde la imposición del uso de polleras se extendió a mujeres criollas que trabajaban en relación de dependencia con familias gitanas adineradas:

“… me acuerdo que tengo un registro por ahí muy llamativo de una chica del interior de la provincia que vino a trabajar, de origen humilde de empleada doméstica en una casa de una familia gitana rica, que puede -fíjate ahí- delegar funciones domésticas estee… no ya en otras mujeres sino en una mujer pagada, tener una empleada. Está hablando de la aculturación y esta chica tuvo que vestir ropa gitana para trabajar como empleada doméstica. Y como nosotros vemos en un barrio residencial les hacen poner un uniforme, una cofia y demás (risas)”[26].

Sin embargo, las mujeres criollas que han aceptado incorporarse a las familias gitanas no lo hacen desde un rol pasivo. Ya he mencionado los cambios que estas actoras han generado respecto a la salud reproductiva; pero como bien señalan varias docentes de la Escuela N ° 67, las jóvenes criollas tienen importantes influencias en algunas transformaciones recientes de las formas de vida de la comunidad gitana local.

Ya que estas problemáticas no hacen a los propósitos centrales de mi investigación sólo mencionaré –y de manera sucinta- tres aspectos donde es posible percibir estos impactos. En primer lugar, una mayor tendencia a la escolarización de sus hijos e hijas. Así lo destaca una docente de nivel inicial de la Escuela N ° 56: “Bueno... ahora es como se han empezado ha casar gitanos con criollos, que ya las mamás tienen una formación, una educación por lo menos han hecho primaria ya en los chicos se nota el motivo”[27]. Como segunda cuestión, estas madres ejercen una permanente presión para lograr un trato más igualitario entre sus hijos e hijas. Por ejemplo, intentando que las niñas no sean obligadas a abandonar la escuela en un tiempo más precoz que sus hermanos[28]. Finalmente, las mujeres criollas son bastantes reacias a dedicarse a ciertas actividades económicas que tradicionalmente han realizado las mujeres gitanas. Por ejemplo: al ejercicio de la adivinación de la suerte –la buenaventuranza- y la mendicidad.

 

A modo de conclusión

 

En los casos analizados de familias gitanas, las relaciones de género que se establecieron en el ámbito familiar se visualizan como relaciones de poder y subordinación sobre las mujeres. Situaciones que son percibidas como opresivas por parte de las maestras y asistentes sociales que tienen permanentes contactos con ellas.

Por su parte, en los discursos hegemónicos de las familias gitanas revela, en el caso de los hombres- la misma visión androcéntrica. Sin embargo, también refleja aspectos sociales más contradictorios, complejos y ricos que el del primer grupo mencionado.

Como una primera aproximación, parecería que el grupo de mujeres gitanas entrevistadas participa de un mismo universo cultural, que comparten un discurso común. Empero, creo haber encontrado señales de resistencia y de empoderamiento –en especial en mujeres de generaciones más jóvenes- tanto a la opresión de clase como a la de género. Señales que se advierten sobre todo en los intersticios del discurso de las mujeres al reflexionar sobre su condición y también en las actitudes implementadas por las mismas ante la salud reproductiva.

De esta forma, considero que en el ámbito de las familias gitanas no sólo se establecieron relaciones sociales desiguales en cuanto a la relación de género, sino también a la de clase. Así, la mujer acumuló una doble alienación, tanto en la esfera familiar como en la laboral.

 

 

RESUMEN

 

Representaciones sociales, salud reproductiva y estética de las gitanas neuquinas

 

En este artículo pretendo indagar sobre la situación de las mujeres gitanas de la ciudad de Neuquén. Si bien esta problemática no constituye un propósito central en mi investigación, focalizada en los procesos de educación de niñas y niños gitanos en la ciudad de Neuquén, considero imprescindible que toda investigación en ciencias sociales incluya la perspectiva de género. Además intentaré elaborar una versión donde se recuperen las voces de protagonistas femeninas como maestras, asistentes sociales y madres gitanas.

 

Palabras claves: Gitanas – Género - Educación intercultural

 

 

SUMMARY

 

Social representations, reproductive and a esthetic health of the gypsy neuquinan

 

In this article I try to investigate on the situation of the gypsy women of the city of Neuquén. The gypsy families –of popular origin- evidence different forms of resistances and integration with the state. Although this problematic one does not constitute a central intention in my investigation, focused in the processes of education of children and gypsy children in the city of Neuquén, I consider essential that all investigation in social sciences includes the sort perspective. In addition I will try to elaborate a version where the voices of feminine protagonists like teachers recover, social assistants and gypsy mothers.

 

Key words: Gypsy women – Gender - Intercultural education

 

 

Recibido: 30/04/07

Aceptado: 01/05/08

Versión final: 11/08/08

 

 

Notas



* Especialista en Estudios Culturales. Docente del Área de Historia de América Latina Contemporánea, Departamento de Historia. Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue. E-mail: bel9193@hotmail.com.

[1] BOCK, Gisela, "La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional". En Historia Social N º 9, Valencia, Centro de la Uned Alzira-Valencia, 1991, p. 60.

[2] Un rastreo, una historización de los análisis sobre la cuestión femenina de varias teóricas y corrientes de pensamiento es el realizado por GAYLE, Rubin, "El tráfico de mujeres". En ¿Qué son los estudios de mujeres?, Buenos Aires, FCE, 1998.

[3] SCOTT, Joan, "El género: una categoría útil para el análisis histórico". En LAMAS, Martha (comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México, Porrúa, 1996, p. 70.

[4] SCOTT, Joan, op. cit., p. 71.

[5] Idem, p. 89.

[6] Ibídem, p.s 89 a 91.

[7] STIMPSON, Catharine, "Qué estoy haciendo cuando hago estudios de mujeres en los años noventa". En NAVARRO, Marysa y STIMPSON, Catharine (comp.), ¿Qué son los estudios de mujeres?, Buenos Aires, FCE, 1998.

[8] VAN DE CASTELEE, Silvie y VOLDMAN, Danielle, "Fuentes orales para la historia de las mujeres". En RAMOS, Carmen (comp.), Género e historia, México, Instituto Mora -UNAM-, 1992, p. 100.

[9] MASSOLO, Alejandra, "Testimonio autobiográfico femenino: un camino de conocimiento de las mujeres y de los movimientos urbanos en México". En LULLE, Thierry y otras, Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales II, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 10.

[10] Para un análisis crítico del impacto de la historia de vida de Rigoberta Menchú en el ámbito universitario y educativo en las universidades estadounidenses sugiero el trabajo de PRATT, Mary Louise, "Lucha-libros: Me llamo Rigoberta Menchú y sus críticos en el contexto norteamericano". En Nueva Sociedad N º 162, Caracas, julio-agosto de 1999.

[11] ROUCO BUELA, Juana, Historia de un ideal vivido por una mujer, Buenos Aires, Reconstruir, 1964.

[12] VAN DE CASTELEE, Silvie y VOLDMAN, Danielle, op. cit., pp. 104 y 105.

[13] D'ATRI, Andrea, "Feminismo y marxismo: más de 30 años". En Lucha de clases. Revista marxista de teoría y política N º 4, Buenos Aires, noviembre del 2004, p. 112.

[14] Entrevista a María del Carmen Puertas, ex - directora de la Escuela Primaria N ° 67. Realizada por Rolando Bel, octubre de 1.998, ciudad de Neuquén.

[15] Entrevista a Mariana Eberhardt, realizada por Rolando Bel, el 16/09/04 en la Escuela N º 67 de la ciudad de Neuquén.

[16] Entrevista a Nicolasa Lascano realizada por Rolando Bel, el 13/06/05 en la escuela N º 67 de la ciudad de Neuquén.

[17] Entrevista a María del Carmen Puertas, op.cit.

[18] SAN ROMÁN, Teresa, La diferencia inquietante. Viejas y nuevas estrategias culturales de los gitanos, Madrid, Sigo XXI, 1997, pp. 97, 98, 99.

[19] Entrevista a Esteban Costich, comerciante, realizada por Hugo Smith, Claudio Pino, José Luis Andrade y Jesica Blázquez -orientada por Rolando Bel- noviembre de 1998, en la ciudad de Neuquén.

[20] Entrevista a Ana Perla Miguel, Neuquén, 22/05/05.

[21] RAMÍREZ HITA, Susana, “Marginalidad, identidad, religión y salud en Potosí. Sistemas y prácticas de salud”. En Revista Nacional N º 4, La Paz, Bolivia, 2005, p.s 4 y 5.

[22] Entrevista a Mirta Polandri, realizada por Rolando Bel, en la ciudad de Neuquén el 12/10/04.

[23] Informe Etnológico N º 8, entrevista a asistente social A. A., Centro de Salud de Villa Farrell. Ciudad de Neuquén, 01/06/04.

[24] Entrevista a Mirta Polandri, op.cit.

[25] Idem.

[26] Ibidem.

[27] Entrevista a Mariana Eberhardt, op.cit.

[28] La asistente social A. A. menciona el caso de una madre gitana de su barrio que realiza muchos esfuerzos para que sus hijos e hijas se escolaricen. La misma debe enfrentar resistencias familiares, ya que este núcleo es muy cerrado, por los hombres son muy machistas. Informe Etnológico N º 8, op. cit.